Chile: a 4 años de la renuncia de todos los obispos, por el encubrimiento de abusos homosexuales y pederastas

ACN
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El pasado 11 de mayo, algunos diarios chilenos recordaron el cuarto aniversario de la insólita -casi increíble pero ciertamente inédita en la historia de la Iglesia- la renuncia colectiva de 34 obispos chilenos reunidos en el Vaticano a instancias del Papa Francisco. El Pontífice realizó una visita a Chile (del 15 al 18 de enero de 2018) e inmediatamente después a Perú (del 18 al 21 de enero). Esta peregrinación tuvo un gran eco internacional, uno de los más importantes de todos los viajes del Santo Padre. Sin embargo, las cosas no le fueron bien a Francisco, como muchos vaticinaron, ya que la Iglesia chilena llevaba varios años en caída libre desde el punto de vista de la credibilidad, la autoridad y el prestigio debido a la escandalosa gestión de casi todos los obispos de decenas y decenas de denuncias de graves abusos sexuales de miembros del clero,

 

Este Karadima, difunto, expulsado del orden sacerdotal, fue -se dice- un gran descubridor de vocaciones al sacerdocio y cuatro de estos sacerdotes serán más tarde obispos. Eran conocidos como «los obispos de Karadima». Entre ellos, el más infame es Juan Barros, ahora retirado.

 

Por otro lado, quienes debieron preparar bien la visita y el mismo Papa, los dos cardenales chilenos de la época, Errázuriz y Ezzati, incluido el Nuncio de turno (hoy en Portugal) Mons. Ivo Scapolo parece haberle dicho al Papa sobre una ‘iglesia inexistente’, no real y no verdadera.

 

El Papa Francisco abordó el tema de la renuncia colectiva de los obispos chilenos con calma y analizando caso por caso. El 18 de junio de 2018 aceptó las tres primeras renuncias y luego otras, paulatinamente, en muchos casos esperó la jubilación del obispo (75 años). Por eso la renovación parcial y limitada del Episcopado chileno en estos 4 años ha sido tratada con timidez (decimos ‘prudencia’), discreta, pausada y sin giros de ningún tipo.

Francisco con obispos de Chile en 2019.

Es por eso que hoy, en 2022, la opinión general en el país es perentoria: nada ha cambiado como se temía incluso antes de la llegada del Papa. Su visita no fue el comienzo de un cambio real y radical y la jerarquía local se ha mantenido esencialmente igual que la de las últimas décadas, y que es similar a la que empezó a gestarse con la llegada del nuevo Nuncio, el entonces arzobispo Angelo Sodano, fallecido como cardenal y exsecretario de Estado el pasado 27 de mayo.

 

El asunto chileno, visto después de cuatro años, aparece como un factor decisivo en el pontificado del Papa Francisco. Esos hechos y esos días, para el pueblo chileno y también para otros latinoamericanos, aparecen como una fulminante sucesión de circunstancias en las que -de manera confusa- se ha roto un hechizo, una esperanza, casi un sueño. El Pontífice nunca volvió a América Latina salvo unos días en Panamá donde estuvo prevista durante años la Jornada Mundial de la Juventud (23 – 27 de enero de 2019).

 

Para los chilenos, y para la iglesia en Chile, lamentablemente este aniversario no cambia las perspectivas. Todo se estanca esperando no se sabe qué.

 

ROMA, ITALIA.

LB/RC/IS.

VIERNES 10 DE JUNIO DE 2022.

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