Hoy tenemos el inicio del Evangelio de San Marcos, quien de manera abrupta presenta al Bautista predicando un bautismo de conversión, un bautismo que servirá de preparación para recibir el bautismo del Espíritu Santo. Un hombre rudo, formado en el desierto, se ha puesto el vestido del pobre, se ha liberado de todos los estorbos. Para proclamar al único necesario, se despoja de toda vanidad, confía en el lenguaje de la simplicidad, no de la espectacularidad y va derecho a lo que se pretende; se lanza así a predicar en el río Jordán. Juan no tiene necesidad de hablar de sí mismo, allí está su autoridad, la seriedad de su existencia que lo hace creíble, que obliga a tomarlo en serio. Es un profeta diferente, su llamado no sólo se dirige a la conciencia individual de cada persona, se trata de un llamado a todo el pueblo a “preparar el camino del Señor”. Sabemos que suscita un apasionado interés, ya que acuden de Judea y de toda Jerusalén a escuchar su palabra; podemos preguntarnos ¿por qué tanto interés? Y la respuesta es triple:
1° Porque proponía un gran mensaje y lo hacía con un lenguaje muy sencillo que atraía.
2° Porque él ponía en práctica lo que pregonaba. Era un mensaje no sólo para aprenderse de memoria, sino para vivirse.
3° Porque había encontrado un signo visible que resumía lo que predicaba: el bautismo.
La aventura a la que invitaba era grande: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”; lo hacía con energía, con fuerza, convencido de su predicación. La gente acudía y no le importaba hacer sus penitencias, pues sabemos que por las cosas que valen se paga cualquier precio.
¿Cómo preparar el camino del Señor? El Profeta no lo aclara mucho, pero está dispuesto a marchar delante de todos por el camino de la penitencia. El pueblo toma conciencia de la situación que vive y acuden al Jordán, allí reconocen sus pecados sin echarse culpas unos a otros; según san Marcos “confesaban sus pecados” y Juan “los bautizaba”. Un rito que dejaba maravilladas a las personas, ya que, se sumergía todo el cuerpo en el río Jordán, sobre todo, aquel rito iba acompañado de la confesión de los pecados y de la promesa de un cambio de vida.
El Bautista sabe su misión, conoce su lugar en el proyecto de salvación de Dios; reconoce su pequeñez frente al que viene detrás; sabe que él es la voz de Aquel que viene y que es la Palabra. Podemos decir que conoce la misión que Dios le ha
encomendado aquí en la tierra, que es “preparar el camino del Señor”. La preparación es esencial para reconocer y acoger al Mesías que viene.
El Evangelio nos invita en dos direcciones paralelas:
1ª Prepararnos para la venida del Señor. Es importante que nos analicemos como cristianos y reflexionemos: ¿Soy consciente que el Señor viene? ¿Cómo me estoy preparando para su venida? ¿Vivo como si el Señor fuera a tardar, vivo sin importarme su venida? La respuesta ha de estar respaldada por las obras, hemos de demostrarla con el actuar en nuestra vida.
2ª Ayudar a otros, a que preparen el camino del Señor. Como cristianos en un mundo materialista, una cultura donde Dios y su Palabra poco importa, nos encontramos con un gran desafío que es ayudar a otros para que “preparen el camino del Señor”. Se puede hacer de muchas maneras: primero con el ejemplo, después con la enseñanza de la doctrina, también con la experiencia de Dios en los sacramentos y con la constancia en la oración, etc.
Padres de familia, empiecen en casa, vivan en la espera dichosa de la venida del Señor, hablen a sus hijos de que el Señor vendrá y así les estarán enseñando a estar atentos para la Parusía.
Hago una invitación a los Agentes de Pastoral, hermanos Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos comprometidos, no basta preparar el camino del Señor de manera individual, es necesario motivar a nuestros hermanos para que preparen su camino de encuentro con el Señor; hemos de buscar y apoyarnos de todos los medios para lograr despertar al cristiano de ese adormilamiento, de esa costumbre de acudir a Misa sólo cuando le nace, de esa indiferencia que lo lleva a vivir como si Dios no existiera o acude a Dios sólo cuando le urge una necesidad.
No nos cansemos, en la preparación del camino del Señor podemos encontrarnos con la indiferencia de aquellos a los que invitamos, con malos entendidos en muchos que desean llevar un cristianismo a modo ligth, con incomprensiones por parte de los más cercanos, con desilusiones por parte de aquellos que creíamos que estaban más entregados a Dios, etc. Pero nada debe desanimarnos en la misión que Dios nos ha confiado, que es: “Preparar el camino del Señor y ayudar a otros a que se preparen para ese gran encuentro”.
Hermanos, nuestro caminar en esa preparación, no es individual; caminamos en comunidad, caminamos en medio de otros, el Papa nos lo está mostrando con el camino de la sinodalidad. Escuchémonos, escuchemos la voz del Señor y así podremos caminar juntos. A dos días de la fiesta de Ntra. Sra. de Guadalupe, el acercarnos más a ella para alabarla, nos mostrará el camino de la fraternidad, todos “hijos del mismo Dios por quien se vive” y teniendo por Madre a la misma Virgen María de Guadalupe.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!