Hermanos: yo sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo, lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia que a la escasez. Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza. Sin embargo, han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me vi en dificultades. Mi Dios, por su parte, con su infinita riqueza, remediará con esplendidez todas las necesidades de ustedes, por medio de Cristo Jesús (Fil 4, 12-14. 19).
Al reflexionar sobre este texto de la carta de San Pablo a los Filipenses del domingo XXVIII, ¿qué decir sobre el sentido del uso de los bienes para nuestra vida? Pablo se adaptaba a todo, a la abundancia y a la escasez, por una razón fundamental: porque había encontrado el sentido auténtico de su vida, de su misión al haberse convertido en un fiel servidor de Jesucristo. A partir de este encuentro con Cristo resucitado y la comunidad de sus discípulos cambió radicalmente, pues recordemos que, de “perseguidor” de los cristianos, pasó a “servidor” de Cristo y sus hermanos. Y desde entonces se entregó sin límites para cumplir con esta encomienda; por eso él podía darlo todo por Cristo y por las comunidades que escuchaban y aceptaban el mensaje que comunicaba; supo adaptarse a todos los ambientes y dar siempre lo mejor en relación con esta misión de apóstol; y, sobre todo, en los momentos más difíciles, como la persecución, la cárcel reaccionó con entereza y fidelidad hasta el martirio. Estaba convencido de que en cualquier situación debía ser fiel a Dios, y por eso podía decir: “todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”.
El impacto de este mensaje es un fuerte llamado para que los cristianos renovemos el compromiso de poner nuestra vida a favor de la obra evangelizadora y la práctica de la caridad para todos los ambientes; asumiendo también la tarea fundamental de colaborar en mejorar la realidad social para la vida digna de todos, lo cual implica: salud integral, educación, trabajo, libertad religiosa, justicia social, etc.
Esto será posible si estamos abiertos a escuchar el llamado del Señor, si nuestra fe es fuerte, si la conversión tiene un lugar central en nuestra vida.
Se necesitan “los pablos de hoy” para tener esa entrega incondicional para darlo todo, para saber adaptarse a las realidades de hoy, a los nuevos escenarios que están surgiendo. Se requieren testigos que no ponen peros para ir a ejercer su profesión y vocación de servicio (Maestros, médicos, catequistas, sacerdotes) a los ambientes más difíciles; Vgr. las colonias, los barrios pobres, o los pueblos rurales más alejados. Pero igualmente es necesario quienes estén dispuestos a hacer presencia con el mensaje y el testimonio de vida en los ambientes de las zonas urbanas y con todas las clases sociales. En todos estos escenarios es urgente comunicar, fortalecer y lograr que Cristo y su mensaje de salvación toque y transforme el corazón, la vida de las personas y mejorar también la realidad social.
Y urge poner toda nuestra atención, generosidad y recursos para buscar las formas y estrategias que se necesitan hoy para llegar con eficacia a todos los ambientes con la novedad del Evangelio, como lo realizó San Pablo en su tiempo.
¿Estamos convencidos de que seguir a Cristo y servir a los hermanos de todos los ambientes, especialmente a los más pobres, es de suma importancia hoy, como para entregar la vida y poner todos los recursos a favor de esta tarea?