La muerte de Ginsburg, de 87 años, por «complicaciones en un cáncer metastásico» se produce en plena campaña electoral para la presidencia de los Estdos Unidos y va a suponer sin el menor género de dudas un terremoto político de consecuencias inciertas.
Tanto Trump como la mayoría republicana en el Senado tienen tiempo suficiente para nombrar un nuevo juez que podría alterar definitivamente la composición ideológica del órgano judicial clave para la interpretación de la Constitución y del sistema legal en Estados Unidos.
Ginsburg, elegida para el cargo por el presidente Bill Clinton en 1993, era la cabeza visible del sector progresista en la Corte Suprema e icono pop para los sectores izquierdistas de EE.UU.
La renovación del Supremo ha sido y es una de las grandes bazas electorales de Trump. De hecho, recientemente el presidente estadounidense reveló su lista de candidatos a ser jueces de la Corte Suprema en caso de ser reelegido. Prácticamente todos ellos con un historial provida.
Durante su campaña en 2016, Trump publicó una lista similar que recuerda a los votantes pro-vida la importancia de los jueces en la elección presidencial y cómo la Corte Suprema ha mantenido los abortos virtualmente ilimitados desde 1973. Trump nominó a Brett Kavanaugh y Neil Gorsuch de esa lista.
Ahora tiene la oportunidad de elegir a un tercer juez, lo cual dejaría una Corte Suprema con una línea mucho más conservadora, con seis jueces nominados por republicanos y solo tres elegidos por demócratas. Tal hecho podría conducir a la revisión de la sentencia Roe v Wade, que abrió las puertas de par en par al aborto en EE.UU.
Trump conoció la muerte de Ginsburg al acabar un mitin en Minnesota. De camino al avión presidencial, los periodistas le pidieron una valoración. «¿Ha muerto? Tuvo una vida increíble, ¿qué más se puede decir? Fue una mujer increíble, estuvieras de acuerdo con ella o no. Me entristece escucharlo».
Batalla política
Se da la circunstancia de que ocho meses antes de finalizara su presidencia, Barack Obama propuso al juez Merrick Garland, progresista, como sustituto del fallecido Antoni Scalia, juez católico conservador. El Senado, con mayoría republicana al igual que hoy, obstaculizó el proceso de confirmación de Garland con el argumento de que no era justo en año de elecciones votar a un nominado por un presidente saliente. Garland no fue confirmado, Trump ganó las elecciones y nominó a un juez conservador, Neil Gorsuch, que el Senado confirmó.
Mitch McConnell sigue siendo el líder de los republicanos en el Senado pero al conocer la muerte de Bader ha asegurado que no ocurrirá lo mismo y se votará al nominado que Trump elija. McConnell explica que hace cuatro años el Senado había sido elegido para oponerse a Obama y ahora está para cumplir la agenda de Trump.
El candidato demócrata, Joe Biden, como cabía esperar, ha pedido que se espere a después de las elecciones:
«Los votantes deben elegir al presidente. El presidente debe elegir al juez. Esa fue la posición que el Senado republicano tomó en 2016. Esa es la posición que debe tomar hoy».
Para evitar la elección de nuevo magistrado de la Corte Suprema sería necesario que tres senadores republicanos votaran en contra. Ya hay una que así lo ha manifestado este viernes. Se trata de Lisa Murkowski, senadora republicana por Alaska.
Con información de InfoCatólica