* Monseñor Rolando Álvarez, al rechazar su deportación ordenada por Ortega, destruyó y exhibió todo un mecanismo, enredado y confuso del Vaticano.
* Ahora todo es aún más difícil en las relaciones diplomáticas bilaterales Vaticano-Managua.
A menudo, y cada día más, muchos periodistas italianos del Vaticano, y otros países, no distinguen estrictamente la verdad de la mentira, cuando se trata de lo que dice el Papa y también lo que dijo y lo que quiso o no decir.
El domingo pasado, para mencionar el último evento que provocó esta manipulación, el Papa Francisco finalmente habló después de seis meses sobre la crisis en Nicaragua de donde el viernes pasado un obispo, monseñor Rolando Álvarez, fue condenado en juicio sumario a 26 años y 4 meses de prisión. Inmediatamente después del Ángelus del domingo, la gran mayoría de títulos y textos, incluyendo entre comillas, decían: “Francisco pide la libertad del obispo nicaragüense Álvarez”. ¡No! No es cierto. El Papa nunca pronunció esta frase.
Dijo Franciscoo que amaba a Mons. Álvarez, obispo de Matagalpa y Administrador Apostólico de Estelí, y pidió orar por él y otros deportados por la dictadura Ortega-Murillo. Esto es lo que dijo el Santo Padre el pasado domingo:
“Las noticias que llegan de Nicaragua me han entristecido mucho, y no puedo dejar de recordar con preocupación al obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, a quien quiero tanto, condenado a 26 años de cárcel, y también a las personas que han sido deportadas a los Estados Unidos. pido rezar piadosamente por ellos y por todos los que sufren en esta cuestionada nación, y también pidamos al Señor, por intercesión de la Inmaculada Virgen María, que abra el corazón de los responsables políticos y de todos los ciudadanos a la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, y se alcance mediante el ejercicio paciente del diálogo. Oremos juntos a Nuestra Señora. [Ave María]» – (Fuente – Vaticano . va)
Son palabras muy hermosas y también conmovedoras y seguro que las harán sentir muy bien en el pueblo nicaragüense. Pero está perfectamente claro que el Papa nunca ha pedido o exigido la libertad del obispo, como en contraste el Departamento de Estado de los Estados Unidos, numerosas Cancillerías Occidentales, varios Episcopados y coordinaciones eclesiales regionales (América Latina, el Caribe, Europa, África ) lo solicitaron expresamente.
Quizás el texto salió mal, o quizás es impreciso e incompleto, deliberadamente vago o miope. Sin embargo, si fue el caso, nunca se sabe por qué. La opinión pública, los periodistas, sólo mantienen público el texto del domingo 12 de febrero entre la lectura del Papa. No hay más y por tanto lo único que importa es este texto en el que Francisco no exigió ni pidió la libertad de Mons. Álvarez. Es posible que detrás del ‘no decir’ del papa Francisco -que a cambio, parte de la prensa le atribuye- haya una razón muy importante que lo explique todo.
Parece obvio a algunos que la Santa Sede está negociando con Ortega y Murillo en medio de enormes dificultades también, pero los errores del pasado del Vaticano han escalado seriamente la disputa con Managua.
El Vaticano no puede aceptar que se tenga en prisión a un obispo inocente y condenarlo a 26 años solo por venganza. Por eso, la Sede Apostólica debería estar negociando, a pesar que hay un año sin Nuncio en Managua. Las relaciones bilaterales son frágiles, a veces esporádicas, y los obispos locales quedaron fuera de juego luego de que el Vaticano, tiempo atrás los anuló a través del entonces Nuncio –quien sin embargo luego acabó siendo expulsado por Ortega–, para hacer frente al gobierno eludiendo el episcopado.
Monseñor Álvarez, al negar la deportación, evidenció un completo, enredado y confuso mecanismo que debía servir para dialogar directamente con la dictadura, pero que terminó debilitando a la Conferencia Episcopal local, que en esta circunstancia no puede expresar públicamente su búsqueda con el cohermano en prisión Con Álvarez sucedió todo lo contrario a lo que hemos visto en el caso del obispo Silvio Báez, que salió del país porque el Papa Francisco se lo ordenó personalmente.
Ahora todo es aún más intratable en las relaciones diplomáticas bilaterales que en los últimos cuatro años, en los que se han perdido sus mejoresformas, pero sobre todo han provocado las crisis más graves.
Por LUIS BADILLA.
CIUDAD DEL VATICANO.
JUEVES 16 DE FEBRERO DE 2023.