Monseñor James Conley, obispo de Lincoln, escribió recientemente un artículo criticando las nuevas ordenanzas del segundo municipio en importancia de Nebraska (EE.UU), que imponen la ideología de género en toda la ciudad. El prelado asegura que dicha ideología «perjudica a los individuos y a las sociedades al sembrar la confusión y la duda».
Las leyes que pretenden elevar la orientación sexual y la identidad de género como clases protegidas socavan este hecho básico de nuestra biología humana. En lugar de proteger contra la discriminación injusta, estas políticas consagran una falsa comprensión de la persona humana en nuestras estructuras legales.
Tengo el privilegio de servir en el Comité permanente de los Obispos de los Estados Unidos para los Laicos, el Matrimonio, la Vida Familiar y la Juventud. El arzobispo Salvatore Cordileone es nuestro presidente. A principios de este mes celebramos la Semana Nacional del Matrimonio y el Día Mundial del Matrimonio, donde aprovechamos la oportunidad para centrarnos y celebrar la vocación al matrimonio. El tema de este año es «Llamados a la alegría del amor».
Todos sabemos que el matrimonio tradicional entre un hombre y una mujer, que se comprometen el uno con el otro en un vínculo de amor inquebrantable, está siendo atacado en nuestra cultura actual.
En 2015, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos falló a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el territorio por primera vez en nuestra historia.
En años más recientes hemos experimentado en nuestra sociedad una ideología que acepta el entendimiento de que somos libres de elegir nuestro propio género e incluso alterar físicamente nuestro cuerpo del sexo biológico que recibimos al nacer.
Aquellos que se encuentran confundidos sobre su propio género e identidad, algo conocido como disforia de género, merecen nuestra misericordia y compasión. Debemos ser lentos a la hora de juzgar y rápidos a la hora de mostrar misericordia a cualquiera que esté luchando por entender el significado de su vida y su propia identidad.
Pero la misericordia sin la verdad es una falsa misericordia, un mero sentimentalismo. Y la verdad sin misericordia es un dictado frío y cruel que no reconoce las luchas y la debilidad de nuestra humanidad caída.
Tal vez sea una simplificación excesiva, pero no por ello deja de ser un sabio axioma: «debemos amar al pecador pero odiar el pecado».
No podemos negar la verdad sobre la persona humana, lo que sabemos que es cierto por Dios y por las enseñanzas de la Iglesia Católica. La diferencia sexual no es un accidente de Dios o un defecto, es un don que nos ayuda a crecer cerca del otro y cerca de Dios. Lo que Dios ha creado es bueno, verdadero y hermoso. «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; a imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó (Gn 1,27)».
El malestar de una persona con su sexo, o el deseo de ser identificada como el otro sexo, es una realidad complicada que debe ser abordada con sensibilidad y verdad. Cada persona merece ser escuchada y tratada con respeto; es nuestra responsabilidad responder a sus preocupaciones con compasión, misericordia y honestidad.
Los niños se ven especialmente perjudicados cuando se les dice que pueden «cambiar» de sexo, y más aún, cuando se les administran hormonas que afectarán a su desarrollo y posiblemente les harán infértiles cuando sean adultos. Los padres merecen una mejor orientación en estas importantes decisiones, e instamos a las instituciones médicas a respetar el principio médico básico de «primero, no hacer daño».
La ideología de género perjudica a los individuos y a las sociedades al sembrar la confusión y la duda.
Por estas razones, el Estado tiene un interés imperioso en mantener políticas que defiendan el hecho científico de la biología humana y apoyen las instituciones y normas sociales que la rodean. Por ejemplo, las leyes que pretenden elevar la orientación sexual y la identidad de género como clases protegidas socavan este hecho básico de nuestra biología humana. En lugar de proteger contra la discriminación injusta, estas políticas consagran una falsa comprensión de la persona humana en nuestras estructuras legales.
Justo la semana pasada (ndt:mediados de febrero), el Ayuntamiento de Lincoln aprobó una amplia revisión de sus ordenanzas municipales relacionadas con la igualdad de oportunidades. En estas revisiones, añadieron la orientación sexual y la identidad de género como clases legalmente protegidas. Cambiar la ley de la ciudad de Lincoln para reflejar una falsa noción de la dignidad humana es una mala política. Esto no conducirá a un mayor florecimiento humano y felicidad en la sociedad.
Aunque el Ayuntamiento de la Ciudad aprobó esta ordenanza, todavía tenemos una importante oportunidad para hacer oír nuestras voces y detener esta política. La Alianza Familiar de Nebraska ha presentado una petición de referéndum en contra de la ordenanza municipal. Si se reúnen suficientes firmas (4.137 firmas), se detendrá la promulgación de la ordenanza. El Ayuntamiento puede entonces derogar la ordenanza o dejar que los votantes decidan si debe entrar en vigor legalmente. Animo a todos los que puedan firmar la petición.
Aunque esta ordenanza afecta a la ciudad de Lincoln, tiene efectos sobre los ciudadanos de todo el estado. Al ser la capital del estado, la sede de la Universidad de Nebraska-Lincoln y la segunda ciudad más grande de Nebraska, muchos viajan a la Ciudad de las Estrellas durante todo el año. Pero, no sólo eso, también existe la posibilidad de que nos encontremos en una pendiente resbaladiza. Si se promulga una mala política como la Ordenanza de Equidad en la ciudad de Lincoln, es probable que los políticos de otros municipios de Nebraska traten de imponer ordenanzas similares.
La felicidad y la santidad humanas se basan en una sólida antropología cristiana que reconoce la verdadera dignidad de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Y el don de nuestra sexualidad humana se vive en toda su belleza y esplendor en el santo santuario del matrimonio, un matrimonio abierto a la nueva vida humana.
Jesús dijo: «la verdad os hará libres» (Juan 8:32). Las palabras de Cristo a sus discípulos llaman a los cristianos de todas las épocas a abrazar la verdad de lo que somos. Estamos llamados no sólo a vivir estas verdades en nuestras parroquias y hogares, sino también a vivirlas en la plaza pública por el bien común.
+ James Conley, obispo de Lincoln
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