Francisco ha decidido poner a disposición del visitante cuatro salas nuevas del Palacio de Letrán, que los Papas utilizaban cuando iban a celebrar Misa a la basílica tras ser elegidos obispos de Roma.
El Palacio de Letrán constituye uno de los lugares más emblemáticos de la historia de Roma y de la Iglesia católica desde que, en el año 313, con el Edicto de Milán, el emperador Constantino garantizase la libertad de culto a los cristianos del Imperio romano. Acababa de ganar la cruenta batalla del Puente Milvio contra su rival Majencio y, para agradecer la victoria, donó al Papa Milciades un terreno donde erigió un gran edificio sagrado, el primero oficialmente destinado al culto cristiano. A su lado se levantó la residencia oficial de los Papas hasta el exilio forzado en Aviñón (Francia) en 1304. Durante la Edad Media se consolidó como un verdadero burgo pontificio, aunque con los años sufrió varios sobresaltos. El espacio fue severamente dañado por las invasiones bárbaras y sobrevivió a duras penas a varios terremotos e incendios. Cuando los Papas volvieron a Roma se encontraron con un palacio devastado, por lo que, en 1377, fijaron su residencia en el Vaticano donde además estaba la tumba de Pedro.
Durante el Renacimiento, Sixto V ordenó destruir lo poco que quedaba del antiguo patriarcado de Constantino y levantó en su lugar el actual edificio, mucho más pequeño, diseñado por el arquitecto Domenico Fontana. «La decisión de trasladarse al Vaticano fue una señal muy fuerte en pleno siglo XVI, en la época de la Reforma y la Contrarreforma. Era visto como un lugar de resistencia donde estaba la sede de Pedro», explica el sacerdote Pierangelo Pedretti, secretario general del Vicariato de Roma. Pero el Palacio de Letrán conservó ciertas tradiciones protocolarias. Por ejemplo, aquí se sigue celebrando la ceremonia de investidura del Papa como obispo de la diócesis de Roma. «Un momento muy simbólico, porque el Papa es Pontífice en cuanto que es el obispo de Roma», asegura el prelado italiano. Además, hasta el siglo XIX, cuando cayeron los Estados Pontificios, los Papas eran coronados en la basílica de Letrán.
Francisco ha decidido abrir al público los aposentos papales de Letrán, una de las pocas ventanas a la vida privada de los Pontífices de antaño que antes no eran visitables. Las dependencias pontificias son «un espacio muy sencillo, con cuatro ambientes contiguos decorados de forma exquisita y con bellísimos frescos en las paredes», asegura Pedretti. Se trata de un comedor, un dormitorio, una biblioteca y una capilla, donde se puede admirar, por ejemplo, el sencillo mobiliario que usó en sus últimas visitas el Papa Pablo VI. «Es la zona donde el Papa dormía cuando venía a celebrar Misa después de haber sido elegido. Antiguamente algunos Papas se quedaban aquí a dormir ese día», incide. Aunque resalta que «no se puede hablar de apartamentos papales» como tal.
Las pocas pinturas que cuelgan de las paredes son los retratos de sus antiguos inquilinos: Pablo VI, Juan Pablo II, Juan XXIII… Este último incluso había expresado el deseo de ser enterrado en su capilla privada por apego a su diócesis… pero sus restos descansan finalmente en la necrópolis papal de la basílica de San Pedro.
Además, para la ocasión, han reabierto otras diez estancias del Palacio de Letrán cerradas desde 2011 al público para llevar a cabo labores de mantenimiento y reforma. La sobria austeridad de los apartamentos papales contrasta con la riqueza de estas otras salas, adornadas con finos tapices y pinturas, rematadas con techos repletos de frescos que narran los siglos de presencia pontificia en estos espacios. Una de las más famosas es la sala de los Pactos de Letrán, donde, en 1929, el cardenal Pietro Gasparri (en representación de Pío XI) y el primer ministro Mussolini (que hablaría en nombre del monarca Víctor Manuel III), firmaron un acuerdo para asegurar la soberanía de la Ciudad del Vaticano y la Santa Sede, tras la desaparición de los Estados Pontificios en 1870. Estos acuerdos siguen vigentes hoy y, por ejemplo, impiden a la Santa Sede vender o regalar las piezas de sus museos.
El Palacio de Letrán, que hoy alberga, por ejemplo, el Museo de Historia de los Estados Pontificios o la oficina de la Vicaría de Roma, también guarda en su memoria otros eventos menos felices. El 28 de julio de 1993 la entrada lateral del palacio fue severamente dañada por la explosión de un coche bomba. El ataque nunca fue reivindicado, pero en aquel momento se interpretó como una advertencia de la mafia a Juan Pablo II, que había viajado a Sicilia para denunciar sus crímenes y pedir a los capos de la Cosa Nostra que se convirtieran. Por razones de seguridad, en la zona no se permite ahora el estacionamiento de vehículos.
Por Victoria Isabel Cardiel C.
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