El economista ateo y entusiasta neomaltusiano Jeffrey Sachs vuelve a ser la estrella en esta conferencia sobre la Economía de Francisco, nunca rigurosamente definida. ¿Qué tiene que ver todo esto con el Depósito de la Fe? ¿Qué hace ahí, por qué lo promociona la Santa Sede?
“La reducción de las tasas de fertilidad debe alentarse en los países más pobres también. Las reducciones rápidas e integrales de la fertilidad han sido logradas y pueden lograrse en países más pobres. El éxito para reducir las altas tasas de fertilidad depende de mantener a las niñas en la escuela, asegurar que los niños sobrevivan y proveer acceso a planificación familiar moderna y anticonceptivos”, escribió Sachs en CNN en 2011 y nos lo recuerda ahora ACIprensa.
Más recientemente, en octubre de 2019, Sachs nuevamente habló sobre la meta de “reducir las tasas de fertilidad”. “Educar a las niñas, bajar las tasas de fertilidad, hacer que las mujeres ingresen a la fuerza laboral. Eso es así en cualquier país, en cualquier religión”, dijo Sachs a Reuters. ¿Eso busca la estrella de la Economía de Francisco?
En su intervención de hoy, Sachs explicó que actualmente hay tres grandes fallas en el sistema político, social y económico global.
“La primera es que pese a que somos un mundo de riqueza, tenemos una pobreza persistente y una desigualdad masiva. No tenemos inclusión social”, afirmó Sachs que es director del Centro de Desarrollo Sostenido de la Universidad de Columbia (Nueva York) en su ponencia titulada “Escenario futuro, economía y desarrollo”.
“La tercera área es la paz. Estamos en un mundo que está en conflicto. El Papa Francisco ha dicho que estamos ya en un mundo en guerra porque hay mucho conflicto y tensiones en el mundo”,
aseguró.
Ante esto, explicó, “queremos un mundo que sea de prosperidad, justicia social, sostenibilidad ambiental y paz. Esa es nuestra esperanza compartida para el futuro”. ¿Y quién no lo quiere? Sachs también destacó el aporte del Santo Padre con sus encíclicas Laudato si y la más reciente, Fratelli tutti, escritas por “nuestro más grande líder moral para darnos las direcciones” para lograr un mundo mejor.
Nadie quiere un mundo peor, nadie, ningún pensador, ha postulado sus teorías jamás pensando en un mundo peor, más empobrecido, más injusto o más violento. Pero esos términos, por sí mismos, no llevan a ninguna parte, los deseos utópicos no son sistemas, y cualquier sistema que se base en teorías que ignoran por completo la naturaleza humana, que ignoran el dogma del Pecado Original, están condenadas no solo al fracaso, sino a la creación de regímenes inhumanos y totalitarios.
Con información de InfoVaticana/Carlos Estaban