La juventud del Papa, “no tengan miedo…”

Editorial ACN Nº80

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Terminó la Jornada Mundial de la Juventud. Un evento, sueño de san Juan Pablo II. En 1984, el Papa llamó a un encuentro el Domingo de Ramos en Roma para celebrar el jubileo de los jóvenes por el Año Santo de la Redención 1983-1984. Llegaron 250 mil peregrinos. El 20 de diciembre de 1985, la Carta Apostólica del Papa santo a los jóvenes anunció la institución de la Jornada Mundial de la Juventud.

Treinta y ocho reuniones han congregado a la juventud creyente en Cristo para manifestar su alegría, anhelo y esperanza. A pesar de los vaivenes y de las polémicas, la reunión mundial del Lisboa terminó con más de un millón de jóvenes que peregrinó en esta cita mundial.

Las juventudes son el principal patrimonio espiritual de la Iglesia católica. Sin embargo, lo que podía ser baluarte, en realidad es un boquete generacional que debilita el edificio eclesial. Diversas encuestas, entre las que se encuentran las del Pew Research Center, demuestran la desilusión y desencuentro de la juventud hacia la religión. En 2014, los resultados afirmaron que las nuevas generaciones optaban por una vida sin religión.

México pasa por una crisis del catolicismo que ya se reflejó en el pasado censo de población y vivienda 2020. Los datos son significativos. Los millenials –nacidos entre entre 1981 y 1996– en 10 años duplicó el número de jóvenes que ya no creen en la Iglesia al pasar de un millón 545 mil 400 en 2010 a tres millones 61 mil 407 en 2020.

Las causas de esta deserción son muchas. Además de la diversidad de ofertas en el mercado religioso que permite pasar de creencias conforme a los gustos, los jóvenes tienen un impacto negativo de la propuesta católica al ser incompatible con su manera de ver las cosas. Diálogos distintos que perturban la necesidad de creer en detrimento del catolicismo visto como anquilosado e incoherente. Por otro lado, el influjo moral es determinante.

Se piensa que los jóvenes migran a otras religiones o deciden una forma de vida atea o agnóstica, a pesar de ser bautizados, por los vicios de las iglesias como la pederastia o encubrimientos de los líderes religiosos, además de que, entre esos grupos de jóvenes, han decidido crear sus propios grupos y cultos basados en la tecnología, la virtualidad, las experiencias alternativas de creencias acomodadas a sus necesidades y sin las exigencias particulares de doctrinas y credos vistos como impositivos y descuadrados de la realidad. Para esos jóvenes, la Iglesia representa una estructura fallida e incompatible con sus aspiraciones de futuro.

Los datos del censo 2020 reflejan esta realidad que, acentuada por la pandemia, hace que los jóvenes tengan en el catolicismo un discurso que no respondió a sus incertidumbres por la vida y el futuro. En redes sociales, los sitios y comunidades de videojuegos y virtualidad podrían empatar el equivalente a la población de un país, mientras que los sitios católicos o de contenido religioso apenas superan unos miles. Esto es un dato que podría darnos un panorama de la debacle religiosa juvenil.

Sin duda, la JMJ 2023 es un signo de esperanza. El Papa Francisco lo ha dicho en su homilía de clausura con el mismo reto que lanzó el Papa Juan Pablo II. Esa juventud del Papa coreó al vicario de Cristo en una muestra de entusiasmo a pesar de la incertidumbre. Y Francisco les exhortó: “A ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús hoy les dice: No tengan miedo». Pero, ¿El catolicismo está a la altura de ese reto?

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