Del 6 al 13 de septiembre, se celebra en Colombia la Semana por la Paz 2020, una movilización ciudadana cuyo objetivo es visibilizar el esfuerzo cotidiano de miles de personas que trabajan en la construcción y consolidación de la paz, y de iniciativas que dignifiquen la vida. Se realiza la primera semana de septiembre porque el día 9 de este mes, se celebra el Día de los Derechos Humanos en Colombia y el Día de San Pedro Claver.
Este año se cumplen 33 años de realizar de forma permanente y comprometida la Semana por la Paz, apoyando y visibilizando diversas iniciativas ciudadanas con acciones y mensajes acordes con el contexto y momento político del país, y fortaleciendo la conciencia social sobre la urgencia de construir en Colombia un proceso de paz plural, participativo, firme y duradero, con miras a la reconciliación nacional.
En una entrevista con Vatican News, el padre Fabián Ortega, delegado de Vida, Justicia y Paz de la Pastoral Social de la diócesis de Medellín, compartió sus expectativas para la Semana por la Paz de este año, y se refirió al proceso de diálogo y de paz que se está viviendo en Colombia en este tiempo.
¿En qué ha consistido la Semana por la paz de este año 2020? ¿Qué se quería lograr?
Este año 2020 nos hemos propuesto de visibilizar las iniciativas y compromisos ciudadano en la construcción de paz. Que se tejen desde diferentes territorios: a nivel personal, familiar, emocional, comunitario, escolar, social y ecológico. Y motivamos desde la pedagogía y la comunicación, una reflexión colectiva que afiance la territorialidad para la paz, reconociendo y evidenciando las dificultades y amenazas que se ciernen sobre la construcción de paz. En definitiva, queremos dar a conocer desde la base, desde el pueblo, como el hombre y la mujer están haciendo un trabajo artesanal por la paz. Empezando por la persona, porque todos sabemos que no damos lo que no tenemos, primero yo debo de tener en mi existencia una construcción de paz, que solamente me la da el perdón, y un perdón que nace de una experiencia de desarrollo de la compasión y de la misericordia por uno mismo, para poder luego dárselo al otro. Ese perdón me va a permitir, construir paz a nivel familiar, siendo testigo de cómo puedo mirar con otros ojos las situaciones de ofensas. Sabiendo que esa ofensa me quita el sentido de vida, me quita la sociabilidad, me quita la parte de la seguridad, y cuando yo experimento ese perdón, puedo hacer de mi vida familiar un oasis de paz. Esto también nos va a permitir vivir una reflexión donde con el otro voy a comunicarle esa experiencia de paz como reflejo de lo que vivo a nivel personal-familiar, y por ende lo voy a transmitir en la comunidad. Con esta forma de trabajar la experiencia de la paz territorial, vamos a ser “torres de luz” a nivel de la escuela, a nivel de la sociedad, a nivel del ambiente en que vivimos. Sabemos que la paz también tiene que ser por una defensa radical por la ecología. Y sabemos que la ecología es una prioridad en este momento de poder, como seres humanos, hacer la opción por ella. Necesitamos salvar la casa común, como la llama nuestro Papa Francisco.
¿Cómo se ha involucrado a los distintos sectores de la sociedad? Iglesia Católica y otras confesiones religiosas, jóvenes, adultos, académicos, agricultores, gobierno, excombatientes.
Los diferentes sectores de la sociedad se han involucrado a partir de cuatro aspectos: en construcción de la verdad, en trabajar desde la justicia restaurativa, en un pacto donde podamos juntos decir “no repetición” y poder tener un cuarto momento que es la celebración. ¿Cómo lo hemos logrado? A partir de tres aspectos: analizando qué sucedió, qué paso, la lógica de los hechos, es decir analizar el contexto. Luego miramos porqué sucedió, la lógica del sentido, poder mirar, las razones que llevaron a que ese hecho, el que haya sido, pueda contarse. Y luego viene un momento importante: qué se va a hacer. Qué vamos nosotros, de acá en adelante, a trabajar. De esa forma construimos una verdad juntos. Luego viene el momento de la justicia restaurativa, que el fin de esta justicia restaurativa es buscar que las víctimas se muevan más allá de la ira y de la incapacidad, que los ofensores también pueda reintegrarse a la sociedad y que la comunidad permita el reconocimiento público de lo sucedido a fin de facilitar una reparación integral. Nosotros trabajamos por restaurar la persona humana, eso nos va a permitir tener una paz duradera. Víctima, victimario y comunidad. Luego viene un momento del pacto, que es poder celebrar una “no repetición” de los hechos, y juntos con una simbología poder hacer ese pacto y poderlo cuidar y hacer memoria. Y viene un último momento, donde con los sectores de la sociedad podemos trabajar por esa cultura de paz y es vivir una memoria que era ingrata, por una grata. Esa memoria, es a partir de hechos significativos, con murales, con ceremonias de luz, con actos rituales, para que así nuestra comunidad pueda tener un referente de saber que la vida tiene que ser diferente, donde decimos un no rotundo a la guerra, y un sí rotundo a la paz.
¿Cómo hablar de paz y de esperanza en una sociedad con tantas desigualdades?
Nosotros creemos que llego la hora de educar a la paz. Y eso comienza desde la niñez desde la juventud, desde lo adultos y adultos mayores. O sea, le apostamos a una pedagogía para la paz. Y esa paz debe de partir de un perdón y un perdón que es manifestado como decisión personal. Por una compasión por una misericordia, la paz verdadera nace de una sanación y una sanación que nosotros desde nuestra Iglesia católica de Medellín, hemos hecho las apuestas por artesanos y artesanos que parten de algo sencillo que se construye en el día a día. Donde entendemos que el primer paso para perdonar es decir un no a la venganza, y es lo que llevamos en esta propuesta que llamamos de una manera maravillosa, artesanos del perdón, la reconciliación y la paz. Donde tomamos la decisión valiente de hacer el bien, en vez de hacer el mal. Esto es muy importante para poder construir paz, y hablar de paz, proponiendo este regalo inteligente del perdón. Recordemos que sin perdón no hay futuro. También construimos y hablamos de paz cuando optamos por una reconciliación, y una reconciliación que tiene como eje transversal el diálogo. El diálogo que nos permite encontrarnos, encontrarnos de nuevo con el otro. Después de que haya sanación, de que haya ese perdón de misericordia, de compasión por el verdugo, por el victimario, optamos por buscarlo para así poder entablar unas nuevas narrativas de lo sucedido. Ese diálogo manifestado en una escucha. Y un arte de escuchar qué paso con esa situación que nos ha dañado las relaciones. Un diálogo que nos permite desarrollar la empatía, una empatía donde le trabajamos a la emoción de la rabia, sabiendo que la rabia no es mala ni buena, sino como la canalizamos. Entonces construimos esa paz a partir de un diálogo desarrollando ese don de la empatía. Y esto nos va a permitir ir más allá, mirar más allá, porque gracias al perdón, sabemos que no es olvidar sino mirar con otros ojos lo que sucedió. Y eso nos permite vivir una paz duradera. Cómo desarrollamos también la esperanza, sabiendo que Dios, a partir de todas estas situaciones que vivimos tan tristes, Él nos dice, “yo estoy con ustedes”. Y eso lo que nosotros llevamos con esta propuesta del perdón, la reconciliación y la paz. Vemos cómo se transforman personas, cómo se transforman comunidades cuando desarrollamos las entrañas de mirar más allá de esa ofensa que destruye. Necesitamos con la gracia de Dios decir “sí se puede construir una sociedad con una justicia” y una justicia donde todos trabajemos por la dignidad de la persona humana. La dignidad es el fin de una justicia donde todos podamos tener lo necesarios, y creo que cuando optamos por un perdón, una reconciliación, vamos a poder cortar esas brechas de injusticia social.
Los medios de comunicación han subrayado en los últimos días las masacres de jóvenes en zonas duramente golpeadas por la violencia. ¿Cuál es el mensaje de vida y esperanza que se quiere transmitir a los jóvenes hoy, a pesar de estos signos de muerte: violencias, discriminación, racismo, etc.?
Ante tantas masacres que estamos viendo en Colombia, llegó la hora de decirle a nuestros jóvenes que como Iglesia los acompañamos. Ellos son en este momento el presente, como el Papa Francisco nos lo ha planteado: los jóvenes son fundamental en esta sociedad. Y como Iglesia queremos seguir permitiendo y propiciando que ellos tengan un encuentro vivo con el Dios de la vida, a través de la persona de Jesús resucitado, para que le digamos un no rotundo a todos los enemigos de la construcción de paz. Estos jóvenes con su experiencia de trasformación vamos a seguir dando lo mejor desde sus actitudes y aptitudes para decir si se puede, de una manera radical. Queremos presentar a nuestra juventud un llamado para que vivan permanentemente en ese don de ser protagonistas de impulsar y fortaleces con las comunidades esa propuesta de ser hombres y mujeres que tienen un don para poder hacer puentes, un don donde puedan ellos levantar su voz y decir que ellos quieren vida y vida dignamente, diciendo un no a la droga, un no al alcohol, un no a las armas, un no rotundo a la violencia. Nuestros jóvenes debemos de acompañarlos para que sigan siendo agentes de pastoral, y una pastoral encarnada en el territorio, ellos tienen esa capacidad de mirar más allá, de esa irracionalidad de la violencia y poder entender que llegó la hora de desarrollar el cerebro de la racionalidad, del respeto profundo por el don más sagrado que es la vida. Con nuestros jóvenes debemos de seguir fortaleciendo permanentemente esos espacios donde ellos participen, donde puedan opinar, donde puedan ser críticos, donde puedan dar ideas, sugerencias. Nuestros jóvenes son la esperanza de una Iglesia, de una sociedad, cuando permitimos que con sus nuevas alternativas, con sus nuevos pensamientos, con sus nuevas reflexiones, hagamos una sociedad democrática. Con sus conflictos y todo, hay que trabajar para que juntos aprendamos de ellos y poder hacer de la vida una vida llevadera. Creo que la juventud con las ayudas tecnológicas que hoy existen nos pueden permitir que vayamos más allá de tantas situaciones que nos llevan a vivir un escepticismo, un pesimismo. Hay que aprovechar las redes sociales, las TIC’s, para que ellos con su creatividad, pueda ser los grandes protagonistas de valores como la verdad, la justicia, el amor, la libertad.