Occidente cada vez más solo…por culpa de Biden al sancionar económicamente a Rusia

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  • Tras las cumbres del G7, la del OTAN y la de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), queda claro que la política de oposición radical de la OTAN en Moscú está dando lugar a una alianza antioccidental en la que se mueven países tradicionalmente amigos (como Brasil, Sudáfrica e India).
  • Se prepara así una nueva «guerra fría», cuyo impacto y consecuencias subestiman los países democráticos.

 

La última semana de junio ofreció la oportunidad de hacer un balance detallado de la estructura actual de las relaciones políticas y económicas globales, ya que la cumbre del G7, la de la OTAN y finalmente la de los BRICS se concentraron en sucesión (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

La impresión de conjunto que ofrecen estos tres acontecimientos es una confirmación, por si aún fuera necesaria, de que nos encontramos ante un proceso de polarización cada vez más rápido y acentuado, que se inició con el conflicto ruso-ucraniano, y ya casi ha llegado al umbral de una nueva bipolaridad. .

  • Por un lado, el G7 y la Alianza Atlántica han cerrado filas,superponiendo en muchos aspectos sus posiciones, y levantando aún más el muro de la oposición con Moscú, acusada de ser el principal agente desestabilizador que amenaza la paz y la seguridad en Europa.
  • Por otro lado, el foro que durante casi quince años ha reunido a las principales economías del mundo fuera del área Euro-Atlántico Norte, que contó con la participación activa y significativa de Vladimir Putin, ha utilizado tonos muy resolutivos y actitudes desafiantes hacia la ‘Occidente como nunca se había encontrado en su historia, y también ha comenzado a atraer solicitudes de ingreso (Argentina e Irán) o expresiones de interés (Indonesia) de otras naciones: evidentemente en el clima de creciente tensión internacional.

En definitiva, a más de cuatro meses del enfrentamiento en suelo ucraniano, se perfila el escenario de la «segunda guerra fría» largamente pronosticada por muchos observadores de la política internacional, cuyos principales protagonistas serían Estados Unidos y China, y en la que Putinian Rusia jugaría un papel, claramente subordinado a este último, de avanzada.

Si en la cumbre del G7 en Elmau los países miembros insistieron en el apoyo total a Kiev y en nuevas sanciones contra Moscú, ignorando, en nombre de la movilización bélica, los efectos catastróficos que hasta ahora ese tipo de medidas no han tenido sobre la economía rusa, pero  en cambio sí sobre la de los países que las lanzaron, la OTAN en Madrid lanzó, en el documento y en las declaraciones finales, una salva aún más pirotécnica de desafíos: no sólo al «enemigo número uno» Putin, sino también a Pekín, que también es considerados parte de “sujetos autoritarios” que atentan contra la paz, la seguridad, la estabilidad, la colaboración internacional y la autodeterminación de los pueblos, planteando amenazas en el espacio físico y virtual; y cuya política exterior se señala como un desafío estructural a los principios atlantistas.

En este contexto, el acuerdo alcanzado (a costa de los kurdos, usados ​​y abandonados) para superar el veto de Turquía de Erdogan a la adhesión a la Alianza de Finlandia y Suecia se celebró como una victoria histórica, y la señal de una mayor compactación de Occidente.

Por el contrario, en la cumbre de los BRICS, a pesar de los diferentes matices utilizados por los participantes individuales, las acusaciones dirigidas a Occidente emergen con una evidencia particular, en muchos aspectos reflejando las adelantadas por la OTAN: como la formulada por el líder chino Xi Jinping, de “abuso” de sanciones unilaterales y de una “mentalidad de guerra fría”, y sobre todo eso, particularmente pesado, de una “ampliación de alianzas militares” que “hará más volátil el mundo”, no favoreciendo “un futuro compartido para la humanidad” . Se hace eco de la decidida voluntad de Putin de favorecer la transición a una estructura de poder mundial decididamente multipolar, en la que la hegemonía occidental será un recuerdo.

Como es bien sabido, la cumbre planteó entonces la posibilidad de crear un área monetaria única, lo que representaría la sanción oficial de lo que ya está sucediendo tras las sanciones, es decir, que el petróleo, el gas y el armamento de Rusia son pagados por China e India, en rublos o en sus monedas locales en lugar de dólares-, pero también la señal de un posible futuro cercano en el que el mercado global podría escindirse en dos espacios opuestos y cada vez menos comunicados.

Lo que más sorprende, leyendo los informes y comentarios de los medios, observadores científicos y la clase política occidental sobre la nueva etapa inaugurada por los BRICS, es la falta casi absoluta de una valoración verdaderamente realista de la situación mundial que se ha planteado, y el sometimiento igualmente casi total a la narrativa oficial de origen estadounidense según la cual los occidentales no tendrían nada que temer de ese foro, ya que está dividido por rivalidades insuperables; o incluso los BRICS son degradados en bloque frente a los «regímenes autoritarios».

Juicios de una superficialidad chocante, que ni siquiera tienen en cuenta el dato fundamental que surgió de la compactación de esas cinco potencias: a saber, que al menos tres de ellas (India, Brasil y Sudáfrica) son regímenes democráticos hasta ahora en buenas o excelentes relaciones con el Euro -Área atlántica, sustancialmente interna a ella (como Brasilia y Johannesburgo) o progresivamente unida a ella por lazos estratégicos (Nueva Delhi), y que, debido a la oposición frontal de Occidente a Rusia, se alejan de ella, potencialmente desembarcando en lo que podría ser una verdadera alianza no sólo económica y política, sino quizás también militar.

En definitiva, para ganar unos metros de terreno en Europa del Este, expandirse hacia Escandinavia y mantener a Moscú bajo presión con la hasta ahora vana esperanza de que el régimen de Putin se derrumbe, a pesar de sus proclamas retóricas, Occidente se ha aislado cada vez más del resto del mundo.

Está perdiendo terreno en áreas clave del globo, se está haciendo cada vez más enemigos. Un resultado nefasto, portador de enormes dificultades para el futuro de las democracias occidentales, de las que, sin embargo, nadie parece rendir cuentas en su seno.

 

Por EUGENIO CAPOZZI.

LUNES 4 DE JULIO DE 2022.

ROMA, Italia.

lanuovabq.

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