La ideología transgénero que aprieta en estos momentos con gran fuerza el acelerador por todo el mundo necesita acabar con todo aquello que la deslegitima y deja en evidencia. La ciencia, en este caso la biología, va en dirección contraria a la idea de borrar los sexos, y por ello es ignorada.
Pero el objetivo de estos ideólogos va mucho más allá pues para intentar legitimar su ofensiva trans, incluso de manera masiva entre niños, necesitan desmantelar todo concepto e institución que muestre la realidad. Y la familia es un objetivo prioritario en este escenario, aunque en realidad es sólo uno más de los golpes que está recibiendo durante las últimas décadas.
Te puede interesar: La nueva primera ministra de Perú, proabortista y defensora de la ideología de género.
Sin embargo, la transformación social se pretende asentar por fuerza de ley. Y ya se está preparando el escenario para la marginación legal de madres, padres y familias.
Son numerosos los políticos e incluso gobiernos que se están sumando con entusiasmo a esta ideología y quieren imponer un “lenguaje inclusivo”, que no es otra cosa que borrar el lenguaje que expresa la realidad de las relaciones familiares como padre o madre, hermano y hermana, hijo o hija, marido, esposa, o yerno o nuera.
En España, el gobierno pretende, en este caso liderado por el partido Podemos, aprobar una ley trans que permitirá cambiar de sexo sin ningún tipo de informe y hormonar a menores de edad. Esto está provocando una guerra, aún incipiente, entre feministas clásicas y activistas LGTBI, de momento con la victoria de estos últimos. Lidia Falcón, veterana líder del Partido Feminista, ya ha sido víctima del rodillo trans, y ahora en redes sociales la también escritora feminista Lucía Etxeberría está siguiendo el mismo camino.
Kimberly Ells recuerda en Mercatornet lo que ya decía en la década de 1970 Shulamith Firestone: “Se ha hecho necesario liberar a la humanidad de la tiranía de la biología” y “eliminar la distinción de sexo en sí misma (de modo que) las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importen culturalmente”.
De este modo, la esencia de este mensaje que las manifestaciones masculinas y femeninas del cuerpo humano ya no deben ser reconocidas legalmente ni valoradas culturalmente. De hecho, durante las últimas décadas (especialmente esta última) se ha estado recorriendo este camino y ahora cada vez está más cerca el objetivo: una sociedad sin género.
La difamación del lenguaje que mantiene el género masculino y femenino en entornos públicos es un salto significativo hacia “liberar a la humanidad de la tiranía de su biología” y deshacer el significado del sexo biológico.
Ells señala igualmente que Firestone hizo una predicción asombrosa. Declaró con júbilo que cuando la biología fuera sometida y la «transexualidad» se convirtiera en la norma legal y cultural, «el vínculo de sangre de la madre con el hijo eventualmente se rompería» y seguiría la triunfal «desaparición de la maternidad». Y ella tenía razón. Los movimientos legales que rodean al movimiento transgénero están preparando el escenario para la marginación legal de madres, padres y familias por la fuerza de la ley.
De este modo, cuando las mujeres desaparecen legalmente también lo hacen las madres porque “madre” es una designación específica de sexo. Lo mismo ocurre con los padres. Si no hay dos sexos específicos y perceptibles que puedan ser reconocidos definitivamente por la ley, entonces se vuelve difícil definir o defender a las madres y los padres, junto con sus derechos parentales, todo ello en términos legales.
Y aquí se llega a otro punto fundamental. Si todo lo anterior se cumple, la pertenencia de los hijos a sus padres se cuestiona cada vez más, y ahí puede entrar el Estado para “custodiar” a esos menores quitando en la práctica a los padres la patria potestad.
Profundizando un poco más: cuando los lazos de los padres con sus hijos se oscurecen o debilitan se crea un entorno propicio para la intervención del gobierno y la revolución socialista-comunista. Por eso, el Manifiesto Comunista de Marx pedía abiertamente la «abolición de la familia».
«Destronar a la familia crea un vacío que puede y debe llenarse, aunque es imposible llenarlo adecuadamente. Si queremos evitar la destrucción de la familia y la dominación del estado que necesariamente sigue debemos resistir los esfuerzos para ‘eliminar’ el sexo biológico, explica Kimberly Ells, autora de varios libros profamilia y asesora de políticas de Family Watch International.
Este proceso de la abolición del sexo masculino y femenino se está acelerando en los últimos años, hasta llegar a una velocidad vertiginosa. La política no podría en sí misma producir estos cambios sin el bombardeo constante en el ámbito de la cultura y el entretenimiento. Series, películas, influencers, redes sociales y numerosos grupos subvencionados se encargan de allanar el camino sobre todo a los más vulnerables: los menores.
Ells insiste en que esta rebelión contra la anatomía no solo es trágica para los individuos que libran la guerra contra sus propios cuerpos, sino que también socava la unión inherente entre lo masculino y lo femenino que impulsa, equilibra e impulsa el mundo. Lo que comenzó disfrazándose como una reivindicación de una minoría sufriente resulta ser un edicto para la eliminación de la distinción sexual en sí misma, que a su vez erosiona a la familia, la cuna esencial de la humanidad. Y el lenguaje es un frente de batalla fundamental.
Con información de Religión en Libertad