¿El mito?: es «una forma velada» de la «eterna Verdad de Dios», según Chesterton, Tolkien y Lewis

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  • El 22 y 23 de julio e realizará en Buenos Aires el Congreso Internacional Fe, arte y mito. GK Chesterton, JRR Tolkien y CS Lewis.

Eduardo B. M. Allegri, autor de Un tal Chesterton, en una nota publicada en La Prensa apunta que rescatar los tres asuntos que se propone este Congreso “es un acto de valentía y de esperanza, a la vez. Creer que vale la pena de cualquier esfuerzo poner empeño en ese rescate es una muestra de que la mirada se ha puesto más allá de lo que ven los ojos en las pantallas o más allá de lo que es el credo incrédulo de nuestro tiempo. Un más allá que es hacia donde debería estar puesta la mirada siempre, no importa en qué edad o circunstancia de la vida”.

María Ricoveri es profesora en Letras en la Pontificia Universidad Católica Argentina y una de los responsables de la organización de este Congreso Internacional.

María Ricoveri.

La profesora María Ricoveri, durante un webinar sobre la obra de Tolkien.

 

-¿A qué responde la relación que ustedes, los organizadores, establecen entre Fe, Arte y Mito y que proponen como tema del Congreso Internacional?

-El título del Congreso alude a tres conceptos que unen a estos tres autores. La Fe en primer lugar porque fueron tres autores cristianos, y Chesterton y Tolkien, católicos. El primero y el tercero, conversos, con todo lo que eso conlleva. Y los tres mantuvieron con convicción su Fe a lo largo de toda su vida intelectual y académica, a pesar de lo adverso del ambiente en el que se movían.

»Chesterton es sin duda uno de los intelectuales católicos más importantes de todos los tiempos, incluso el Papa Pío XI le otorgó el título de «fidei defensor«. Tolkien y Lewis fueron, de alguna manera, hijos del Movimiento de Oxford, que décadas antes de sus nacimientos había iniciado San John Henry Newman, reavivando la llama de la Fe en los católicos de la Inglaterra de entonces. Ambos dieron un fuerte testimonio como escritores y profesores, incluso en su vida personal, de cómo llevar la Fe es lo primero.

»Arte y Mito son dos términos complementarios, y que van unidos al anterior de manera subyacente porque, a través del Arte, se nos revela lo invisible mediante lo visible, se nos hace partícipes de la Belleza. El Mito, según lo entienden estos autores, es una forma velada de la Verdad. Dice Tolkien que “todos los mitos, aunque contienen errores, reflejan un astillado fragmento de la luz verdadera, la eterna Verdad de Dios”.

»Reconocer la grandeza de estos tres autores y buscar lo que tienen para decirnos hoy es el objetivo de este Congreso.

-Para una perspectiva racionalista, fe y mito podrían resolverse en el carácter mitológico de la fe en el sentido de “cuentito para los niños de Primera Comunión”. Desde una perspectiva, si se quiere, más filosófica, la Fe no podría relacionarse con el mito, precisamente, porque este último es un «cuentito». ¿Qué puede decirse al respecto?

-Sí, de hecho el término mito puede malinterpretarse si se entiende como historias antiguas que responden a una cosmovisión politeísta, y nada más. Es una visión lamentablemente popular hoy en día.

»Si buscamos en el diccionario, es probable que encontremos descripciones como simplemente “una mentira”, o “una forma de explicar las cosas que la ciencia aún no había logrado explicar”. Pero los mitos fueron, para los Antiguos, maneras de entender la realidad desde lo sobrenatural, de hacer visible lo invisible. Lewis de hecho dedica gran parte de su obra a hablar de la Resurrección como el Mito Verdadero, y sostiene que el mito es la forma que tiene el hombre de “encarnar” lo abstracto.

»En palabras de Steven Rummelsburg, “el mito es el lugar, la intersección de dos rutas, en que se encuentran lo eterno y lo temporal”. En ese lugar, en ese encuentro, se pueden encontrar verdades profundas sobre la naturaleza más íntima del hombre y del mundo, del bien y del mal (del Bien y del Mal), de lo Bello y lo Verdadero.

Lewis, Chesterton, Tolkien.

El cartel del congreso nos muestra, de izquierda a derecha, a Lewis, Chesterton y Tolkien.

 

»El Dr. Jorge Ferro, uno de nuestros grandes maestros, eminente estudioso de estos tres autores, nos explica en su obra Leyendo a Tolkien que para Lewis y Tolkien “el ‘mito’, en cambio, refiere a algo en cierto modo inefable, no reductible a ideas ‘claras y distintas’. Resulta el único vehículo apropiado para el sentido de lo que el artista intenta comunicar. Es una totalidad, y está grávido de significados diversos, que si bien se entrañan en una unidad profunda, presentan niveles diferentes, y se traducen en una rica polisemia o pluralidad de sentidos”.

-La Academia de las Cuatro Plumas, la organizadora de este Congreso Internacional, ha elegido a tres autores anglosajones como G.K. Chesterton, J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis para relacionar Fe, Arte y Mito. ¿Qué nos dirían, como primera aproximación, cada uno de ellos sobre el asunto?

-El camino más claro para explicar la respuesta a esta pregunta es el pensamiento que vuelca uno de estos autores (pero compartido por los tres, de manera sorprendentemente cercana), C.S. Lewis: en su autobiografía, Sorprendido por la Alegría, describe con su usual maestría todo el trayecto que recorrió, desde su temprana infancia hasta su adultez y eventual conversión (el libro es escrito, en palabras del autor, “poco tiempo” después de su conversión a la fe en Cristo). En ese trayecto se vio atravesado, en instancias distantes entre sí pero repetidas, por lo que él describe como “flechazos de Alegría”.

»Esta sensación, explica, le llegó por primera vez al leer los mitos nórdicos, y es descripta como una melancolía, una añoranza por algo que nunca tuvo, y una sensación de admiración y pequeñez ante lo sublime y terrible de los helados castillos, y las crudas y heroicas batallas de aquel panteón. Así recibidos, fueron repitiéndose en su corazón a medida que pasaba el tiempo, dándose no solamente al leer estos mitos nórdicos, sino al ir encontrando esas verdades trascendentales que lo herían, como la nostalgia del viaje de vuelta al hogar.

»De esta manera, atravesado por esa Belleza, por la Verdad trascendente y la verdadera virtud, Lewis aprendió, y explica en este libro, que el mito es mucho más que un cuento: es una escuela, es la única manera de transmitir algunas verdades, que son tan suficientes en sí mismas como axiomas, que angustian y hieren dulcemente el corazón del hombre que se somete a ellos, y enseña, usando los recursos más sublimes, aquellas realidades trascendentes que llaman al hombre, que lo interpelan desde sus albores.

»Fueron ellas, estas bellas evidencias de lo eterno y trascendente, las que fueron incentivando en este autor, de manera providencial, aquel hondo deseo por la Verdad, honesto deseo que, acompañado por su impresionante inteligencia, lo terminaron llevando a encontrar la fe, el “Mito Verdadero”, su camino de regreso al hogar.

»Y, como es de esperar con todo lo providencial, en su aprendizaje del mito Lewis comprendió muchas de las verdades más importantes, cuyos nombres conocería más tarde: “Se debía obedecer a Dios simplemente porque es Dios. Mucho antes, a través de los dioses de Asgard, y luego a través de la noción del Absoluto, Él me había enseñado que una cosa puede ser venerada no por lo que nos puede hacer, sino por lo que en sí misma es… Si me preguntan por qué se debe obedecer a Dios, en último término la respuesta es ‘Yo Soy’.”

-Por último, ¿qué proyectos tiene la Academia de las Cuatro Plumas para luego del Congreso Fe, Arte y Mito? ¿Seguirían en la misma línea temática?

-La Academia surge como complemento de la página de difusión Sr. Bombadil, que inició hace cuatro años en las redes sociales, buscando inicialmente difundir la obra de estos tres autores en un mundo donde se ensalza lo superficial y ahonda poco en lo bueno, verdadero y bello.

»Más tarde surgió la inquietud de tener un espacio académico para ocupar ese lugar desde lo cultural: publicaciones de artículos, ensayos, conferencias y cursos, y por último nuestro gran proyecto que es este Congreso Internacional. Si Dios nos acompaña seguiremos creciendo con este tipo de iniciativas, trayendo más de estos autores (y otros que tenemos aún en el tintero), buscando ser un refugio para todos los que quieran ahondar en ello.

Germán Masserdotti.

06 julio 2022.

ReL.

 

PREPARAN UN SINGULAR CONGRESO SOBRE TRES AUTORES CRISTIANOS

Del coraje y lo sagrado.

  • Pronto, en algunos días más -el viernes 22 y el sábado 23 de julio-, habrá en Buenos Aires un Congreso Internacional y es una reunión singular por varios motivos.

En primer lugar, porque la iniciativa y la organización la tienen en sus manos jóvenes argentinos distribuidos por varias partes del país. También porque han reunido a un grupo de especialistas locales y del exterior, versados en tres autores ingleses que comparten una característica contracultural: son cristianos los 3 y dos de ellos, católicos.

Gilbert K. Chesterton, John R. R. Tolkien y C. S. Lewis serán el objeto de ponencias y conversaciones de esos dos días, en medio de las cuales también debatirán y expondrán jóvenes ya iniciados en su lectura. Pero lo que se me hace más singular es el coraje.

Nunca es fácil organizar algo internacional desde la Argentina (y menos en estos días), haciéndolo con la pulcritud y seriedad con que lo han hecho. Es tarea para gentes muy animosas y arriesgadas. Sería más fácil si el asunto al cual se convoca fuera un foro de negocios, esos de los que Braulio Anzoátegui decía: «los buenos negocios requieren de olfato; y obligan a taparse la nariz…». Pero tiene que ser mucho más entusiasta el impulso en este caso, porque la convocatoria es para ir al rescate de «Fe, Arte y Mito» (el tema del Congreso), y eso a partir de tres figuras reconocidas en el ámbito literario pero también por la profesión de su fe. La tarea adquiere entonces algunos tintes épicos.

  • Mito ha sido y es una palabra maltratada, como lo ha sido fantasía.

 

  • Arte no ha sufrido mejor suerte, ni de pensamiento, ni de palabra, ni de obra.

 

  • Fe, así con mayúsculas, más aún, y eso porque es en realidad la madre de todas las batallas, particularmente las batallas culturales, que son crueles, muy crueles, y son las que producen el número mayor de bajas, de heridos y hasta de muertos. Claro que solamente impresionan las bajas, los heridos y los muertos cuando sangran. Si no sangran, y andan por la vida heridos o muertos, son como invisibles. Pero que los hay, los hay.

Porque si algo han enseñado las obras de Chesterton, Tolkien y Lewis, es que, detrás de lo visible o de lo aparente hay algo invisible, y ver eso que no se ve a simple vista es, precisamente, la finalidad de la Fe, del Arte y del Mito. Y es también lo que autores como ellos han logrado ver, en lo bueno y en lo malo, para rescatar lo que de verdad hay en este mundo sublunar. Y así poder llamar a lo malo o falso, malo o falso. Y a lo bueno y real, bueno y real.

Rescatar los tres asuntos que se propone este Congreso es un acto de valentía y de esperanza, a la vez. Creer que vale la pena de cualquier esfuerzo poner empeño en ese rescate, es una muestra de que la mirada se ha puesto más allá de lo que ven los ojos en las pantallas o más allá de lo que es el credo incrédulo de nuestro tiempo. Un más allá que es hacia donde debería estar puesta la mirada siempre, no importa en qué edad o circunstancia de la vida.

 

EJEMPLO Y CONTRAEJEMPLO

 

Resulta que los jóvenes ingeniosos y revoltosos del Mayo francés del «68, copiaron una frase de la tapa de una revista anticlerical de principios de 1900 (La Lanterne) y la pintaron unos setenta años después en las paredes de la Sorbona tomada por los estudiantes durante aquel mes de mayo. Todo ese lío francés, ya se sabe, fue una interna de la izquierda, entre los más radicales. Trotskistas, maoístas y otras capillas, armaron aquel jaleo de los «60, mientras el Moscú soviético de aquellos años miraba sin participar (aunque se frotaba las manos…), y retaceaba la participación de sus satélites franceses, como la CGT que le respondía. El batuque duró un mes y finalmente, como dice una canción de Ismael Serrano, «debajo de los adoquines no había arena de playa…», aspiración algo burguesa y hedonista de aquellos chicos jugando a revolucionarios.

Hay volúmenes enteros de recopilación de aquellas frases y grafitis que llamaban a la Revolución y al libertinaje a la vez, cosa curiosa pero comprensible si uno inscribe el batifondo bajo el lema «rompan todo…»: «prohibido prohibir», «la imaginación al poder» y cosas así.

¿En qué quedó aquello? Los sesentistas franceses lloran todavía, en cada aniversario de la revuelta, no haber logrado sus objetivos revolucionarios. Lo cierto es que, hayan sido los que hubieran sido, lograron mucho más: queriendo o sin querer, consolidaron las bases de un modo cultural durable que, aumentado y perfeccionado, rige todavía con un poder planetario multiforme y omnipresente.

Pero, ¿cuál era la frase aquella que copiaron los estudiantes de París?: «Le sacré, voilˆ l»ennemi!»

Lo Sagrado: ¡ahí tienen al enemigo!
Y de hecho, según se mire, tenían razón.

En buena medida gracias a ellos, si algo se ha acelerado más que la tecnología y la ciencia en estos casi 55 años últimos es el ataque y la pretendida defenestración sostenida de todo lo sagrado. Desde la vida humana hasta la divinidad, pasando por todas sus adyacencias.

Es eso mismo, lo sagrado (con mayúscula y minúscula), aquello que este torbellino que revuelve el tiempo nuestro quiere demoler, substituir, malversar, envilecer. En muchos casos, y con las cosas creadas, los esfuerzos destructivos consiguen en buena parte su propósito y erosionan o taladran lo sagrado en todo lo que pueden para que desaparezca. Y para poner en su lugar nuevas «sacralidades» substitutas: nuevos presuntos derechos, sedicentes leyes más justas, nuevos paradigmas.

Eso no lo logran con lo Sagrado trascendente, que es de donde proceden todas las demás sacralidades verdaderas. Y no es que no lo intenten: desde lo ritual o lo litúrgico hasta lo doctrinal, lo cultural y aun lo político. Pero ocurre que Dios es indestructible. Se lo puede derogar en un papel, pero no en la realidad. Se puede afear su imagen, pero no su naturaleza.

 

EL VENDAVAL

 

Hay que repetirlo: quienes -como los jóvenes que organizaron el Congreso «Fe, Arte y Mito»- resisten el vendaval desacralizador tienen que tener mucho coraje: se oponen a aquellos para quienes lo sagrado es el enemigo. Ese vendaval ocupa más y más rincones de toda cosa y casi no hay actividad a la que esas aguas en torrentes no hayan llegado y pretendido ahogarla o envilecerla. En la educación o en la moda, en Disney o en los parlamentos, en la música o en la economía. Y así siguiendo.
En su poema Eclesiastés, Chesterton dice:

«Hay un pecado: decir que es gris una hoja verde-
y se estremece el sol ante el ultraje;
Hay una blasfemia: implorar la muerte,
pues sólo Dios conoce lo que vale la muerte;
Hay un credo: aun bajo las alas de este mundo terrorífico
no se olvidan de crecer las manzanas en los manzanos.
Hay una cosa necesaria: todo;
-el resto es vanidad de vanidades

Con la misma idea potente, le habla a estos jóvenes corajudos que están dispuestos a enfrentar con alegría y buen ánimo las «alas terroríficas» que querrían impedir que los manzanos dieran manzanas. Habla de ellos y para ellos cuando dice al final de su libro Herejes:
«Se encenderán fuegos para testimoniar que dos y dos son cuatro. Se blandirán espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano. Terminaremos defendiendo no sólo las increíbles virtudes y la sensatez de la vida humana, sino algo más increíble aún: este inmenso e imposible universo que nos mira a la cara. Lucharemos por prodigios visibles como si fueran invisibles.

Observaremos la imposible hierba, los imposibles cielos, con un raro coraje. Seremos de los que han visto y, sin embargo, han creído.»
La perseverancia en ese combate frente a la desacralización es ya eso mismo una medalla de honor. Sortear el desaliento o el temor, afirmarse con alegría en sus convicciones profundas y sólidas, soportar la burla, la indiferencia o la persecución. No odiar sino el error. Amar y difundir lo verdadero y lo bueno. Admirar, gozar y procurar la belleza. Verdaderamente, es heroico en estos días.

POR EDUARDO B. M. ALLEGRI.

LA PRENSA.

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