Las amistades peligrosas de la Santa Sede.

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De las cosas que más teme un periodista del siglo XXI destaca la de hacerse merecedor de la etiqueta de ‘conspiranoico’. Hace tiempo que se decretó que sospechar que las cosas no son lo que se dice oficialmente de ellas, que haya decisiones de peso que se tomen al margen de los conductos institucionales apropiados, es una forma de enfermedad mental y que todo lo que salga de la pluma o de la boca del afectado debe descartarse sin ceremonia ni argumento.

Pero nos lo están poniendo muy difícil, y el nuevo Consejo para un Capitalismo Inclusivo es el ejemplo más reciente: prácticamente es una lista de las fundaciones y empresas que aparecen en todas las teorías de la conspiración que se precien, y la influencia en la transformación ideológica de nuestro mundo de algunas de ellas es, sencillamente, innegable.

La Fundación Rockefeller, por ejemplo, financió en 1927 la creación del Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia en Berlín. Su director era Eugen Fischer, un antropólogo racial miembro del Partido Nazi al que luego Hitler nombró miembro del claustro de la Universidad de Berlín.

Hitler reconoció en su día que se había inspirado en las prácticas eugenésicas de varios estados norteamericanos que impulsó la Fundación Rockefeller, que financió las investigaciones de Otmar Freiherr von Verschuer, segundo director del Instituto Kaiser y fundador del Instituto de Herencia Biológica e Higiene Racial de la Universidad de Frankfurt y maestro del famoso Josef Mengele, que realizó sus criminales trabajos con hermanos siameses o mellizos en Auschwitz. Las relaciones de la Fundación Rockefeller antes de la II Guerra Mundial con los nazis están más que documentadas y su ayuda también.

La victoria aliada hizo que la fundación cambiara de lenguaje y de alineamiento político expreso, pero no de ideas básicas. El informe de la Comisión Rockefeller de 1972 sugiere impulsar la despenalización del aborto para un mejor aprovechamiento de los recursos estratégicos del mundo, siguiendo las recomendaciones del Population Council (Consejo de la Población) fundado en 1952 por John D. Rockefeller III, las ideas de La bomba demográfica (1968) de Paul Ehrlich y de Los Límites del Crecimiento del poderoso y elitista Club de Roma de 1972.

Hoy, la promoción del aborto, del feminismo radical y de la teoría de género puede rastrearse sin dificultad hasta fundaciones como la Open Society de George Soros, la Fundación Rockefeller, la Fundación Ford o la Fundación Hewlett Packard.

Lo más sorprendente de esta extraña alianza pergeñada por el Vaticano es que muchos, sino todos, estos ‘guardianes del capitalismo inclusivo’ son inclusivos solo en el sentido de hacer desaparecer a los que queden fuera, a través del aborto o la esterilidad masiva.

Con información de InfoVaticana/Carlos Esteban

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