El evangelio de este domingo (Lc 10,1-12.17-20) nos habla del envío de los 72 discípulos. El número 72 tiene un valor simbólico: significa la totalidad de las naciones como lo sugiere el libro del Génesis (Gn 10, 1-32). Los 72 discípulos son una alusión a la universalidad de la misión en el nuevo pueblo de Dios.
Jesús empieza reconociendo que la mies es mucha y por consiguiente se necesita de muchos obreros para cosecharla. De ahí que sea necesario suplicar al dueño de la mies que suscite estos obreros.
Junto con el envío a la misión, Jesús les hace algunas recomendaciones a estos discípulos, entre ellas hacer oración, confiar en la providencia, ser mensajeros de paz y vivir en la alegría constante.
En esta ocasión Jesús no envía a los 12 apóstoles, sino a los 72 discípulos. Probablemente se trata de la mayoría de todos aquellos que se habían atrevido a seguirlo y que habían demostrado asiduidad, constancia, son personas simples que habían creído en Jesús y que lo demostraban siguiéndolo de forma convencida luego de haber escuchado su Palabra.
Jesús envía a estos 72 discípulos no a tierras lejanas como enviará a los 12, sino delante de él, a cada ciudad y pueblo donde estaba a punto de dirigirse. Fueron enviados a lugares cercanos para preparar el camino y la acogida de Jesús.
Este evangelio nos permite hacer una reflexión sobre los lugares actuales de la misión de cada uno de nosotros. ¿Cuáles son los lugares de misión del cristiano de hoy? ¿A dónde debe llevar el anuncio del evangelio?
En algún tiempo se consideraba solamente como lugares de misión, aquellos países o regiones donde no se conocía el evangelio, las regiones que llamaríamos paganas. Hoy en cambio los lugares de misión, son además otros espacios muy cercanos a nosotros. Son nuestras ciudades, nuestros pueblos y comunidades. La mayoría de las veces nuestras propia familia es un auténtico lugar de misión. Porque en nuestras ciudades y comunidades muchas veces la fe se ha enfriado. En los ambientes donde se desarrolla nuestra vida no es extraño encontrar costumbres o formas de vida y mentalidades que no son evangélicas. Algunas veces hasta al interior de nuestra misma familia se tienen estilos de vida poco cristianas.
Por lo tanto es ahí donde principalmente debemos ser misioneros llevando y transmitiendo el evangelio. Dígase lo mismo de los ambientes donde pasamos mucho tiempo de nuestra vida: en el mundo del trabajo, de la cultura, de la economía, de la educación y de la política.
Jesús nuestro Señor hace además algunas recomendaciones para la llevar a cabo la misión. El primer aspecto es el testimonio de vida. Junto con ello está la mansedumbre: “los envío como ovejas en medio de lobos”. Otro aspecto importante es que el misionero debe confiar principalmente en la providencia estableciendo así una sana distancia de aquello que puede hacerle pesado el caminar o que puede distraerlo en la espiritualidad. El misionero debe ser libre y no esclavo de las cosas materiales; ser feliz con lo necesario y evitar lo superfluo. Por último dos aspectos importantes, el misionero está llamado a ser un mensajero de paz. Pues quien está en paz con Dios, también lo está consigo mismo y con los demás. El último aspecto que se espera del misionero es que sea una persona sensible con las necesidades de los demás, especialmente de los más necesitados. Todo misionero a final de cuentas hace presente a sus destinatarios o interlocutores, el rostro misericordioso de Dios.