* A 40 años de la visita de la visita del Papa polaco a España
“Con salero, como cabía esperar de una tierra tan creativa y espontánea, recibió Sevilla a Juan Pablo II. Un grupo de jóvenes – ellas con bata de lunares, ellos con chalequillos y pantalón negro – le dieron la bienvenida en el aeropuerto bailando sevillanas, cuando aún ronroneaban los motores del avión”. Así empezaba la crónica de José Antonio Carro Celada, redactor de la revista ECCLESIA en 1982, sobre la visita de Juan Pablo a II a Sevilla, el 5 de noviembre de 1982.
Pero la protagonista del día era otra persona: sor Ángela de la Cruz, que iba a ser beatificada por el Papa en pleno campo de la feria de abril: “Hubo aplausos nutridos y largos cuando Juan Pablo II terminó de pronunciar la fórmula de beatificación; y aclamaciones al descorrerse la cortinilla de terciopelo rojo que cubría la efigie de la nueva beata».
Durante la homilía, que es para leer punto por punto, el Papa elogió la sensibilidad artística del pueblo andaluz, enumeró a sus santos, cantó las glorias de sor Ángela de la Cruz, “la que fue zapatera antes que monja”. El hermano Pablo Noguera Aledo, secretario personal del cardenal Carlos Amigo Vallejo por más de tres décadas, vivió en primera persona esa visita y ECCLESIA ha querido hablar con él para recordar ese día.
¿Qué recuerdos tiene de ese 5 de noviembre de 1982?
Tengo un recuerdo muy grato, creo que además por haberlo vivido muy joven y todo eso me impactó aún más. Aquella fue una experiencia única, sobre todo porque toda la preparación de lo que era el encuentro aquí en Sevilla tuvo que hacerse muy rápido.
El obispo, unos meses antes, había tenido una situación de salud que le dejó muy precario, tenía una hemiplejía y en absoluto podía gestionar todo esto. El cardenal Amigo vino unos meses antes para recibir al Santo Padre y preparar la Celebración con toda dignidad. Fue una experiencia de vértigo porque ya nos podemos hacer una idea de lo que supone la infraestructura de este encuentro. Fue una explosión de fe y de celebración festiva de una figura tan entrañable como era sor Ángela de la Cruz.
Estos días me encuentro en Sevilla también como recuerdo a esa efemérides, y porque además yo estaba tan vinculado a Don Carlos que fue protagonista en primera persona de recibir al Santo Padre. Era el único que quedaba como obispo titular, hasta hace seis meses, que había recibido al Papa en el año 1982.
Los discursos del Papa durante ese viaje fueron de enorme actualidad y así fue también en Sevilla cuando habló durante la homilía de la religiosidad popular y de los problemas del sector agrario…
La religiosidad popular evidentemente sigue y, como se dice, va creciendo cada día más. Es la forma y el vehículo particular con el que se expresa, en general, el pueblo de Andalucía y en particular el de Sevilla.
Las personas tienen que vivir su fe de manera pública y la manifiestan con esta gran oportunidad que da vivirla en una hermandad y en una religiosidad popular tan amplía. Evidentemente, el tema es de actualidad, y por eso el Santo Padre pienso que se dirigió de esta manera tan significativa a la religiosidad popular porque sabía que para muchísima gente el vínculo que tenía con la Iglesia era de esta forma.
En cuanto al tema agrario, aquí particularmente en Andalucía, en aquel entonces se vivía un momento muy particular con los movimientos agrarios. Había muchas personas que trabajaban en este oficio y vivían muy precariamente y era una lacra que necesitaba una reforma. Él era muy sensible a esta situación que vivía el pueblo andaluz.
El Papa estaba a la mitad del viaje, ¿lo vio cansado o tenía todavía mucha fuerza?
Lo vi con muchísima fuerza y de hecho hay esa anécdota que le despidieron con las famosas sevillanas al final de la Misa: “No te vayas todavía, no te vayas, por favor, no te vayas todavía, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós”.
Yo lo que percibí fue serenidad, quizás porque estaba a la mitad del viaje, pero pude ver claramente que en su sitio, se encontraba a gusto. De hecho, cada vez que Don Carlos se encontraba con el Papa en Roma le repetía esa misma sevillana. Yo no le vi cansado, obviamente todo ese periplo suponía un desgaste no solamente físico, sino también emocional, pero yo le vi particularmente a gusto, en su sitio.
Después de unos días, o semanas, y hablando con Don Carlos, ¿teníais la sensación de haber vivido algo histórico?
Don Carlos repitió eso a lo largo de muchos años: aquella visita la recordaba como si hubiera acontecido unas horas antes. Después el Santo Padre volvió a Sevilla en el 1993 para el Congreso Eucarístico Internacional, pero esa visita marcó un hito porque Don Carlos percibió una cosa muy importante: San Juan Pablo II amaba a España y cuando uno se siente querido por el Papa, eso se graba a fuego en el corazón.
Las figuras de sor Ángela de la Cruz y San Juan Pablo II fueron muy unidos siempre a la persona de Don Carlos: el Papa polaco le nombró cardenal unos años después, al punto de haber sido canonizada sor Ángela de la Cruz y el inicio de su pontificado en Sevilla fue precisamente con la beatificación de sor Ángela de la Cruz. Para Don Carlos, Juan Pablo II era un referente y del que se sentía muy orgulloso.
SÁBADO 5 DE NOVIEMBRE DE 2022.
ECCLESIA.