Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el XII Domingo del Tiempo
Ordinario.
En el Evangelio del domingo pasado, Jesús envió a sus Apóstoles a llevar la Buena
Nueva de la presencia amorosa de Dios entre los hombres, tendrán que enfrentar
rechazos, persecuciones, calumnias. Este domingo escuchamos una exhortación fuerte de
Jesús “no tengan miedo a los que matan el cuerpo”.
Recordemos que el emperador romano Diocleciano (año 81-96 D.C.) se hizo erigir estatuas en su honor y exigía a sus súbditos que le rindieran veneración como a un dios; todo aquel que se
rehusaba era ajusticiado o exiliado. En este ambiente escribe Mateo su Evangelio y al
notar el temor de los conversos al cristianismo, desea animar a las comunidades y les
recuerda las palabras de Jesús ante cualquier dificultad y ante las persecuciones que sus
seguidores deberían soportar. La vida en este mundo es corta y pasajera; no se debe temer
al que mata el cuerpo, el temor debe ser, hacia aquel que puede matar el alma.
Recordemos que Jesús no promete buenos tiempos a sus seguidores; más bien, les habla
de persecuciones, incluso en las enseñanzas de Jesús la persecución es motivo de
“Bienaventuranza”, desea que se mantengan firmes: “Dichosos serán ustedes
cuando los ultrajen y persigan”, fieles a su persona y a su mensaje. Deben vivir sin
temores, de una manera libre. Jesús sabe que el ‘miedo’ paraliza, estanca, destruye, de allí
que desea, que a pesar de las situaciones difíciles por las que pasarán sus discípulos, deben
vivir sin miedo. El miedo se apodera de nosotros cuando permitimos que crezca la
desconfianza en nuestros corazones. Este miedo es el problema del ser humano y sólo nos
libramos de él si arriesgamos nuestra vida en un Dios que busca nuestro bien.
Eso veía Jesús, de allí que se dedique a despertar la confianza en los discípulos, eso debemos
impulsar como cristianos, por la importancia de que el Evangelio debe ser proclamado en
todas las circunstancias, ya que el Evangelio libera. El cristiano ha de vivir en libertad, el
cristiano no debe dejar de propagar el mensaje por ningún motivo.
Qué gran testimonio tenemos en nuestros hermanos los cristianos de los primeros
siglos; cuando el imperio romano que ha sido el más totalitario de los gobiernos que
conoce la historia, trató de detener la difusión del cristianismo, decretando la muerte de
quienes se declararan cristianos, pero se encontró con algo no previsto: que los cristianos
no temían la muerte corporal y que cuando más los perseguían, más se difundían.
Observando este fenómeno se acuñó esta famosa frase: “La sangre de los mártires es
semilla de cristianos”.
Hermanos vivimos tiempos de incertidumbre, de zozobra, a nivel social. La inseguridad
y la violencia, no vemos por donde se pueda apaciguar, en algunos lugares gobiernos que
tratan de apagar la fe de los cristianos, la corrupción e impunidad se dejan ver y sentir, de
allí que crezca la incertidumbre y no se vea un futuro halagador.
Como cristianos no somos ingenuos, no nos hacemos ilusiones sobre la situación del |
mundo. La fe no nos lleva a la ingenuidad. Conocemos la fuerza del mal, pero nuestra fe |
en Dios nos ayuda a recordar que nuestro mundo no está abandonado a su desgracia. Esta
fe en Dios, debe conducirnos a afrontar riesgos y aceptar sacrificios para ser fieles a una
persona, Jesús, y a un mensaje que se nos envía a compartir. Lo propio de todo creyente
no es la cobardía y la resignación, sino la audacia y la creatividad para vivir su misión de
la mejor manera. La confianza en Dios debe conducirnos a predicar su Palabra y a tener
paciencia, que es el arte de resistir el mal sin renunciar a la propia dignidad. Los antiguos
le daban a la paciencia el significado de “permanecer en pie”, soportando el mal de cada
día. Esa es la actitud que debemos de tener cada cristiano que confiamos en Dios.
Hermanos, somos conscientes de que son muchos los miedos que hacen sufrir a las
personas. El miedo hace mucho daño, ya que allí donde crece el miedo se pierde de vista
a Dios y se deja de ver la bondad que existe en cada persona, la vida se apaga, la alegría
desaparece, el sentido de la existencia se pierde. Recordemos que una comunidad que
sigue a Jesús, debe ser un lugar donde las personas vivan libres, sin miedos, ya que su
confianza estará puesta en Dios.
No podemos olvidar ese grito que Jesús nos sigue dando: “No tengan miedo”, las
dificultades y problemas las tenemos y las seguiremos teniendo, pero como cristianos
debemos vivir libres de miedos y con una confianza plena en Dios, teniendo bien claro
estas dos razones que Jesús nos da en su Evangelio:
1a- Jesús nos da a entender que si bien la justicia tarda, la verdad siempre llega: “No
hay nada oculto que no llegue a descubrirse, no hay nada secreto que
no llegue a saberse”, que por cierto esto es una manera de que se haga justicia.
2a- Dios y el mismo Jesús velan por los discípulos, es decir, no estamos solos, hay quien
se preocupa por nosotros, nos ama y está atento a lo que nos pueda suceder; si Dios
cuida de algo tan pequeño como un pajarito, con mayor razón está al pendiente de
nosotros, a la agresión que desfigura a los discípulos corresponde la atención
extrema de Dios que procura su cuidado hasta los más mínimos detalles. Por tanto
aunque el miedo sea real, y quienes pretenden beneficiarse de él también abunden,
los discípulos no tenemos que ser miedosos.
Pensemos hermanos, ¿Cuáles son los miedos que no me dejan vivir y compartir el
mensaje del Evangelio? ¿Acaso las burlas, las críticas, la pérdida de un trabajo, el rechazo?
¿Qué nos falta para hacer desaparecer los miedos?
Por tres veces Jesús nos ha repetido: “No tengan miedo…”, “No teman a los
hombres…”, “No tengan miedo a los que matan el cuerpo…”, por lo tanto, no
tengamos miedo. Una gran fe en Dios y una confianza en su Palabra pueden y deben
ahuyentar de nuestra alma todos los miedos, porque el miedo nos impedirá que
proclamemos el Evangelio con todas sus exigencias.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
¡Feliz domingo para todos!