La Teología de la Liberación transforma la Iglesia en «un sindicato y no interesa a nadie».

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En los años 70, el 90% de los brasileños era católico; hoy solo lo son el 50%. La Teología de la Liberación fue determinante en este descenso. Es posible una regeneración partiendo de algunos espacios de resistencia, como analiza Luigi Piras en el número de febrero de Il Timone.

La Iglesia, convertida en ideología, ha perdido consenso y fieles

El pasado 8 de agosto falleció, a la venerable edad de 92 años, monseñor Pedro Casaldáliga, obispo emérito de la prelatura de São Félix do Araguaia, en el Estado de Mato Grosso, Brasil. Con él se ha ido un símbolo de la Iglesia brasileña. «Profeta de la Amazonia», «obispo de los pobres», «el mártir que no conseguí asesinar», «el obispo poeta enterrado al lado de un obrero y una prostituta», son algunos de los títulos que la prensa italiana le dedicó (la brasileña fue mucho más sobria).

Nació en 1928 cerca de Barcelona, en una familia profundamente religiosa. De niño, durante la guerra civil, asistió a la explosión de odio anticlerical que tuvo lugar en un territorio controlado por las fuerzas republicanas. El miedo, las misas clandestinas y, sobre todo, el asesinato de su tío sacerdote, Luis, de 33 años, lo marcaron profundamente. Tal vez fueron esos recuerdos los que hicieron nacer en él una extraña relación con su tierra natal -de hecho, cuando ya se instaló en Brasil, no volvió nunca más- y de manera especial con la izquierda catalana, que le había convertido en un símbolo: sin embargo él parecía indiferente a los muchos homenajes y honores que esta le rendía, hasta sorprenderla un día cuando afirmó que estaba en desacuerdo con su lucha por la independencia de Cataluña.

A los 17 años entró en los claretianos y en 1968 partió para Brasil como misionero. Apenas tres años después, señal de que no le faltaban cualidades y carisma, Pablo VI le confió la guía pastoral de un amplio territorio en las lindes de la selva amazónica, donde permaneció toda su vida.

Eran los años de la colonización del Mato Grosso llevada a cabo por el gobierno militar. Casaldáliga se tomó muy en serio la situación de los perdedores de ese proceso tumultuoso: los inmigrantes explotados en las empresas agrícolas, los indios expulsados de sus tierras, los pobres de siempre y los nuevos pobres.

Pedro Casaldáliga y Fidel Castro.

Pedro Casaldáliga y Fidel Castro.

Lo hizo siguiendo el viento ideológico de esos años, es decir, abrazando la Teología de la Liberación –La Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social fue el título de su famosa carta pastoral de 1971-, y recorriendo el camino que lo llevó a muchos lugares comunes de la izquierda marxista latinoamericana, desde la amistad con Fidel Castro al apoyo a la revolución sandinista en Nicaragua, pasando por las polémicas con Juan Pablo II y la curia romana.

La sorpresa Bolsonaro

Casaldáliga tuvo una vida larga y en 2018 pudo asistir a un hecho que seguramente nunca se habría imaginado, ni siquiera pocos años antes. São Félix do Araguaia es una ciudad de poco más de 10.000 habitantes y la prelatura cuenta con unos 15.000: es difícil sobrestimar el peso, también político, que 50 años de Casaldáliga han tenido en una comunidad tan pequeña. Sin embargo, en las últimas elecciones presidenciales del 28 de octubre de 2018, quien ganó tanto en São Félix como en los otros centro de la prelatura no fue el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, sino el outsider y enemigo acérrimo del bloque de izquierdas, Jair Bolsonaro, que obtuvo más del 60% de los votos también en el resto del Mato Grosso, estado que muchos aún relacionan con los movimientos de los años 70 y una Iglesia bajo el signo de la «opción preferencial por los pobres».

¿Cómo fue posible este resultado? «Porque la Iglesia ha perdido el contacto con el pueblo«, nos explica por Skype, con una sonrisa amarga, el padre Geraldo, un sacerdote de mucho recorrido, observador altamente cualificado del catolicismo brasileño. «Antes del aspecto político, debe considerar el aspecto netamente religioso. En los años 70, el 90% de los brasileños era católico; hoy lo son poco más del 50% y la cifra no deja de bajar. El crecimiento de los pentecostales, en cambio, es impresionante, son el 30% de la población y si la tendencia sigue siendo la actual, Brasil, en breve, será un país de mayoría protestante. El Ministro de Asuntos Exteriores, Araújo, tuvo el año pasado una polémica en Twitter con Leonardo Boff y le recordó que la caída en el número de católicos brasileños está causada por la Teología de la Liberación, de la cual él es uno de los principales representantes en nuestro país. Esta afirmación causó un gran revuelo, pero si la integramos con otros elementos es verdadera y afecta al corazón del problema«.

Le pedimos a nuestro interlocutor, al que vemos en el vídeo en un estudio lleno de libros entre los que reconocemos el Cur Deus Homo de San Anselmo, que se explique mejor. «Los obispos, las curias, las escuelas de teología, los seminarios, las órdenes religiosas», continúa el sacerdote, «están todos impregnados por la Teología de la Liberación: una minoría de manera consciente, si bien la mayoría no, claro; pero poco importa de cara al resultado final».

No solo de pan vive el hombre

«Como explicaba uno de los padres de la Teología de la Liberación, Gustavo Gutiérrez, no existe una historia sagrada, existe solo una historia profana en la que Dios se revela y actúa. La Iglesia debe convertirse a la historia profana. Jesús no nació en una sacristía y Moisés no liberó a su pueblo yendo al templo. Esta conversión tuvo lugar en masa y comportó una disminución del valor de los sacramentos, la oración y la vida espiritual. Pero una Iglesia como esta es un sindicato y no le interesa a nadie, en primer lugar a los pobres, que no viven solo de pan. Estos, y no solo ellos, han encontrado en las asambleas pentecostales a alguien que les habla de Dios, de los dones del Espíritu Santo, de la lucha a la que Satanás nos somete a cada uno de nosotros, de la salvación en Jesucristo, del Paraíso y del Infierno; han encontrado a alguien que les hace tocar lo sobrenatural, y no hay nada más bello y consolador. La Iglesia católica, en cambio, ha propuesto las comunidades eclesiásticas de base, las «ceb», que tuvieron un gran éxito al principio al crear un sentido de solidaridad, pero que se han revelado estériles. Han servido para un proyecto político. El verano pasado, durante una conversación online entre Leonardo Boff y Lula, el ex presidente de Brasil reconoció que sin las comunidades de base el Partido de los Trabajadores, el coloso de la izquierda, nunca habría nacido, ni habría llegado a tener la fuerza que tiene».

Le preguntamos al padre Geraldo si hay señales positivas, que sigan la tendencia contraria. «Sí», responde. «Y una de estas señales está relacionada con la Renovación carismática católica, un fenómeno que en Brasil ha sido, y es, muy importante. Ha habido una fuerte oleada que ha dejado tras de sí muchas realidades católicas interesantes, también ‘de base’, es decir, grupos de laicos libres de las ideologías del pasado, independientes y evangelizadores. Es un panorama fragmentado, pero amplio. Son católicos que a menudo se encuentran en el mismo frente que los pentecostales en la defensa de la vida, la familia, el reconocimiento de Cristo en el espacio público. Con ellos algo puede renacer. La jerarquía los mantiene a distancia. Los obispos apoyan al Partido de los Trabajadores, ellos en cambio han votado por Bolsonaro».

RL.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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