Fe y vigilancia

Sabiduría 6,12-16 | Salmo 62 | 1Tesalonicenses 4,13-18 | Mateo 25,1-13

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Estamos hechos para vivir relaciones de confianza. Confiamos en las personas que nos rodean y fundamentalmente confiamos en DIOS que nos habla en su Revelación recogida en la Biblia, y actualizamos cada día del Año Litúrgico, que está a punto de concluir. Ha transcurrido un Año de Gracia en el que crecimos como creyentes, porque el don de la Fe nos hace fiables y creyentes. Nuestra religión tiene distintas cualidades y entre ellas está la de ofrecernos la cercanía de DIOS. Desde el primer instante que el hombre aparece en medio de la Creación, DIOS se abaja para mantener una estrecha relación con el hombre. Al caer la tarde, cada día, DIOS dejaba oír sus pasos por el jardín: aquel lugar en el que la perfección de las relaciones con la tierra, el ambiente de alrededor y la compañía personal se apreciaba perfectamente adecuada a las características personales. Todo conocimiento necesario era posible, aunque el SEÑOR estableció una severa prevención frente al árbol de la ciencia del bien y del mal, que mientras no se cometiese la fatal imprudencia de hacerse con él, el hombre podría mantener su estado de bienestar espiritual. DIOS en el Paraíso está perceptiblemente cerca e íntimo al hombre, hasta que un día se descubre desnudo y se esconde de la presencia del SEÑOR (Cf. Gen 3,7). Desde entonces nos cuesta mucho trabajo retornar y abandonar la desconfianza hacia DIOS, que en realidad no se alejó, pero nuestra apreciación ya no es la misma. La cercanía especial de DIOS hacia nosotros se traduce en Redención, porque va a ser necesario dotarnos de los dones de la Gracia para un nuevo revestimiento, que evite la desnudez acusadora del pecado, y el establecimiento de unas nuevas promesas que trasladan el Paraíso a la Vida Eterna, pues los efectos del pecado dejan huella patente en este mundo, que se vuelve hostil por momentos. Nuestra Fe da seguridad a la inteligencia de que DIOS existe, está cercano, y es el Creador de todo lo que hay alrededor y en la inmensidad del Universo. Una de las designaciones de DIOS en la Biblia es “YAHVEH Sebaot”, que se entiende como DIOS de los ejércitos, o DIOS del Universo. Los ejércitos de los que YAHVEH es SEÑOR están constituidos por los ejércitos de Israel y las distintas categorías de seres existentes en la Creación. El conjunto de todos los ejércitos, categorías, taxonomías o clasificaciones, es YAHVEH, que lo ha creado. DIOS es más grande que la inteligencia humana, infinitamente mayor que la capacidad de cualquier inteligencia personal, pero no por eso deja de manifestarse próximo y cercano. DIOS, por tanto, puede ser adorado; más aún, tiene que recibir nuestro culto de adoración para apreciar algo de su verdadera naturaleza. Nuestro Creador, no es simplemente el “motor primero” de todo lo que se mueve y existe. Nuestro DIOS aprecia al hombre en lo que siente, dice y hace. JESÚS dice, que “DIOS busca adoradores en espíritu-del hombre-, bajo la acción del ESPÍRITU de DIOS” (Cf. Jn 4,23); porque lo siguiente al descubrimiento de la existencia de DIOS es adorarlo. La verdad de cada uno de nosotros es la constitución personal que DIOS nos ha dado “a su imagen y semejanza” (Cf. Gen 1,26-27). De forma especial la dimensión espiritual que nos constituye hace posible la adoración, que transforma el reconocimiento de DIOS en una relación piadosa infundida de amor filial. El ESPÍRITU SANTO viene en nuestra ayuda, como dice el Apóstol (Cf. Rm 8,26), reconociendo nuestra libre decisión que da el paso al contemplar sobrecogida la maravilla del Universo desbordante desde cualquier ángulo que sea contemplado. Repetidamente los autores sagrados de los Salmos alaban a DIOS por la Creación, porque es el primer libro donde DIOS ha dejado su sello inconfundible. Repentinamente demudado por el pecado, el hombre cae en una gran oscuridad de la que a duras penas va saliendo. En el fondo del alma humana late la nostalgia de DIOS, pero las brumas inmediatas y superficiales no dejan ver con claridad el rostro afable de DIOS que inspira confianza, seguridad y protección. La vía de una ética de la Verdad es la senda del retorno: haz el bien y evita el mal. Este es el principio básico, que desgraciadamente se confunde en sus términos con más frecuencia de la deseada. El espíritu inteligente del hombre tiene una tarea ardua por delante, y la Gracia viene en ayuda de tanta fragilidad. San Pablo tiene unas palabras, en la carta a los Romanos, que mantienen la discusión sobre la posibilidad de la inteligencia personal para descubrir a DIOS a través de la Creación desplegada ante sus ojos. Los sentidos perciben algo muy grande y lo trasladan a la inteligencia  para su evaluación y discernimiento. Dice san Pablo: “lo invisible de DIOS, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su Poder Eterno y su Divinidad; de forma que son inexcusables. Porque habiendo conocido a DIOS no le glorificaron como DIOS, ni le dieron gracias; antes bien, se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. Jactándose de sabios se volvieron estúpidos: cambiaron la Gloria del DIOS incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos, reptiles. Por eso DIOS los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal, que degradaron entre sí sus cuerpos” (Cf. Rm 1,20-24). En este texto aparecen ecos de la predicación poco exitosa de san Pablo en el Areópago ateniense (Cf. Hch 17,19ss), cuando estaba de paso por la capital, Atenas, y se dispuso a evangelizar a las afueras de la ciudad, donde había una representación de todas las divinidades conocidas con un altar vacío en previsión de algún dios desconocido. San Pablo con mucho entusiasmo, como siempre, se dispone a hablarles de JESÚS, tomando lenguaje y categorías a la altura de su auditorio. Se suponía que allí se encontraban personas de mente lúcida prestas a recibir la Revelación de la Salvación prevista para los hombres de todos los tiempos. El Apóstol sufrió un cierto revés y después de escucharlo no mostraron mayor interés, salvo Dionisio y Damaris (Cf. Hch 17,34). Después de algunos años de aquel parco resultado evangelizador ante una clase ilustrada de su tiempo, san Pablo sigue afirmando, y está convencido, que la inteligencia del hombre tiene capacidad suficiente para descubrir a DIOS al asomarse a la grandiosidad de lo que lo rodea. Sin embargo en este texto de Romanos, se admite que la inteligencia se ha estropeado por causa de la idolatría que ha originado desviaciones morales de gran calado. Coincide el Apóstol con el autor sagrado del libro de la Sabiduría (Cf. Sb 14,27). A lo largo de los siglos, la reflexión cristiana especialmente con santo Tomás ofrece distintas vías a la inteligencia para hacer razonable el hecho de la existencia de DIOS.  En la actualidad el debate sigue abierto y se resume así: poca ciencia basta para negar la existencia de DIOS; y la ciencia rigurosa pone a DIOS como el Creador necesario de todo lo existente.

Inteligencia y ciencia

Si la existencia de DIOS está al alcance de la inteligencia, la evidencia de su necesidad también está a disposición de ser descubierta por la ciencia. La ciencia y la reflexión filosófica pueden mostrar que la existencia de DIOS es evidente, aunque sea indemostrable, porque su existencia no pertenece al campo de la experimentación o de las demostraciones científicas. Quien llegue al punto de descubrir que DIOS es necesario para dar fundamento al Universo existente, está a un paso de la Fe, que siempre será un don para llegar a establecer una relación personal con el SEÑOR que lo ha creado todo. Santo Tomás de Aquino (1225-1274) propuso sus cinco vías, que mantienen su validez, a la hora de establecer un esquema de razonamiento, vía del movimiento, vía de la causa eficiente, vía de la contingencia, vía de los grados de perfección y vía de la finalidad. La primera vía o del movimiento nos dice que ha de existir un motor primero inmóvil, para que haya surgido la existencia de todo lo creado e influir en el movimiento de todas las cosas. La segunda vía se sitúa en el orden de las causas de las cosas, que no se pueden prologar hacia el infinito, sino que ha de haber una CAUSA no causada, que de origen a todas las demás causas de las cosas -efectos-, y esa CAUSA es DIOS. La tercera vía señala la contingencia de los seres, que aparecen y desaparecen, algo puede aparecer en la existencia o no; y para que eso sea posible tiene que haber un SER no contingente, que no está sujeto a la no-existencia-; y ese SER inmutable sólo puede ser DIOS. La cuarta vía se refiere al grado de perfección de los seres, que se evidencia ante nuestros ojos. La perfección parcial y creciente de los seres en la creación exige el SER perfecto en todos sus atributos, de donde provienen los grados de perfección de los seres creados. La quinta vía de santo Tomás se refiere a la finalidad -teleología- con la que fueron creados todos los seres. No existe nada en la Creación que no tenga su razón de ser o estar y una finalidad dentro del conjunto. Esta finalidad -o teleología- no es posible que lo creado se dé a sí mismo, pues ninguna parte se sabe por sí misma dentro del conjunto de lo creado. Todo lo creado tiene una finalidad porque DIOS se la da, por tanto DIOS existe. Santo Tomás no dejó de considerar otras vías de aproximación a la existencia de DIOS como la existencia de la belleza en la Creación o el principio de la Ley Natural inscrito en el corazón del hombre: “haz el bien y evita el mal”.

Ciencia e inteligencia

La buena ciencia avala la existencia de DIOS. Los científicos de las últimas décadas, que más aportan a la ciencia moderna son teístas y afirman la existencia de DIOS. Es el caso de Max Planck (1918 premio Nóbel de física), que plantea la teoría cuántica; Werner Heisenberg con su teoría de la indeterminación (1927); y Albert Einstein (1905) con la teoría de la relatividad y la corrección de la misma sobre el Universo estacionario. Einstein corrigió sus propias conclusiones sobre el Universo, alterando los propios resultados de la teoría de la relatividad para conseguir el llamado Universo estacionario, con lo que se descartaba la necesidad de DIOS, haciendo eterno al propio Universo.  Einstein no se inclinó por una religión en concreto, pero admitió la necesidad del CREADOR para dar inicio a todo lo existente. En la década de los años treinta del siglo pasado, el monje agustino, Georges Lemaítre, profesor en la universidad de Lovaina (Bélgica), propone la demostración matemática del comienzo del Universo, que posteriormente se denominaría como la teoría del Big-Bang. El telescopio Hubble en 1990 recogió las ondas radio iniciales provenientes de la explosión inicial hace trece mil setecientos cincuenta millones de años, con lo que daba confirmación al cálculo matemático de Lemaítre. Los antiteístas, que se oponen radicalmente a la existencia de DIOS, han intentado sin éxito desacreditar el hallazgo del Big-Bang, por lo que no cabe otra cosa que admitir la presencia del CREADOR dando comienzo a todo este Universo cargado de sorpresas para los propios científicos. Las explicaciones alternativas: Universo estacionario y multiversos, se quedan definitivamente para la ciencia ficción. Juan Carlos Gonzaléz-Hurtado, divulgador, en su obra “Nuevas evidencias científicas de la existencia de DIOS”, expone con maestría y fina ironía los hallazgos científicos que en las últimas décadas apoyan la presencia del CREADOR para dar razón de todo este Universo. Tres son las vías por las que discurre la argumentación del autor: el Big-Bang, el  ajuste fino y el diseño inteligente. Recoge también las investigaciones sobre el genoma humano de Francis Collins y cierra su obra con una lista de científicos que intentaron rebatir las tesis de su estudio y señala de modo especial, en otro sentido, el caso de Anthony Flew, que fue el filósofo ateo más notable del siglo veinte, y se hizo teísta al analizar con imparcialidad los aportes de la ciencia. Este filósofo da razón de su cambio de rumbo, en dos mil cuatro, con su obra “DIOS existe”. Son muy importantes para la argumentación los aportes de la observación del “ajuste finos” de todos los elementos del mundo físico. Unas mínimas variaciones de millonésimas de segundo en su velocidad, en el desplazamiento del electrón del átomo de hidrógeno, y no habría posibilidad para la formación de la molécula del agua. La aparición de la vida a todos los niveles en este planeta es un milagro continuo, que no se puede explicar si no es debido a un diseño inteligente por una MENTE SUPERIOR que es DIOS. El autor antes citado expone muy bien la cantidad de “coincidencias” que han de producirse para dar origen al funcionamiento vital del primer ser unicelular. El autor repite en varias ocasiones el símil de aquel que le toca el premio godo de la lotería todos los días, inmediatamente diríamos que eso no es posible por el mero azar; y deducimos que alguien está sacando los números que coinciden con el boleto del jugador. Después de múltiples tentativas en las últimas décadas, ningún científico serio se atreve a decir cómo empezó la vida o las condiciones en que esta surgió. Cualquiera de los pasos por los que la vida biológica organizada va pasando atribuida al azar necesita disponer de una franja de tiempo tan amplia, que todavía estaríamos esperando el primer movimiento, que entra en un intervalo temporal muy superior a los años del propio planeta, y no digamos al periodo en el que surgen las especies conocidas hace quinientos millones de años. Sólo un DISEÑADOR inteligente puede provocar con certeza los saltos químicos y biológicos que se han de producir para dar como resultado la gran variedad de formas de vida presentes entre nosotros, añadiendo a estas las especies desaparecidas, de las que de la mayoría no hemos tenido noticia precisa.

El AUTOR de todas las cosas

Decimos bien cuando afirmamos, que sólo DIOS crea y el hombre en todo caso transforma lo que se encuentra hecho por el CREADOR. La Creación no es un arca de secretos esotéricos reservados a una minoría selecta y privilegiada. DIOS crea y mantiene todo para favorecer la evidencia de su EXISTENCIA, y todo lo que nos es posible contemplar nos remite a ÉL. Si tal cosa no sucede es debido a un problema de fuerte distorsión de la mirada inteligente. El autor del libro de la Sabiduría declara cómo DIOS revela las claves que rigen su Creación, a los que se disponen a reconocerlo a ÉL como el CREADOR. No es estéril la piedad, todo lo contrario y de ello nos dan pruebas los científicos creyentes que ayudan a la humanidad con aportaciones responsables del mundo científico. Hombres de vida consagrada y conventual como el mencionado  Lemaítre, o Gregor Mendel, que se considera el padre de la genética, hacia la mitad del siglo diecinueve, también era agustino como Lemaítre. Estos como otros hombres de DIOS pueden decir con el autor sagrado: “fue DIOS quien me dio un conocimiento verdadero de los seres para conocer la estructura del mundo y la actividad de los elementos; el principio y el medio de los tiempos, el solsticio y el cambio de las estaciones; los ciclos del año y las posiciones de las estrellas; la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras; el poder de los espíritus y el pensamiento de los hombres; las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces; cuanto está oculto y cuanto se ve, todo lo conocí, porque el ARTÍFICE de todo, la SABIDURÍA, me lo enseñó” (Cf. Sb 7,17-21). La verdadera ciencia es de DIOS que la va ofreciendo a los que ÉL encuentra bien dispuestos para el beneficio de todos. En otro lugar nos dirá el autor sagrado, que “una multitud de sabios salva el mundo” (Cf. Sb 6,24). Sabemos cómo los que figuran como élite en la sociedad nos pueden orientar por caminos fiables o conducir seductoramente a la ruina total.

A los que gobiernan

El autor del libro de la Sabiduría hace recaer la máxima responsabilidad sobre los gobernantes de los pueblos, a los que exhorta a pedir y buscar la Sabiduría que viene de DIOS, pues ellos ostentan el poder real, porque DIOS mismo se lo ha dado (Cf. Sb 6,3) DIOS juzgará con detalle el proceder de los reyes -léase cualquier persona que ostente un cargo público- de acuerdo con el bien común que haya procurado. Todos estamos incluidos en cierto grado en las palabras anteriores, ya que ejercemos algo de influencia social más o menos amplia. Estamos también llamados a buscar la Sabiduría para transformar nuestro ámbito de convivencia según el Plan de DIOS. Todos necesitamos de la Sabiduría, pues formamos parte de “un Pueblo de reyes y sacerdotes” (Cf. Ex 19,6; Ap 1,6).

Salomón pide la Sabiduría

La primera lectura de este domingo recoge una descripción personificada de la Sabiduría. La Sabiduría es más que un atributo divino del que DIOS hace partícipes a los hombres. El modo de proponer la Sabiduría nos acerca al trato religioso con la Tercera Persona de la Santísima TRINIDAD, que aparecerá en la Revelación del Nuevo Testamento. DIOS mismo se hace próximo e interior al hombre. La Sabiduría dialoga con el hombre y desea asistirle con su inspiración, orientación y consejo. La Sabiduría busca amigos. Los siguientes versículos del capítulo seis señalan algunos rasgos sobre la Divina Sabiduría.

La Sabiduría se deja encontrar

“Radiante e inmarcesible es la Sabiduría; fácilmente la contemplan los que la aman, y la encuentran los que la buscan” (v.12). La Sabiduría es encontrada, contemplada y amada por los que la buscan; y ven en ella la belleza que emana de las obras de DIOS. La belleza de las criaturas decae y desfigura, pero el autor sagrado nos dice que la Divina Sabiduría no se marchita -inmarcesible-. Algo de todo esto nos llega por la observación y contemplación de las cosas creadas. La Palabra de la Escritura cuando resuena como eco en nuestro interior puede acercarnos a lo que nos dice. Hay Verdad, Bondad y Belleza en las máximas, preceptos y palabras que ofrece la Divina Sabiduría a través de la Escritura. La contemplación meditativa de una Palabra nos de la hondura y contenido espiritual que transmite Paz y fortaleza espiritual al alma que busca confiadamente. Es la experiencia del que se hace amigo de la Palabra, quien puede corroborar la verdad de su propia fisonomía resaltada en este versículo.

Se da a conocer

“Se anticipa a darse a conocer, a los que la anhelan” (v.13). Un corazón bien dispuesto apreciará en su momento que un tenue movimiento interior hacia DIOS es llevado por un impulso inesperado, porque “aún no ha llegado la palabra a mi boca y TÚ, SEÑOR, la sabes toda” (Cf. Slm 138,4). El anhelo de DIOS es un modo de amar a DIOS. Desear, conocer más de JESÚS es un modo de amar a JESÚS. La SABIDURÍA sabe de esos movimientos internos en el corazón del creyente religioso -re-ligado- esencialmente a su DIOS. Nuestro anhelo de DIOS es en realidad la alegría que se produce en el Cielo cuando DIOS hace fiesta por un hijo suyo que lo reclama. El padre de la parábola (Cf. Lc 15,11ss) sale al camino por el que el hijo se fue para comprobar si en algún momento está de vuelta; y cuando eso sucedió el padre lo abrazó inmediatamente sin dejarlo hablar. El anhelo del padre por ver a su hijo fue el primer paso para entrar en la casa.

El buscador diligente

“Quien madrugue para buscarla no se fatigará, que a su puerta la encontrará sentada” (v.14) La Divina Sabiduría ofrece su cátedra allí donde aparezca un discípulo diligente. Tenemos que levantarnos temprano, a una hora razonable: cuando las tareas no han comenzado y necesitamos salir al encuentro con las personas y los sucesos diarios, con paz interior. Este versículo nos garantiza que la Sabiduría madruga tanto como nosotros, por lo menos. San Marcos en su capítulo primero ofrece el itinerario general de una jornada en la vida publica de JESÚS. Antes de nada, cuando todavía no ha amanecido, JESÚS se retira a un lugar solitario para orar JESÚS es el VERBO en todo momento, pero también es hombre y tiene la responsabilidad de preparar su alma para afrontar las distintas circunstancias de ese día, cuya actividad empezará pronto. A JESÚS no se le dispensó del encuentro diario con el PADRE. La Divina Sabiduría sienta cátedra cerca  -está sentada la puerta- de la casa de cada uno de sus hijos. La Divina Sabiduría puede dispensar de adquirir costosos doctorados o licenciaturas, si ella así lo ve prudente; pues tanto unos como otros no sabrán nada si ella no los asiste. Muchos estudios sin la Divina Sabiduría valen de bien poco. Pocos estudios sin la Divina Sabiduría, todavía peor. Pero una escasez de conocimientos humanos si está compensada por una mente y un corazón movidos por la Divina Sabiduría, entonces se puede terminar concluyendo como san Pablo: “no me he preciado entre vosotros de erudición y conocimientos humanos, pero sí de Sabiduría” (Cf. 1Cor 2,1-2).

El pensamiento en DIOS

“Pensar en ella es la perfección de la prudencia; y quien por ella se desvele pronto se verá sin cuidados” (v.15). La prudencia es una virtud que acompaña a todas las otras. Una de las claves de la vida espiritual y su crecimiento es el mantenimiento de la “presencia de DIOS”. ÉL está presente siempre a nuestros sentimientos, pensamientos y acciones. Esta particular omnipresencia de DIOS puede abrumar. El alma amante de la Divina Sabiduría anhelará mantenerse en la conciencia permanente de la presencia amorosa de DIOS de forma continua. Quien se sabe en DIOS va perdiendo los miedos. Al entrar en esta vía, el SEÑOR toma las riendas de la vida cotidiana, sin que se vea mermada la libertad de acción.

Por todos los caminos

“La Divina Sabiduría va por todas partes buscando a los que son dignos de ella, se les muestra benévola en los caminos, y les sale al encuentro en sus pensamientos” (v.16). La Divina Sabiduría decimos que tiene un diseño inteligente para el Universo en general y cada criatura en particular. Todo lo que se encuentra a nuestro alrededor está escrito en lenguaje matemático, como vienen diciendo los hombres de ciencia. Algo de eso tenemos que aplicar a nuestras vidas particulares en relación con la Divina Sabiduría. Pero nosotros entramos en diálogo y encuentro personal con DIOS que es Sabio y Providente. En líneas generales ÉL tiene un diseño perfecto para cada uno de sus hijos, pues quiere que todos seamos santos e irreprochables por el Amor (Cf. Ef 1,4); pero lo trágico para nosotros es que frustramos con frecuencia ese proyecto personal y singular para cada uno. Pero aún así, DIOS no se rinde y nos ofrece siempre la posibilidad de reanudar el diálogo y el encuentro. La inspiración con pensamientos de bondad y verdad, no van a faltar en la conciencia de cada hijo. De la aceptación o rechazo dependerá el camino a seguir. La Divina Sabiduría es benévola porque “quiere el bien” y lo inspira en cada palabra y acción, sentimiento e intención de sus hijos.

La venida del Reino

Desde el momento que JESÚS inicia su predicación, “el Reino de los Cielos está cerca” (Cf. Mc 1,15); desde entonces el Reino se está acercando con una mayor presencia, en medio del mundo. Todos esperamos la gran manifestación de la Segunda Venida del SEÑOR, que sucederá en el momento menos pensado (Cf. Mt 24,24). Diversos signos darán noticia de la inminente llegada del Reino: guerras, hambres, catástrofes naturales, fenómenos cósmicos extraños, pestes, pandemias y apostasía. Parece que la humanidad de forma periódica  necesita de un proceso de purificación y transformación por el dolor y el sufrimiento. El SEÑOR está llegando, ÉL es el que viene “era, es y viene” (Cf. Ap 1,8). Las numerosas venidas intermedias del SEÑOR se realizan a través de la historia del hombre en este mundo, hasta que llegue el cierre de la misma. La Redención se ha cumplido pero su aplicación está en proceso, procurando el progreso espiritual de los hombres. Pareciera en estos momentos que nos encontramos en un periodo de retroceso moral y espiritual, y puede ser que esa sea la realidad, que no impide por otra parte la consecución del Plan de DIOS. La parábola de “Las diez vírgenes”, que recoge el evangelio de este domingo responde a una de esas venidas intermedias que se van sucediendo hasta que llegue el fin de la historia redimida por el SEÑOR. De distintas maneras se va cumpliendo el advenimiento del SEÑOR por la acción del ESPÍRITU SANTO de forma parecida a la venida un día al seno de la VIRGEN: “EL Espíritu Santo vendrá y amonestará al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio. Sobre el pecado, porque no han creído en el Hijo del hombre; en la Justicia, porque YO me voy al PADRE; y en el Juicio, porque el príncipe de este mundo está ya condenado” (Cf. Jn 16,7-11). El SEÑOR está llegando en la acción del ESPÍRITU SANTO, que es el gran Don de la Redención. El SEÑOR vuelve para llevarnos con ÉL: “cuando os prepare sitio, volveré y os llevaré CONMIGO, para que donde estoy YO estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,3). No todas las vírgenes están preparadas, y algunas tendrán que esperar otra oportunidad.

Otra parábola sobre el Reino

“El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes que con su lámpara en la mano salieron al encuentro del NOVIO. Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes” (Cf. Mt 25,1-2). JESÚS es el NOVIO desposado con la Iglesia, que vive en medio del mundo. El Nuevo Pacto anunciado por los profetas se está cumpliendo. DIOS mismo, en la persona de su HIJO contrae un compromiso nuevo con todos los hombres, que necesitaban y esperaban la Redención. Al encuentro del NOVIO salen almas necias y sensatas, que en principio no son rechazadas, lo mismo que al banquete fueron malos y buenos, hasta que la sala quedó llena (Cf. Mt 22,10).

Un proceder torpe

“Las necias, al tomar sus lámparas no se proveyeron de aceite. Las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas” (v.3-4). La lámpara vale de algo si alumbra en la noche o en lugar oscuro. Sin aceite aquellas lámparas no servían de nada. Ciertamente hay que ser torpe dejar a un lado el aceite que debe alimentar el pabilo. La simbología aparece de inmediato: la luz que alumbra en la noche es la Fe alimentada por la Caridad y la Esperanza. Se espera el encuentro con el NOVIO, pero sin una gota de Caridad que aporte el fuego a la Fe que establece la relación de encuentro. Las necias se disponen al encuentro con el NOVIO sin llevar consigo nada de Caridad, que entraña Amor a DIOS y al prójimo, ausencia de interés personal. Las prudentes presentan unos rasgos diametralmente opuestos: sus lámparas van a iluminar, porque la Caridad las alimenta y van a estar revestidas de las virtudes derivadas de la Caridad que les ofrece la vestidura adecuada para acompañar al NOVIO en su desposorio con la humanidad. Ellas van a estar preparadas para recibir al NOVIO.

El NOVIO tarda

“Como el NOVIO tardase, les entró sueño a todas y se durmieron” (v.5). Los evangelios no omiten señalar los rasgos problemáticos o negativos de los discípulos o las personas en general. El sueño que envuelve a las diez vírgenes, tanto las necias como las prudentes, es síntoma de la fragilidad personal del hombre débil. No es el sopor inducido a Adán para crear a Eva (Cf. Gen 2,21-22); o el sueño infundido a Abraham para sellar con él una nueva alianza (Cf. Gen 15,12). Las diez vírgenes se duermen, porque se cansan de esperar al NOVIO. Esta es la condición humana y el SEÑOR la conoce, por eso el mismo SEÑOR trata de minimizar las consecuencias, que provienen de la debilidad humana. Alguien avisa que el NOVIO está llegando y el encuentro será inmediato.

El aviso

“A media noche se oyó un grito: ¡ya está aquí el NOVIO, salid a su encuentro!” (v.6) Debemos prestar atención al aviso en el último momento. Notamos que en los últimos momentos de la vida de un ser querido se produce una gran paz y aceptación del tránsito que se va a producir, porque alguien ha dado el aviso a esa persona del encuentro que va a tener con el SEÑOR, y el tiempo en este mundo ha concluido. También para la Iglesia y la humanidad en su conjunto habrá una voz que grita, un aviso, en los últimos momentos para levantar la mirada interior hacia el SEÑOR que viene. Las apariciones de la VIRGEN en Garabandal (1961-1965), reconocidas por sus numerosas conversiones y curaciones, tanto físicas como espirituales, dan razón del “aviso o iluminación de conciencia” con la finalidad de preparar un tiempo de Gracia para toda la humanidad, en el que el Corazón Inmaculado de MARÍA triunfará (Mensaje de Fátima 1917). Caben estas revelaciones privadas dentro de la Revelación como hitos que nos van acercando a la Segunda Venida del SEÑOR como el cierre definitivo de la historia.

Preparación final para el encuentro

“Todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas; pero las necias dijeron a las prudentes: dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan; pero las prudentes replicaron: no, no sea que no alcance para nosotras y vosotras. Es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis” (v.7-9). En la trama de esta parábola, aparecen dos cosas que no se pueden improvisar: el aceite y el tiempo. Determinadas fases concluyen lo mismo que tuvieron su comienzo. La marcha atrás en la vida no existe, la regresión es siempre una falacia. Es factible el comienzo de todo a partir de un punto cuando DIOS interviene. En su infinita Misericordia, DIOS puede cancelar todas nuestras deudas para abrir una etapa nueva en la existencia particular o en la humanidad en su conjunto; pero la vuelta atrás para rehacer algo no es posible. Otra cosa bien distinta es la memoria de lo vivido para aprender y resolver mejor lo que está por delante. El caso de estas vírgenes, representan a los prudentes y a los necios, y el modo de parasitar de estos últimos: no han hecho nada y quieren de modo imperativo la solidaridad de los otros, sabiendo que se les causa un grave perjuicio. Las cinco almas prudentes plantaron un no rotundo a la práctica de una falsa solidaridad. Para el encuentro con el SEÑOR no valen las máscaras ni los disfraces; tan sólo es posible hacerse valer por lo que se es. En esta como en otras parábolas, la venida del SEÑOR se caracteriza por su presencia inesperada. En cualquier caso, ÉL nos dirá siempre: “vengo pronto” (Cf. Ap 22,20).

Se cerró la puerta

“Mientras iban a comprarlo, llegó el NOVIO, y las que estaban preparadas entraron con ÉL al banquete de boda y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: SEÑOR, SEÑOR, ábrenos! Pero ÉL respondió: en verdad os digo que no os conozco. Velad, pues no sabéis ni el día ni la hora” (v.11-13). Se cerró la puerta y se abren tiempos diferentes para los dos grupos: el grupo de las prudentes “esta ya con el NOVIO”, para lo que se habían estado preparando. El grupo de las necias tiene otra oportunidad en una de las venidas intermedias del SEÑOR. En su infinita Misericordia el SEÑOR concede un tiempo extra a algunas personas, para que cumplan con su misión en este mundo; o también podemos pensar en un tiempo de estancia en el Purgatorio como antesala del Cielo. Las palabras del SEÑOR por boca del NOVIO nos hacen reflexionar: “no os conozco. Velad, pues no sabéis ni el día ni la hora”. El SEÑOR concede la oportunidad de un nuevo tiempo para el ejercicio -ascesis- de la Caridad, a la espera de un nuevo día del SEÑOR, en que aquellas vírgenes -almas- se hayan vuelto prudentes.

San Pablo, primera carta a los Tesalonicenses 4,13-18

No estamos determinados a desaparecer en un inmenso agujero negro, ni a repetir innumerables vidas en una rueda cíclica inacabable. Nuestra vida tiene una finalidad porque nuestro CREADOR se la ha dado. La tradición judía heredada por san Pablo concebía la Resurrección en el Último Día como le dice Marta a JESÚS (Cf. Jn 11,24). Pero la Revelación Cristiana hace un aporte nuevo y del todo inesperado: JESÚS es la misma Resurrección y todos los que hayan muerto en EL vivirán y no conocerán el abismo de la muerte (Cf. Jn 11,25-26). Los de Tesalónica por la predicación de san Pablo participan de esta convicción.

Instrucción sobre el destino de los muertos

“Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen Esperanza” (v.13). La Esperanza es una virtud teologal para ejercitarla en esta vida con la certeza de alcanzar las promesas que se guardan para la Vida Eterna. Todas las promesas adquieren realidad cuando se afirma la Vida Eterna de los que han fallecido y dejado este mundo. La Esperanza cristiana parte de un “estar con el SEÑOR” en esta vida presente y su prolongación por toda la eternidad en la otra Vida. Todo el Mensaje cristiano cobra un nuevo significado a partir del destino último de los bautizados en CRISTO.

Designio Divino

“Si creemos que JESÚS murió y resucito, de la misma manera, DIOS, llevará consigo a quienes murieron en JESÚS” (v.14) De muchas formas y en distintas cartas, san Pablo repite este argumento como una de las verdades fundamentales del Cristianismo. Estos tiempos son un tanto extraños, pues encontramos cristianos incluso practicantes, que no dan crédito preciso a las promesas sobre la Vida Eterna. DIOS no sólo nos quiere en este mundo como campo de prueba y entrenamiento, sino que nos ha pensado para una eternidad con ÉL, en la compañía de todos los Ángeles y santos.

La Segunda Venida

“Os decimos eso como palabra del SEÑOR: nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del SEÑOR no nos adelantaremos a los que murieron. El SEÑOR mismo a la orden por la voz de un Arcángel y por la trompeta de DIOS, bajará del Cielo, y los que murieron en CRISTO resucitarán en primer lugar, después nosotros los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes con el SEÑOR en los aires; y así estaremos siempre con el SEÑOR” (v.15-17). Tiene su interés apreciar un cierto desfase de las palabras de san Pablo en cuanto al tiempo del final. La apreciación del Apóstol pudiera resultar adecuada dentro de otros criterios temporales, pues la inminencia que él presupone siempre es una apreciación relativa, dado que los tiempos cósmicos ofrecen magnitudes que tomamos de forma poco precisa: “un día es como mil años, y mil años como un día para DIOS” (Cf. 2Pe 3,8). Lo más importante de este texto es que nos fijemos en la conclusión sobre la Vida Eterna: estar siempre con el SEÑOR. El Apóstol concluye animándonos a todos para que nos consolemos con esas palabras de una Vida para siempre con el SEÑOR.

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