Luego de seis días de encontrarse hospitalizado por complicaciones de su delicada salud este sábado 24 de octubre, fiesta de de San Rafael Guízar y Valencia, el sacerdote Luis Salazar Santoyo murió a los 59 años de edad.
El “padre Luis” como la feligresía lo conocía y como muestra de respeto, pues el sacerdote siempre se ganaba los corazones y el respeto de quienes conocía, nació el 18 de julio de 1961 en Colotlán, Jalisco, en medio de la pobreza.
Él mismo lo comentaba “viví una infancia en medio de situaciones no digo que fáciles, porque no lo fueron, quizá ahora fueron muy agresivas en muchos aspectos, el alcoholismo de mi abuelo, la pobreza, situaciones familiares de incomprensión como en todos los matrimonios, y me tocó a mí ahí descubrir el grande tesoro que le ha dado sentido a mi vida, que es el de la fe, precisamente si no hubiera sida esa luz de la fe y la cultura cristiana, yo creo que sería un hombre muy amargado hoy, hubo pobreza, mucho trabajo desde niño, éramos muchos en casa, aparte las exigencias no eran pocas, entonces creo, que en mi infancia , la fe, la cultura cristiana fue lo que le dio el enfoque a mi infancia.”
Fue el segundo 14 hermanos y quien se ordenó como sacerdote el 15 de octubre de 1983 siempre reconoció que el reto más grande de su vida era el ser libre “ser libre me ha costado bastante, libre para poder servir a Dios y para poder servir al hombre, mi reto es siempre estar libre, y es un reto que no se acaba, un reto para poder ser más humano, pero también diríamos más divino, en el sentido pues de que mi ideal, no es un artista, sino es Jesús y su obra que es la iglesia, hasta ahorita es lo que me ha movido y lo que me mueve, es el amor al hombre, el Amor de Jesús hacia nosotros es también”
Incansable su labor humanitaria lo mismo en las calles que recorrió constantemente que en el banco de alimentos o en los comedores donde asistía al más necesitado o en Instituciones Educativas donde trataba de orientar a las nuevas generaciones, llevaba el mensaje de salvación incluso en un programa de radio.
«Sacerdote para siempre» dice el Salmo y eso se puede aplicar al presbítero Luis Salazar, quien siempre estuvo al servicio de la feligresía hasta el final de su vida terrena, lo recuerdan con cariño en la colonia Lázaro Cárdenas en la capital del estado, donde estuvo al servicio de los jóvenes y especialmente en la parroquia de Tacoaleche, la comunidad del municipio de Guadalupe donde estaba con el Niño de la Palomitas.
Siempre se sentía orgulloso de ser sacerdote: “fui muchas cosas en la vida como cargador, bolero, chiclero, ayudante de panadero, monaguillo. Soñé con ser bombero, médico, cantante, artista, pero lo que mejor me pudo dar esta vida es Sacerdote”.
En enero del año 2000 fundó la Asociación Civil Ayudando, que administra el comedor San Juan Pablo II, donde realizó una intensa labor por lo que menos tienen, especialmente a aquellos que por necesidad no tienen para llevarse un bocado.
Su labor humanitaria a favor de migrantes, niños, jóvenes y adultos en situaciones de vulnerabilidad fue reconocida por la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Zacatecas el 9 de diciembre de 2016, al otorgarle el Premio Estatal de Derechos Humanos Tenamaxtle.
Durante su vida padeció diversas enfermedades, que fueron minando su salud hasta este sábado 24 de octubre.
De mi madre aprendí que no hay que tenerle miedo a la vida, que la vida es muy bonita, que la vida no está hecha y que hay que elaborarla todos los días, con responsabilidad, con trabajo, con esfuerzo, con sacrificio con privaciones, pero también con alegría, con generosidad.
Con información de El Sol de Zacatecas/Rosaura Rincón