El Covid ha permitido redescubrir el valor de la oración, el rol de la Iglesia y la importancia del pastor en la comunidad. Hay que hacer algo más que las celebraciones online para estar cerca de los necesitados. El patriarca, ocho obispos y 60 sacerdotes se reunieron en Ankawa para un primer retiro espiritual en este tiempo marcado por el coronavirus. En la emergencia, toca “recuperar la belleza de compartir”.
La crisis provocada por el Covid “ha permitido redescubrir el valor de la oración, el rol de la Iglesia y la importancia de los sacerdotes y consagrados”, que deben hacer algo más que celebraciones online “para estar cerca de la personas, de un modo material y espiritual”. Es el testimonio que confía a AsiaNews el padre Samir Youssef, párroco de Enishke, en la diócesis de Amadiya (en el Kurdistán iraquí). En estos días, el sacerdote se unió al patriarca caldeo, a ocho obispos y 60 sacerdotes para participar de un retiro espiritual en Ankawa, un suburbio cristiano en las afueras de Erbil. La cita anual se canceló en 2020 a causa de la pandemia, pero “esta vez quisimos celebrarlo, para profundizar en la espiritualidad y el valor del cuerpo sacerdotal como signo de la belleza de Dios”.
El retiro espiritual de la Iglesia caldea comenzó el 19 de julio y concluye mañana. “Es el primer retiro desde que comenzó la emergencia sanitaria”, subraya el padre Samir. “Y todavía se ven las dificultades: cuatro sacerdotes no pudieron participar porque dieron positivo al coronavirus”. Los temas que aborda el encuentro son la oración y la vida espiritual, la santidad en medio de las dificultades de la sociedad contemporánea y el rol del pastor en una comunidad azotada, herida y sobre todo “atemorizada” por la pandemia de Covid.
“Todos nos hicimos un test antes de reunirnos, para ver si había contagiados. El virus ha puesto de manifiesto la fragilidad del cuerpo y, una vez que se termine la emergencia, el mundo ya no será como antes. Hoy en día vemos que cuesta animar a las personas a que retomen la vida, a superar el miedo de la enfermedad, la muerte y la parálisis que provoca el coronavirus”. Cuesta también lidiar con las medidas para hacerle frente, comenzando por el confinamiento, los cierres, la enseñanza remota y el distanciamiento social.
Para el sacerdote, lo más importante de este retiro espiritual es que “a pesar de la pandemia, no debemos tener miedo de encontrarnos” para confrontar, discutir y entender “cómo estar cerca de los fieles; no solo online, sino también acompañándolos con solidaridad y confianza de un modo concreto”. En todas partes “vemos las guerras, el hambre, que faltan los medicamentos, como sucede en el Líbano, la pandemia”, pero “con el ojo del corazón, tenemos que hallar la belleza, como decía San Efrén”.
Las palabras del sacerdote no son frases retóricas, sino que surgen de la experiencia de haber compartido la vida en todos estos años plagados de dificultades. Él es uno de los beneficiarios de la campaña de AsiaNews y la Fundación PIME “Adopta un cristiano de Mosul”, lanzada inmediatamente después del ascenso de los milicianos del Estado Islámico (EI, ex ISIS) en el norte de Irak, del 2014 al 2015. Esta iniciativa logró sostener a miles de familias durante todos estos años y continúa dando frutos. Cabe mencionar que aunque el movimiento yihadista fue derrotado en el plano militar, todavía hay células de combatientes activas en el territorio, como demuestra el atentado ocurrido en Bagdad a principios de esta semana.
“Debemos recuperar la belleza de compartir, de ayudarse -subraya el padre Samir-, como hicimos con los refugiados cristianos, musulmanes, yazidíes y sabeos que huían de Mosul y de la Llanura de Nínive. Esto nos permite entender que somos un solo cuerpo y cuando una parte está en dificultades, todos somos llamados a ayudarnos”. “La alegría cristiana no está solamente en recibir”, agrega, “sino también y sobre todo en dar”. La pandemia ha mostrado el rostro más feo de la humanidad, el interés personal, el egoísmo, pero también ha revelado una unidad de propósitos para salir de la crisis”.
El padre Samir cuenta que viajó a Erbil para participar en el retiro después de pasar dos años en los pueblos y las montañas del Kurdistán: «Hay mucho miedo, pero tenemos que trabajar en esto». Al describir su comunidad, en la diócesis de Amadiya, señala el estigma de los bombardeos de la aviación turca contra las posiciones de los combatientes kurdos del PKK en las montañas del Kurdistán. Esto crea tensión y terror entre los habitantes de la zona. La nuestra es una zona turística», añade, «mucha gente de Bagdad y del sur viene a nuestras montañas en busca de verdor y aire fresco. Esto crea trabajo para los restaurantes y hoteles, pero los ataques están frenando las llegadas y la pandemia ha golpeado duramente una realidad que ya era difícil. Necesitamos ayuda del gobierno central, pero no llega. Mientras tanto, nosotros, como Iglesia, intentamos hacer lo que podemos, ya sea con comida o medicamentos.