El espíritu del Señor está sobre mi

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos llevan a la sinagoga de Nazaret, donde Jesús se crio, para mostrarnos el cumplimiento de una profecía (cf. Is 61,1): “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de escuchar”. Además, la carta a los Corintios nos muestra la función del Cuerpo que da unidad a todos sus miembros. Veamos la reflexión del tema.

 

1.    «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido»

Jesucristo inicia su vida pública a partir del bautismo (cf. Mt 3,13-17), realiza su primer milagro en Caná de Galilea (cf. Jn 2,1-11) y su intervención en la Sinagoga de Nazaret queda marcada por cumplir en ella en ese momento una profecía (cf. Lc 4,14-21). El Espíritu está sobre Él, porque fue ungido en su bautismo y este mismo Espíritu es quien lo guía en su misión (cf. Lc 4,1.14). Todos lo alababan por la enseñanza que hacía en las sinagogas (cf. Lc 4,14) y todos fijaban en Él su mirada (cf. Lc 4,20). Jesucristo promete este mismo Espíritu a sus apóstoles y sopla sobre ellos para que lo reciban (cf. Jn 20,22). Cristo es el Ungido de Dios (cf. Lc 4,18), Él es quien llevará a cabo la obra de la salvación y redención (cf. Hec 10,38), es quien cumplirá la voluntad de su Padre (cf. Jn 19,30) y quien vencerá el mal y la muerte (cf. Jn 16,11). La unción del Espíritu es el sello que recibirá el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, el salvador del mundo (cf. Mt 6,16; Lc 9,20; Lc 2,11; Hec 13,23; Mt 1,21; Hec 4,12; 1ª Tim 1,15).

2.    «Me ha enviado a evangelizar a los pobres y proclamar el año de gracia del Señor»

Evangelizar es anunciar buenas noticias y Jesucristo anuncia y realiza el año de gracia del Señor, acontecimiento donde «los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia el Evangelio» Lc 7,22  (cf. Mt 11,5). El año de gracia es el tiempo de la misericordia que, a decir verdad no es temporal sino eterna, pues Dios siempre ha sido misericordioso con sus hijos. Sin embargo, esta gracia especial es para los pobres, los necesitados, los excluidos, los desplazados, los afligidos, los cautivos, los oprimidos (cf. Lc 4, 18). Así los dice Jesucristo: «vengan a mí los que están cansados y fatigados y yo les aliviaré» Mt 11,28. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se atestigua que Jesucristo «pasó toda su vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el demonio» (cf. Hech 10,38). Jesucristo, pues el enviado del Padre para salvarnos (cf. Jn 20,21). ¿Este anuncio también es para mí? ¿Cristo me ha liberado del demonio y del pecado?

3.    «Vosotros sois el Cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro»

En la Primera Carta a los Corintios, san Pablo enseña que «todos los miembros de un cuerpo se preocupan unos por otros»: «si un miembro sufre, sufren todos»; si un miembro es feliz, lo son todos. San Pablo nos enseña que la Iglesia es un como un Cuerpo, donde la cabeza es Cristo y los demás miembros somos sus discípulos. En este Cuerpo todos somos importantes, necesarios e imprescindibles. Cada uno es corresponsable de la tarea, función o rol que desempeña, por lo cual, la debe cumplir con alegría, amor y conciencia. Si alguien no desempeña su función, se pierde la armonía de todo el cuerpo. Es indispensable que todos y cada nos hagamos responsables de nuestra tarea. Por ello, debemos cultivar relaciones de confianza, respeto y comunicación. Sin embargo, la unidad del Cuerpo no depende los miembros sino del Espíritu santo (cf. Ef 4,1-8). En la Iglesia diocesana, el factor de unidad es el Obispo; en la Parroquia es el párroco y en la Iglesia universal es el Papa. Trabajemos en comunión y participación para construir esa Iglesia sinodal que tanto quiere el Papa Francisco y que es el proyecto de Dios. ¿Qué estamos haciendo para caminar juntos y unidos?

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