La Navidad, el origen de nuestra civilización.

Gladium
Gladium

Se acerca una de las fechas mas importantes para la civilización occidental y ni que decir para los cristianos: la conmemoración del Nacimiento de Jesucristo.

«Nativitas», «nacimiento» en español, castellanizado en español como Navidad, no es solo una celebración religiosa o como actualmente se acostumbra, una fiesta donde salen a relucir fiestas ostentosas y fastuosas, con gente despilfarrando dinero y recordando momentos bonitos. No, no es así.

Ese acontecimiento -histórico, y por lo tanto comprobable-, significó no solo la llegada de la Salvación al mundo, sino también, el inicio de un grandioso bagaje cultural que hoy disfrutamos y no solo por lo mencionado arriba; pónganse a pensar un momento, Roma, Atenas, Moscú, Paris, Madrid, Toledo, siendo estas dos últimas de capital importancia para el futuro de nuestro continente, todas las grandes ciudades tienen una herencia cristiana imborrable, su esplendor no ha llegado ahora con toda la tecnología, sino cuando, por amor a la Verdad, han levantado con sus propias manos monumentos que le recuerden a través del tiempo la magnificencia de un Dios al que ahora repudian.

Repudio en forma de adorar dioses paganos, desde nórdicos, celtas, romanos y precolombinos, creyendo que rechazando su nacimiento se muestran como los mas avanzados pensadores y mente abierta, progresistas.

Hace no mucho en un acto cívico, celebrado en la capital de España, Madrid, uno de los expositores fue objeto de burlas, por decir que con el nacimiento de Cristo había iniciado nuestra civilización, ¿Dónde estuvo la mentira en sus dichos? Por mucho que se considere a los sumerios como el primer grupo organizado y civilizado y a los fenicios como los creadores de la escritura son intentos vanos para desacreditar que el hecho mas trascendental de la historia sucedió en un humilde pesebre, sin lujos, cubierto de paja y con el calor de animales que consideramos insignificantes, y sin el cual ninguno que se considere cristiano, estaría aquí.

No puedo, sin embargo, olvidarme de los cristianos de oriente, entendedores, con mayor vehemencia incluso, que muchos de nosotros cristianos latinos, miembros con pleno derecho de esta herencia civilizadora.

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