Explicábamos en el artículo anterior cómo el discurso apocalíptico del cambio climático “antropogénico” (provocado por el hombre), la pandemia del Coronavirus, las campañas de vacunación y los nuevos movimientos sociales manejados como marionetas por las élites políticas y económicas, están tratando de imponer un Nuevo Orden Mundial. Este Nuevo Orden pretende acabar con cualquier vestigio de la civilización cristiana para imponer un gobierno global contra Dios.
Pero para poder imponer esta nueva dictadura global, los poderosos necesitan el apoyo de la mismísima jerarquía de la Iglesia, que se ha rendido con armas y bagajes a los poderes de este mundo. A este cambio de época lo han llamado “el Gran Reseteo”, metáfora significativa que nos deja bien a las claras lo que quieren hacer: apagar el mundo y volver a encenderlo con un sistema operativo nuevo y radicalmente distinto al que ha sustentado la Civilización Occidental durante los últimos milenios. La Iglesias y la Catedrales arden. Hay que reducir a cenizas todo lo que recuerde la soberanía de Cristo. Porque estos hijos de puta sirven al Anticristo. Así estamos.
Y lo que nos quedará por ver, si Dios no lo remedia, porque las pandemias suelen venir de la mano del hambre y las guerras; y entre los fines de los poderosos está la reducción de la población mundial de manera significativa. Porque según estos canallas, el hombre es un virus que amenaza la supervivencia de la Tierra, que ve en peligro su “sostenibilidad” por un aumento “insostenible” de la población.
Conclusión: sobran muchos millones de personas en el planeta. Las pandemias, las guerras y las catástrofes son la solución al problema de la superpoblación.
Revisionismo histórico y control ideológico de la sociedad
Para el proyecto globalista del Nuevo Orden Mundial (NOM), el control ideológico de la sociedad resulta de vital importancia. Y para ello cuentan con todo un aparato propagandístico como no se podría ni imaginar no hace muchos años: televisión, series, películas, informativos, periódicos, redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, Tick Tock…). Todos estamos siendo bombardeados con mensajes ideológicos de manera machacona: la ideología de género (uno puede elegir su “género”, puede autodeterminar lo que cada uno quiera ser y como cada uno quiera ser, rompiendo con la biología), el homosexualismo político (hay que normalizar la depravación), el feminismo radical (el hombre es el enemigo, el violador, el abusador: muerte al “patriarcado” y a la familia tradicional), la promoción del “matrimonio igualitario”, el aborto como derecho de la mujer, la eutanasia, el suicidio asistido… Todas las series tienen que tener su cuota LGTBIQ y la industria cultural, las redes sociales y la escuela deben ponerse al servicio de este pensamiento único, que es la base del NOM.
Y este Pensamiento Único, que proclama la libertad y rechaza el cristianismo por dogmático, establece sus propios dogmas, porque sus opiniones, sus ideas (por estúpidas que sean), su manera de hablar, sus ideas, se expresan de manera absolutamente dogmática. Hasta tal punto es así, que cualquiera que se atreva a cuestionar esta Ideología Mundialista acaba siendo acusado por el NOM de “delito de odio”: homofobia, machismo… El pensamiento único no se puede cuestionar y quien se atreve a hacerlo es acusado de nazi, de ser de “extrema derecha”, etc., etc., etc. La caridad (procurar la salvación eterna de las almas) es odio. La virtud es maldad. El vicio es virtud. El mal es el bien y el bien es el mal. Estamos ante la inversión total de los “valores”. La ideología mundialista, el NOM, la ideología de género, el Gran Reinicio son el Anticristo.
Decía Orwell que «quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro.» En su novela distópica 1984, Orwell introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano, de la temible habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.
La novela de Orwell tiene una actualidad que mete miedo. ¿No es orwelliano que ahora la ONU quiera eliminar las palabras mujer y femenino? Así daba la noticia InfoCatólica:
ONU Mujeres propone que se deje de usar la palabra «mujer» y «femenino»
Según los materiales educativos publicados por ONU Mujeres, entre las palabras tabú se encuentran «mujer» y «femenino», lo que resulta sorprendente si se tiene en cuenta que ONU Mujeres lleva la palabra «mujer» en su nombre. El artículo afirma que «las diversas identidades de género siempre han existido en todas las culturas», y el uso de palabras como «masculino o femenino» excluye a las personas no binarias o intersexuales que no entran en estas categorías.
El protagonista de 1984, Winston Smith, trabaja en el Ministerio de la Verdad donde se eliminan o reescriben las noticias y la historia, de manera que no quede vestigio de todo aquello que ocurrió en realidad y que el Gobierno decide que los ciudadanos no deben conocer. Hay que cambiar el lenguaje y hay que cambiar la historia… Es el gobierno quien nos impone una visión oficial del pasado que nadie puede ni debe cuestionar, bajo pena de multas, cárcel o muerte social. En España, estamos a pocos días de que el Gobierno determine que el ejército rojo ha ganado la Guerra Civil contra los rebeldes fascistas. Los republicanos eran buenísimos (no mataban curas ni monjas ni asesinaron a nadie) y los que se levantaron en armas eran malísimos. Al final todo se reduce a planteamientos simplistas y maniqueos: a dialécticas mentirosas que fomentan el odio, el rencor y el revanchismo. Por ahí va la Ley de Memoria Democrática y todas esas basuras legislativas orwellianas que anuncian una dictadura inminente. Pero como casi todos los partidos políticos son obedientes al NOM, nadie levanta la voz: o casi nadie. Quien controla el presente controlo el pasado. Y el NOM controla absolutamente el presente: hasta se permite censurar las cuentas de Facebook y Twitter de todo un presidente de los Estados Unidos (lo que no hacen ni con los talibán…). Hay una policía del pensamiento que nos dice lo que es verdad y lo que es mentira y que censura todo pensamiento disidente. Hay empresas y agencias gubernamentales que determinan lo que es fake y lo que no; lo que es políticamente correcto y lo que es delito de odio. Quien controla el presente controla el pasado y controla el futuro. Esa es la estrategia del Nuevo Orden Mundial y de su Pensamiento Único.
La guerra es la paz: solo combatiendo a quienes se oponen al NOM se puede alcanzar la paz. Lo que quieren estos malvados es imponer la paz de los cementerios, la paz que viene de imponer un gobierno, una ideología, un pensamiento único, a base de eliminar cualquier disidencia, convirtiendo el pensamiento libre en delito de odio. El NOM pretende impedir que los ciudadanos se levanten contra el Estado ante el temor a la pandemia, al cambio climático, a un apocalipsis ecológico provocado por el hombre. Ese temor justifica medidas coactivas, restricciones de la libertad individual, elevar los precios de la energía para que se consuma menos, reducir el poder adquisitivo a la vez que se suben los impuestos. De esa manera nos empobrecen y nos dejan a merced del Estado para que nos alimente y cubra nuestras necesidades básicas. Lo dicen con claridad meridiana: “No tendréis nada pero seréis felices”. Seremos felices gracias al Gran Hermano Estatal que nos da de comer, nos da una casa, nos da educación (adoctrinamiento obligatorio) y sanidad.
La libertad es la esclavitud. Solo siendo sumisos podremos ser libres. Hay que obedecer: confinarse, ponerse mascarillas, vacunarse. Y hay que obedecer sin rechistar, porque a quien se opone a los designios de los poderosos se le marca como conspiranoico: cualquiera que se oponga a los designios de los que mandan en el mundo están locos y son seres peligrosos a los que hay que marginar: que no viajen, que se queden sin trabajo, que no puedan entrar en bares, restaurantes o museos… Las personas libres son las que obedecen: los esclavos del NOM. Las personas que se oponen al Pensamiento Único son peligrosas y antisociales y deben ser marginados, encerrado o reeducados… Pronto veremos de nuevo campos de concentración…
La ignorancia es la fuerza. Hay que someter a la ignorancia a los niños y jóvenes. Las escuelas no están para enseñar a pensar o para leer o para conocer la historia o la filosofía; sino que son medios de adoctrinamiento para que de sus aulas salgan esclavos felices bien adoctrinados para obedecer lo que dictamina el poder. Los jóvenes serán esclavos de los vicios, de sus bajas pasiones (pervirtiéndolos desde pequeños para que aprendan a masturbarse y a tener relaciones sexuales cuanto más depravadas mejor), de su desconocimiento de la historia, de la ciencia, del arte…
El Nuevo Orden Mundial está imponiendo el Pensamiento Único. Y así, está devorando a nuestros hijos. El NOM, el Anticristo, quiere acabar con los cuerpos y con las almas de nuestro hijos. Es como Saturno devorando a sus hijos. El demonio quiere llevar almas al infierno: que se condenen… Que no hagan la voluntad de Dios (eso está muy mal visto: es cosas de fanáticos medievales), sino su propia voluntad: que se alejen de Dios para que vayan al infierno. Que sean unos desgraciados sumisos a los poderosos. Que sean unos depravados que incumplan los Mandamientos de la Ley de Dios: que escupan y desprecien a Cristo, Nuestro Señor. El NOM quiere arrebatarnos a nuestros hijos para que se rebelen contra sus padres y contra Dios.
¿Y qué pasa con la Iglesia ante este panorama?
Lo explica muy bien Jorge Soley en su último artículo en InfoCatólica, titulado Una profecía de Gramsci sobre Iglesia y mundo moderno, y que les invito a leer. En la Iglesia, siguiendo a Soley, habría tres tipos de personas:
1.- Quienes se enfrentan al mundo moderno (a los que llaman integristas, fanáticos o rigoristas con cara de pepinillos en vinagre),
2.- Quienes apuestan por el «compromiso y el equilibrio» con éste (los católicos liberales, los neocones, los demócratas cristianos que han contribuido como nadie a la secularización de la sociedad occidental) y
3.- Quienes son agentes de la modernidad, aunque lo disimulen (los modernistas).
A los modernista progresistas, se les ve venir de lejos: piden el sacerdocio de la mujer, la bendición de las parejas homosexuales, el fin del celibato obligatorio… Son los obispos alemanes que en su Sínodo, quieren acabar con la Iglesia Católica.
Pero peores que los modernistas “progres» son los católicos liberales: los neocones. Son los tibios que Dios vomita de su boca. Sigo a Jorge Soley en el artículo citado: “Sobre estos escribe Gramsci que el punto de llegada sería el mismo que el de los modernistas, solo que «con un ritmo tan lento y metódico, que las mutaciones no son percibidas por la masa de los simples, si bien parecen revolucionarias y demagógicas a los integristas».” Los neocones son como los modernistas pero a un ritmo más lento para que los cambios sean imperceptibles. Estos neocones son los que consideran que la fe es una cuestión personal, íntima; y que esa fe nada tiene que ver con la vida pública. Son lo que creen que se puede ser católico y abortista (como Biden o como los demócratas cristianos españoles que trajeron el divorcio, el aborto, la píldora abortiva…).
Los neocones son los que opinan como Monseñor Gänswein:
El prelado cree que en las sociedades postcristianas plantear estrategias cristianas no es «ni necesario ni oportuno». Esto sólo conduce a los fundamentalismos, dijo Gänswein en una entrevista con el periódico «Il Giornale» (martes). «Quien vive la fe de forma inteligente, convincente y con una pizca de humor es un testigo ’silencioso’ pero muy eficaz», dijo el secretario privado del papa emérito.
Preguntado por los valores cristianos en la política, Gänswein se refirió a Pablo VI, que había calificado la política como la forma más elevada de caridad. Al mismo tiempo, el arzobispo dijo que «la política es un campo minado para los cristianos». No hay «política cristiana» sino, en el mejor de los casos, mujeres y hombres que llevan los valores cristianos, las convicciones y su fe a la política.
La política por convicción cristiana es «la forma más recomendable y deseable» para hoy. Esto se aplica a todos los campos: economía, finanzas, cultura, asuntos sociales, deporte.
No tiene que haber un partido católico (eso lo dicen después del fracaso de la democracia cristiana en toda Europa), sino católicos en todos los partidos. Los neocones dicen esto y se quedan tan anchos: como si pudiera ser compatible ser católico y comunista o ser católico y liberal, cuando ambas ideologías han sido condenadas por la Iglesia porque resultan absolutamente incompatibles con la sana doctrina y con la Ley Eterna de Dios. Los católicos liberales no creen en guerras culturales, sino en el encuentro, en crear puentes, en no atrincherarse, sino en abrirse al mundo y construir puentes con él. Quieren ser del mundo y para ello no dudan en traicionar a Cristo.
Aunque entre los modernistas y los neocones sean mayoría absoluta en la Iglesia, la verdad no se determina de manera cuantitativa. Cristo quedó solo con su madre, algunas mujeres y Juan al pie de la cruz. La verdad no se determina por mayorías. Vale más quedar solo con la verdad, que muy acompañado y traicionar al Señor.
Los “integristas” somos los católicos tradicionales (los que creemos lo que la Iglesia ha enseñado siempre y en todas partes), empeñados como estamos en defender el depósito de la fe y la soberanía social de Cristo. Somos los que pensamos como Pío XI en Quas Primas (1925). La Encíclica empieza así:
En la primera encíclica, que al comenzar nuestro Pontificado enviamos a todos los obispos del orbe católico, analizábamos las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género humano.
Y en ella proclamamos Nos claramente no sólo que este cúmulo de males había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.
Todos los males que sufrimos tienen una causa: el alejamiento de la mayoría de los hombres de Jesucristo y de su ley santísima, tanto en su vida y en sus costumbres, como en la familia y en el gobierno del Estado. Solo habrá esperanza de una paz verdadera cuando todos los hombres y todas las naciones acepten el imperio de Nuestro Señor Jesucristo. No habrá verdadera justicia hasta que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
“Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo.”
Los impíos traman contra el justo y contra él rechinan sus dientes. Los enemigos de Dios, los que odian a Cristo, hablan de paz con su prójimo, mientras hay maldad en su corazón. Pero los que traman maldades no prevalecerán, por muchos que sean y por fuertes que se crean. El Señor los derrotará porque los pies del NOM son de barro y el Señor desbaratará los planes de los malvados y frustrará sus proyectos. Cristo es el Cordero de Dios y Él quitará el pecado del mundo y nos juzgará a todos para dar a cada uno según sus obras: a los que obren el bien con perseverancia, les dará gloria, honor e inmortalidad: la vida eterna; pero a los contumaces, a los rebeldes a la verdad, a los que obedecen a la injusticia, les pagará con ira e indignación. Tribulación y angustia para los que obran el mal; gloria, honor y paz para los que hacen el bien.
De Nuestro Señor Jesucristo es el poder y la gloria por los siglos de los siglo. Él es nuestra Esperanza, nuestro único Redentor y Salvador.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Pedro L. Llera, el 4.09.21 a las 3:42 PM.
InfoCatólica.