En el evangelio de este domingo, Jesús propone a sus oyentes la parábola del hijo pródigo. Hay quienes dicen que debería llamarse la parábola del padre pródigo porque se muestra pródigo en bondad, porque lo que nos muestra es un padre que ama profundamente a su hijo y ese amor lo lleva a comprenderlo, perdonarlo y restablecerlo nuevamente en su casa como a hijo, pese a que se había equivocado gravemente. Lo primero que llama la atención es que el padre muestra su amor al hijo menor respetando su libertad.
Este le pide la herencia, como si el padre ya estuviera muerto, y decide irse lejos de casa y de su padre. El padre pudo haberse ofendido y negado a dar la herencia a un hijo inconsciente e irresponsable, pero no lo hace. Es más, ni siquiera busca frenar su locura. Le da parte de la herencia que le corresponde y lo deja ir.
El hijo menor despilfarra los bienes de su padre, se rodea de falsos amigos y malas mujeres y entra en una decandencia inimaginable. Termina cuidando cerdos y anhelando comer el alimento de los animales.
Podemos imaginar el horror de los oyentes de Jesús, tomando en cuenta que para el pueblo judío, el cerdo era un animal abominable cuya carne hasta el día de hoy sigue estando prohibida para ellos. Los cerdos viven mejor que el hijo rebelde, comen mejor que él, ha caído hasta lo más hondo. Es la consecuencia de haberse alejado del amor y la protección de su padre.
El hijo se pone a reflexionar en el fondo que ha tocado, en la situación tan desesperada e indigna en la que vive y se pone a pensar que, incluso, los empleados de su padre viven mucho mejor que él. Así que decide volver, pedirle perdón, esperando que sea recibido no ya como un hijo, sino como un empleado.
El padre da la impresión que todos los días salía a ver el camino con la esperanza de que su hijo regresara. Así que cuando lo ve venir, corre a su encuentro. No escucha las excusas que le presenta y manda inmediatamente a vestirlo y calzarlo, es decir, le devuelve su dignidad de hijo. No lo castiga tratándolo como a un criado para que aprendiese la lección, sino que lo recibe como a un hijo amado, como si nunca se hubiera ido de la casa. Es más, manda a hacer una fiesta y dice: “Porque este estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Con esta parábola, Jesús te quiere hacer entender que Dios ante todo es un Padre lleno de amor y de misericordia. Respeta tu libertad, no te niega sus bienes, y aunque tú te alejes de Él y malgastes tu vida en el pecado, a Él le basta que reconozcas tu pecado, que te arrepientas, que emprendas el camino de regreso, para que salga corriendo a abrazarte y a darte su perdón y a devolverte tu dignidad de hijo de Dios.
Feliz domingo, Dios te bendiga.