Hoy, domingo de la Palabra de Dios, Jesús es la Palabra viva de Dios. La Palabra de Dios es un elemento constitutivo de la Asamblea y de la fiesta Eucarística y un elemento constitutivo en la vida de cada creyente. Jesús es la Palabra nueva y definitiva de Dios para la comunidad.
En este domingo, se nos presenta el inicio del Evangelio de san Lucas, es el que estará siendo proclamado en este ciclo litúrgico, sobre todo en el Tiempo Ordinario. El Evangelio que hemos escuchado, nos presenta dos partes:
1ª. En la primera, san Lucas desea dejar claro el objetivo de su escrito, que está dirigido a Teófilo y es: “para escribir por orden lo acontecido, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado”.
2ª. En la segunda parte, Jesús comienza más claramente su ministerio apostólico, yendo a Nazaret su pueblo, y va a la asamblea semanal del sábado, para proclamar la Palabra y explicarla a la comunidad. El mismo Jesús nos presenta desde el principio su itinerario a seguir; el evangelista desea dejar en claro la pasión que impulsa al profeta de Galilea y la meta hacia la cual se dirige. Escuchamos con detalle lo que Jesús hace en la sinagoga de su pueblo: “Se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, enrolla el volumen, lo devuelve y se sienta”. Jesús al elegir el texto de Isaías, desea exponer la tarea a la que se siente llamado. Es sumamente interesante, ya que el texto no habla de nuevas leyes, de normas, de organizar un culto más sofisticado, de fundar una religión más perfecta, sino que, habla de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres. Su mensaje está dirigido para crear esperanza en aquellos más desprotegidos. Toca realidades muy humanas enmarcadas en el sufrimiento. El año de gracia que Jesús inaugura, es una presencia firme de la salvación, una experiencia maravillosa de la misericordia, una alegría desbordante, un pueblo lleno del poder del Espíritu. Y es que la presencia de Jesús acogida y asumida con seriedad, trae cambio, vida, fuerza, alegría y verdadera transformación.
El Espíritu de Dios está en Jesús, es el Ungido y su misión son los pobres; hacia ellos debe orientar su vida y predicación, hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. Jesús desde un principio deja clara su misión y durante su vida pública, vemos que lleva adelante su cometido, sus preferidos son los pobres. No debemos olvidar que la “opción por los pobres, los oprimidos”, no es un invento de algún teólogo, ni una moda puesta en circulación por algún Papa, es la opción del Espíritu que anima la vida entera de Jesús y que sus seguidores hemos de introducir en la historia. La misión de Jesús, y por tanto la de los cristianos, es de gracia y no de condenación. Por lo tanto, como Iglesia debemos seguir predicando la Palabra que libera de tantas opresiones; una opresión es la pobreza, esa pobreza que impide salir adelante como personas; esa pobreza que oprime al ser humano.
En nuestros días, en esta época que nos ha tocado vivir; en estos tiempos en los que somos testigos de tantos avances tecnológicos; parece que el ser humano hubiera alcanzado un nivel alto de humanidad, pero vemos lo contrario, nos hemos deshumanizado día con día. Aunque de las distintas Constituciones a lo largo y ancho del mundo, se haya quitado la palabra “esclavitud”, nos damos cuenta que la opresión no se ha erradicado de nuestras sociedades. Jesús dice: “He venido para anunciar la liberación a los cautivos”; es una expresión que se dice de manera rápida y es sencilla cuando estamos en tiempos de paz, pero estamos en tiempos muy complicados de opresión. Me ha llevado a pensar: ¿Cómo anunciar esa liberación a esta gente que vive cautiva, presa en sus comunidades, presa de sus miedos? Pero algo más fuerte y concreto, algo que nos lastima y debería indignarnos: ¿Cómo lograr la liberación del pago de piso? ¿Cómo hablar de libertad a las personas sofocadas por la inseguridad y la violencia? Personas que sí ven a tantos elementos de seguridad, pero piensan que tal vez, o no quieren, o no pueden, o no tienen indicaciones superiores de hacer algo más por la liberación del pesado yugo de la violencia e inseguridad.
Ante esta situación, recuerdo aquellas palabras del Papa Pablo VI: “Es un deber de la Iglesia ayudar a que nazca la liberación… y hacer que sea total, integral”. Esas palabras del Papa que tienen su fundamento en Jesús mismo, me siguen alentando para no callar y seguir insistiendo en la necesidad de vivir en libertad; que podamos trasladarnos de un lugar a otro sin temores. La Palabra que Jesús nos dejó es liberadora, no sólo del pecado, sino también de las ataduras externas; dicha Palabra debe ser proclamada desde la defensa de los oprimidos, de los descartados.
Hermanos, el Evangelio termina diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”. No nos quedemos en que ese día se cumplió la profecía; ese “hoy” es un “hoy” actual; quiere decir que debemos hacer vida la Palabra de Dios; debemos vivirla en el hoy nuestro; no como recuerdo, sino actualizada en el aquí y ahora. En medio de nuestros problemas y dificultades, la Palabra de Dios se tiene que hacer vida. La misión de nosotros los cristianos es, por tanto, un compromiso con el proyecto de Jesús que sigue teniendo validez para el mundo de hoy. Hoy sigamos anunciando a Jesús como la ley de la gracia, anunciemos la Buena Nueva a los pobres en Jesús, la luz en Jesús a los que no creen, la libertad en Cristo a los esclavos de nuestro tiempo. Pero eso no basta para que nosotros, los que hoy portamos el Espíritu, podamos decir que hoy se cumple esta escritura de Lucas que proclamamos. No basta anunciar, hay que realizar lo anunciado como Jesús, si no, ¿para qué somos portadores del Espíritu?
Hermanos, ¡el hoy de Cristo somos los cristianos!.
Preguntémonos: ¿Qué alcance tiene hoy en nuestra vida de fe: la Palabra de Dios, la Comunidad y los Pobres y Excluidos?
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!