No expreso nada que se deba hacer. Solo hago un anuncio y comunico acerca de alguien, desde una experiencia vivida, que me hace querer compartirlo.
Hay una voz que clama por este medio “el que ha muerto ha resucitado”. Cualquiera podría ver al resucitado en el padre de familia, ejecutivo, educador, estudiante… ésta es la visión de una experiencia; quien no ha visto no puede testificar haberlo visto y oído, porque quien sí ha visto al resucitado se distingue en su modo de vivir, de pensar, en sus actos y con su proceder lo dice todo. Lo que tiene valor y brinda visibilidad ante los ojos de los demás es el ser testigo como una fórmula de vida.
Testimonio en griego se dice martyrion, de ahí la palabra mártir, por tanto, se piensa que el mártir es quien ha dado la vida y, ciertamente es así, pero quiero resaltar que un testigo fiel y veraz también es aquel hombre o mujer que, con su vida, da testimonio de la verdad, no precisamente por sufrir, sino por lo que, en lo cotidiano, da testimonio a los hombres de hoy sobre el resucitado.
Reflexiono que un proceso o un litigio son el marco natural del testimonio, también ciertos objetos o pruebas pueden desempeñar este oficio en virtud y corroborar la verdad en cuestión; el testimonio de los hombres de viva voz no será suficiente, se deben aportar pruebas contundentes. Ahora bien, la mentira se puede hacer presente, pero la noción de testigo a la que me refiero se amplía, sobre todo, en una dirección menos jurídica y más en la praxis: ¡hombres que dan testimonio con su vida!
La vida cotidiana no nos convierte en individuos aislados de otros, más bien, se debe desempeñar en presencia de una sociedad en diferentes ámbitos, haciendo una multitud de testigos que, por diferentes frentes, demuestran que es posible ser testigo, dar buen testimonio con la vida, así como anunciar y dar razón del resucitado.
¿Qué pone de manifiesto el testimonio? ¡Cuántos se doblegan y, por quedar bien, niegan al resucitado! Necesitamos reflexionar; si queremos ser testigos valientes, debemos hacer vida los principios del resucitado, pues nuestra vida puede ser la única prueba de que Él ha resucitado. Hay que hablar y dar razón del porqué de la vida en la fe a mis familiares, amigos, conocidos y otros más que sepan que sigo, amo y me esfuerzo por ser congruente como testigo. Comunicar el gozo del resucitado más allá de la alegría superflua, esa alegría de vivir y la práctica de la misericordia dan cerrojazo a esta vida de testigo.
El haber vivido, presenciado y experimentado la resurrección se traduce en un compromiso personal con Dios y con los hombres, el cual conlleva al amor, a vivir en la luz, en la verdad y en la justicia; esta última, no como darle a cada quien lo que le toda, sino a la sublimidad de ajustarse a los designios de Dios.
Reflexiono que cada uno de nosotros puede transformarse en testigos del resucitado o, bien, seguir viviendo una vida frágil y cómoda, tal vez adatada y acomodada a la época sin el mayor esfuerzo. Sé que tú no eres de esos, así es que ánimo, ¡vamos a anunciarlo como testigos fieles y veraces!
En la libertad de cada hombre radica la toma de decisión para optar por la luz o por la oscuridad.