La dignidad humana

Hechos 4,8-12 | Salmo 117 | 1Juan 3,1-2 | Juan 10,11-18

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El hombre tiene un valor en sí mismo, porque es creado por DIOS “a su imagen y semejanza” (Cf. Gen 1,26-27). En estos tiempos es necesario insistir en que el valor intrínseco del ser humano no se lo otorga ninguna mayoría parlamentaria, comité científico o sector social dominante alguno. Este cuarto domingo de Pascua fijamos la mirada en las vocaciones consagradas en los países considerados de misión “ad gentes”, que siguen manteniendo un objetivo pastoral de primer orden para toda la Iglesia, porque todos los hombres son merecedores, por su dignidad, de recibir el Mensaje del único Salvador: JESUCRISTO. El Concilio Vaticano II, que tuvo un enfoque eminentemente pastoral, resaltó en sus distintos documentos la dignidad del hombre que es creado por DIOS, inserto en las diversas culturas y religiones, que siendo valiosas, dignas de respeto y con “semillas de Verdad”; sin embargo no han llegado a la plenitud de la Verdad que promueve para sus fieles, por eso el Concilio no deslegitimó la misión “ad gentes”, es decir, a los pueblos o sociedades, que no han recibido el primer anuncio del Evangelio. Otra cosa distinta son las interpretaciones erráticas de los documentos conciliares, para justificar lo que los propios documentos no dicen ni sugieren. En estos últimos días el Vaticano publicó el documento “Dignidad infinita”, como su nombre indica sobre la dignidad, o valor en sí mismo, del hombre creado por DIOS a su imagen y semejanza. Es muy oportuno el contenido de este documento elaborado durante seis años, haciéndolo coincidir con este cuarto domingo de Pascua que resalta la condición de BUEN PASTOR que se encierra en JESÚS. El hombre tiene una vocación marcada por el perfeccionamiento. Todo es perfectible mientras caminamos por este mundo, en el que se desarrolla nuestra existencia provisional. El campo de juego en libertad que se nos ha dado comenzó cuando fuimos llamados a la existencia: “a los que predestinó los llamó; a los que llamó los justificó; a los que justificó los glorificó” (Cf. Rm  8,30). Cada ser humano que llega a este mundo lo hace con mayor o menor fidelidad al principio formulado por Eva en el comienzo: “he concebido un hijo con la ayuda de DIOS” (Cf. Gen 4,1). DIOS sigue dando hijos a los hombres con la colaboración adecuada de los propios hombres, a los que nos dio la capacidad de ser fecundos y multiplicarnos. La forma humana aportada por el hombre es la condición imprescindible para que DIOS realice la parte que le toca. Si se alterasen por hibridación la secuencia de algún cromosoma se estaría alterando gravemente la forma biológica del hombre, que DIOS no ha diseñado, por lo que tampoco se produciría imperativamente el alma creada por DIOS y su unión a un cuerpo que no sería humano. El hombre colabora biológicamente con DIOS en la aparición de nuevos semejantes con lo que DIOS mismo le ha dado para tal misión. Por tanto, podemos decir que DIOS está presente en todas las fases del proceso en la aparición de cada uno de sus hijos. La exclusión de DIOS de alguna de las etapas del proceso individual de humanización es también un atentado a la dignidad humana. DIOS termina de modelarnos en la “glorificación” (Cf. Rm 8,30). Un largo camino para nosotros, porque se multiplican las pruebas con la sensación de sobrepasar las propias fuerzas en bastantes ocasiones. Insignificante nuestro tiempo en este mundo, pero puede ser apreciado de manera muy distinta. Entre la “llamada a la existencia en este mundo y la glorificación”, vivimos los reajustes dados por la “justificación”, que resultan una renovación continua según la Justicia de DIOS, si nosotros aceptamos el plan diseñado en el Evangelio. La “glorificación” nos espera después del proceso, por el que el SEÑOR nos reviste de su Justicia. San Pablo emplea el termino “revestíos” con frecuencia y de forma apremiante. El revestimiento moral y espiritual es una acción especial de la Gracia durante el tiempo en este mundo. La “glorificación” espera al otro lado de todas las páginas escritas en el estado presente. Con la “glorificación” da inicio nuestra perfecta realización en la Vida Eterna, que es para siempre. La “glorificación” se nos da gracias a la Resurrección de JESÚS: “que ellos también contemplen mi Gloria, la que tenía junto a ti, antes que el mundo existiese” (Cf. Jn17,24). La perfección del ser humano está en la trascendencia. Se propone de manera engañosa distintas formas de autotrascendencia, que conducen al vacío; pues la sed, o intuición profunda de trascendencia, queda satisfecha por el RESUCITADO. El empeño permanente por las distintas propuestas de autodeterminación pueden llevar a la frustración existencial más estrepitosa.

Un buen documento

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, con el cardenal Víctor Manuel Fernández al frente, propuso al Papa el documento “Dignidad infinita”, que el Pontífice firmó y se publico hace pocos días. Se agradece el claro pronunciamiento del papa Francisco sobre cuestiones que siguen siendo candentes. Las cuestiones denunciadas pertenecen a ese conjunto de temas sobre los que se desea torcer el pulso a la Doctrina de la Iglesia y empiece a decir lo contrario de lo recogido en el Catecismo de la Iglesia Católica. Al Papa lo venían aplaudiendo los que defienden el aborto, la eutanasia y todos los temas ajenos. Ahora lo aplauden menos, porque el Papa se ha pronunciado con claridad sobre la nefasta Ideología de Género, señalando que no está en el plan del CREADO el igualitarismo de los sexos o su eliminación por el subjetivismo particular y la multiplicación ilimitada de géneros. Tampoco le parece bien al Pontífice que se rebaje la dignidad del hombre al nivel de uno más entre los animales: no es igual un niño que una mascota. Con motivo del setenta y cinco aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, también la Iglesia ha querido contribuir con su aportación, “Dignidad infinita”, que estuvo preparando durante seis años, por lo que sus pronunciamientos viene meditados, analizados y contrastados. El documento levanta la voz frente a la inmigración, que sigue siendo dramático para muchas personas. También este es un asunto lo suficientemente poliédrico como para no poder entrar en un conjunto de variables, que nos lo acerquen suficientemente. El hombre ha tenido siempre movilidad y lo ha hecho según sus posibilidades y necesidades, pero en estos tiempos se cruzan una serie de factores, que no derivan directamente de la necesidad de cambio del propio sujeto: expropiación forzosa, guerras, tráfico de personas por medio de las mafias, ocupación silenciosa o sustitución poblacional. No siempre emigran los más necesitados. No obstante la Iglesia siempre debe estar al lado del que más lo necesita. La propia vida esta en peligro. Así sucede con las leyes de eutanasia, que se van extendiendo por los distintos países: se institucionaliza un peligro real de desatención de los más imposibilitados por la edad o la enfermedad; y una inducción a pedir el suicidio asistido cuando se le convence al sujeto de la inutilidad de su vida y la carga que supone para su familia y la sociedad en general. La Iglesia sigue al lado de estos enfermos, que necesitan tratamientos para aliviar el dolor o se ven muy limitados: el dolor y el sufrimiento asumido ennoblecen al individuo y a la sociedad, que es capaz de acoger a los que más sufren. Especial atención deben tener los discapacitados: ciegos, parapléjicos o tetrapléjicos; enfermos de ELA o los afectados de cualquier enfermedad rara, minoritaria y especialmente dolorosa o limitante. Cojos, lisiados o paralíticos estuvieron entre los preferidos por JESÚS para recibir el Mensaje del Reino de DIOS. También levanta la voz el documento sobre el diario sacrificio de inocentes mediante el aborto, y señala la condescendencia de la opinión pública sobre esta desgracia. La vieja Europa lo es porque la población está envejecida, al no producirse el relevo generacional, y las consecuencias comienzan a verse. Las élites sociales y quienes nos gobiernan no han querido prever las consecuencias del estancamiento demográfico en nuestras naciones, y la mayor parte de la población es del todo ajena a la muerte silenciosa de millones de seres humanos. Este documento del Vaticano señala cuatro niveles o estratos de la dignidad del ser humano: la dignidad ontológica, la dignidad moral, la dignidad social y la dignidad existencial. Precisamente la dignidad ontológica está directamente ligada al derecho a ser protegido en el seno de la madre y nacer. Se es apareciendo en esta vida por la concepción, la gestación y el nacimiento. Desde que somos concebidos, lo único que nos diferencia hasta el momento de nuestra muerte es el grado de desarrollo en sus diferentes etapas. Somos un don para nuestros padres y la sociedad que recibe al recién nacido con el compromiso de acompañarlo hasta su edad adulta, en la que el individuo es suficientemente responsable de sí mismo y de los otros con los que forma comunidad. La dignidad moral la confiere el ejercicio de las virtudes. La dignidad social es la respuesta adecuada a todos los bienes y servicios ofrecidos por la comunidad para el recto desarrollo de las capacidades personales, que redundarán en beneficio propio y del grupo social de referencia. La dignidad existencial tiene que ver con el grado suficiente de objetivos y metas adquiridos en la vida, por los que se aprecia un balance positivo y satisfactorio. Ante el fracaso personal por haber entrado en algún tipo de adicción, no significa la pérdida de la dignidad como persona en el sentido ontológico, por eso se promueve la rehabilitación para esos casos. La quiebra moral de una persona que determine un tiempo de pena carcelaria no destruye totalmente la dignidad de esa persona que, como en el caso anterior, encontrará medios para su rehabilitación y redención de pena con la posibilidad, en algunos casos, de volver a empezar. Un documento como éste ha sido oportuno y aporta un pronunciamiento claro del Pontífice. El estilo de la entrevista para dar opiniones personales es del todo insuficiente en el mejor de los casos, volviéndose con frecuencia ambiguo y confuso. La voz del Papa es la voz del BUEN PASTOR, que ha de ser escuchada en la Iglesia y en el mundo.

Predicadores del Mensaje

Pedro y el resto de los discípulos mantienen el rango de modelos de predicadores también en nuestros días. El Nombre de JESÚS sigue oyéndose en Jerusalén y de modo especial en el Templo. Los sacerdotes y los componentes del Sanedrín -o senado- dibujan el perfil de los discípulos de JESÚS: “sabían que eran hombres sin instrucción y cultura; aquellos sacerdotes estaban maravillados” (Cf. Hch 4,13). Ciertamente, los discípulos de JESÚS no tenían el adiestramiento de una teología rabínica. La visión de las Escrituras que los discípulos poseían estaba dictada desde la perspectiva del propio JESÚS. Había que buscar y encontrar en las Escrituras el Mensaje sobre JESÚS, que era el HIJO de DIOS. Todas las teologías rabínicas, que se distanciasen de este eje vertebrador se habían vuelto estériles. JESÚS el NAZARENO con su Resurrección estaba dando cumplimiento a todo lo fundamental ofrecido por la Ley y los Profetas. JESÚS había elegido bien a sus seguidores. San Marcos de modo telegráfico resume los créditos para entrar en la escuela de los discípulos: “JESÚS, llamó a los que quiso para que estuvieran con ÉL, y ser enviados” (Cf. Mc 3,13-14). Los discípulos, gentes sencillas sin grandes estorbos conceptuales, tenían una formación suficiente. No pertenecían a la élite de la capital, pero se defendían bien en sus ocupaciones profesionales en la Galilea, lo mismo que JESÚS en su condición profesional de carpintero o artesano. Lo que faltaba de humana instrucción lo suplía con creces la ciencia del ESPÍRITU SANTO. Cuando Pedro y Juan se ponen delante del Pueblo y las autoridades religiosas, lo hacen investidos de una unción nueva y poderosa que les dio el ESPÍRITUSANTO en Pentecostés. Lo que nos va relatando el libro de los Hechos de los Apóstoles es la actuación de unos discípulos que han vivido la transformación profunda del ESPÍRITU SANTO en Pentecostés, que acredita con la máxima graduación de sabiduría y conocimiento a los discípulos. Ellos poseen discernimiento para tomar de las Escrituras antiguas aquellas alusiones al momento presente que están viviendo. Las palabras de JESÚS, lejos de borrarse, se recuerdan llenas de sentido. Y por encima de todo, estaba la persona misma de JESÚS a quien tienen que reivindicar como el único SALVADOR. ÉL ha resucitado, y toda la ciencia religiosa con la que DIOS nos ilustra está encerrada en su persona: “en CRISTO reside toda la plenitud de la divinidad” (Cf. Col 2,9). Un REDENTOR, una doctrina, un Poder espiritual dado por el ESPÍRITU SANTO, una sola vía para el perdón de los pecados, un solo SEÑOR y una sola Fe. A los Apóstoles les toca rendir cuentas a la hora de poner las bases del legado de JESÚS. Pedro y Juan sorprendieron a las autoridades religiosas con su sabiduría, convicción y fortaleza con que predicaban y daban testimonio, pero aquellas autoridades no se privaron de perseguirlos y encarcelarlos, pretendiendo intimidarlos para que no predicasen. Pronto aparecería un judío culto y formado en la religión en la escuela rabínica de Gamaliel, que va a ser Saulo de Tarso. De perseguidor de cristianos pasará a ser perseguido después de haberse encontrado con el SEÑOR en el camino de Damasco. Después de perderlo todo y dejar a un lado su formación rabínica comenzó a seguir al SEÑOR y exponerse por la predicación: “todo lo considero pérdida salvo el conocimiento de CRISTO, mi SEÑOR” (Cf. Flp 3,8).

Discurso de Pedro

“Pedro lleno del ESPÍRITU SANTO les dijo: jefes del Pueblo y ancianos, puesto que por la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados, por quién ha sido este curado, sabed todos vosotros y todo el Pueblo de Israel, que ha sido por el Nombre de JESUCRISTO el Nazareno” (Cf. Hch 4,8-10). La curación del tullido de nacimiento (Cf. Hch 3,2), que llevaba cuarenta años en aquella situación, es la señal que delata la presencia del RESUCITADO en medio de la vida religiosa del Templo y de los judíos que están a su alrededor, y ya se cuentan por miles: unos cinco mil (v.4). Las autoridades religiosas se encuentran en el mismo punto de unas semanas atrás, cuando tras la revivificación de Lázaro constatan que muchos empiezan a seguir a JESÚS, pues Lázaro era muy conocido, y todo el mundo sabía que había estado muerto y enterrado durante cuatro días. Ante aquello, las autoridades religiosas habían decidido dar muerte a JESÚS (Cf. Jn 11,53), y al propio Lázaro (Cf. Jn 12,10). Poco tiempo había pasado de todo aquello, y unos timoratos galileos predican que JESÚS había resucitado y la salud recobrada por aquel tullido viene por la Fe despertada en ÉL, pues JESÚS está vivo y hará muchas más señales, pese a la oposición de las autoridades religiosas. No sólo las curaciones y los milagros eran preocupación de los sacerdotes y el Sanedrín, sino también la misma predicación que Pedro y el resto de los compañeros estaban ofreciendo al Pueblo. Pedro estaba predicando la conversión y el perdón de los pecados en el Nombre de JESÚS en el propio Templo de Jerusalén (Cf. Hch 3,19); y daba a entender que los sacrificios de animales y las distintas ofrendas que se presentaban en los diferentes rituales no tenían verdadero efecto espiritual. Juan Bautista predicó un bautismo de conversión para acoger al MESÍAS que estaba por venir, y lo hacía a la orilla del río Jordán; pero ahora la predicación del perdón de los pecados se está haciendo en el propio Templo donde tienen lugar los ritos sacrificiales de animales y frutos de la tierra. Ciertamente, Pedro y el resto de los discípulos o eran unos insensatos o estaban dotados de una fuerza profética especial. La curación del tullido y otras señales daban a entender, que los asistía con Poder la presencia del ESPÍRITU SANTO. Todavía la osadía llegaba más lejos al proponerse los seguidores del GALILEO como intérpretes de la Escritura: “todos los profetas, que desde Samuel y sus sucesores han hablado anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y de la Alianza que DIOS estableció con Abraham, al decir: en tu DESCENDENCIA serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Para vosotros, en primer lugar, ha resucitado DIOS a su SIERVO y lo ha enviado para bendeciros, apartándoos de vuestras iniquidades” (Cf. Hc 3,24-26). Los discípulos del GALILEO mostraban señales con Poder y para colmo daban un Mensaje de carácter universal en el propio Templo de Jerusalén, que era el signo visible más importante de la identidad judía. Pedro dejaba muy claro, no obstante, que la vocación universal de su predicación no rebajaba en lo más mínimo la prioridad por los propios judíos como primeros destinatarios de los dones y bendiciones del RESUCITADO. Como en los evangelios es obligado resaltar la estrecha relación entre la predicación y las señales que la acompañan. Nuestra Fe no se libra de las quiebras interiores, y DIOS en su infinita Misericordia condesciende a mostrarnos señales, que abren el campo de la admiración, el agradecimiento y la alabanza. Las curaciones y los milagros siguen presentes hoy día, en medio de una acentuada increencia. No faltan los milagros eucarísticos avalados con documentación científica sobre las características de la sangre originada en la hostia consagrada; tampoco han desaparecido las curaciones físicas, especialmente en los lugares de apariciones marianas. Algunas reliquias son en sí mismas un milagro permanente como es el caso de la Sábana Santa de Turín o el manto de la VIRGEN de Guadalupe, en Méjico. Todas estas señales se empequeñecen ante el milagro de la Creación y la aparición de cada uno de nosotros en la existencia, pero la dificultad que tenemos para creer demuestra el grave deterioro de nuestro espíritu.

Valentía de Pedro

“Vosotros -jefes y sumos sacerdotes- crucificasteis a JESUCRISTO, pero DIOS lo resucitó de entre los muertos; y por su Nombre se presenta este -el que estaba tullido- hoy aquí delante de vosotros” (v.10). Tienen que reconocer aquellos responsables religiosos, que fueron ellos quienes pidieron a Pilato una pena de muerte ignominiosa y cruel, que no estaba contemplada en la Escritura: la muerte por crucifixión. El reconocimiento de los hechos es el punto de partida para el arrepentimiento y el paso a la conversión. El tono de Pedro es firme y de momento no concede margen a suavizar su postura, sin importarle las consecuencias personales que tal actitud pueda acarrear. Aquellas autoridades tenían sobre sí la culpa personal de haber pedido la muerte del INOCENTE, e inducir a muchas personas a exigir la misma muerte. Su pecado se había multiplicado y la responsabilidad era grande. El reconocimiento de los hechos no era una carga excesiva para acceder al perdón por parte del SEÑOR. Pedro, en este caso, actuaba de forma modélica.

El fundamento

“ÉL es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado, que se ha convertido en piedra angular; porque no hay bajo el Cielo otro Nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (v.11-12). En máximo grado el Mensaje o la doctrina de JESÚS está ligado a su misma persona; y si hubiera que elegir por encima de cualquier otra consideración está la condición de JESÚS como hombre y DIOS, que se convierte en el fundamento de todo hombre y comportamiento. De forma reiterada se habla de la experiencia personal de “encuentro con JESUCRISTO”, y no se puede rebajar lo más mínimo, sabiendo lo anterior: JESÚS además de hombre es la Segunda Persona de la Santísima TRINIDAD, que está indisolublemente unido a su humanidad y constituye para todos y cada uno la meta de la realización personal. ÉL es el modelo hacia el cual caminamos, pues en ÉL nos reconoce el PADRE como hijos adoptivos perfectos. No tenemos otro fundamento, pues ÉL es la roca donde se asientan los cimientos de nuestra edificación. Unas palabras de san Pablo nos ayudan en este punto: “conforme a la Gracia de DIOS, que me fue dada, yo como buen arquitecto, puse el cimiento y otro construye encima. Mire cada cual cómo construye; pues nadie puede poner otro cimiento que el que está puesto: JESUCRISTO”. (Cf. 1Cor 3,11). El Cristianismo no es un humanismo, sino la vinculación personal con JESUCRISTO, del que ha de surgir para cada uno la vinculación fraternal hacia nuestros hermanos. Numerosas citas nos confirman en el vínculo indisociable de la Palabra y la persona de JESÚS. Si queremos construir nuestra casa o morada con materiales adecuados, tenemos que ir a buscarlos a la Palabra dada y predicada por JESÚS. Así concluye el Sermón de la Montaña: ”el que escucha la Palabra y la pone por obra se parece al hombre prudente que construye su casa sobre roca. Soplarán los vientos huracanados, caerán las lluvias y el río se desbordará, pero la casa se mantendrá, porque está cimentada sobre roca…” (Cf. Mt 7,24-25). Aquel pescador, Pedro, le estaba diciendo a los guardianes de la ortodoxia judía, que debían indagar la Escritura para encontrar la roca o el fundamento de la misma y comenzar la construcción del nuevo edificio religioso desde ese punto. Claro está, resultaba excesivo para aquellos hombres cargados de prestigio social y religioso. Por muchas señales que aparecieran, era demasiado pedir: unos pescadores, que ni ese oficio conservaban, aleccionando a unos expertos reconocidos en la religión. Las autoridades dejarán la persuasión verbal y pasarán a la coacción física para obligar a los Apóstoles a silenciar su predicación. La Iglesia de Jerusalén va a pasar por momentos de gran tribulación. Pronto tendrá lugar la lapidación de san Esteban y la dispersión de la mayor parte de los responsables religiosos a otras regiones y pueblos. El martirio del apóstol Santiago en el año cuarenta y cinco; y en el año sesenta y dos fue la muerte de Santiago, el pariente del SEÑOR, y dirigente de la Iglesia en Jerusalén.

El BUEN PASTOR

JESÚS es el BUEN PASTOR y en este lenguaje paradójico da los motivos. ÉL da la vida por las ovejas, conoce a cada una de las ovejas y las llama por su nombre; buscará la forma de reunir a las que siendo sus ovejas no están de momento en el redil. El BUEN PASTOR se enfrenta al que no es pastor y viene sólo a robar, matar y destruir. Estas cosas suceden cuando las ovejas prestan atención a las palabras seductoras y convincentes del asalariado, que no es pastor de las ovejas. Las ovejas pertenecientes al BUEN PASTOR distinguen su voz y la siguen.

JESÚS da su Vida

“YO SOY el BUEN PASTOR, que da su vida por las ovejas” (v.11) Se repite insistentemente el dar la Vida: “he venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia” (v.10). JESÚS se convierte en la fuente de la Vida para todos nosotros. ÉL la vida para la Eternidad, que comienza en este mundo con la multitud de gracias que nos llegan para nuestra transformación personal: “por ÉL recibimos gracia tras gracia” (Cf. Jn 1,16). Continuamente podemos ser renovados en el Amor de DIOS que nos viene por la entrega de JESÚS para nuestra salvación. La muerte biológica crea incertidumbre, pero sabemos que es el instante de pasar de este mundo al otro en el que la Vida gloriosa no terminará. Ya en este mundo distinguimos los dones espirituales, que nos hacen estar por encima de las múltiples causas que nos arrojan hacia la tierra sin horizonte de trascendencia. Esta tensión es saludable cuando nos ayuda a caminar en la clara distinción de lo que recompensa este mundo con sus pasiones y los dones espirituales que nos acercan ya a las realidades eternas. No es igual el resultado interior de un tiempo de oración o adoración, que el tiempo dedicado a ver una película. No deja el mismo resultado interior la participación en un concierto de música religiosa, que un musical de rock. San Ignacio de Loyola analizó estos hechos en los tiempos previos a su conversión, y percibía que no le dejaba el mismo estado de ánimo leer libros de caballería a los que narraban la vida de los santos. Entramos y salimos por distintas puertas para recoger resultados diferentes. Pero la Puerta por la que entramos y salimos para obtener Vida es el propio JESÚS. ÉL como BUEN PASTOR va delante de nosotros, hace de guía y pedagogo; reconoce las mejores situaciones que nos hacen crecer y dispone de los mejores destinos como metas provisionales en este mundo, atendiendo siempre al resultado final, que nos interesa prioritariamente: la Vida Eterna.

El asalariado

“El asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo y abandona las ovejas y huye; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa; porque es asalariado y no le importan nada las ovejas” (v.12-13). En el Padrenuestro rezamos la ultima petición: “líbranos del Malo” (Cf. Mt  6,13). Satanás no tiene la misma entidad que DIOS. Satanás es un ángel caído en rebeldía, que se negó desde el comienzo a servir a DIOS y su obra de Amor, por lo que se encarga de forma permanente a “robar, matar y destruir” la obra de DIOS en todo lo que está a su alcance. El evangelio de san Juan no describe exorcismo alguno como hacen los evangelios sinópticos, pero este capítulo diez describe el modo que JESÚS tiene de enfrentarse permanentemente a Satanás y sus secuaces. Los propios hombres decidimos qué voz seleccionamos o elegimos. Son distintas las voces que nos llegan y escasos los recursos para su discernimiento. Muchas personas han anulado en su campo espiritual, lo que procede del Evangelio, la vida de los santos o la voz del Magisterio de la Iglesia; y rechazan todo de forma visceral. El resultado es penoso, porque no dan tregua a un análisis comparativo, y prefieren las voces que vienen de otras religiones, espiritualidades, ideologías o pensamientos afines. A veces el resquicio que quedaba en la conciencia por el que el BUEN PASTOR se dejaba oír también desaparece; y muchas personas quedan en manos de los asalariados, a los que los hombres no les importamos lo más mínimo, porque son verdaderos satélites de Satanás que es el enemigo declarado de DIOS. Estos asalariados –los que cobran salarios- pertenecen al grupo de los seducidos por Satanás, y se han puesto definitivamente a su servicio para la perdición de los hombres. La labor destructora para acabar irremediablemente con el hombre la realizan las manadas de lobos hambrientos por destruir al hombre. El asalariado seduce y el lobo de la droga destruye, o de la pornografía; o de la pertenencia a las distintas bandas en la que la única condición es respirar odio. Hay que robar la inocencia de los niños, para matarlos en su adolescencia o juventud -miremos las altas tasas de suicidios- y crear un ambiente de tierra quemada, donde sólo se percibe desánimo y destrucción: familias destrozadas o destruidas. Es real: el asalariado está robando, matando y destruyendo; y la voz del BUEN PASTOR se trata de apagar a cualquier precio. Las élites políticas en su representación se atreven a declarar que el aborto se reconozca como derecho. Satanás, el jefe de los asalariados, tiene que estar muy contento por el modo de servirle: la sed de muerte es insaciable y el éxito es supremo cuando la vida ofrecida es la de un inocente, pero mucho más si son millones de inocentes.

Conocimiento de JESÚS

“YO SOY el  BUEN PASTOR y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a MÍ; como me conoce mi PADRE y YO conozco a mi PADRE, y doy mi vida por las ovejas” (v.14-15). JESÚS, el HIJO, conoce o ama al PADRE, porque desde toda la eternidad -siempre- está frente a  ÉL, o vuelto hacia ÉL (Cf. 1Jn 1,1-2). Y el PADRE ama -conoce- al HIJO con un AMOR único: el ESPÍRITU SANTO. La acción de la Gracia transforma al discípulo en esa misma corriente trinitaria de AMOR, creando en el discípulo la necesidad creciente de escuchar la voz del SEÑOR, participando de su misma Vida. La comunión entre el BUEN PASTOR y los discípulos es también una comunión eucarística por el PAN de VIDA.

Realización de la unidad de los cristianos

“También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a esas las tengo que llamar -conducir- y habrá un solo rebaño y un solo PASTOR” (v.16). La condición humana se caracteriza por la radical pobreza de cada uno de los individuos que la formamos. La interdependencia y consiguiente complementariedad es del todo necesaria para nuestra vida. A cualquier área que miremos, observamos que vamos recibiendo elementos que han sido elaborados por otros. Desde un punto de vista humano somos extremadamente dependientes de los demás. También nosotros aportamos y contribuimos al bien del conjunto, salvo que se esté en situación parasitaria, pero esto es la anomalía. Esto lo podemos trasladar al plano espiritual con más gravedad aún: nadie se salva a sí mismo. Nadie alcanza los bienes espirituales, los dones que vienen del SEÑOR, si no se dispone a pedirlos con sincera humildad. Personas con esta cualidad las puede  haber en cualquier cultura, religión o época; y estarán abiertas perfectamente a recibir la revelación y la oferta del único SALVADOR. La unidad como objetivo propuesto por el SEÑOR ya lo encontramos en el Antiguo Testamento; y JESÚS lo renueva con un nuevo contenido, pues ahora ÉL es el núcleo de atracción de todos los que se han de salvar. Es una labor que se reserva el BUEN PASTOR de forma especial, aunque en ella podamos colaborar los miembros de su Iglesia. Pero no conocemos todos los recursos que el BUEN PASTOR puede emplear para realizar la unidad de todos los suyos a lo largo de los siglos. La perfecta unidad de JESÚS con todos los suyos pertenece al capítulo de las realidades últimas cuando sean “recapituladas en ÉL todas las cosas, las del Cielo y las de la tierra” (Cf. Ef 1,10).

La entrega del HIJO

“Por eso me ama el PADRE, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita, YO la doy voluntariamente: tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo. Ésta es la orden que he recibido de mi PADRE” (v.17-18) JESÚS de Nazaret es el HIJO de DIOS, y en estos versículos se expresa inequívocamente como el HIJO único de DIOS, que mantiene la misma naturaleza divina incluso en su estado de abajamiento por la Encarnación. La unidad referida en el versículo anterior se empieza a promover de forma imparable con la elevación de JESÚS sobre la tierra, primero en la Cruz y después de la Resurrección con su Ascensión al PADRE. JESÚS asocia la Vida de las ovejas, de sus discípulos y seguidores, a su entrega en la Cruz, que no es una derrota o un imprevisto, sino que acontece dentro de la aceptación consciente de corresponder fielmente a la Divina Justicia, que no está al margen del AMOR. El evangelio de san Juan mantiene a lo largo de todo su Mensaje la conciencia divina de JESÚS de forma particular. Sólo si JESÚS se reconoce como el HIJO único de DIOS puede manifestar que tiene Poder para retomar la vida después de haber muerto. El Poder de JESÚS es el Poder del VERBO, que está inseparablemente unido al PADRE: “el PADRE y YO somos una  sola cosa” (v.30).

San Juan, primera carta 3,1-2

La primera carta de san Juan gira en torno al Amor de DIOS por el que nos dirigimos a ÉL y a los hermanos, que constituyen la prueba del nueve en cuanto a la autenticidad de nuestro Amor a DIOS. Porque somos hijos de DIOS estamos en disposición de pertenecer al discipulado y seguimiento de JESÚS. La condición de hijos de DIOS incluye en el grupo liderado por JESÚS, pues ÉL es el modelo o Camino de perfeccionamiento de nuestra condición filial. JESÚS como guía es el MAESTRO y se ofrece por todos nosotros como el CORDERO de DIOS. Esta es la lección suprema que JESÚS nos ofrece siendo el HIJO único del PADRE.

Somos hijos de DIOS

“Mirad qué Amor nos ha tenido el PADRE para llamarnos hijos de DIOS, pues lo somos” (v.1). DIOS nos ha pensado a cada uno de los hombres desde toda la eternidad, y lo hizo como “hijos suyos”, viéndonos realizados plenamente en su único HIJO. DIOS nos ha revelado que nos ha creado no sólo porque quiso, sino porque nos ama particularmente. San Juan en este versículo lo expresa de forma sencilla y con toda la profundidad al que llega el lenguaje de los humanos. Somos poco más que insignificantes, pero DIOS nos ama como hijos suyos, y san Juan nos lo transmite en tono admirativo, como aquel que no da crédito a una cosa de ese tipo. Poco más podemos hacer, que reconocer el hecho, admirarnos y dar gracias. La perfección personal, según san Pablo, la encontramos en la renovación permanente en el Amor que DIOS nos dispensa (Cf. Ef 1,4).

Hacia la manifestación definitiva

“Queridos, ahora somos hijos de DIOS, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a ÉL, porque lo veremos tal cual es” (v.2). En el Día de la plena revelación nuestra semejanza a ÉL se habrá completado, pues la vamos desenvolviendo en el momento presente. Todo en nosotros se comporta como en un presente continuo, en el que manteniendo la identidad vamos cambiando o perfeccionando lo que se nos ha dado.

Una advertencia

“El mundo no nos conoce, porque no le conoció a ÉL” (v.1b). No podemos buscar en el mundo el conocimiento de DIOS, porque el mundo ni antes ni ahora se ocupa de las cosas de DIOS. JESÚS en su Oración Sacerdotal pide al PADRE: “te pido por ellos, ellos no son del mundo como tampoco YO soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal” (Cf. Jn 17,15-16) Esta es la situación de los seguidores de JESÚS a lo largo de los siglos: vivir en medio del mundo, sin participar de los reclamos del mundo que alejan de la senda del Evangelio. El mundo que no quiere a DIOS y proclama su autonomía de forma radical, también pertenece a DIOS: “tanto amó DIOS al mundo, que envió a su HIJO no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por ÉL” (Cf. Jn 3,16-17). Algo tendremos que hacer también por el mundo los seguidores de JESÚS.

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