En 2015, un farmacéutico sevillano, Luis Melgarejo, emprendió una descomunal batalla contra la administración pública. El motivo, su negativa a vender las píldoras del día después por «producir abortos en algunos casos». El caso no tardó en llegar al Tribunal Constitucional, donde Melgarejo y la objeción de conciencia obtuvieron la victoria. Y con él, todos los farmacéuticos, que fueron dispensados de la venta obligatoria de estos medicamentos.
El programa Mediodía de Cadena Cope se ha hecho eco de su historia, que comenzó cuando en 2008 una clienta exigió las hojas de reclamaciones ante su negativa a dispensarle la píldora.
La Junta de Andalucía le impuso una multa de 3.300 euros, que fue confirmada por el juzgado.
Sin embargo, el farmacéutico alegó que estaba ejerciendo su derecho a la objeción de conciencia y llevó su decisión hasta las últimas consecuencias. Desde entonces, la farmacia Tetuán 4 es conocida en toda la ciudad.
Por conciencia, profesionalidad y ciencia
«No la dispenso por conciencia, puede producir abortos en algunos casos; va contra mi conciencia y va contra el derecho a la vida incluso si no ha anidado en el útero; para mí no hay diferencia entre un segundo antes o después de anidar en el útero», asegura.
De hecho, aseguró que si viviese en otra localidad donde solo hubiera una farmacia y se viese obligado a venderlo, trasladaría su establecimiento «a otra ciudad» para no perjudicar a nadie.
El aborto no fue su único motivo para tomar la decisión: «También es por una cuestión de criterio profesional. No es muy apropiado que por imperativo legal tenga que vender un preparado farmacéutico que puede provocar el aborto, que tiene efectos secundarios muy importantes y que además se dispensa sin prescripción médica. Es una irresponsabilidad. Es muy grave«, afirmó a El País.
Melgarejo, católico y de 45 años explicó que estas pastillas «evitan que se implante un embrión en el útero», de modo que si la dispensase, «sería como favorecer la realización de un aborto«.
Pese a haberse definido en varias ocasiones como católico, destaca que apoyó su decisión, sobre todo, en criterios científicos y médicos: «Se trata de una cuestión química. La píldora impide el nacimiento de un embrión, y yo creo que hay vida desde la concepción y antes de la implantación en el útero. Por lo que si vendiera la píldora, estaría contribuyendo a acabar con una vida humana y eso no me lo permite mi conciencia. Además, los efectos secundarios que provoca la píldora en las mujeres que la toman son muy graves».
Defender la vida, más importante que el miedo
Finalmente, el farmacéutico establecido en el número 4 de la sevillana calle Tetuán obtuvo la victoria: en 2015, el Tribunal Constitucional amparó tanto su derecho a la objeción de conciencia como el de todos los farmacéuticos y médicos que se negasen a vender la píldora por sus efectos abortivos.
«Después de que se conociera mi caso y la decisión del Constitucional, he recibido muchas felicitaciones y el agradecimiento de otros farmacéuticos. Somos muchos los que pensamos así y hay muchas farmacia que, como la mía, no distribuyen la píldora, aunque a ellas por suerte no las han multado», declaró a Infovaticana.
El farmacéutico, también perteneciente a una asociación de objetores de conciencia, considera que «no haber luchado por este derecho hubiera sido una incoherencia» y valora la objeción como algo «importante y fundamental».
«Hay que luchar por que se respete [la objeción de conciencia]. Creo, por ejemplo, que es mucho más importante defender la vida y hacer valer tu criterio profesional, que pararse a pensar en las consecuencias económicas o en el miedo«, concluye.