En los últimos 7 meses unas 60 iglesias canadienses, la mayoría en zonas de población indígena y con feligreses indígenas, han sido atacadas e incluso quemadas por activistas anticlericales.
Las redes sociales y hasta algunos medios de comunicación y políticos hablan de un genocidio «católico» contra los niños indios que de 1880 a 1980 fueron alojados en escuelas de internados.
Una investigadora con un georradar habría localizado bultos y anomalías en un huerto de manzanos, que muchos enseguida dijeron que eran «fosas comunes»… aunque la misma investigadora dijo luego que podían ser raíces o rocas.
Pasados 7 meses, nadie ha excavado, y Jacques Rouillard, un veterano historiador, ha acudido a los archivos para decir que si excavan no encontrarán muertos ni fosas comunes: los niños que morían (sobre todo de tuberculosis y de la gripe tras la Primera Guerra Mundial) eran enterrados en cementerios de sus reservas o de la localidad más cercana. Ni hay fosas comunes ni nadie ha encontrado cadáveres ocultos. Lo que sí hay son cementerios antiguos, de pobres, mal cuidados o bien olvidados bajo la maleza.
El caso o bulo de Kamloops en El País – un bulo contra la Iglesia, no hay fosas comunes ni ocultas ni se han hallado «restos de 215 menores»
En julio de 2021 Fox News repasaba así los casos de iglesias quemadas en Canadá tras el bulo de las fosas de Kamloops
La historia de las escuelas residenciales
Desde su origen en 1879 hasta la Segunda Guerra Mundial, las escuelas residenciales para indígenas en Canadá fueron un nido de tuberculosis, desnutrición y muerte. En los años 20 a los niños les golpeó también la terrible gripe que mató quizá al 10% de los alumnos. La gripe era más dura con niños y adolescentes que con adultos, muy rápida. La tuberculosis era mucho más lenta.
El historiador John S. Milloy detalla lo que sucedió en su libro de 1999 «A national crime: the Canadian Government and the Residential School System».
El Gobierno canadiense infrafinanciaba estos centros, donde estudiaban, trabajaban, comían y dormían muchos niños indígenas en régimen de internado (otros muchos tenían la suerte de ir a una escuela normal de día y volver a su casa cada tarde o noche).
Desde su inicio, los edificios de los internados estaban muy mal diseñados y mal construidos, con los peores materiales. Faltaban saneamientos, nunca se calentaban (grave en un país como Canadá), estaban mal aireadas, no entraba la luz del sol. Nunca lograban hacer reparaciones.
El Gobierno pagaba a los internados una cantidad por niño, por lo que las escuelas -gestionadas no solo por entidades católicas, sino también protestantes y anglicanas- intentaban tener el máximo de niños. A menudo había dos niños por cama en dormitorios hacinados.
Tuberculosis: falta de inmunidad, animales y malas instalaciones
La tuberculosis, escribe Milloy, «fue el resultado de la presencia blanca combinada con la falta de inmunidad de la comunidad aborigen a las enfermedades infecciosas. El confinamiento en reservas y en alojamientos de estilo occidental atestados y de la peor calidad fue tierra fértil con la malnutrición, falta de saneamientos, desesperación, alcoholismo e inacción del Gobierno para que la enfermedad desarrollara su ciclo mortal».
Se infectaban de tuberculosis uno de cada siete niños y morían muchos. Se contagiaba con la tos y la saliva. Pero los niños en las escuelas se contagiaban también bebiendo leche de vacas infectadas, leche sin pasteurizar. Muchas escuelas tenían ganado en malas estructuras que no se podían sanear, otra fuente de epidemias.
Douglas Farrow, profesor de Ética en la McGill University, escribió en First Things en octubre de 2021 que durante un siglo, unos 140.000 niños pasaron por esas escuelas residenciales. En 1920 se decretó que la asistencia era obligatoria para los niños que no tuvieran una escuela de día. Muchos niños murieron allí, sobre todo antes de la Segunda Guerra Mundial, porque después las vacunas y otros avances frenaron la mortalidad infantil.
Pero, de esos 140.000 niños, ¿cuántos murieron? Un informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación del Gobierno en 2015, tras años de investigación, sólo identificó 3.200 muertes de niños en esos centros. De un tercio, no tienen el nombre; de la mitad, no saben la causa de la muerte. A veces, los directores de las escuelas escribían sólo que «este año han muerto N niños», o «desde que abrimos han muerto N alumnos», dando un número, pero sin especificar la causa ni los nombres. La Comisión admite que de esos 3.2000 algunos pueden haber sido contados dos veces (como luego se ha comprobado).
El Gobierno canadiense reconoció su culpa en 2008
Que el Gobierno canadiense fue criminalmente inepto con estos internados, que los financió poco y mal y los supervisó peor, lo reconoció el Primer Ministro Harper en 2008. Durante dos generaciones o más, el Gobierno ignoró los avisos y denuncias de quienes veían lo que pasaban.
También hubo desprecio a las lenguas y culturas indígenas: todo se hacía exclusivamente en inglés. Pero tampoco en Gales o Escocia se estudiaba en galés o escocés, ni en bretón o catalán en Bretaña o el Rosellón. El Imperio inglés y el francés eran sistemáticos en su uniformidad.
Está demostrado que muchos clérigos (católicos o protestantes) lo hicieron mal. Eran muy comunes los castigos físicos (pero también lo eran en las casas de los blancos, pobres o ricos, y en las escuelas de élite en Oxford o Cambridge). Mantener la escuela era caro. Los alumnos no pagaban, pero hacían muchas tareas manuales, de granja o taller, a menudo de poca calidad y rendimiento.
Después de que el Gobierno canadiense reconociera estos hechos, el Papa Benedicto XVI, en 2009, recibió una delegación de nativos canadienses y expresó su «dolor por la deplorable conducta de aquellos católicos que causaron un inmenso dolor y sufrimiento a los que acudieron a escuelas residenciales». Se refería sobre todo a casos de castigos físicos brutales.
Una Comisión de Verdad y Reconciliación en 2015 finalizó un informe de 6 volúmenes con recomendaciones. La Iglesia Católica se comprometió a apoyar más a las comunidades indígenas hoy, con proyectos solidarios y con escolarización y becas.
Indígenas en un memorial en 2021 por los niños muertos en Kamloops; pero los registros dicen que fueron unos 50, de enfermedades, y que no están enterrados ahí, sino en sus localidades de origen o el cementerio local; no hay fosas comunes ni secretas ni ocultas (foto AFP)
El escándalo de 2021: las fosas comunes que no existen
El tema volvió a los titulares el 28 de mayo de 2021: se anunciaba que habían «descubierto» 215 «tumbas sin marcar» en la escuela residencial de Kamloops, reserva india. El 25 de junio, se habló de 751 cuerpos encontrados en la Escuela Residencial Marieval. Y el 30 de junio, se habló de 182 descubiertos en la misión St Eugene, cerca de Cranbook.
La prensa tituló con la palabra «mass graves» (enterramientos masivos, o fosas comunes). Hacía pensar en matanzas genocidas y cadáveres ocultados de noche. Tal como lo presentaba la prensa amarillista, «alguien» (la Iglesia Católica) habría matado a cientos de niños lejos de sus padres y los habría escondido. O, si no los había matado directamente, lo había hecho indirectamente y los había ocultado a sus familias. No se sabe cuándo ni cómo.
En los 7 meses siguientes, unas 60 iglesias canadienses -sobre todo pequeñas y rurales, de madera- fueron quemadas o vandalizadas por activistas anticlericales. Muchos indígenas católicos veían como su parroquia era reducida a cenizas por activistas que decían hacerlo para «vindicarles».
Hay que detallar que nadie excavó entonces ni aún lo ha hecho ahora. No se ha visto ni un solo cuerpo, nadie ha encontrado ningún cadáver.
Los supuestos «hallazgos» los hizo una joven investigadora – Sarah Beaulieu, antropóloga en la Universidad de Fraser Valley- con un aparato rastreador, un radar, que detecta «anomalías» en el terreno. Pero en una rueda de prensa el 15 de julio la antropóloga especificó que su radar detecta «disrupciones» que «se presentan como enterramientos». Pero podrían ser muchas otras cosas. Por ejemplo, ella dijo que podían ser movimientos de raíces del campo de manzanos donde realizó el sondeo.
China y Amnistía Internacional piden juicios
Los «hallazgos» llevaron a los políticos a rápidamente declararse «horrorizados y con el corazón roto» (John Horgan, presidente de la Columbia Británica). Trudeau ordenó que las banderas ondearan a media asta. El alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos exigió a las autoridades canadienses y a la Iglesia Católica una «investigación concienzuda por el descubrimiento de una fosa común (mass grave) con los restos de 200 niños».
Amnistía Internacional -un lobby que apoya matar niños mediante el aborto- exigió que se juzgue a las instituciones responsables de los «restos» que se habían «encontrado» en Kamloops. ¡China -otra potencia que mata niños con aborto- pidió en junio que el Tribunal de Derechos Humanos de la ONU investigara las violaciones de Canadá contra sus indígenas! Trudeau respondió que Canadá tiene una Comisión de Verdad y Reconciliación, mientras que China ni siquiera admite tener detenidos ilegalmente un millón de musulmanes uigures.
Un historiador pone luz revisando archivos
El 11 de enero de 2022, Jacques Rouillard, profesor emérito de Historia de Universidad de Montreal, escribió un artículo detallado en The Dorchester Review señalando que aún nadie ha visto ningún cadáver en esos sitios y que hay cifras que no tienen sentido.
Rouillard se ha centrado en el caso de Kamloops, el que empezó el escándalo. La escuela nace en 1890. La Comisión de la Verdad localizó el nombre de 51 niños que murieron en la escuela de Kamloops entre 1915 y 1964. Rouillard ha acudido a archivos que «parece, la Comisión no ha consultado», y descubre que en realidad eran 49 (dos duplicados), de los que se sabe que:
– 17 murieron en un hospital
– 8 murieron en sus casas, por enfermedad o accidente
– 24 fueron enterrados en el cementerio de su reserva (hogar de su familia)
– sólo 4 fueron enterrados en el cementerio indio de Kamloops, no lejos de la escuela
Eso demuestra que -al menos desde 1915- la mayoría de los niños muertos volvían a sus hogares para ser enterrados y que sus padres sí eran notificados. Desde 1935 había un procedimiento del Departamento de Asuntos Indios (del Gobierno) sobre como gestionar el fallecimiento de alumnos, exigiendo la información a las familias.
Además, el internado católico de Kamloops tenía un cementerio católico cerca, junto a una iglesia católica, gestionado por las autoridades indias de la reserva Kamloops. «Con un cementerio tan cerca, ¿es creíble que los restos de 200 niños se enterraran clandestinamente en una fosa común, en la reserva misma, sin ninguna reacción del concejo tribal… hasta el verano pasado?», escribe el historiador.
Además, el historiador señala que es absurdo pensar que los clérigos y religiosas pudieran ocultar las muertes de niños mediante una especie de gran conspiración «sin disenso y sin ni un solo delator». La escuela está cerca de la ciudad de Kamloops, y los agentes del Departamento de Asuntos Indios habrían sabido si «desaparecían» niños.
Simplemente, Ruillard está seguro de que junto a la escuela no hay cadáveres escondidos ni enterrados.
«Al empezar el siglo XX, la Columbia Británica no era el salvaje oeste. Un investigador hoy puede obtener el certificado de defunción de cualquier niño que estudiara en la escuela residencial de Kamloops poniendo su nombre y fecha de defunción en la web de Registros Genealógicos de Columbia Británica. Lo mismo se puede hacer con otras provincias», explica el historiador.
Respecto al georradar que encuentra tumbas en Marieval, el historiador señala que, simplemente, es el cementerio de la Misión del Corazón Inmaculado de María de Marieval, donde descansan juntos niños, adultos, indígenas y blancos. Las cruces de madera de los pobres desaparecieron, o con el tiempo o, como dicen los lugareños, porque un cura las quitó porque le parecían muy degradadas.
El historiador propone hacer lo que pide la Comisión de Reconciliación: documentar y mantener y proteger los cementerios reales, olvidados y desatendidos.
Y no inventarse fosas comunes inexistentes.
Pablo Muñoz, profesor de Filosofía Política en Ottawa, explica en español el caso de las supuestas «fosas» y las motivaciones políticas (también antirreligiosas) detrás del bulo