De las conversaciones de Su Santidad con el anciano comunista ateo Eugenio Scalfari, fundador del diario La Repubblica, han derivado graves malentendidos escandalosos para muchos fieles. Pero Francisco sigue recurriendo a su viejo amigo.
“Ayer por la mañana recibí una llamada telefónica que fue preciosa y conmovedora para mí: la de Su Santidad el Papa Francisco, de quien en realidad soy amigo (suponiendo que esta palabra pueda usarse frente a Su Santidad)”, escribe Scalfari en su columna habitual en el dominical de La Repubblica.
“Todavía estoy conmovido por esta conversación telefónica y espero que Su Santidad y yo podamos encontrarnos como hasta hace poco tiempo era casi con regularidad. Doy noticia de lo sucedido porque el Papa Francisco fue y sigue siendo una personalidad que lleva consigo la importancia de la criatura humana cualquiera que sea su religión y moralidad”.
Esta vez, sin embargo, el anciano periodista se ha abstenido en su última columna -titulada “El Papa Francisco y el descubrimiento del Yo”- de entrar en detalles sobre el contenido de la conversación, lo que es muy de agradecer y podría indicar que alguien en el Vaticano le ha recomendado una prudencia de la que ha carecido en demasiadas ocasiones. No es improbable que la llamada de Su Santidad sea una de agradecimiento, por un reciente artículo en el que Scalfari defendió la persona y la posición de Francisco.
En estas páginas hemos glosado abundantemente lo que podríamos llamar ‘el misterio Scalfari’, que tanto ha contribuido a la confusión de los fieles. Y el misterio sería por qué Su Santidad mantiene unas conversaciones ‘privadas’ que nunca lo son y cuya ‘reinterpretación’ por el viejo comunista es el quebradero de la comunicación vaticana. Porque Francisco no es un particular, sino el Vicario de Cristo, y Scalfari ya en las primeras entrevistas hizo decir al Santo Padre palabras que hubo que matizar, aunque no fuera el propio Francisco quien se ocupara de ello, sino la sufrida sala de prensa.
Sin embargo, hace tiempo que se cruzó un Rubicón definitivo, cuando Scalfari puso en boca de Francisco una gravísima herejía, la herejía kenótica, según la cual la Divinidad de Cristo le habría abandonado durante su paso por la tierra, donde sería un mero hombre, para reasumirse en la Resurrección.
Lógicamente el revuelo causado entre los católicos fue mayúsculo. Resultaba extraño que el Papa mantuviera tan estrecha amistad con un hombre capaz de mentir en algo tan grave y dejarle así como un hereje ante millones de fieles, y el desmentido de la sala de prensa, extrañamente tibio y vago, no contribuyó del todo a serenar el ambiente. Venía a decir que el Papa no había dicho exactamente eso, pero nos quedamos sin saber qué había dicho, entonces. Su Santidad no hizo la menor referencia, en un sentido u en otro.
Con información de InfoVaticana/Carlos Estaban