Martha y María (Lc 10, 38-48)

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio que escucharemos este domingo (Lc 10, 38-48), nos presenta el episodio de Martha y María, 2 hermanas que reciben a Jesús en su casa. En la narración aparecen dos actitudes muy apreciadas y recomendadas por la Sagrada Escritura, se trata del valor de la hospitalidad y de la escucha.
El contexto inmediato de esta narración es la pregunta que un doctor de la ley le había hecho a Jesús. ¿Qué debo hacer para conquistar la vida eterna? La vida eterna se alcanza amando a Dios y al prójimo, dice la Biblia. El relato anterior al pasaje de Martha y María, se presentó la parábola del buen samaritano donde se explica cómo hacerse prójimo de quien nos necesita, y en ese sentido se explicita en qué consiste amar al prójimo; ahora con la narración de Martha y María se destaca cómo debe ser el amor a Dios, el primer paso es escucharlo. De ahí se desprende todo lo demás.

Seguramente estas 2 mujeres forman parte del círculo de los discípulos de Jesús. En la narración Martha desempeña el valor de la hospitalidad y María el valor de la escucha.

En el Antiguo Testamento, el valor de la hospitalidad, es altamente recomendado, un ejemplo lo encontramos en Gn 18 cuando Abraham hospeda a tres huéspedes inesperados que llegan a su tienda. El patriarca los atiende con mucha diligencia. El mismo Jesús presenta la hospitalidad como una obra de misericordia “Fui peregrino o forastero y me hospedaste” (Mt 25, 35). Quien acoge a un peregrino, acoge al mismo Jesús, que por así decirlo, se esconde detrás de los necesitados.

En la narración de Martha y María, Jesús hace un cierto reproche a Martha, no por el valor de la hospitalidad sino por la forma como la está haciendo. “Muchas cosas te preocupan y te inquietan” le dice Jesús, Por lo tanto Martha, parece dejarse envolver por una preocupación exagerada, descuidando algunas otras que son importantes, como el valor de la escucha del mismo Jesús, poniéndolo en un segundo lugar. Recordemos que el mandamiento divino dice: “amar a Dios sobre todas las cosas”, es decir considerarlo siempre en el primer lugar de nuestra vida.

Con esa exhortación que Jesús hizo a Martha, no se busca contraponer la Acción de Martha con la contemplación de María, sino subrayar el comportamiento esencial de un discípulo de Cristo: ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS, es la condición indispensable para que el servicio a los demás no se convierte en un activismo vacío, que agote a las personas y las conduzca a un cansancio estéril.

Con esta exhortación no se descalifica el valor de las actividades apostólicas o las ocupaciones que genera un trabajo o una profesión; no se descalifica los compromisos de familia o de carácter social o político, al contrario, todas esas actividades son necesarias y mantienen su valor, pero tienen un valor relativo. No hay que descuidar las cosas del espíritu o tomar como pretexto una responsabilidad para desatender nuestras tareas espirituales.

Estamos invitados por tanto, a reconsiderar y apreciar el aspecto contemplativo de nuestra vida cristiana, a dar la primacía al encuentro con Dios a través de la oración y de la meditación y escucha de su Palabra para hacer de la Sagrada Escritura nuestro alimento cotidiano.

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.