El nombre de JESUCRISTO

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Tenemos en la Palabra de DIOS numerosos temas transversales, que aparecen en la trama  de las escenas bíblica más dispares y distantes en el tiempo. Una de estas cuestiones gira en torno al “Nombre de DIOS”, que para nosotros los cristianos adquiere unas consideraciones especiales al tener presente que JESUCRISTO es el Hombre-DIOS, y todo lo que podamos decir de DIOS pasa por su persona de HIJO de DIOS. No es la única ocasión, ni será la última, que debamos abordar este tema, pues la importancia del mismo reaparece de tiempo en tiempo. Ahora vivimos una época en la que se desea hacer desaparecer el Nombre de JESUCRISTO, sus imágenes, símbolos y manifestaciones públicas. La intención última no consiste en reducir las expresiones cristianas al recinto privado, sino en hacerlas desaparecer también de ese ámbito. No es nuevo, pues fue un motivo político de Nerón para desviar su autoría en el incendio de Roma, o el emperador Diocleciano (284-305) años mas tarde, o la implantación de la nueva religión en el imperio de los mil años soñado por Hitler; en ese nuevo paraíso nacionalsocialista el Cristianismo debía ser erradicado y sustituido.

 

Volviendo a Gerasa

De forma complementaria, la semana pasada trajimos a la consideración el episodio del “endemoniado de Gerasa” (Cf. Mc 5,9 Las escenas patéticas de un exorcismo no quedan  reflejadas en los evangelios, pero eso no impide que resalte en el primer plano la tensión entre  el espíritu diabólico y JESUCRISTO. El Nombre de JESUCRISTO está vibrando cerca del  espíritu que no soporta al VERBO. Por motivos en parte desconocidos vienen los espíritus satánicos a poseer al hombre, pero al mismo tiempo aportan información de los fines infernales que los mueven. El espíritu infernal no soporta la presencia o el Nombre de JESÚS, y eso nos da una pista del régimen de vida en el infierno: allí no existe capacidad para reclamar a JESÚS como SALVADOR. Se entienden mejor las palabras de san Pablo leídas en sentido contrario: “Nadie en el ESPÍRITU SANTO puede decir, anatema sea JESUCRISTO” (Cf. 1Cor 12,3). Leyendo en sentido positivo: “Sólo en el ESPÍRITU SANTO se puede decir, que JESUCRISTO es SEÑOR”. El régimen del infierno está marcado por la blasfemia y la mentira. Nadie dentro del régimen infernal puede invocar el Santo Nombre de JESÚS como lo pudo expresar con toda decisión el ciego Bartimeo: “!JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí!” (Cf. Mc 10,47 ). Las tinieblas de la ceguera física no eran tinieblas infernales; y, a pesar, de las voces en contra para que se callase, Bartimeo llamaba con más fuerza a JESÚS. Produce verdaderos escalofríos pensar en un estado espiritual en el que no se puede pronunciar el bendito Nombre de JESÚS como el SALVADOR. Más aún, sin la presencia del ESPÍRITU SANTO, en el régimen infernal sólo se puede blasfemar y maldecir a DIOS, que es el enemigo número uno a odiar. Cuando la muerte entra en este mundo vierte todo este veneno, en la medida que le es posible.

 

En permanente contienda

Desde que entramos en la existencia no podemos sustraernos al pensamiento, la palabra y la acción; incluso la pasividad es un modo de actuación. Si pretenderlo, nos vemos en medio de una contienda que excede las propias fuerzas, pues están muy por encima de nosotros, pero en las que de una u otra forma vamos tomando partido. Desde nuestro mundo interior  llamamos o rechazamos fuerzas que nos superan y notamos que unas tendencias u otras nos saturan, proyectan paz, amor o bendición; o por el contrario, dejamos correr el torrente de envidia, odio o violencia. Los discípulos de JESÚS cuando vuelven de aquellos días de evangelización, están admirados de las manifestaciones espirituales, de las que fueron testigos: “hasta los espíritus malignos quedaban sometidos. Y JESÚS les decía: Veía YO caer del Cielo a Satanás como un rayo” (Cf. Lc 10,17-18). En la primera línea de la evangelización se encuentra el evangelizador con las fuerzas espirituales operativas en el mundo. No es cosa de atemorizarse, sino de saberlo para llamar a las cosas por su nombre.

 

El nuevo profetismo

Los profetas antes de JESÚS se esforzaron en que el Pueblo fuera fiel observante de la Ley en sus fundamentos, y declarando en todo momento la falsedad de las apariencias que vulneraban la esencia misma de la Ley. Los profetas del Nuevo Testamento son aquellos que mantienen vivo el Nombre de JESUCRISTO como único SALVADOR, enviado por el PADRE para hacernos hijos suyos, si creemos en su Nombre (Cf. Jn 1,12). Los evangelios, y especialmente el de san Juan, propone la decisiva importancia de la Fe en JESUCRISTO  como el único remedio para erradicar del mundo el imperio del padre de la mentira con su régimen infernal. Estamos llamados a heredar una bendición (Cf. 1Pe 3,9), dice san Pedro; y en otra parte san Pablo nos recuerda, que en todo momento debemos elevar oraciones y súplicas con acción de gracias al PADRE (Cf. Flp 4,6); pues nuestra lucha no es exactamente contra los poderes de este mundo, sino contra las fuerzas espirituales presididas por las potencias infernales (Cf. Ef 6,12). La adoración, alabanza, acción de gracias y bendición se convierten en fuerzas en los labios y el corazón de los creyentes, y son fuerzas activas de la intervención de DIOS en el mundo.

 

El profetismo del bautizado

De forma sencilla y efectiva el bautizado extiende por el mundo el Nombre de JESÚS como único SALVADOR cuando realiza sus oraciones en la confianza que son escuchadas por el SEÑOR: “si tu corazón reconoce que JESÚS ha resucitado, y tus labios confiesan que JESÚS es el SEÑOR, te salvarás” (Cf. Rm 10,9). No nos salvamos solos, pues rezamos y actuamos  siempre en el nosotros de la Iglesia. El efectivo profetismo del bautizado mantiene y extiende el Nombre de JESUCRISTO en el mundo, por eso no debe extrañarnos las emergentes fuerzas contrarias que tratan de impedir que ese Nombre.sobre-todo-Nombre (Cf. Flp 2,6) sea borrado de los distintos espacios sociales. Intentos se produjeron en otros tiempos, siguen presentes y volverán de forma periódica, porque el trigo y la cizaña crecen juntos hasta el momento de la siega (Cf. Mt 13,30).

 

Las supersticiones

Aunque el mandamiento es taxativo en contra del culto a otras divinidades, sin embargo la confianza del ser humano en objetos, extraños a la Fe ha estado presente en los mismos bautizados a lo largo de los siglos. La superstición es siempre vehículo de fuerzas espirituales que dañan al hombre. Son muchos los males que se infringen aquellos que se rodean de  amuletos, figuras ajenas a la Fe que prometen suerte y felicidad. Muchos piensan estar protegidos de malas influencias gracias a pulseras, piedras, colgantes o cualquier otro artilugio que se vende y promete como antídoto contra las malas energías. La mala energía es provocada, precisamente, por la confianza en los poderes de un elemento que cae fuera de la acción directa de JESUCRISTO. Los poderes, fuerzas y dominaciones dependientes de JESUCRISTO benefician al hombre; pero aquellos poderes en rebeldía dañan profundamente  al individuo y la sociedad. A medida que la Fe pierde espacio social, lo va ocupando la superstición, que impregna al individuo de forma lúdica, aparentemente intrascendente: un elefante blanco que alguien guarda porque se lo han regalado como gesto de amistad, o la imagen de un buda con el mismo motivo. De forma desenfadada se adorna un mueble de la casa con la figura de una bruja, que también trae suerte; y con todo eso se van acumulando alrededor un buen número de agentes que contribuyen a crear un clima psíquico y espiritual, que en nada favorece la Fe y el Amor a JESUCRISTO, sino todo lo contrario. Muchas dolencias y enfermedades tienen esta procedencia, además provocan  estados espirituales de prisión y mazmorra. La prisión espiritual que imposibilita al individuo para la oración. La mazmorra espiritual, que sumerge en la oscuridad espiritual y la depresión, privando del gusto mismo por la vida y las cosas de DIOS. No es compatible la condición de cristiano con la adhesión a las supersticiones, y en la práctica la persona tiene que optar; y, desgraciadamente, por enfriamiento espiritual, se hace por el abandono de la Fe en mayor o menor grado. De nuevo se constata que cuando la LUZ se retira las sombras ocupan su lugar. La Biblia utiliza con frecuencia la expresión  “dureza de corazón” o “dura cerviz”, que es lo mismo que “cabeza dura” en la que no entran las ideas sensatas. Las ideas o planteamientos que alejan del verdadero culto a DIOS, al que debemos la existencia, acarrea toda clase de males. Las  fuerzas satánicas raramente actúan de forma súbita, pues quedarían delatadas. De forma sádica van lacerando al hombre bajo una apariencia placentera lentamente pero segura para sus objetivos. De repente, no parece la enfermedad o el infortunio, pero lentamente la enfermedad va llegando con síntomas, que en ocasiones las pruebas diagnósticas no detectan.  Una medida de higiene espiritual está en barrer literalmente todo elemento ajeno a la Fe, que se lleve encima por moda o esté presente en nuestras casas. No es compatible una imagen de JESUCRISTO con el buda que adorna cualquier mueble de la casa. No nos equivoquemos, los occidentales pertenecemos a una cultura que tiene unas raíces cristianas y no se van a suprimir tan fácilmente; y si eso se consiguiera es posible que volviésemos a la barbarie de los sacrificios humanos de otras épocas de un modo ritual. Se dirá con cierta perspicacia: ¿qué pasa, entonces, con los orientales, budistas e hinduistas? La cuestión merece una detenida reflexión, que ahora no podemos abordar; y todo lo anterior debería ser tomado en cuidadosa consideración para evitarnos males y sufrimientos innecesarios.

 

El profeta Ezequiel

Los primeros capítulos del profeta Ezequiel nos hablan de la vocación y misión del profeta, que debe realizar en medio del Pueblo de Israel en el exilio babilónico. Puede ser que Ezequiel, hombre casado, perteneciese a la clase sacerdotal. La vocación de Ezequiel mantiene rasgos próximos a la vocación de Jeremías, pero Ezequiel es mucho más rico en sus visiones y revelaciones.

 

Vocación de Ezequiel

Postrado ante la Gloria de DIOS, Ezequiel recibe la Palabra de DIOS para ser iniciado: ”Hijo de hombre ponte en pie, que voy a hablarte. El ESPÍRITU entró en mí como se me había dicho, e hizo tenerme en pie y oí al que me hablaba. Y me dijo: YO te envío a los israelitas, a la nación de los rebeldes, que se han rebelado contra MÍ” (v.2,1-3). La llamada de Ezequiel parece formularse en tierras de Babilonia, aunque en otras partes de la profecía la acción misionera  tuviese su inicio antes de la deportación, coincidiendo con el ministerio de Jeremías. Ezequiel va a quedar relacionado principalmente con los deportados y su misión será la de mover a la conversión y mantener la Fe de los suyos. El ESPÍRITU pone de pie al profeta para que escuche atentamente como aquel que recibe la orden de un superior en la milicia.

 

Un Pueblo de cabeza dura

“Hijo de hombre, YO te envío a los israelitas a la nación de los de los rebeldes. Ellos y sus padres se han rebelado contra MÍ” (v.3). El sentido de la designación “hijo de hombre” no tiene la acepción dada en el libro de Daniel (Cf. Dn 7,13); en este caso significa simplemente hombre con esa connotación de fragilidad propia de la condición humana. La fragilidad manifestada por Jeremías (Cf. Jr 1,6) se cambia en este caso por la declaración misma de YAHVEH, que encarga una tarea superior a las propias fuerzas a una persona que comparte la misma fragilidad del Pueblo: Ezequiel, que paradójicamente significa “DIOS fuerte” o “fortaleza de DIOS”, es un hijo de hombre o perteneciente a la misma condición del barro de Adán. Ezequiel  está tomado del barro de la tierra y fortalecido por el ESPÍRITU de DIOS. En la profecía de Ezequiel van a sobresalir las visiones sobre la acción del ESPÍRITU de DIOS que renueva o hace nuevo al Pueblo rebelde (Cf. Ez 36 u 37).La rebeldía del Pueblo está cifrada en la desviación idolátrica. Las fuerzas espirituales contrarias a YAHVEH habían endurecido al Pueblo elegido, y una potencia extranjera bajo la influencia de aquellas fuerzas espirituales los habían deportado y esclavizado. En el exilio debían realizar una revisión profunda y convertir sus corazones de nuevo al SEÑOR. Allí estaba el profeta Ezequiel como portavoz principal y guía en aquella empresa.

“Ellos y sus padres me han sido rebeldes hasta este mismo día. Los hijos tienen la cabeza dura y el corazón empedernido; hacia ellos te envío para decirles: así dice el SEÑOR, YAHVEH” (v.3-4). La dureza o contumacia afectaba a varias generaciones: los padres permanecieron en el incumplimiento del espíritu de la Ley y adoraron a otros dioses; y los hijos completaron esa rebeldía espiritual. Los avisos de los profetas como Jeremías sirvieron de poco, y la calamidad aplastó todas las presunciones del Pueblo. La lección vale para todas las épocas. La deportación supuso un régimen de esclavitud con pérdida de bienes personales y bienes raíces. Además el vacío religioso daba la cara con toda su crudeza: el Templo se había perdido y no había posibilidad de encontrar un lugar para los sacrificios de expiación por los pecados.  Étnicamente el pueblo babilónico era un pueblo semítico, por lo que la raza y la lengua eran similares, pero la desestructuración religiosa y social no tenía precedentes, desde que Israel había sido establecido en la tierra de Palestina. Los corazones de piedra –empedernidos- tendrían que pasar por el crisol de unos acontecimientos difíciles, que debían estar iluminados por la palabra del profeta.

 

Un profeta en medio del Pueblo

DIOS no garantiza que el profeta vaya a tener éxito en su misión: “ellos, escuchen o no escuchen, porque son una casa de rebeldía, sabrán que hay un profeta en medio de ellos” (v.5). Es muy sugerente este versículo por el modo en el que DIOS procede, pues en ningún momento se violenta la libertad del hombre. Se trata en todo momento de tender la mano salvadora de YAHVEH que reclama conversión, pero el paso lo tiene que dar el Pueblo, o cada persona en particular. De cualquier forma quedará de manera inamovible el testimonio del profeta, que certifica como un notario la acción de DIOS. En un exceso de compasión y Misericordia, DIOS sigue tendiendo la mano hacia el Pueblo rebelde.

 

DIOS infunde valor al profeta

Los versículos siguientes, que en la lectura de hoy están omitidos, resultan muy sugerentes. DIOS, al igual que en el caso de Jeremías, le dice al profeta que no les tenga miedo, aunque los suyos, sus paisanos, poseen el veneno de los escorpiones: “tú, hijo de hombre, no les tengas miedo, no tengas miedo de sus palabras. Si te desprecian y te ves sentado sobre escorpiones, no te asustes de ellos, porque son una casa de rebeldía” (v.6). De forma metafórica, el SEÑOR está previendo el destino del profeta, al que la aversión de los suyos acabará con su vida. Al final el escorpión realizará su cometido.

 

El profeta es ministro de la Palabra

Ezequiel es profeta porque DIOS se va servir de sus palabras para hablar al Pueblo rebelde, pero antes Ezequiel tiene que asimilar el mensaje. Ezequiel entra en comunión íntima con la Palabra de DIOS: “escucha, hijo de hombre y no seas rebelde. Abre la boca y come lo que te voy a dar. Miré y vi a una mano que estaba extendida hacia mí, que tenía un libro enrollado, que estaba escrito por los dos lados con lamentaciones y ayes. Se me ordenó que comiera aquel rollo y después fuera a la casa de Israel. Sáciate, hijo de hombre, se me dijo. Y fue en mi boca dulce como la miel” (v.8;3,1-3). El profeta para hablar tiene que hacer de la Palabra “carne de su carne y hueso de sus huesos”; y, entonces, podrá ofrecer una Palabra en el Nombre del SEÑOR. Una vez integrada así la Palabra, la reacción es semejante a la descrita por Jeremías: “tu Palabra se convirtió en mi interior en fuego abrasador y no la podía callar” (Cf. Jr 20,9). La fuerza profética resulta imparable cuando el profeta ha entrado en la corriente de DIOS como un caudal que no se puede contener .

 

JESÚS en Nazaret (Marcos 6,1-6)

Estamos hacia la mitad del evangelio de san Marcos, en lo que respecta al contenido de tarea misionera. Después de haberse acreditado en la región como Maestro de Sabiduría, que realiza signos y milagros, JESÚS vuelve al lugar donde se había criado (Cf. Lc 4,16).San Marcos dio noticia de la visita que su MADRE y sus hermanos hicieron a JESÚS estando ÉL predicando (Cf. Mc 3,31). Ahora el evangelista no centra el foco en la familia, sino en el pueblo de Nazaret, en su vecindario. Del suceso antes mencionado, Marcos deja constancia del malestar familiar por la predicación de JESÚS que los pone en mal lugar y el evangelista no omite señalar, que la propia familia creía que JESÚS estaba fuera de sí y era preciso retirarlo de la tarea que estaba llevando a cabo (Cf. Mc 3,21). Por tanto, JESÚS, según el evangelio de Marcos, vuelve a su pueblo por un motivo de justicia providencial: era necesario que también ellos escuchasen de forma directa la Palabra, aunque no hiciesen caso, como anticipó el SEÑOR a Ezequiel. Debía quedar constancia, no ya de la presencia de un profeta en medio de ellos, sino de la llegada del mismo MESÍAS. JESÚS había vivido allí durante casi treinta años, si atendemos a la cronología cruzada de Lucas y Mateo, y no se había distinguido por acción extraordinaria alguna, por lo que era conveniente buscar ese aval en las localidades limítrofes antes de volver a su patria chica. Los evangelios apócrifos se adornan de muchas fantasías en este sentido, hablando de acciones espectaculares realizadas por un JESÚS infante, que en algunos casos producen rubor, pero alimentaron la fantasía de muchas personas y lo siguen haciendo en algunos casos. Estos escritos pertenecen en su generalidad al siglo segundo en un intento, también, de rellenar los huecos dejados por los evangelios canónicos, que fueron seleccionados por las comunidades y padres de la Iglesia y dieron forma al canon del Nuevo Testamento. Para nosotros los católicos el canon quedó fijado en el Concilio de Trento (1548-1563), pero rigió para el mundo católico la vulgata, que fue la traducción al latín realizada por san Jerónimo (382 d.C).

 

Seguido por sus discípulos

El seguimiento a JESÚS tenía características especiales, y las sigue presentando. El grupo de los Doce (Cf. Mc 3,13-19) es una representación del Pueblo de Israel itinerante por el desierto  camino de la Tierra Prometida. Los Doce hacen visible al Nuevo Pueblo mesiánico, que basa sus cimientos en las Doce Tribus de Israel. En Marcos, los discípulos viven la radicalidad de la llamada propuesta en la elección de los cuatro discípulos iniciales Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Ellos “al instan lo dejaron todo y lo siguieron” (Cf. Mc 1,16-20). JESÚS da a entender que su seguimiento requiere una opción fundamental de la persona, que ha de recomponer su vida con una nueva jerarquía de valores: hay que dejarlo todo para recomponerlo de nuevo según las pautas de su seguimiento. Las condiciones que JESÚS pone para acompañarlo en exclusividad son propias de DIOS. De forma operativa, san Marcos da las señales del comportamiento de JESÚS como el HIJO de DIOS (Cf. Mc 1,1). “JESÚS salió de Cafarnaum, vino a su patria y sus discípulos lo siguen” (v.1) El capítulo cinco concluyó con la curación de la hija del archisinagogo, y ahora se dirige a su pueblo con sus discípulos.

 

En la sinagoga

“Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga” (v.2). En su pueblo, JESÚS muestra respeto por las instituciones religiosas judías: el sábado y la sinagoga. Las tensiones con la sinagoga son conocidas, pero JESÚS procuró en todo momento realizar un proceso de transición, que condujese al Judaísmo a reconocer que todas las promesas mesiánicas se cumplían en ÉL. Como sabemos, la cosa no fue posible, y el Templo y la sinagoga, que en realidad representan lo mismo, calificaron de impostura el ministerio de JESÚS, declarándolo blasfemo, endemoniado y fuera de la Ley; y, por lo tanto, reo de muerte. Ese rechazo final está precedido de los aislamientos y rechazos parciales, que JESÚS va a vivir a lo largo de su  misión. La institución religiosa del sábado adquiere nuevos significados, que están regulados  por la caridad y la misericordia, que nacen del corazón de DIOS, al que el sábado evoca y predispone al hombre creyente para su celebración y reconocimiento. El sábado y el hombre son de DIOS, y en su convergencia está la primacía del Amor que el hombre devoto celebra ese día como preludio de una eternidad en el Amor celebrado. Por tanto, nada que esté dentro de la caridad de DIOS cae fuera de la celebración del sábado, y por lo mismo no lo violenta. San Marcos, con anterioridad en el capítulo tres, señala la dura reacción de los escribas, fariseos y herodianos que se confabulan para matar a JESÚS, al haber manifestado su poder de curación en sábado en la misma sinagoga (Cf. Mc 3,6). El rango de las sinagogas varía según la importancia de la población en la que esté, por lo que en este caso el acento recae sobre el hecho de participar de la actividad religiosa de la comunidad de vecinos, que vio crecer a JESÚS.

 

Se puso a enseñar

El oficio de artesano o carpintero pertenecía al pasado; ahora, JESÚS tenía otra misión y de ella tenía que dejar constancia. La lectura de san Lucas en este punto puede completar la escena, pues en ella se precisa sobre lo esencial de la enseñanza de JESÚS en esa ocasión. El fragmento del capítulo sesenta y uno de Isaías sirvió de pretexto para dar razón a sus vecinos de la nueva misión, cuyos resultados eran conocidos entre ellos. La predicación unida a las curaciones extendían la fama de JESÚS por toda la región a gran velocidad (Cf. Mc 1,28). Para eso había venido JESÚS a este mundo con una preparación silenciosa de treinta años, la mayor parte en Nazaret. “El ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MÍ, porque me ha ungido, y me ha enviado (…)” (Cf. Lc 4,18-19) La enfermedad es causa principal de dolor y sufrimiento, y uno de los objetivos primeros del MESÍAS es aliviar el sufrimiento humano. Este principio evangélico no va contra la espiritualidad de la Cruz, sino que le da el equilibrio adecuado. En los evangelios aparecen muchas más escenas de JESÚS resolviendo la enfermedad, que perdonando pecados; y esto no significa mermar la importancia del mismo. Pero conviene resaltar en cualquier época esta faceta compasiva de JESÚS en la proximidad inmediata de la enfermedad.

 

La multitud maravillada

La actuación de JESÚS no coacciona, sino que provoca interrogantes, y así nos lo describe Marcos en estos versículos. JESÚS no pretende adoctrinar, sino suscitar interrogantes de fondo que obedezcan a los fundamentos de la existencia, y convertir a cada receptor en un buscador de DIOS: “¿qué sabiduría es ésta? ¿qué milagros son estos?, ¿no es éste el carpintero?, ¿quién le enseñó esta sabiduría?” Las preguntas sobre los orígenes familiares siguen siendo actuales, pues nos preguntamos muchas cosas sobre la cuestión del “JESÚS histórico”. La sabiduría de JESÚS y su conocimiento sigue presentando vías de indagación, hasta el punto de discutir, en la actualidad, la conciencia que JESÚS tenía de SÍ mismo.  Seguirán escribiéndose tratados de teología sobre la relación entre la acción del ESPÍRITU SANTO y JESÚS de Nazaret. Como vemos, en otro formato, las preguntas sobre JESÚS continúan siendo necesarias y ofrecen ciertas constantes. No todos resuelven con los mismos resultados aquello que les provoca admiración, sorpresa o estupor. Lo mismo que hoy, entre los paisanos de JESÚS en Nazaret, también surgen partidarios y adversarios. Los evangelios muestran que JESÚS a su paso, en el tiempo de su vida pública, a nadie dejó indiferente, y todos adoptaron una actitud hacia ÉL con repercusión en sus vidas y en el destino humano del propio JESÚS. Ni las fuerzas ultramundanas de los espíritus fueron ajenos a la actuación de JESÚS en este mundo. Los espíritus inmundos del inframundo tuvieron que rediseñar su estrategia, porque sintieron que JESÚS adelantaba su Hora: “¿Has venido antes de tiempo a perdernos?” (Cf. Mt 8,29).

 

Los hermanos de JESÚS

“¿No es éste el carpintero, el hijo de MARÍA, y hermano de Santiago, José, Judas y Simón; y no están sus hermanas aquí entre nosotros?” (v.3).Nosotros, los católicos, hemos zanjado esta cuestión con el pronunciamiento magisterial que mantiene con una larga tradición la virginidad perpetua de la VIRGEN MARÍA; por lo que estos hermanos mencionados, o bien son primos, o hermanos de un primer matrimonio contraído por san José. El magisterio de la Iglesia se ve apoyado por una larga tradición en este sentido, que todavía se refuerza más con las revelaciones privadas de místicas como santa Catalina Emmerick o santa María Valtorta. Pero debemos reconocer la fortaleza en la Fe de los hermanos de otras iglesias cristianas, que admitiendo la plena hermandad de los nombres mencionados en este texto como hermanos de JESÚS, creen en ÉL como único SALVADOR, HIJO de DIOS, Segunda Persona de la TRINIDAD. Esta Fe de los hermanos de otras iglesias cristianas es necesario traerla a colación, pues también entre ellos se producen mártires que confiesan con su vida a JESUCRISTO. Este es uno de los temas abiertos y no resueltos entre católicos y los hermanos de la Reforma Protestante, que muy posiblemente no alcance solución. La posición católica en la práctica aporta muchas más gracias al Pueblo de DIOS, pues mantiene una viva devoción a la santísima VIRGEN MARÍA, que resulta fundamental para la Fe de la religiosidad popular, sin desmerecer la Fe de lo teólogos.

 

Los prejuicios humanos

Las etiquetas sociales marcan perfiles de personas o grupos con carácter permanente. La etiqueta ahorra indagar, pues con ella tenemos fijados los límites de una persona o grupo de personas. El grupo que desconfió de JESÚS se hizo mayoritario en su pueblo y arrastró la opinión del resto, por lo que JESÚS sentenció: “Ningún profeta es bien recibido en su patria y entre sus parientes y amigos” (v.4). JESÚS es más que profeta, pero cualquier profeta es rechazado por los prejuicios que recaen inmediatamente sobre él. La corta distancia de la vecindad o de los lazos de familia unido a la gran dificultad de discernimiento que padecemos  los hombres, dan como resultado unas posiciones caprichosas y ajenas a cualquier actitud cercana a la objetividad. San Marcos no recoge la reacción agresiva de los vecinos a las palabras de JESÚS que pone los ejemplos de Elías y Eliseo, que atienden a extranjeros. La violencia de los vecinos de Nazaret se tensó hasta buscar la forma de despeñar a JESÚS desde lo alto de uno de los montes (Cf. Lc 4,29). La narración de san Marcos está más atenuada, y dice que “JESÚS se admiró de su falta de Fe y no pudo hacer allí más que algún milagro” (v.5).

 

La imposición de manos

“JESÚS curó algunos enfermos imponiéndoles las manos” (v.5). Jairo le había dicho a JESÚS que fuese a su casa para imponer las manos a su hija y le devolviese así la salud (Cf. Mc 5,23). La imposición de manos era una forma de bendición u oración practicada por los judíos. Sin embargo es un modo universal de orar, porque sin darse cuenta lo hace un padre o una madre con un hijo enfermo, al que se desea aliviar de su dolor o enfermedad. El padre o la madre ponen la mano sobre la zona que presenta el dolor mientras interiormente suplican a DIOS que alivie o cure a su hijo. El Amor de JESÚS también se expresa con la imposición de manos a los enfermos de cualquier dolencia e incluso a los leprosos, a los que JESÚS toca, contra lo dispuesto en la Ley, para demostrar que no se transmite del leproso impureza espiritual alguna (Cf. Mc 1,41). JESÚS es el VERBO y su Palabra vibra en todo el Universo, por lo que es efectiva y rehabilita todo aquello que recibe su voz. El pensamiento de JESÚS es fuerza operativa suficiente para remover todo lo que está en desorden y volverlo al designio dispuesto por el PADRE (Cf. Mc 5,8). Los vecinos de Nazaret necesitaban la imagen externa de la imposición de manos para contribuir a una relación de cercanía y confianza, pues la Fe nace y se desenvuelve en dicha relación de confianza.

 

JESÚS es el MAESTRO

“Y recorría los pueblos de alrededor enseñando” (v.6). Las dificultades o los fracasos parciales no disminuyen el ánimo de JESÚS, que deja el obstáculo del rechazo o la indiferencia y se dispone para la siguiente misión en los pueblos de alrededor. Algo así les va a decir a los discípulos cuando los envíe en misión: “si alguna casa o pueblo no os recibe, sacudid el polvo de las sandalias y marcharos de allí” (Cf. Lc 10,10-11). Es necesario enseñar sobre las cosas del Reino de DIOS, pues hay que transformar este mundo con la colaboración de todos y cada uno de los hombres de buena voluntad. Los que quieran aprender serán enseñados, porque está dicho: “buscad y hallaréis, pedid y se os dará, llamad y se os abrirá” (Cf. Lc 11,9). La Galilea es el lugar privilegiado por el que el MAESTRO ha pasado enseñando sin cansarse sobre el Evangelio del Reino.

 

San Pablo, 2Corintios 12,7b-10

San Pablo que no pasa indiferente y levanta actitudes de adhesión o rechazo con rapidez. El motivo está en que el apóstol evangeliza en la misma línea que el MAESTRO: presenta el Mensaje con la autoridad y el poder que provienen de la unción del ESPÍRITU SANTO. Esa predicación atestigua que JESÚS ha resucitado y es el único SALVADOR. Esto así expresado, puesto en el papel, pasa desapercibido y no conmueve a nadie; pero si esto mismo se proclama en medio de una comunidad deseosa de recibir la salvación del SEÑOR, entonces la autoridad de la proclamación desencadena el poder que encierran las mismas palabras, y pueden producirse manifestaciones como la de Pedro en casa de Cornelio, que mientras estaba predicando los participantes recibieron el bautismo en el ESPÍRITU SANTO y comenzaron a profetizar y hablar en lenguas (Cf. Hch 10,44-46). Esta dinámica del ESPÍRITU SANTO se repite de forma habitual en medio de las comunidades fundadas por san Pablo, como lo refleja el capítulo catorce de la primera carta a los Corintios. En nuestros días: podemos vivir una Misa ajustada a todas las rúbricas litúrgicas y la acción de la Gracia está en su esencia garantizada, pero es muy probable que hayamos salido sin experiencia alguna del poder de JESUCRISTO hecho presente en el sacramento. Para esto último es necesario  plantear el rito con una dinámica añadida en donde el poder de JESÚS aquí y ahora se hagan sentir por la asamblea reunida. Sin este tipo de celebraciones será imposible remontar el abandono imparable de bautizados que no encuentran respuestas a las aspiraciones  profundas de su espíritu.

San Pablo se ve obligado a “disparatar” (v.11), haciendo valer su trayectoria espiritual, condición de apóstol y evangelizador; porque la envidia de algunos, que él mismo califica como superapóstoles, está entorpeciendo gravemente la vida de la comunidad. El apóstol no se guarda las dos caras de la moneda: por un lado se siente obligado a poner de manifiesto las grandes manifestaciones y revelaciones recibidas del SEÑOR; y, por otra parte, no omite sus flaquezas.

“Para que no me engría con la sublimidad de las revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne: un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría” (v.7). Como ocurre en la vida de los grandes místicos, san Pablo experimenta la tangibilidad de las fuerzas satánicas, de las que el común de los mortales sólo percibimos unos efectos muy atenuados. El espíritu satánico le estará recordando en la medida de lo posible el pasado de perseguidor y el daño infringido, pero todo eso le servirá al apóstol para abandonarse con más confianza en los brazos de su único SALVADOR, JESÚS de Nazaret. No olvidemos que el espíritu santánico es el gran acusador de nuestros hermanos, “de los que los que presenta acusaciones día y noche” (Cf. Ap 12,10).

“Tres veces imploré al SEÑOR que se alejase de mí el espíritu satánico; pero ÉL me dijo: te basta mi Gracia, pues mi fuerza se manifiesta perfecta en la debilidad” (v.8-9). La acusación  permanente o frecuente del espíritu satánico es profundamente humillante; pero un recordatorio de lo que el propio apóstol puede encontrar de nuevo si dejase de apoyarse en su SEÑOR. San Pablo no está libre del riesgo de vivir. Todo está en juego, y la fuerza perfecta del SEÑOR sólo cabe en la pobreza de espíritu, que el apóstol vive como humillación. Ciertamente, la inmensa mayoría de los humanos no somos humildes, y sólo podremos vivir la pobreza de espíritu a través de la humillación.

“Me complazco en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por CRISTO, pues cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte” (v.10). No se trata de que nos gusten las injurias, las calumnias o las críticas agrias. Precisamente porque nos duelen, en esa misma medida nos humillan. Cuando esas agresiones vienen por actuar en el nombre de CRISTO, el discípulo se encuentra en la línea de la bienaventuranza que cierra el compendio de las cosas que pueden hacer dichoso al discípulo en este mundo (Cf. Mt 5,11-12). El mundo vive crucificado por sus mismas miserias, y el proceso espiritual señalado por san Pablo ofrece al mundo el canje de su miseria reconocida por la gran debilidad personal vivida espiritualmente unido a JESÚS crucificado. Este canje o intercambio es la gran labor expiatoria del apóstol que da contenido al apostolado invisible, sin el cual nada de lo planificado hacia fuera daría resultado. Algún día sabremos de la gran aportación al mundo y a la Iglesia de aquellas personas ocultas en una clausura cuya única tarea es la expiación. Nos echamos a temblar por las cifras que reflejan la marcha de la economía, pero casi nadie siente la pérdida del cierre de un convento o monasterio de clausura por falta de vocaciones. En ese momento se apaga un gran foco de luz y Gracia  para el mundo.

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