A 800 años del nacimiento del santo ‘símbolo de la Victoria’, porque jamás perdió una batalla: San Aleksandr Nevsky, padre de Eurasia.

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Luchó contra suecos y teutones, y trabajó para que los tártaros no destruyeran las ciudades rusas. Es el santo patrón de la «especificidad rusa» contra las pretensiones de Occidente y el «yugo tártaro» del Covid-19.

El 30 de mayo se conmemora el 800 aniversario del nacimiento del príncipe Alejandro Nevsky, el líder sagrado que salvó a la Rus de Kiev de los suecos y de los Caballeros Teutónicos, a la vez que logró un compromiso con los Khanes tártaros, que habían invadido las tierras rusas en 1240. Más allá de las celebraciones eclesiásticas y civiles que ya tienen lugar, la sociedad rusa mira al antiguo héroe como profeta de un posible futuro de Rusia y del mundo entero.

Aleksandr es un símbolo de la Victoria: no perdió ni una sola batalla; fue voluntariamente hasta el Karakorum para defender a su pueblo de los mongoles, aunque pudo permanecer a salvo en su querida Nóvgorod, una ciudad libre e independiente incluso durante el «yugo tártaro».

Mientras los tártaros destruían Kiev, el príncipe luchaba contra los teutones que pretendían conquistar los territorios del norte de la Rus’, para obligarlos a la obediencia católica. Es famosa la «batalla del hielo» de 1242 en el lago Peipus, donde Aleksandr ahogó a los enemigos en el agua helada. El título de «Nevsky» le fue otorgado en 1240: aunque contaba con un ejército tres veces menor que el de sus enemigos, derrotó a los suecos en la desembocadura del Neva: cinco siglos después, allí se levantaría San Petersburgo.

El yugo tártaro es una época trágica de la historia rusa, que dividió la antigua Rus’ de la Rusia de Moscú y luego de San Petersburgo, pero sigue siendo un elemento imposible de eliminar de la identidad rusa: la herencia del imperio asiático, la unión de Oriente y Occidente. La antigua Rus’ (siglos X-XII) ya se había convertido en uno de los mayores estados europeos: con un territorio tan extenso, ocupaba casi la mitad de Europa. Gracias a San Aleksandr, Rusia consiguió salvarse de la invasión y la esclavitud de ambos lados, de Europa y de Asia, y por ello representa la aspiración fundamental de la Rusia actual.

El tema fue tratado por varias publicaciones en los últimos días. Ayer, uno de los principales periódicos, el Nezavisimaja Gazeta, dedicó una larga inserción al santo de Nóvgorod, fallecido en Vladimir, cuyos restos fueron trasladados a San Petersburgo por el fundador de la ciudad, Pedro el Grande, que ya en el siglo XVIII lo señaló como deidad patrona del nuevo imperio. En el siglo XIX, tres emperadores rusos tomaron el nombre de Aleksandr en su honor, junto con la epopeya de Alejandro el Macedonio, para dar a Rusia una vocación universal de pacificación y unificación de los pueblos.

Aleksandr Ivanov, representante de Rusia en la Asociación de Estados del Sudeste Asiático (ASEAN), escribe: «Aún hoy se discute si Aleksandr se dedicó más a la protección de su pueblo, o más bien se sintió atraído por la fuerza de los mongoles… sin embargo, puso su vida en riesgo, muriendo de todos modos a la edad de 42 años al regresar de un viaje a la Horda de Oro del kan tártaro, realizado para evitar la destrucción de las ciudades rusas por enfrentamientos con los oficiales mongoles, y también para obtener una alianza ruso-tártara-lituana contra los enemigos cruzados.»

Para Ivanov «el santo príncipe para nosotros, los rusos del siglo XXI, es más relevante que nunca. No sólo salvó a nuestro país de la esclavitud de Occidente, cuyas consecuencias aún se dejan sentir hoy, sino que programó, con su providencial elección política, la auto-identificación euroasiática del súper-etno ruso, y su capacidad de sacrificarse por nuestros amigos y por la Verdad, de generación en generación… sin esto, no habrá Rusia en el futuro».

No es casualidad que ayer, en nombre de la memoria histórica de San Aleksandr, el Patriarcado de Moscú inaugurara el VI Congreso Panruso de misioneros diocesanos, para debatir los problemas actuales de la formación espiritual del pueblo en la Rusia contemporánea. El Congreso abordará la cuestión de los nuevos métodos misioneros en la época del nuevo «yugo tártaro» del siglo XXI, la pandemia asiática de Covid-19.

 

Por Vladimir Rozanskij.

Moscú.

AsiaNews.

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