Hacia los altares, primer obispo de Michoacán (México): un político utópico pero eficaz.

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El Papa Francisco ha confirmado las virtudes en grado heroico de Vasco de Quiroga, jurista y diplomático español que llegó a México en 1531 con unos 50 años de edad para combatir abusos y corrupción y después fue nombrado obispo de Michoacán. Ya sólo se necesita confirmar un milagro por su intercesión para que sea declarado beato.

Hombre culto y con iniciativa, lector de Utopía de Santo Tomás Moro, puso en marcha su propia utopía, los pueblos-hospital, donde los indios purépechas aprendían oficios artesanos y técnicas agrícolas y estaban protegidos después de haber sufrido los crueles abusos de un conquistador desaprensivo. El sistema funcionó bien durante su vida y algunos años más. Es un ejemplo notorio del catolicismo humanista, culto y evangelizador del siglo XVI, que en Michoacán se recuerda con numerosos homenajes.

El Papa Francisco ya lo alabó en 2016

El Papa Francisco visitó Morelia, la capital de Michoacán el 16 de febrero de 2016 y allí, ante 2.000 sacerdotes, consagrados y religiosas, les puso como ejemplo a seguir al político y misionero castellano. Francisco, de hecho, celebró la misa portando el báculo del obispo y usando el mismo cáliz que usó Tata Vasco, con sus casi 500 años de historia.

Hay que tener en cuenta que Francisco en sus viajes por países hispanos no suele hacer discursos a favor de misioneros españoles antiguos, con la excepción de San Junípero Serra en EEUU, y de José de Anchieta, jesuita como él, fundador de Sao Paulo en Brasil, a quien canonizó en 2014 y que fue uno de los patrones de la JMJ de 2013.

Francisco leyó fragmentos de las cartas de Vasco de Quiroga, que era un político y jurista de más de 50 años cuando lo nombraron sacerdote y obispo. «Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados. A mí, inútil y enteramente inhábil para la ejecución de tan grande empresa; a mí, que no sabía manejar el remo, me eligieron primer obispo de Michoacán», escribió en 1554.

Un mural en Pátzcuaro señala al obispo Vasco de Quiroga bajo la influencia de Santo Tomás Moro y su «utopía», que él puso en obra con las artesanías y ciencias en sus pueblos-hospital

El Papa lo recordó como «Tata Vasco, ‘el español que se hizo indio’. La realidad que vivían los indios purépechas descritos por él como «vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos», lejos de llevarlo a la tentación y de la acedia de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de «respiro» ante esta realidad tan paralizante e injusta». Los indios le llamaban «Tata Vasco» («papá Vasco»).

El hombre que negociaba con los reyes moros

Vasco de Quiroga nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), quizá hacia 1480. Estudió leyes en Salamanca y en 1513 fue nombrado visitador de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. Después, fue a Orán, fortaleza española en el noroeste de Argelia, como juez. En 1526 negoció un tratado de paz con el sultán musulmán del reino de Tremecén, al noreste de Argelia.

La reina Isabel, esposa de Carlos V (Carlos I de España) buscaba un hombre incorruptible para poner orden en México, conquistada en 1521, y el obispo de Badajoz le recomendó enviar a Vasco de Quiroga, quien llegó allí en 1531. Nada más llegar, además de combatir la corrupción y los abusos, puso en marcha el pueblo-hospital de Santa Fe (en 1532), que funcionó bien y cuyo modelo copiaría muchas veces en Michoacán y también se extendería por Nuevo México. Vasco de Quiroga quiso mejorar en su trato con los nativos mexicas y estudió su idioma náhuatl.

Un pueblo-hospital estaba poblado por indios y contaba con una iglesia (a cargo de misioneros agustinos primero, clero secular después), edificios para servicios médicos, cocina comunitaria, casas para solteros, casas para solteras y hogares para familias. Tenía también talleres para enseñar técnicas de forjado, trabajo del cuero, cerámicas, agricultura… Eran comunidades solidarias y también centros de transferencia de tecnología. Tenían mucha autonomía respecto a las autoridades virreinales y un tratamiento fiscal especial.

Un tebeo de 1959 dedicado al obispo defensor de los indios

La conquista de Michoacán fue casi incruenta

Michoacán, el país de los purépechas, era independiente y enemigo de los aztecas. Hablaban una lengua completamente distinta e incluso manejaban algunos metales, con los que hacían armas. Eso les daba cierta superioridad sobre sus agresivos vecinos aztecas que sólo usaban madera, piedra y obsidiana. Los aztecas, desesperados, les habían llegado a pedir una alianza contra los españoles, pero ellos no quisieron implicarse.

La conquista de Michoacán en sí fue casi incruenta, solo murieron prisioneros purépechas sacrificados a los dioses. Sucedió en 1522, un año después de caer el Imperio Azteca, cuando uno de los hombres de Cortés, Cristóbal de Olid, con 70 jinetes y 200 infantes avanzó hacia ese reino que todos consideraban rico por sus telas y artesanías.

El Caltzoncí (rey purépecha) envió a su hermano con un ejército para atacarles. No se derramó sangre, porque en cuanto los españoles dispararon al aire los indios se dispersaron aterrados y los españoles capturaron al hermano del rey. Algunos indios aliados de los españoles empezaron a saquear y quemar espacios de los purépechas y Olid hizo ahorcar a dos para demostrar que no toleraría el saqueo. Después envió al hermano del rey a la capital purépecha a convencerle de que no valía la pena combatir. El rey huyó con sus hijos y mujeres y los sacerdotes sacrificaron 800 cautivos a la diosa Xaratanga para que les librase de los españoles.

Olid llegó a la capital, destrozó los altares y estatuas de los dioses y tomó los templos como aposentos. Los indios vieron claramente que sus dioses eran incapaces de hacer nada. Olid prohibió cualquier saqueo contra la población, y sólo hizo saquear los templos y las tumbas de los reyes. Pidió a los purépechas un tributo y le entregaron 30 cofres de plata y 20 de oro, además de mosaicos de plumas. Luego colocó un rey amistoso en el trono.

Un conquistador cruel rompió la paz con los indios amigos

Michoacán mantuvo paz y buena relación con los españoles 7 años, hasta que llegó el cruel y avaricioso Nuño de Guzmán, enviado desde España para limitar el poder de Cortés. Llegó a Michoacán en 1529 y el rey purépecha, Tangáxoan II, lo recibió con regalos, provisiones y guerreros, como aliado que era. Nuño de Guzmán respondió a su hospitalidad haciéndole torturar y ejecutar y saqueando el país purépecha y otros muchos de México (saqueaba y esclavizaba también a otros aliados de siempre de los españoles, como los tlaxcaltecas).

Ya por esta época las enfermedades diezmaban a la población india. Fue un desastre y muchos pueblos se alzaron en rebelión. La Corona tardó en actuar pero terminaría interviniendo, le quitó a Nuño de Guzmán el gobierno de la provincia por sus crímenes y lo envió encadenado a España. El historiador franciscano Antonio Tello (1567-1653) escribió que Nuño de Guzmán murió prisionero y desgraciado en Torrejón de Velasco en 1544, pero por su testamento (que se puede leer aquí) sabemos que murió en 1558 en Valladolid, libre y orgulloso, aunque con poco dinero y reclamándole riquezas e indios al Rey y presumiendo de conquistar para él 20 provincias.

Sanar heridas con iglesias, hospitales y talleres

Vasco de Quiroga llegó a la atribulada Michoacán como visitador (inspector de la Corona) en 1533, cuatro años después del desastroso paso de Nuño de Guzmán. En 1537 el emperador Carlos V le hizo nombrar obispo y le encomendó la región. Rápidamente recibió las órdenes menores y mayores, fue ordenado sacerdote y en diciembre de 1538 fue consagrado obispo por el obispo Zumárraga, en México. Enseguida partió a Michoacán, donde multiplicó sus pueblos-hospital entre una población muy golpeada por enfermedades y el desánimo, buscando sanar aquellas almas y tierras quemadas por el maltrato.

Vasco de Quiroga se dirigió a los purépechas hablándoles de sus intenciones y de su experiencia ya de 3 años en territorio mexica. Uno de sus documentos recoge sus palabras hacia ellos. «Solamente tengo amor y afecto para con la nación indígena. Los mexicanos que vienen en mi compañía pueden testificar de esto y deciros cómo miles de personas viven en la actualidad felices en poblaciones que yo he edificado para ellos. Lo que hice en Santa Fe, deseo hacerlo aquí también. Pero necesito vuestra cooperación. Vuestra práctica de tomar varias esposas debe desaparecer. Debéis aprender a vivir felices con una sola mujer que os sea fiel, de la misma manera que vosotros le seáis fieles a ella. Debéis también renunciar a vuestros ídolos y adorar al único verdadero Dios. Esas informes masas que vosotros habéis fabricado con vuestras propias manos no pueden protegeros. No pueden protegerse ni a sí mismas. Traédmelas, de manera que yo pueda destruirlas y al mismo tiempo libertaros de las cadenas con que el demonio, príncipe de la mentira, os tiene atados» [R. Aguayo Spencer, Don Vasco de Quiroga. Documentos 46-47: +Callens 63-65).]

Enseñó a las comunidades y pueblos hospital a trabajar con lacas, cueros, cobre, herrería, alfarería, tejidos, bateas… Introdujo el cultivo del plátano en la zona e impulsó la creación de la actividad ganadera de la región con ganado equino, porcino y lanar.

Años después de su muerte, su sucesor el obispo Juan de Medina afirmaba que apenas había en la región una villa con veinte o treinta casas que no contara con su hospital. Murió rodeado del amor de los michoacanos y la admiración de muchos eclesiásticos y gobernantes, en 1565, en Pátzcuaro, donde descansan sus restos en la basílica de Nuestra Señora de la Salud.

En la basílica de Pátzcuaro velan junto a los restos mortales del ya venerable Vasco de Quiroga, jurista, obispo, humanista, emprendedor

Con información de Religión en Libertad/Pablo J. Ginés

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