En medio de costumbres, ideas, creencias, cultura y el conocimiento científico y tecnológico que caracteriza a los grupos humanos, es fundamental, ante la realidad compleja de la sociedad, construir “una civilización del amor”. Hay que abrir los ojos para comprender con recta conciencia la vida de la sociedad y descubrir en ella la necesidad de construir una sociedad basada en el amor como principio fundamental, en donde la solidaridad, la justicia y la paz sean valores centrales.
No se trata solamente de nuevas situaciones particulares o de nuevos elementos que sin más se agreguen a los ya existentes, se trata de transformarse uno mismo para profundizar en la comprensión y la percepción que las personas tienen de sí mismas y de sus relaciones con los demás, con la sociedad, con la naturaleza y con Dios; es decir, hay que construir juntos una nueva civilización de amor. La reconstrucción de la sociedad contemporánea bajo el paradigma del amor no es solo una utopía, es un modo de vivir en todos los ámbitos de relaciones sociales, políticas y económicas. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse de sí mismo; siempre habrá situaciones de necesidad de diferente índole en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto hacia el otro, pues cualquier ser humano necesita una entrañable atención personal. La civilización actual es calificada como materialista, porque acepta la primacía de las cosas sobre las personas y el interés egoísta sobre los intereses comunes, por lo cual prevalece la ley del más fuerte, esto se traduce en el sometimiento de los individuos, de ambientes de vida y de ciudades enteras, incluidas las naciones.
Antes de llegar a una conceptualización del amor, el hombre debe purificar las concepciones totalmente humanas que se han formado de esta palabra con anterioridad para acoger el amor divino, el cual es “entrega”. Con frecuencia se mezclan las cosas agradables y placenteras, pero también hallamos rectitud, profundidad y sinceridad. Aquí no se trata de conceptos, sino de vivencias diarias y matizadas por pinceladas de amor, como la solidaridad. Ser solidario significa actuar con apoyo y respeto hacia otros, especialmente en situaciones de necesidad; implica una actitud de ayuda mutua, misma que contribuye a la edificación de una nueva civilización, aun cuando no haya paga.
El amor conyugal y el amor a los hijos es el que constituye a la civilización y construye a las personas, rechazando la violencia y el egoísmo. El amor entre nosotros los seres humanos debe ser un pilar que edifique a esta civilización, el amor divino se expresa en un hecho único cuya naturaleza misma transfigura el paradigma, porque Él mismo viene a vivir como Dios y como hombre, dando ejemplo de una plena humanidad y una nueva civilización frente a la cual no se puede ser neutral; amas o amas. El amor es comunión, respeto y concordia, y esto da como resultado la paz y la armonía con uno mismo y con los demás. El amor, en conjunto con la justicia, evoca orden y respeto a cada uno como es debido, aun cuando esto no este fijado por la costumbre o la ley, la justicia es la virtud que se debe desarrollar en la praxis diaria para contribuir a la civilización.