Lobby de firmas farmacéuticas dentro del Vaticano, provoca choques entre la doctrina de la Iglesia y las políticas impuestas por TRoma

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Una mini-investigación del National Catholic Register  revela reuniones privadas en el Vaticano del CEO de Pfizer, mientras que el secretario de Estado, el cardenal Parolin, excluye solo la vacuna de Pfizer de la posible objeción de conciencia…contradiciendo la famosa Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

 

En unos días, el 31 de enero, ya no será posible entrar en el territorio de la Ciudad del Vaticano si no estás vacunado con las tres dosis (única excepción para las recién recuperadas). El Estado vaticano se confirma así como uno de los más rígidos para aplicar la ley del Pase Verde y sobre todo la imposición de la vacunaY esto a pesar de que la misma Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) de diciembre de 2020 -aprobada por el Papa Francisco- asumía que existen problemas morales relacionados con la adopción de estas vacunas y afirmaba que, en todo caso, las vacunas no pueden ser obligatorias¿Cómo puede explicarse esta flagrante contradicción?

 

Albert Bourla.

Al respecto, hay dos noticias dadas en los últimos días por el diario estadounidense National Catholic Register (NCR) que lamentablemente han pasado por alto, pero que en cambio son importantes para entender lo que sucede más allá del Tíber: primero una declaración desconcertante por el Secretario de Estado Cardenal Pietro Parolin, que niega la naturaleza problemática ética de la vacuna de Pfizer por sí sola, luego la noticia igualmente desconcertante de que el año pasado el Papa Francisco recibió al CEO de Pfizer, Albert Bourla, en una audiencia privada.

Empecemos por Parolin: respondiendo por escrito el 9 de enero del año pasado a la pregunta del periodista Edward Pentin que preguntaba si era posible en el Vaticano la objeción de conciencia a la vacuna por motivos relacionados con el uso de líneas celulares de fetos abortados, la secretario de Estado excluyó. El motivo es sorprendente: la vacuna de Pfizer, la única inoculada en el Vaticano, no utiliza las líneas celulares impugnadas en la fase de composición o producción, sino «solo en las etapas preliminares de las pruebas de laboratorio». Por tanto, la objeción de conciencia «no parece estar justificada».
Parolin señala que esto no ocurre con otras vacunas, como Astra Zeneca y Johnson & Johnson, que en su lugar utilizan estas líneas celulares para la producción de vacunas. De lo que deberíamos inferir que para estas otras vacunas sí estaría justificada la objeción de conciencia.

Novedad interesante si se confirmara y aclarara, pero lo verdaderamente sensacional aquí es la distinción que introduce el cardenal Parolin entre la investigación y el desarrollo de la vacuna por un lado y la fase de prueba por otro, para decidir si una vacuna es o no moral. En realidad, ningún documento magisterial hace este tipo de distinción, y con razón, dado que las pruebas de laboratorio forman parte del protocolo de producción de vacunas. Como bien explica Luisella Scrosati en su libro “La idolatría de la vacuna”(Fe y Cultura, se puede encontrar la reseña del libro enlazada a este artículo), “el problema ético no se reduce a la presencia de líneas celulares” dentro “del suero vacunal, sino que depende de que para hacer ese particular vacuna era necesario el uso de estas líneas celulares, que deben su existencia a los tejidos fetales obtenidos al matar a personas inocentes».

Además, la declaración del Cardenal Parolin contradice la Nota de la CDF precisamente en el punto crucial. De hecho, este último da por sentada la objeción de conciencia a estas vacunas, advirtiendo solo a quienes las utilizan que “deben hacer todo lo posible para evitar, por otros medios de profilaxis y conductas adecuadas, convertirse en vehículos de transmisión del agente infeccioso”. Es realmente sorprendente que el secretario de Estado del Vaticano vaya en la dirección opuesta al propio Magisterio sobre el asunto.

Además, el cardenal Parolin, de nuevo a Edward Pentin, explica que para las declaraciones contenidas en la carta se basó en la información que le dieron «personas competentes en estos asuntos». Y luego uno se pregunta qué expertos van al Vaticano y si por casualidad no tienen algún conflicto de intereses: de hecho, a nadie se le escapa que la decisión del Vaticano de estar entre los primeros países en imponer la vacunación, dejando que todo Todo el mundo sabe que solo usaría Pfizer, resultó ser un gran comercial para la compañía farmacéutica, ya sea intencional o no.

Y ahí es donde entran las otras noticias ,también dado unos días después por Edward Pentin: el año pasado, el Papa Francisco se reunió dos veces en el Vaticano con el CEO de Pfizer, Albert Bourla. Reuniones de las que la Oficina de Prensa no había dado noticias, aunque habitualmente también se comunican audiencias privadas. Evidentemente, nada se sabe del contenido de estos encuentros, pues nada se ha filtrado de la audiencia privada, también en el Vaticano, concedida a Melinda Gates en noviembre de 2019, poco antes de que estallara la emergencia por la pandemia. Y como sabemos, la Fundación Bill y Melinda Gates es un actor clave en el desarrollo de los planes globales de vacunación. También hay que recordar que el propio Albert Bourla estuvo entre los ponentes el pasado mes de mayo de la jornada online organizada por el Consejo Pontificio para la Cultura sobre prevención y tratamiento.

En resumen, hay varias pistas que apuntan a un lobby de vacunación que domina el Vaticano y empuja al Papa y al Secretario de Estado a tomar decisiones que contrastan incluso con documentos magisteriales recientesY, más en general, tiende a hacer olvidar el problema moral que plantea el uso de líneas celulares fetales cuyo origen está en los abortos. Una verdadera conexión-vacuna que, dado el dominio absoluto de una sola farmacéutica, sería más preciso hablar de la conexión-Pfizer, que se está convirtiendo en cómplice de una campaña de discriminación y odio social hacia quienes no pretenden vacunarse . En todo caso, sería oportuno que la Santa Sede aclarara las relaciones que existen con Pfizer, incluso a través de sus «expertos».

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