Trump quiere un acuerdo con Rusia, ¿pero podrá cumplirlo?

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* Los dos presidentes han abierto la puerta al diálogo y los ‘inversores en la guerra’ están nerviosos

La rivalidad geopolítica que define el siglo XXI puede ser la que se da entre Estados Unidos y China, pero pocas interacciones en la política global generan tanto escrutinio e intriga como las que se dan entre Estados Unidos y Rusia. Si bien el futuro orden mundial puede depender de la dinámica entre Washington y Pekín, la estabilidad del mundo mismo depende a menudo de la relación entre Estados Unidos y Moscú.

La llamada telefónica del miércoles entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump fue un recordatorio de esta realidad persistente. También fue una señal de que, a pesar de todos los esfuerzos por aislar a Rusia, las negociaciones serias están nuevamente sobre la mesa.

A diferencia de sus predecesores, Trump nunca ha tratado a Rusia con la hostilidad que suele esperarse en Washington. Si bien se ha burlado e insultado a rivales y aliados por igual, desde México hasta los socios de la OTAN, Rusia y la India siguen siendo dos excepciones notables.

El establishment de la política exterior estadounidense acepta de buen grado la cordialidad de Trump hacia la India, pero considera sospechoso su actitud respetuosa hacia Rusia. Desde su primera presidencia, se ha especulado sobre si Trump realmente ve a Rusia como una gran potencia que merece un compromiso, o si simplemente entiende que la diplomacia con Moscú requiere respeto mutuo.

Sea como fuere, los meticulosos preparativos que precedieron a esta última llamada telefónica sugieren un marcado contraste con el enfoque a menudo impulsivo de Trump hacia otros líderes mundiales.

Cada encuentro cara a cara entre Trump y Putin durante su primer mandato, estuvo marcado por una fuerte química personal y discusiones productivas sobre cuestiones globales clave.
Sin embargo, cada vez que Trump regresó a Washington, esos avances diplomáticos tentativos fueron socavados por un establishment político decidido a preservar la narrativa de una amenaza rusa. Las acusaciones de “interferencia rusa” sabotearon la posible cooperación en Siria, Ucrania, la lucha contra el terrorismo, la defensa antimisiles y el control de armas.

Ahora, con Trump de nuevo en el poder, esas mismas fuerzas se están movilizando una vez más para bloquear cualquier paso hacia la distensión.

La idea de que Trump y Putin puedan llegar a un acuerdo sobre Ucrania –que dejaría atrás a quienes han invertido capital político y financiero en prolongar la guerra– plantea una amenaza existencial al actual orden de seguridad europeo. No es casualidad que esa llamada telefónica se produjera justo antes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde muchos de esos “inversores en la guerra” se reúnen para reafirmar su compromiso con el conflicto perpetuo.

Sin embargo, esta conversación es apenas el primer paso de un camino largo e incierto.

El objetivo principal de Trump sigue siendo hacer que Estados Unidos —no Rusia— “vuelva a ser grande”, y cualquier acuerdo que intente alcanzar con Moscú estará determinado por esa prioridad. Sin embargo, su apertura a la negociación y su realismo estratégico indican un cambio de enfoque que podría redefinir el equilibrio de poder global.

El próximo momento crucial será una reunión en persona entre los dos líderes. Queda por ver si ese encuentro conduce a un verdadero avance o a otro ciclo de sabotaje político. Pero una cosa está clara: con el mundo observando y lo que está en juego más que nunca, Trump y Putin han marcado la agenda y sus adversarios están prestando atención.

Por MAXIM SUCHKOV,
Director del 
 Instituto de Estudios Internacionales (IIS) de MGIMO.

Kommersant.

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