Preparar la navidad en medio del desierto de hoy.

Mons. Rutilo Muñoz Zamora
Mons. Rutilo Muñoz Zamora

“Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados”. Una voz clama: “Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. Así ha hablado la boca del Señor. Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”.

(Isaías 40, 1-5. 9-11).

Entramos a la segunda semana del tiempo del Adviento con la tarea de continuar la preparación para celebrar la Navidad. Y, como creyentes, dispuestos a retomar el camino para tener un encuentro con Jesucristo que tenga frutos. Ya sabemos que conmemoraremos una vez más la venida histórica de Cristo, pero igualmente miramos hacia el futuro, su venida definitiva que tiene asegurado su triunfo sobre el mal, el pecado; y muy conscientes de la importancia de descubrirlo hoy en la vida de nuestros hermanos, en la realidad presente viviendo al máximo la caridad que nos llevará a ser reconocidos por Él como sus amigos incondicionales al final de los tiempos.

Preparar el camino del Señor es una de las tareas fundamentales del Adviento. ¿Cómo lo debemos realizar? Analicemos que es lo que se hace para poder participar en algún deporte para una gran competencia a nivel nacional o mundial. Se elabora un programa adecuado que incluye entrenamiento diario, buena alimentación, ayuda de un equipo interdisciplinar para la asesoría, el cual requiere un entrenador, médico, nutriólogo, instalaciones para la práctica, etc. Y, sobre todo, se necesita del atleta una gran decisión para llevar a cabo el programa de preparación y una ferrea disciplina. Este ejemplo nos puede hacer ver la forma de cómo realizar nuestra preparación para celebrar la próxima Navidad…

Un punto clave es aceptar y estar dispuestos a preparar nuestra vida para darle cabida en ella a Cristo. El mensaje es claro como lo presenta el profeta Isaías: Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán”. El Adviento es tiempo favorable para poner en práctica con más cuidado la oración, la reflexión y encuentro con la palabra de Dios a nivel personal y en familia, crecer en la sensibilidad para reconocer la presencia de Cristo en los detalles sencillos de nuestra vida, así como en los grandes desafíos que nos presenta la realidad social hoy. Y todo acompañado de perseverancia y confianza total de que el Señor nos consuela y acompaña siempre.

Parece una empresa complicada llevar a cabo este programa de preparación, sobre todo, por el ambiente en que nos encontramos actualmente, en donde es muy fuerte la desconfianza e indiferencia para dejar a un lado la práctica del mal y volver por el camino del bien. Pareciera que no es redituable dejar a un lado la corrupción, los intereses meramente mercantiles, dedicarnos solo a lo que reditúa ganancias personales. Pero es ahí donde debemos estar dispuestos a cambiar, donde lo torcido y escabroso se debe enderesar.

¿Cuáles son los motivos por los cuales vale la pena hacer caso al mensaje del Adviento para preparar el camino y recibir a Cristo en la próxima Navidad?

El desierto actual, considerado, sobre todo, como personas y ambientes carentes de amor, lo podemos detectar en la soledad de tantos hermanos enfermos, ancianos abandonados por sus familiares; en los jovenes llevados a las adicciones; en las mujeres agredidas de manera física o psicológica; en la práctica del aborto; en la violencia contra los menores. Desierto que puede ser transformado en tierra fértil por la irrigación del agua maravillosa del amor de Dios. Y este es el anuncio hacia la Navidad: ya viene quien va a salvarnos de nuestros desiertos, quien nos va a dar la vida plena, ¡es Cristo Jesús! Y este es el mensaje clave: Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre… Como pastor apacentará su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres.

Se requiere la presencia valiosa de mensajeros para nuestro tiempo que anuncien con fuerza buenas noticias, que esten en todos los ambientes siendo testigos del amor y la misericordia de Dios, que alcen la voz, sin miedo, proclamando lo valioso de la justicia, la honestidad, la solidaridad, que sean incansables hacedores del bien. Los desiertos existenciales, diseminados en muchos lugares abarcando las vidas vacías de esperanza de tantas personas, requieren de la presencia de Jesucristo, quien da la vida que todo lo transforma. ¿Aceptaremos formar parte de este grupo de mensajeros preparando en serio la Navidad?

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Obispo de la Diócesis de Coatzacoalcos