Celebraciones importantes

2Reyes 5,14-17 | Salmo 97 | 2Timoteo 2,8-13 | Lucas 17,11-19

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El mes de octubre recoge celebraciones de gran importancia para los católicos. Todo el mes mantiene un carácter mariano y misionero acentuado por la devoción del Santo Rosario. Al comienzo del mes resaltan las celebraciones de santa Teresa de Lisieux, monja carmelita, que muere muy joven, pero es proclamada doctora de la Iglesia y patrona de las misiones, habiendo pasado toda su vida en clausura. El día dos de este mes recordamos a los Ángeles Custodios, que pertenecen al noveno coro angélico y son los Ángeles más cercanos a nosotros, constituyéndose en verdaderos hermanos espirituales con la tarea de ayudarnos a la salvación. El día tres celebramos a san Francisco de Borja, que fue el tercer superior general de la Compañía de JESÚS, después del fundador san Ignacio de Loyola y san Diego Laínez. Otro gigante de la historia de la Iglesia es san Francisco de Asís, que dio origen a una de las ramas más fecundas de la espiritualidad dentro de la Iglesia hasta hoy. Desde el siglo trece hasta nuestros días no han dejado de surgir formas de vida religiosa cristiana inspiradas en el carisma dado por el ESPÍRITU SANTO a san Francisco. El día cinco se celebra a santa Faustina Kowalska, que muere con treinta y tres años y es la difusora más importante de la Divina Misericordia para nuestros tiempos. El día siete de este mes celebramos a la santísima VIRGEN MARÍA, en la advocación de nuestra Señora del Rosario, establecida por san Pío V con motivo de la victoria sobre los turcos en mil quinientos setenta y uno. La Virgen del Rosario estuvo apareciéndose en Fátima los días trece de cada mes, desde mayo hasta octubre, a los tres niños, Lucia, Jacinta y Francisco. El día trece de este mes de octubre se celebra y recuerda el ciento cinco aniversario del milagro del sol presenciado por sesenta mil personas con numerosas conversiones y curaciones, en el sitio que ocupa hoy la capilla de la VIRGEN y la gran explanada con sus basílicas. El día doce de este mes los hispanos de forma especial, los que formamos parte de la Iberosfera, celebramos el Día de la Hispanidad como recuerdo especial de la llegada de los españoles a América con Cristóbal Colón al frente. La Fiesta de la Hispanidad está vinculada a la VIRGEN en su advocación del Pilar de Zaragoza, pues la Fe Católica trasladada al continente americano por los españoles hunde sus raíces en la manifestación de la VIRGEN MARÍA al apóstol Santiago en Zaragoza. Pese a los embates del secularismo España sigue siendo una tierra con raíces y tradiciones marianas, lo mismo que sucede con los países hispanos. Otras celebraciones de importancia están presentes en este mes de octubre, tan sólo insistir en el carácter misionero que se le ha otorgado a este mes eminentemente mariano.

El Santo Rosario

Nuestra SEÑORA del Rosario se aparece en Fátima a los niños durante seis meses, de mayo a octubre. Como en otras apariciones, encarece la VIRGEN el rezo del Santo Rosario para conseguir la paz en el mundo. No sólo la paz, sino otras gracias del Cielo dependen del estado de oración en el que nos encontremos. La repetición del rezo del Santo Rosario tiene como función crear un estado de oración, que actúe de protección o escudo espiritual. El Padrenuestro y el Avemaría ejercen sus vertiente intercesora y de petición, pues los cristianos como bautizados poseemos el carácter profético y sacerdotal, por el que elevamos oraciones pidiendo por el conjunto de la humanidad incluidos los hermanos difuntos. El Avemaría, repetido cincuenta veces en cada una de las partes del Santo Rosario, nos recuerda y traslada al acontecimiento inicial de la Redención de la humanidad: la Encarnación del VERBO. Las palabras del Arcángel san Gabriel y de santa Isabel, la madre de Juan Bautista, se juntan para reconocer algunas verdades fundamentales que acreditan de forma especial a la santísima VIRGEN MARÍA y nos devuelve la conciencia de la importancia del instante en el que el VERBO cambió para siempre la condición humana y la transformó en cristiana. Los gentiles, que nunca oyeron hablar de estas cosas están llamados desde toda la eternidad a ser hijos de DIOS (Cf. Ef 1,5); y esta nueva condición es posible por JESUCRISTO. Pronto comenzó a forjarse la respuesta de la Iglesia evocando a MARÍA como MADRE de DIOS, de acuerdo con el concilio de Éfeso (431). La maternidad virginal de MARÍA forma parte del misterio mismo de la Encarnación, por el que el VERBO eterno, el HIJO de DIOS, entra en el mundo y toma su humanidad en el seno de la VIRGEN MARÍA incorporándola a su condición de VERBO eterno. Estamos de nuevo ante el MISTERIO que se resiste a dar más explicaciones, y mucho menos cuando alguien se planta delante en modo exigente y reivindicativo. La VIERGEN MARÍA es la MADRE no sólo de JESÚS, el HIJO de DIOS, sino de todos los que vamos siendo incorporados al Cuerpo Místico de CRISTO por el Bautismo. Por eso nosotros al decir, “santa MARÍA MADRE de DIOS”, a renglón seguido nos viene como consecuencia confesar que también es “MADRE nuestra” con la ratificación solemne de esta maternidad a los pies de la Cruz por parte de JESÚS: “hijo, ahí tienes a tu MADRE; y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Cf. Jn 19,27). La morada personal es la interioridad espiritual de la que todo cristiano dispone por obra y Gracia del ESPÍRITU SANTO que nos la crea. La presencia espiritual de la VIRGEN MARÍA es un don del ESPÍRITU SANTO como otros de los que disponemos para el crecimiento cristiano. Pedimos en esta segunda parte del Avemaría la intercesión por nosotros de la MADRE en esos instantes y en el momento de nuestra muerte. La propaganda de la ingeniería social habla de “muerte digna”, y en ningún caso de “muerte cristiana”. Los bautizados deberíamos preocuparnos algo de lo que va a suceder en los instante siguientes después de abandonar este mundo tras la muerte. Cincuenta veces nombramos a la muerte en el rezo del Santo Rosario. Es bueno recordarlo, porque la repetición que tiene sus bondades, también ofrece sus inconvenientes, y uno de ellos es convertir la oración repetida en algo mecánico sin atención ni corazón. El recuerdo cristiano de la muerte no es para crear melancolía a nadie, sino que nos pone delante la gran verdad de nuestra fragilidad y caducidad. Para ese momento inicial en el que nuestra alma deja el cuerpo para revestirse de una nueva condición gloriosa, pedimos en el Santo Rosario con insistencia, que la VIRGEN interceda por nosotros ante su HIJO y ante el PADRE. El evangelio de san Juan inicia su desarrollo con la intervención intercesora de MARÍA: “no tienen vino” (Cf. Jn 2,3 ). La conversión del agua en vino es la señal que reciben los primeros discípulos para seguir al MAESTRO: “JESÚS manifestó su gloria y creció la Fe de sus discípulos en ÉL” (Cf. Jn 2,11). No se puede anular el papel intercesor de la santísima VIRGEN MARÍA, pues tiene un lugar singular en la Salvación de los hombres por JESUCRISTO. El paso de este mundo al otro es un momento de Juicio, aunque la palabra no nos guste, pero es inevitable, y toda ayuda e intercesión válidas serán necesarias. Sin máscaras deberemos enfrentarnos a lo que fue nuestra vida para iniciar con solvencia la que DIOS nos ofrece. Desde este lado de la existencia se abre un horizonte de misterio insondable y ante este misterio el SEÑOR y la VIRGEN nos reiteran que tengamos confianza en ellos para esos momentos. La indefensión al nacer es total, y lo mismo ocurre al morir: sólo nos queda confiar. El Santo Rosario es la oración para crear el estado espiritual adecuado, por el que ahora en el presente nos sentimos en la presencia protectora de la santísima VIRGEN MARÍA. Si esta experiencia se produce con cierta frecuencia, ganaremos en confianza y se irá perdiendo el miedo a la muerte. Como reza el prefacio de la Misa de Difuntos: “la vida de los que en ti creemos no termina, se transforma”.

Naamán el sirio

El episodio de Naamán el sirio ocupa la primera lectura de este domingo, en el que seguimos abundando en la virtud teologal de la Fe. Naamán no alcanza todavía el contenido de la Fe cristiana, pero es mencionado por el propio JESÚS en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, recién comenzado su ministerio público: “muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero a ninguno de ellos fue enviado, más que a Naamán el sirio” (Cf. Lc 4,27). Eliseo ofrece algunos rasgos que anticipan a JESÚS el CRISTO. El segundo libro de los Reyes recoge numerosos signos realizados por el profeta Eliseo en número mayor que el propio Elías, del que Eliseo fue discípulo. Uno de esos signos fue la curación de Naamán afectado de lepra u otra enfermedad de la piel, que la identificaban con esa dolencia incurable en aquella época y altamente contagiosa. La lepra era una sentencia de muerte que se iba ejecutando lentamente de modo visible. Naamán hace caso de una muchacha judía tomada como prisionera y convertida en sirvienta, que comenta a la mujer de Naamán la existencia de un profeta en Israel, que podía llevar a término la curación del general sirio.

Entrevista con el rey 

Naamán consulta con el rey las noticias de la criada judía, y el rey de Asiria apoya la visita al profeta de Israel, que pone a disposición de su general, diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez vestidos nuevos, con una carta para el rey de Israel, que puede coincidir con el reinado de Joram (Cf. 2Re 5,4-5). Nos encontramos de nuevo ante el efecto producido por los signos proféticos auténticos. Es verdad que la salud del general se encuentra afectada de una enfermedad mortal precedida de un periodo de exclusión social, pues los leprosos tenían que permanecer aislados del resto de los familiares y vecinos. El rey de Asiria da muestras de un especial aprecio por aquel militar y lo provisiona de unos presentes de gran valor para entregar al hombre de DIOS. El rey de Asiria pensaba que Eliseo era como cualquiera de los curanderos y adivinos de su reino, que se movían por dinero. La cantidad en oro y plata con que provee a Naamán es una gran fortuna. Además el rey de Asiria escribirá al rey de Israel una carta personal, que tiene dos funciones principales: el general que acude a su reino va amigable y pacíficamente, y quiere expresarle de forma implícita la existencia de hombres grandes en su reino capaces de realizar obras extraordinarias. El rey de Israel cuando recibe la carta de manos de Naamán no lo entiende de esa forma y se rasga las vestiduras sintiéndose amenazado (Cf. 2Re 5,7). El rey de Israel no estaba a la altura de las circunstancias. El rey de Israel daba muestras de no reconocer a los verdaderos profetas que eran súbditos suyos. Como en otras ocasiones, los extranjeros daban mayor aprecio por lo que constituía el verdadero patrimonio espiritual de Israel. 

Eliseo interviene

Eliseo manda a decirle al rey: “¿no sabes que en Israel hay un profeta que puede curar al sirio Naamán? (Cf. 2Re 5,9). El rey Joram por un gran desconocimiento de DIOS y sus profetas creía que le estaban tramando un motivo para entrar en guerra y no se sentía capaz de enfrentarse a la potencia milita de Siria. Naamán es conducido hasta la casa de Eliseo, que por medio de un criado le indica a Naamán que baje al río Jordán para bañarse siete veces. Al general no le gustó aquella solución y estuvo movido a desobedecer la indicación de Eliseo y volver a su tierra, pues según él allí había mejores ríos. Fueron los acompañantes de Naamán los que consiguieron convencerle para cumplir lo que Eliseo había mandado. En otros lugares de la Escritura encontramos escenas similares donde la Fe sigue un proceso de purificación. Cuando parecía que se estaba a punto de resolver todo favorablemente aparece una nueva prueba. El general Naamán como militar debía mantener todo bajo control, pues las estrategias militares son disposiciones debidamente calculadas y no se pueden quedar flecos sueltos de forma deliberada. En el campo de la Fe el que tiene todos los datos es DIOS, y a los hombres nos toca aprender a confiar en ÉL. Los criados o subalternos de Naamán son los que ayudan al general a tomar la decisión correcta, y sin ellos el exitoso general hubiera perdido su viaje en busca de la curación.

Obediencia de Naamán

El general sirio se bañó las siete veces prescritas por el profeta y su carne se volvió como la de un niño (Cf. 2Re 5,14). La imperfección de la obediencia a DIOS, o la imperfección del acto de Fe nos caracteriza como humanos herederos de la perturbación del pecado original. Recordamos una parábola poco comentada, aquella que expone JESÚS relatando el caso de un padre que tiene dos hijos, y le dice al primer: “hijo vete a trabajar a la viña; y el hijo le dice que no quiero, pero después se arrepintió y fue. Al segundo le dice lo mismo, y este resueltamente le dice al padre que si va, pero al final no fue. JESÚS entonces plantea la pregunta al auditorio: “¿cuál de estos dos hijos hizo lo que el padre quería? Y los presentes le dijeron: el primero” (Cf. Mt 21,28-31). En realidad ninguno de los dos obedeció al padre como corresponde, aunque el primero se arrepintió y fue. Los acompañantes de Naamán juegan el papel que debiera realizar la comunidad cristiana en muchos casos, pues la Fe que una persona pueda profesar se ve sometida a múltiples pruebas, que deben superarse en el ámbito de la comunidad fraterna. Nadie tiene todas las claves ni todas las respuestas. No hace falta insistir en la evocación a los siete sacramentos que ofrecen los siete baños de Naamán en el río Jordán donde tiene lugar la primera teofanía trinitaria registrada en el Evangelio.

Naamán vuelve agradecido

Viéndose curado, Naamán volvió a ver al profeta para entregarle los presentes dados por el rey de Siria. Eliseo no los acepta en absoluto, pues él no es un curandero ni un profeta de corte. Los dones que asisten a Eliseo provienen de DIOS en exclusiva y no le fueron dados como medio de vida. Decía JESÚS: “lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis” (Cf. Mt 10,8). El DIOS de Israel lo había curado de su enfermedad física y debía completarse su curación espiritual convirtiéndolo al único DIOS. 

Conversión de Naamán

“Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro DIOS que el de Israel. Permite a tu siervo llevar la carga de dos mulos de tierra, pues tu siervo ya no ofrecerá sacrificios a otros dioses, sino a YAHVEH” (Cf. 2Re 5,15-17). La mentalidad religiosa de Naamán es la del hombre de cualquier época, que presiente la relación de la tierra particular con los dioses que la protegen. Para Naamán, YAHVEH es el DIOS de Israel y probablemente carecía de jurisdicción en las tierras de Damasco; sí él se llevaba una cantidad de tierra de Israel YAHVEH manifestaría su Presencia en aquella tierra que le pertenecía. En un espacio de unos pocos metros cuadrados, Naamán establecería su lugar de culto a YAHVEH en agradecimiento permanente a su curación. Nuestra Fe ha crecido porque JESUCRISTO, el HIJO de DIOS, se manifestó; pero conservamos rasgos de la Fe que considera la protección de nuestras casas y lugares a los santos patronos, a los que nos encomendamos junto con los lugares de pertenencia. El hombre religioso admite que este mundo mantiene algún tipo de relación y conexión con el más allá donde viven los que han partido y se fueron a reunir con sus antepasados. Una cierta atracción ejercen las reliquias de los santos, y de forma especial cuando se ha obtenido alguna gracia relacionada con la curación física o espiritual.

Camino de Jerusalén

El evangelista san Lucas va alternando la enseñanza a los discípulos con la impartida a la gente en general, en esta Subida a Jerusalén. El episodio de los diez leprosos aparece situado entre la Baja Galilea y Samaria, próximo a la ribera del río Jordán. La zona era propicia para que hubiese lugares solitarios a los que se relegaba a los enfermos de lepra. Por otra parte el capítulo diecisiete, en el que todavía nos movemos, mantiene la Fe como eje central de su exposición. Los versículos centrales giran sobre el tema capital de la manifestación del Reino de DIOS, del que JESÚS afirma que “ya está en medio de vosotros” (Cf. Lc 17,21). No obstante, san Lucas no se desmarca totalmente de un punto final de la historia coincidente con la manifestación última del SEÑOR o Parusía. La Fe tiene que ser fortalecida para estos momentos finales de tribulación y por otro lado, las mismas tensiones vividas en el mundo avivarán la Fe de muchos. 

Diez leprosos

Sólo san Lucas relata este milagro de la curación de los diez leprosos. A distancia llaman a JESÚS y emplean el título de MAESTRO: “JESÚS, MAESTRO, ten compasión de nosotros” (v.13). Conocían a JESÚS, pues “su fama se había extendido por toda la región” (Cf. Mc 2,28); o quizá alguno había escuchado a JESÚS antes de haber sido afectado por la enfermedad. Lo cierto es que no podían dirigirse a JESÚS de mejor manera, pues reconocían que su Palabra poseía una fuerza o poder que no era común entre los escribas y doctores de la Ley (Cf. Mc 1,22). Reclaman compasión hacia ellos por parte de JESÚS y esa puerta es la adecuada para llamar y ser atendidos: “llamad y se os abrirá” (Cf. Lc 11,9). Este texto de san Lucas dispone al grupo de los diez en el mismo grito y clamor: “JESÚS, MAESTRO, ten compasión de nosotros”. Esta oración y súplica se escucha con una polifonía dolorida que JESÚS no desatiende, y les da respuesta inmediata. Los diez al unísono consiguen la respuesta compasiva del SEÑOR.

Ocultos y escondidos

“Al verlos les dijo JESÚS: id y presentaos a los sacerdotes” (v.14) Ellos habían levantado la voz, porque vieron a JESÚS con el grupo de discípulos; y entonces JESÚS reparó en ellos, porque no estaban directamente en el campo de visión. JESÚS emplea aquí el monosílabo más dinámico: “id”. Recluidos para no ser vistos, pues corrían el riesgo de ser apedreados, los leprosos gritaron con todas sus fuerzas a JESÚS y recibieron la orden de salir de su postración y en verdadero acto de Fe se pusieron en camino. JESÚS no los curó previamente y después los envió al sacerdote como narra el evangelio de san Marcos con la curación de un leproso (Cf. Mc 1,40-45). Los diez leprosos son curados en el camino, obedeciendo a la orden de JESÚS: “mientras iban quedaron limpios” (v.14).

Curación y conversión

“Uno de ellos viéndose curado se volvió glorificando a DIOS en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de JESÚS le daba gracias, y éste era un samaritano” (v.15-16). Este samaritano comprendió que el Templo y sus sacerdotes habían cambiado de lugar, y la Gloria de DIOS ahora se manifestaba en el mismo JESÚS que les había dado la orden de ponerse en camino. Aquella revelación sin duda alguna también había acompañado a la curación del resto de los compañeros del samaritano que se postraba ahora a los pies de JESÚS; pero en los otros nueve pesaba mucho más el cumplimiento con las normas de pureza legal, que era preciso realizar en el Templo bajo los auspicios de los sacerdotes. Los samaritanos considerados como extranjeros y paganos por los judíos son puestos de ejemplo por JESÚS, en la parábola de “El Buen Samaritano” (Cf. Lc 10,29-37); y de forma especial en el encuentro con la mujer samaritana por parte de JESÚS (Cf. Jn 4,1ss). De nuevo un samaritano que en este caso es curado y se postra ante JESÚS cosa que sólo se realiza ante DIOS mismo.

Lección del MAESTRO

“JESÚS dijo: ¿no quedaron limpios los diez, los otros nueve dónde han quedado? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a DIOS más que este extranjero?” (v.18). Las preguntas retóricas dirigidas a los discípulos constituyen una lección y al mismo tiempo una queja dolorida frente al Pueblo de Israel. Los propios no dan cuenta del Mensaje y de los signos mesiánicos que se van dando a medida que el Evangelio se anuncia. Aquel samaritano no tiene en principio más instrucción religiosa que la aportada por los cinco primeros libros de las Escrituras y para colmo cuenta con todo el desprestigio del templo levantado en su tierra, Samaria. Sin embargo este extranjero y pagano abierto a la Gracia recibió la Salvación. Lo que había comenzado bien para aquel grupo de leprosos no estaba terminando en la dirección correcta, pues su elección se alejaba bastante de la fuente de su curación. Este episodio nos da a entender que el agradecimiento escasea.

Sanación y salvación

“JESÚS le dijo al samaritano: levántate y vete, tu Fe te ha salvado” (v.19). Aquel hombre fue levantado por JESÚS de la muerte que representaba la enfermedad de la lepra, y también rehabilitado de la lepra espiritual. JESÚS espera siempre el gesto mínimo por parte nuestra para volcar toda su Divina Misericordia. La Fe precisa de un pequeño movimiento por nuestra parte para acercarnos a JESÚS. El samaritano volvió sobre sus pasos en busca de JESÚS al que reconoció como el origen y fuente de su curación. La salud y la salvación no se encontraban en los ritos purificatorios prescritos por los sacerdotes del Templo, los escribas y los fariseos. Aquel samaritano que había gritado a JESÚS reclamando su curación, vuelve con fuerzas renovadas dando gloria a DIOS a grandes voces. La Fe dejó de ser un don mudo encerrado en recinto privado de su interior para manifestarse sin reparo de forma pública. La rehabilitación del samaritano llegaba de la mano de la declaración también pública de la grandeza de DIOS.

San Pablo, segunda carta a Timoteo 2,8-13

Los consejos de san Pablo a Timoteo tienen plena actualidad, porque en ellos se vuelca un contenido de Fe que establece los fundamentos de la vida para el cristiano particular y el conjunto de la Iglesia.

La memoria de JESUCRISTO

“Acuérdate de JESUCRISTO, resucitado de entre los muertos de la estirpe de David, según mi Evangelio” (v.8). No olvidemos que san Pablo mantiene con decisión que “el Evangelio por él predicado no es de origen humano, sino que lo recibió del SEÑOR” (Cf. Gal 1,11). En aquella extraordinaria manifestación camino de Damasco (Cf. Hch 9,1ss), san Pablo entendió de forma inmediata quién era JESÚS, pues su voz le habló en aquella luz que superaba cualquier forma humana: “YO SOY JESÚS, al que tú persigues” (Cf. Hch 9,5). Para san Pablo todas las disposiciones evangélicas, milagros, discursos de JESÚS junto con sus parábolas, quedaban sintetizadas en el hecho y MISTERIO, al mismo tiempo, de su Cruz y Resurrección. En la memoria del hombre nuevo perteneciente a la Religión de las religiones, un solo criterio, un solo pensamiento, una sola categoría, un solo precepto: JESUCRISTO, resucitado de entre los muertos manifestado como DIOS y SEÑOR; y al mismo tiempo perteneciente a la estirpe de David: hombre como nosotros, del linaje del rey David, y por tanto perfectamente hombre. La adhesión a esta memoria es fruto de la poderosa acción del ESPÍRITU SANTO, pues nadie puede decir que JESÚS es SEÑOR, si no es movido por el ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 12,3). Para san Pablo la memoria de JESUCRISTO está en el mismo orden de jerarquía que la memoria sobre el primer mandamiento formulado en el “Shemá” (Cf. Dt 6,4-9).

Predicador y testigo

“Por ÉL estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor, pero la Palabra de DIOS no está encadenada” (v.9). La predicación de la verdadera Palabra de DIOS trae sus consecuencias, y san Pablo es buen ejemplo de ello. El Evangelio no sólo habla de DIOS y su Amor incondicional a todos los hombres, sino también del modo de vida que los hombres habremos de llevar para acercarnos a la condición de hijos de DIOS llamados a heredar la bienaventuranza eterna. La espiritualidad cristiana lleva anexa una ética en correspondencia con la misma. En este punto comienza la fricción o el desencuentro entre los intereses del mundo y lo que DIOS quiere para el hombre de acuerdo con su mayor bien en todos los órdenes. En la actualidad se propone que el cristiano asuma como principio ético la normativa legal del país en el que viva. Habrá normas legales que sean asumibles por el cristiano, pero aparecerán otras que de ninguna forma se podrán incorporar, y de modo profético se tendrán que denunciar, porque atentan directamente contra la misma condición humana. De no hacerlo pasaremos a ser como “la sal que se vuelve sosa” (Cf. Mt 5,13), es decir, la sal deja de ser sal: el cristiano deja de ser cristiano con la deriva también de dejar de ser hombre si esto pudiera producirse. 

Expiación

Este es un término poco conocido, pero san Pablo da buena razón del mismo en el siguiente versículo: “Todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la Salvación que está en CRISTO JESÚS con la Gloria Eterna” (v.10). A JESÚS la predicación le costó sufrimientos y al final la muerte en la Cruz; y también al predicador le tocará algo de todo ello, pues el predicador carga sobre sí algo del peso que llevan sus destinatarios. Esta dimensión de la vida cristiana no crea un buen marketing para los tiempos modernos, pero resulta inevitable para la buena marcha de la evangelización. El mal existe y el sufrimiento también. La comunión de los Santos es comunión con los padecimientos de los hermanos en CRISTO. A lo largo de la Escritura esta dimensión del profeta y del apóstol está suficientemente afirmada.

JESUCRISTO por encima de todo

“Si morimos con ÉL, también viviremos con ÉL; si sufrimos con ÉL, reinaremos con ÉL; si lo negamos, también ÉL nos negará; si somos infieles, ÉL permanece fiel, porque no puede negarse a SÍ mismo” (v.11-12). De nuevo nos encontramos con un versículo que debería estar grabado a fuego en nuestra memoria por el contenido espiritual que encierra. San Pablo sintetiza en cuatro afirmaciones las acciones que el SEÑOR despliega sobre nosotros y las líneas de fuerza que marcan el camino de Fe y el riesgo mismo de abandonar la conciencia evangélica sobre la identidad de JESÚS. La infidelidad es perdonada tras el arrepentimiento oportuno, pero la negación de JESUCRISTO como único SALVADOR no tiene arreglo para el más allá. Toda la Divina Misericordia se paraliza ante la negativa del sujeto que no la acepta por el motivo que sea. JESUCRISTO no va a obligar a nadie para que entre en su Bienaventuranza Eterna. Esta doctrina de san Pablo está en la misma línea de la expuesta en Filipenses: para mí lo bueno es estar con CRISTO (Cf Flp 1,23). Si el que cruza a la otra orilla de esta vida no quiere estar con CRISTO seguirá su propio camino eterno lejos de ÉL y de la comunión con la TRINIDAD. De nuevo hay que llamar la atención por la gravedad de las corrientes actuales cuyo objetivo trata de vaciar de contenido divino la persona de JESUCRISTO dejándola al nivel de un hombre cualquiera, sin más trascendencia. La negación de la dimensión divina de JESÚS de Nazaret da como último resultado la muerte del hombre. 

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