Con la subida de JESÚS a Jerusalén vamos concluyendo el Año Litúrgico. El centro de la actividad de JESÚS en estos últimos capítulos de san Marcos gira en torno al Templo, y conviene tener en cuenta los tipos de personas o grupos con los que JESÚS se encuentra. Todo se va rodeando de rechazo y conspiración abierta contra la persona de JESÚS: se enteraron de esto los sacerdotes y los escribas y se preguntaban cómo podrían matarlo, porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina” (Cf. Mc 11,17-18). JESÚS había expulsado a los vendedores del Templo y provocó la ira de la clase sacerdotal-saduceos-, que regían el Templo y controlaban su economía. Por otra parte, la gente se maravillaba de la enseñanza de JESÚS como había sucedido en la misión llevada a cabo en la Galilea. Para eliminar a JESÚS tenían que preparar un plan que no despertase el enfrentamiento con el Pueblo. También en aquellos tiempos era preciso manipular a las masas y conducirlas, sin que se percatasen del hecho, y llevarlas a donde los manipuladores hubieran puesto su objetivo. Al grupo de los sacerdotes -saduceos- y escribas, se añaden los “ancianos” que pertenecían al senado religioso o Sanedrín, para inquirir sobre la preocupante cuestión de la expulsión de los vendedores: ¿con qué autoridad haces estas cosas? (Cf. Mc 11,28). La respuesta de JESÚS es otra pregunta: “Decidme vosotros: ¿el bautismo de Juan provenía de DIOS o fue una iniciativa propia? (Cf. Mc 11,30) Como la respuesta a la cuestión los ponía en evidencia ante los presentes, se callaron. JESÚS, entonces, les dice: tampoco YO os digo con qué autoridad hago estas cosas (Cf. Mc 11,33b). Después de la parábola de los “Viñadores homicidas” aparecen dos grupos que no habían sido mencionados: los fariseos y los herodianos (Cf. Mc 12,13). Estos plantean un asunto que habían diseñado con la intención de utilizar las palabras propias de JESÚS para inculparlo, diese cualquier respuesta; pero les salió mal. Plantean aquellos una disyuntiva: pagamos impuestos a Roma, o no pagamos (Cf. Mc 12,14-17). Aquel asalto, en términos boxísticos, no resultó y tuvieron que irse; pero llegaron de nuevo los saduceos con el caso de una viuda a la que sus cuñados deben dar descendencia por haber sido la esposa del primogénito, que murió (Cf. Mc 12,19-27)). Los saduceos, al igual que el grupo anterior de fariseos y herodianos, quedaron en el ridículo más grande ante el grupo de personas allí congregado. Era previsible el aumento de la animadversión hacia JESÚS por parte de las autoridades del Templo y del Sanedrín; sin que faltasen las insidias contra JESÚS por parte de los herodianos, que habían acabado con Juan Bautista, y para alguno de ellos JESÚS era el propio Juan que había vuelto con un poder renovado y era preciso eliminarlo de nuevo. Vuelven los escribas en este capítulo doce de san Marcos y presentan actitudes diferentes frente a JESÚS. La semana pasada comentamos la enseñanza de JESÚS sobre el Shemá, a petición de un escriba que se presentó casi en tono académico, pues estuvo a punto de otorgarle a JESÚS una licencia oficial para impartir enseñanza en el Templo. “Dices bien MAESTRO, apostilla el escriba…” (Cf. Mc 12,32). La enseñanza de JESÚS da un giro y toma de nuevo la iniciativa proponiendo alguna cuestión a los que lo están escuchando. Advierte JESÚS sobre algunos dentro del grupo de los escribas, que no actúan con recta intención. Los escribas pertenecientes al Templo podían presentar una imagen, que no se correspondía con la realidad y las gentes sencillas debían tener cuidado. Este capítulo doce termina con el episodio de la viuda, que está muy necesitada y echa en el cepillo del Templo dos monedas de muy escaso valor; sin embargo JESÚS dice a sus discípulos, que aquella viuda había contribuido en mayor medida al Templo, aunque los otros aportaban mayores cantidades. Distintos capítulos del evangelio de san Marcos concluyen resaltando la lección o enseñanza que ofrece un pobre: como el leproso (Cf. Mc 1,40ss); el ciego Bartimeo (Cf. Mc 10,46ss); o la viuda que da con su limosna todo lo que le quedaba para vivir.
Los pobres
Nosotros hemos hecho de los pobres una categoría de personas enmarcadas en consideraciones económicas; sin embargo el carácter de “pobre” debe ser atribuido al hombre mismo por el hecho de serlo. La carencia, límite y necesidad, están delatando de continuo la gran precariedad que padecemos. ¿Qué diferencia entre un hombre y otro la condición de pobre?: el reconocimiento verdadero de esta condición básica. El dinero puede ser un podio que sugestiona por momentos al individuo, haciéndolo creer rico y superior; pero este resultado devuelve al sujeto a un abismo de miseria, que será sancionada por la muerte, de la que el rico, con dinero o sin él, no quiere oír hablar. San Lucas nos puede conducir por el criterio evangélico de la pobreza o de los pobres. Al inicio de la evangelización, JESÚS propone su programa y misión en Nazaret, el pueblo que lo vio crecer como niño, adolescente y joven. Nazaret no es mencionado en la Escritura antigua ni una sola vez, sin embargo en esta pequeña localidad de la Galilea se da el hecho inaudito de la Encarnación: en las entrañas de la VIRGEN MARÍA la -más pobre- y toma humanidad el mismo VERBO de DIOS (Cf. Lc 1,26-38). Treinta años después, aproximadamente, el mismo HOMBRE-DIOS hace pública la misión que el PADRE le ha encomendado: “el ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MÍ, porque me ha ungido para anunciar a los pobres el Evangelio… (Cf. Lc 4,18). Todos los presentes y cualquier persona estaban siendo los destinatarios de la Buena Noticia del Reino de DIOS. Pronto se establece una ecuación o igualdad: sólo el hombre que se sienta verdaderamente pobre puede seguir a JESÚS y ser discípulo suyo. San Lucas significa este dato en la misma proclamación de las cuatro bienaventuranzas: “JESÚS levantando los ojos hacia sus discípulos decía: bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de DIOS…” (Cf. Lc 4,20). Después de décadas sesgando el concepto de pobre evangélico, algunos no verán adecuada su ampliación de pobre al bautizado, convertido o discípulo de JESÚS. El SEÑOR mantenía relación de estrecha amistad con personas que gozaban de una notable posición económica, que ponían a servicio de los más necesitados y de la misma evangelización. Es el caso de los hermanos de Betania: Lázaro, Marta y María (Cf. Lc 10,38ss). Con JESÚS se modifica el concepto de “pobre”, que deja de ser sólo el que carece de medios materiales o presente una discapacidad física o psíquica: el pobre será quien se desprenda de sus propios intereses y toma a JESÚS como su MAESTRO. Pobres son los discípulos recién elegidos como Apóstoles a los que JESÚS se dirige diciéndoles, “bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Cf. Lc 6,20). Zaqueo, que era jefe de publicanos, pertenecía a la clase alta de aquel tiempo, aunque fuese un proscrito para los dirigentes religiosos; pero Zaqueo se encuentra con JESÚS, cambia de estilo de vida y entra en el grupo de los convertidos -pobres- que siguen a JESÚS (Cf. Lc 19,1ss). Zaqueo podía seguir a JESÚS sin dejar la función de recaudar impuestos, tan sólo habría de realizar su función con equidad, sin extorsionar a persona alguna. La verdadera pobreza, que se requiere para entrar en el Reino de DIOS, es un don dispensado por el propio JESÚS, que es el realmente pobre. No es exactamente pobre el que careciendo de muchas cosas las anhela con desmesura para disfrutarlas en esta vida. La pobreza ha llegado al corazón de una persona cuando viven con desprendimiento de lo que posee y sus aspiraciones giran hacia las realidades eternas: “buscad los bienes de allá arriba donde mora CRISTO, porque vuestra verdadera vida está con CRISTO escondida en DIOS” (Cf. Col 3,1-5). Así empezaron a vivir los discípulos que recogen los evangelios: Pedro y Andrés; Santiago y Juan, que son mencionados por san Mateo y san Marcos como los primeros discípulos llamados por JESÚS (Cf. Mt 4,18-22; Mc 1,16-19) Los propios discípulos pertenecían a la clase trabajadora, que se podía acercar a lo que denominamos hoy día como clase media, pues Zebedeo, el padre de Santiago y Juan, tenía trabajadores a su cargo, como si de una pequeña empresa se tratase. La pobreza evangélica se aplica con distintos grados de radicalidad según las circunstancias y el estado de vida, que cada uno deba adoptar. La pobreza evangélica no viene a cercenar el crecimiento económico de los pueblos ni a demonizar al emprendedor o al empresario que crea empleo y paga el justo salario. Todos, en cualquier estado de vida hemos de atender a la primera de las bienaventuranzas dadas en san Mateo: “bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Cf. Mt 5,3).
Elogio al profeta Elías
El libro del Eclesiástico compendia los principales rasgos del profeta Elías en el elogio recogido en el capítulo cuarenta y ocho: “Surgió Elías un profeta como un fuego, sus palabras eran como un horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó. Con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras Elías! ¿Quién se te compara? Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del SEÑOR. Hiciste bajar reyes a la tumba. Ungiste reyes y nombraste profetas. Recibiste sentencias en el Horeb y fuiste arrebatado en carro de fuego. Te reservan para reconciliar a los padres con los hijos, para restablecer las tribus de Israel” (Cf. Eclo 48,1-10) La lucha contra la idolatría tenía su escenario principal en el Reino del Norte, en Samaria, y es ahí donde se desarrolla principalmente el ministerio profético de Elías. Elías es guiado por la Divina Providencia en medio de la persecución que puede acabar con su vida. La acción más conocida es la defensa que realiza el profeta frente a los cuatrocientos cincuenta sacerdotes de Baal y el pueblo que los seguía (Cf. 1Re 18,1ss). Jezabel, la esposa fenicia de Ajab, por su refinada idolatría que promovió con éxito entre los israelitas, ha quedado como prototipo de desviación religiosa y degradación moral (Cf. Ap 2,20). El ministerio de Elías será recordado como inspirador de Juan Bautista, que “debe preparar en el desierto un camino al SEÑOR” (Cf. Is 40,3). Elías convertirá el corazón de los hijos hacia los padres, para presentar al SEÑOR un Pueblo bien dispuesto (Cf. Mlq 4,6; Lc 1,17). También JESÚS va a mencionar al profeta Elías para contrastar la acogida que tuvo el profeta por una persona extranjera, como fue aquella viuda pobre siriofenicia, y las gentes de su pueblo que están rechazando la liberación ofrecida por JESÚS (Cf. Lc 4,25-30).
La gran sequía
Pareciera que las fuerzas de la naturaleza se vuelven hostiles al hombre cuando éste da la espalda a DIOS. La responsabilidad del rey o de los dirigentes es muy grande; al fin y al cabo, el rey debe considerarse como puesto por DIOS para servir al pueblo en su Nombre. Si esto último no se produce las cosas pueden complicarse para todos. El rey de cualquier nación o pueblo tiene mucho poder, pero nada puede hacer frente a los fenómenos naturales como volcanes, terremotos, huracanes o fuertes temporales; lo mismo que frente a una ausencia de lluvias. La sequía prolongada acarrea el hambre para los afectados en un plazo corto. Ajab no se lleva bien con Elías, pues este profeta no es sobornable, y le dirá al rey lo que está para suceder: “vive YAHVEH, DIOS de Israel a quien sirvo, no habrá estos años rocío ni lluvia más que cuando mi boca lo diga” (Cf. 1Re 17,1-2). Elías pone rostro a la Presencia de YAHVEH y presta su voz a la PALABRA que debe pronunciarse sobre los acontecimientos humanos para reconocer en medio de la historia la acción de la Divina Providencia. La sequía de tres años no va a ser agradable y desde el rey hasta el último del reino van a sufrir las consecuencias de la idolatría con sus aberraciones anejas. En medio de un panorama que resultará desolador, el SEÑOR cuidará de los que le son fieles, empezando por el profeta que movido por el SEÑOR se refugiará en el torrente Querit y el SEÑOR le proveerá con alimento que le traerán los cuervos (Cf. 1Re 17,3-6). Por la mañana los cuervos llevaban pan al profeta y carne por la tarde. Elías se había quitado de la vista del rey. El torrente Querit se secó y el SEÑOR envía a Elías a la región fenicia, en Sidón, donde vivía una mujer viuda temerosa de DIOS.
En Sarepta de Sidón
El profeta Elías todavía se retira un poco más de los dominios inmediatos de Ajab, aunque tenían relación con Jezabel, la esposa fenicia de Ajab. Pero allí residía una mujer viuda y pobre a la que sólo le quedaba un poco de harina para hacer unos panecillos y a continuación esperar la muerte. La situación de aquella mujer viuda estaba agravada porque vería morir antes a su hijo todavía niño. Elías aparece a las puertas de la ciudad y pide agua a la mujer viuda.
Hospitalidad
Elías pide agua a la mujer que encuentra a la entrada de la ciudad, que estaba recogiendo leña (Cf. 1Re 17,10). El SEÑOR le dice a Elías que en Sarepta se encuentra una mujer viuda que le dará de comer (v.9). La inspiración que el SEÑOR pone en el corazón de la mujer no es una revelación diáfana, pues Elías tiene que insistir en lo referente al panecillo que la mujer va cocinar para ella y su hijo. Después de pedirle que le trajera agua para calmar la sed cuando se va la llama para encargarle que traiga también un pedazo de pan. La mujer responde a Elías con la verdad de su indigencia: “vive YAHVEH tu DIOS, que no tengo nada de pan cocido, sólo tengo un poco de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, haré dos panecillos para mí y mi hijo, lo comeremos y después moriremos. No temas, entra y haz como has dicho, pero primero hazme una torta pequeña para mí, y después comerás tú y tu hijo” (v.11-13). La viuda había recibido la moción interior para prestar oído al profeta Elías, pero ella y su hijo estaban en una situación límite cuyo horizonte próximo era la muerte. En este encuentro no falta la prueba de Fe: para que la harina y el aceite no falten y se multipliquen. En este breve diálogo se da a entender que la mujer viuda reconoce a Elías como hombre de DIOS: “vive YAHVEH tu DIOS”. Aquel forastero es un hombre de DIOS, o directamente Elías es reconocido como profeta de YAHVEH, y en medio de la gran prueba, la mujer acepta disponer en primer término un panecillo para él, a riesgo de menguar la ración para ella y su hijo. La palabra de Elías es la del profeta que infunde certeza y seguridad: no temas. La palabra de Elías no es un sonido hueco, sino una voz con autoridad, que infunde nuevo ánimo y fortaleza. Este es un episodio que describe los pasos de un camino de Fe.
La promesa del SEÑOR se cumple
“Así habla YAHVEH, DIOS de Israel: no se acabará la harina en la tinaja; no se agotará el aceite en la orza, hasta que YAHVEH conceda la lluvia sobre la faz de la tierra” (v.14). Esta viuda pobre da el testimonio de una Fe probada en el ejercicio de la confianza puesta en la Divina Providencia. Con relativa frecuencia aparecen testimonios sobre la multiplicación de alimentos, que suscitan desconfianza para quienes no nos hemos visto afectados por aquellas circunstancias. Algunas interpretaciones de los milagros de multiplicación de panes y peces en los evangelios son entendidos por algunos en un sentido figurado, despojándolos de realismo. No debemos poner límites al ESPÍRITU SANTO cuando se trata de confirmar la Fe. Tampoco es cosa de dar rienda suelta a una imaginación fantasiosa, pero la mayor parte de los creyentes podemos señalar episodios en los que las cosas sucedieron encajando todas las piezas en un puzzle muy complicado. Lo propio del discurrir de los acontecimientos es el desorden, por lo que resalta el hecho de comprobar un orden y sentido cuando lo inminente y previsible era todo lo contrario. Por otra parte la comunión o comunicación de bienes es una de las vías ordinarias para resolver las necesidades básicas de cada uno y la comunidad en su conjunto. También esta comunión resulta en ocasiones algo extraordinario, que se muestra por sus resultados y se multiplica de forma sorprendente. Esto último fue el caso de la viuda pobre que acogió y hospedó a Elías.
La instrucción de JESÚS
Dos episodios cierran el capítulo doce de san Marcos, y son recogidos por el Evangelio de este domingo: el comportamiento de los escribas y la limosna para el Templo de una viuda necesitada. JESÚS puede ofrecer una lección de verdadera trascendencia espiritual llevando la mirada a realidades próximas y cotidianas. La Divina Providencia es ejemplificada por JESÚS con el sustento que el PADRE da a las aves del cielo, y toma como ejemplo a los lirios del campo para responder al vestido que el PADRE nos proporciona por ser sus hijos (Cf. Mt 6,26-33). Las grandes lecciones de JESÚS nacen a partir del encuentro con las personas, y de forma especial aparece en el evangelio de san Marcos. JESÚS instruye sobre el primer mandamiento en el encuentro con el escriba (Cf. Mc 12,28-34); alecciona a cerca de la Vida Eterna en el encuentro con los saduceos (Cf. Mc 12,18ss). La higuera que termina secándose le permite a JESÚS instruir sobre el poder de la oración (Cf. Mc 11,20-24). Los niños serán tomados como ejemplo vivo para aceptar el Reino de DIOS y el grado de importancia dentro del mismo (Cf. Mc 10,13-14). La controversia originada por lavarse o no las manos lleva a declarar puros todos los alimentos con gran asombro para muchos (Cf. Mc 7,19ss). Una cuestión permanentemente abierta es la de la identidad de JESÚS, y cualquier ocasión da origen a una aproximación a esta cuestión esencial por otra parte. Una que resultaría del todo improbable para esclarecimiento alguno fue el episodio de la travesía por el Mar de Galilea y el temporal que se levanta y agita la barca hasta hacerla zozobrar, mientras JESÚS parece dormir y descansar en la popa de la barquilla. Despiertan a JESÚS, que se levanta y calma al viento y al mar con una sola orden: cállate (Cf. Mc 4,25-31). La pregunta de los discípulos en su estupor fue inmediata: ¿quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen? Para saber algo de JESÚS es preciso preguntarse por ÉL. La instrucción de JESÚS se encierra también de modo importante en las parábolas y cualquier palabra suya, esclareciendo o subrayando algún acontecimiento, pues vienen a ser enseñanzas que no se pueden relegar al olvido. Los silencios de JESÚS, sus miradas o modo de actuar a la hora de entrar en contacto con los enfermos, constituyen otras numerosas lecciones que el MAESTRO nos da a todos nosotros. Si JESÚS toma de la mano a un enfermo, ese gesto tiene un significado y no es baladí. Todo en las palabras y gestos de JESÚS, recogidos en los evangelios, es instrucción y enseñanza.
Hipocresía y mundanidad
“Guardaos de los escribas” (v.38b). En el mismo evangelio de san Marcos, JESÚS había advertido a los discípulos a no contagiarse de la levadura de los fariseos y los herodianos (Cf. Mc 8,17-24). Los discípulos en aquella ocasión creyeron que JESÚS estaba hablando del olvido de no haber tomado panes para el camino, pero ÉL les aclaró que se refería a otra cosa bien distinta: la levadura de los fariseos equivalía a la hipocresía, y la de los herodianos a la mundanidad. Ahora el foco lo pone JESÚS en los escribas, que han aparecido a lo largo del capítulo planteando distintas cuestiones con un tono de autosuficiencia o resueltamente hipócritas tratando de sorprender a JESÚS en alguna palabra para incriminarlo. Los escribas se creían los expertos o especialistas en la interpretación de las Sagradas Escrituras, por tanto gozaban de crédito y predicamento entre la gente llana y sencilla. Muchos de los escribas provenían del grupo de los fariseos, que centraban su ortodoxia en los ritos de purificación externa: abluciones, limpieza de utensilios y estricta ingesta de alimentos considerados puros. JESÚS relativiza algunos de estos comportamientos, mostrándoles dónde radica la verdadera pureza; pero JESÚS no tiene éxito en un primer momento con este grupo religioso, que se envuelve en un fachada o apariencia con diversas capas.
Ostentación
“Gustan -los escribas- de pasear con amplio ropajes, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. Algunos devoran las haciendas de las viudas con pretexto de largas oraciones, pero estos tendrán una sentencia más rigurosa (v.39-40). Los escribas, al igual que los fariseos, se aplicaban la literalidad de lo expuesto en el libro del Deuteronomio sobre la Ley y el Shemá (Cf. Dt 6,1-5), y muchos se ataban una cajita en la frente y en el brazo izquierdo con el propio Shemá y otros preceptos de la Ley. Los ropajes de todos estos se volvían ampulosos debido también por el número de filacterias, que eran tiras de tela o cuero con frases, normas o preceptos de la Escritura. Las filacterias se exageraban en longitud o en número de las mismas. Habría que suponer el cumplimiento, por parte del personaje, de todos aquellos textos de la Escritura. Si tal cosa sucedía, resulta que cualquiera estaba delante de un santo, pero en realidad podía ser sólo un escaparate de frases y textos bíblicos. Tengamos presente, que aquellos lectores y conocedores de la Escritura consideraban malditos a los desfavorecidos que no tenían acceso y conocimiento de las Escrituras (Cf. Jn 7,49). El pobre israelita marginado por su indigencia social y económica, sumido en servidumbre cercana a la esclavitud, cuando se encontraba con un personaje de estos podría antojársele casi una revelación. La persona sencilla no podía pasarle por la cabeza que aquel escaparate ambulante despojado de toda su fachada estaba henchido de altanería y soberbia, que lo descalificaba radicalmente ante DIOS. Podían cultivar un creciente narcisismo gracias a la simbiosis entre lo social y lo religioso. Un fariseo o escriba de esta guisa que participa en las reuniones o cultos de la sinagoga no puede admitir que se le relegue a puestos medios o últimos, sino que va de suyo aparecer entre los que ocupan los primeros asientos. Entre tanta apariencia no faltarían los comentarios y críticas entre ellos con el ánimo de anteponerse a costa de señalar fallos e incoherencias ajenas. Si la sinagoga puede aparecer como campo propio del escriba experto en la Escritura, podía preocuparle en gran medida la relevancia social, que suele añadir aspectos económicos. Una comida o banquete permite codearse con personas con las que se establecer algún tipo de trato o negocio lucrativo. La acumulación de riqueza no resultaba demérito alguno, sino todo lo contrario. Las oportunidades de realizar negocios no tenían que resultar ilícitas o inmorales, pero lo que JESÚS condena con severidad es la simonía: oraciones por dinero. Largas oraciones arruinando las haciendas escuálidas de por sí de las personas confiadas y necesitadas en todos los sentidos. JESÚS dice que estos cuervos tendrán una sentencia mucho más dura el día del juicio. Nada nuevo bajo el sol (Cf. Qht 1,9).
Observando
“JESÚS se sentó frente al arca del tesoro, y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del tesoro” (v.41). Los sacerdotes del Templo habían conseguido autorización de Roma para cobrar un impuesto propio a todos los judíos para el mantenimiento del Templo y sus obras que no terminaron hasta la destrucción del año setenta. A JESÚS algunos le reclaman también ese impuesto cuando los cobradores del mismo pasan por Cafarnaum (Cf. Mt 17,24-27). Los devotos israelitas tenían también la oportunidad de contribuir al mantenimiento del lugar sagrado con sus aportaciones voluntarias, que se recogían en el arca del tesoro. Observando todo aquel movimiento se dispuso JESÚS a ofrecer una enseñanza para sus discípulos. Ahora JESÚS se sienta frente al arca del tesoro y pudiera parecer distraído sin hacer otra cosa que dejar pasar las imágenes por su mente, al tiempo que lo iban haciendo las personas por aquel lugar. La atención de JESÚS no decae, incluso cuando pareciera estar ocupado en otras cosas que las inmediatas. Antes de proceder a la expulsión de los vendedores y cambistas, en esta versión de san Marcos, JESÚS llega al Templo y permanece un tiempo observando el movimiento que se realizaba por ese recinto sagrado (Cf. Mc 11,11), que a pesar de todos los inconvenientes ÉL consideraba como Casa de oración (Cf. Mc 11,17). JESÚS va al Templo y observa lo que se realiza en él, porque lo sigue valorando como lugar de oración y signo religioso fundamental para todos los judíos, pero intenta disponer las cosas en su justa medida resaltando la dimensión espiritual de ese lugar sagrado, en principio.
La viuda pobre
“Muchos ricos echaban mucho en el arca del tesoro, pero llegó una viuda y echó dos monedas de escaso valor, la cuarta parte de un as. Llamando a los discípulos, JESÚS les dijo: os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que han echado en el arca del tesoro; pues todos han echado de lo que les sobraba, pero ésta ha echado todo lo que tenía para vivir” (v.41-44). Probablemente ninguna mirada excepto la de JESÚS pudo ver lo que echaba en el arca del tesoro aquella viuda pobre. La ofrenda de aquella mujer cumplía con el requisito evangélico: “que no sepa tu mano derecha, lo que hace tu mano izquierda…” (Cf. Mt 6,3). JESÚS conoce las vidas de todos los que destinan sus limosnas al Templo y puede reconocer el valor de las mismas ante DIOS. Se repite la máxima de la Escritura: “DIOS mira el corazón del hombre y no se queda en las apariencias” (Cf. 1Sm 16,7). La valoración o el juicio sobre las personas y situaciones se hace inevitable; sin embargo, el SEÑOR nos pide contención: “no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados” (Cf. Lc 6,37). Otra cita nos la ofrece san Pablo cuando se dirige a los de Corinto: “no juzguéis antes de tiempo, esperad que llegue el SEÑOR” (Cf. 1Cor 4,5). Pero no se nos pide a los discípulos de JESÚS que vayamos con los ojos cerrados por la vida, sin discernir o analizar, que hemos de hacer con prudencia: “por sus frutos los conoceréis” (Cf. Mt 7,16). El fruto es visible y los hechos establecidos ofrecen un alto nivel de objetividad. Habrá cosas para las que sólo el SEÑOR tiene capacidad de juicio y debemos esperar, pero nos encontraremos con acciones particulares o de grupo que aparecen como hechos que es necesario valorar y discernir. Una ley establecida por un gobierno es un pronunciamiento objetivado, que exige análisis y valoración. Un robo, asesinato, homicidio involuntario, calumnias o falsos testimonios tienen que ser sometidos a indagaciones minuciosas con el objeto de encontrar el agente causal de cualquiera de esos delitos. En la corta distancia, dentro de la convivencia familiar o parroquial cualquier juicio debe establecerse con todas la cautelas de forma que no se resienta la Caridad. JESÚS deja claro que el poder de las tinieblas (Cf. Lc 22,53c), y el príncipe de este mundo (Cf. Jn 14,30) no tiene capacidad de daño directo contra JESÚS, pero actúa como agujero oscuro de todas las insidias y juicios malévolos que lo llevarán a la Pasión y Cruz. Este capítulo doce comenzó con los pensamientos y acciones homicidas de unos labradores que se negaron a rendir los frutos de la viña al propietario de la misma (Cf. Mc 12,1ss). JESÚS quiere que sus discípulos juzguen según verdad y alejen todo interés egoísta.
Carta a los Hebreos 9,24-28
El sacerdocio antiguo con su régimen de ofrendas y sacrificios manifestaba la conciencia de pecado en el hombre y la necesidad de reparación por el pecado cometido. En otro sentido, se ponía de manifiesto ya en la antigüedad que era posible mediante un intermediario entrar en la comunión anhelada con DIOS. Las propias comidas rituales realizadas como parte de los sacrificios ofrecidos, se celebran con el convencimiento de la participación divina en dichos banquetes rituales. Pero los grandes profetas señalan una segunda alianza con unas condiciones totalmente nuevas: la Ley estará escrita en los corazones, la conciencia del pecado será mucho más viva, lo mismo que la percepción de la Presencia de DIOS: “no habrá de instruir uno a su conciudadano, diciendo: conoce al SEÑOR, pues todos me conocerán desde el menor hasta el mayor de ellos” (Cf. Jr 31,34; Hb 8,11). La liturgia antigua tenía su propio santuario, pero todo ello es una figura de los tiempos presentes (Cf. Hb 9,9). Para los nuevos tiempos se presentó CRISTO como Sumo Sacerdote de los bienes futuros (Cf. Hb 9,11). Las obras muertas como resultado del pecado, adquieren un nuevo valor por la sangre de CRISTO (v.14). Gracias al ofrecimiento de CRISTO por todos nosotros tenemos acceso a la herencia prometida
JESÚS entró en el Santuario del Cielo
“No entró CRISTO en un santuario hecho por mano de hombre como reproducción del verdadero, sino en el mismo Cielo para presentarse ahora ante el acatamiento de DIOS a favor nuestro” (v.24). El capítulo siete del Apocalipsis es una buena imagen de este versículo. Los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, son en realidad una multitud inmensa, que nadie puede contar y están delante del que se sienta en el Trono y del CORDERO (Cf. Ap 7,1ss). El santuario en el que viven los bienaventurados es DIOS mismo, que tiene a su lado al CORDERO degollado, en cuya sangre han blanqueado sus túnicas todos los que llegan de la gran tribulación dispuestos a rendir culto al CORDERO y al que se sienta en el Trono.
Un solo sacrificio
”JESÚS no necesita ofrecerse a SÍ mismo repetidas veces como el sumo sacerdote de la Antigua Alianza, que entra en el santuario con sangre ajena” (v.25). El valor del sacrificio de JESÚS tiene las mismas dimensiones de DIOS, porque ÉL además de ser hombre es Persona divina. Misteriosamente desde el instante que la humanidad de JESÚS tocó, o se unió, a la Segunda Persona de la TRINIDAD se realizó esta unión por la que todo acto humano de JESÚS adquirió un carácter divino. En nadie se ha realizado una cosa así, ni podrá producirse, por lo que sólo podemos acudir a JESÚS para ser redimidos por su Pasión y Cruz.
Una sola acción
“Para ello tendría que haber sufrido muchas veces desde la creación del mundo, pero ahora se ha manifestado en la plenitud de los tiempos para la destrucción del pecado mediante su sacrificio” (v.26). DIOS encuentra en la Cruz y Resurrección de su HIJO la causa de la destrucción del pecado: del pecado del mundo y del pecado de todos los hombres. No se encuentra poder regenerador de la Creación ni de la vida particular del ser humano, si no es en la victoria de JESÚS por su Cruz y Resurrección. Este escrito sagrado insiste como si de un estribillo se tratase, que JESÚS, el Sumo Sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec, realizó la purificación de los pecados una vez para siempre por medio de su sangre redentora. Por todos los sacramentos circula la Preciosa Sangre de JESÚS que vitaliza y regenera permanentemente a la Iglesia. De forma especial, la Preciosa Sangre de JESÚS aparece en la EUCARISTÍA, lavando nuestras vestiduras en la Sangre del CORDERO. El poder del pecado es neutralizado cada vez que se celebra la Santa Misa, porque se renueva con Poder el sacrificio de JESUCRISTO.
Una sola vez
“Lo mismo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de la muerte el juicio” (v.27). Es muy importante en los tiempos que corren manifestar esta verdad, para que no atendamos a opiniones inciertas: el destino del hombre es morir una sola vez. Una antropología cristiana descarta la reencarnación o la trasmigración de las almas en cuerpos diversos en sentido evolutivo ascendente. No es así como salen las almas de las manos de DIOS. Venimos a este mundo para unirnos a un determinado cuerpo con el que formaremos una identidad para siempre en esta vida y en la futura. Nuestro cuerpo y alma se glorificarán a semejanza del cuerpo glorioso de JESÚS (Cf. Flp 3,20). No es posible mantener una verdadera identidad tomando diversos cuerpos como si de trajes se tratase. El cuerpo físico no es una apariencia, y la prueba de su consistencia y realidad está en la Encarnación del VERBO, en su vida, cruz y Resurrección. La humanidad de JESÚS no fue una apariencia para pasearse por este mundo. Su Pasión y muerte fueron reales y no aparentes; y su Resurrección constituye la Esperanza viva para todos los que estamos unidos a ÉL sacramentalmente.
La Segunda Venida
“JESÚS se aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado para su salvación” (v.28). Una vez establecido el juicio inmediatamente después de la muerte, como nos indica el versículo anterior, la Segunda Venida está dispuesta para elevar a todos los que lo esperan a la perfecta glorificación. Esta Esperanza cristiana tiene relación con lo que san Pablo refiere en su primera carta a los Corintios: “cuando hayan sido sometidas a ÉL todas las cosas, entonces también el HIJO se someterá al que le ha sometido a ÉL todas las cosas, para que DIOS sea todo en todos” (Cf. 1Cor 15,28).