«Es una blasfemia» bendecir ‘parejas irregulares’ (homosexuales), confirma el cardenal Müller

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«El sacerdote puede apelar a su conciencia para no bendecir las uniones ilegítimas porque corre el grave riesgo de que, de lo contrario, acabe acostumbrándose al pecado»

Recientemente el prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ahora dicasterio), el cardenal Gerhard Ludwig Müller, había concedido una entrevista a La Repubblica sobre la Declaración Fiducia supplicans en la cual afirmaba que “la bendición a las parejas homosexuales es una blasfemia”. A partir de dicho punto apareció esta otra entrevista en La Verità, Dic-27-2023, pág. 02 (imágen), de la cual proporcionamos nuestra propia traducción, con algunas adaptaciones.

PREGUNTA: Eminencia, la Declaración está provocando muchas protestas y, al interpretar el texto, el episcopado se ha dividido: muchos obispos, sobre todo en Asia y África, se rebelan y declaran inadmisible la disposición; otros, como los suizos y los alemanes, han acogido con júbilo el camino que se abre. Se está cavando la enésima fractura en la Iglesia, que compromete su unidad y pone en evidencia a su interior el actualismo político: si la dimensión vertical de la fe desaparece, ¿cuáles son las consecuencias?


«La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo, no se puede medir con las categorías de la política y la diplomacia. Dios, en efecto, no eligió su pueblo en la Antigua y en la Nueva Alianza para que pudiera afirmarse mediante juegos de poder, sino para que la Iglesia fuera sacramento de la salvación del mundo en Cristo, el Hijo de Dios que se ha encarnado y es el único Salvador de los hombres. La unidad visible de la Iglesia como estructura social resulta de la verdad de la Palabra de Dios, que fue revelada a los apóstoles y que los obispos, como sus sucesores, deben preservar fielmente y dejar inalterada. Por esta razón, cualquier actividad sexual fuera de un matrimonio válido entre un hombre y una mujer es objetivamente un pecado grave que excluye del Reino de los Cielos hasta que haya arrepentimiento y perdón. Por eso, como sostiene el propio documento vaticano, la bendición de lo que es pecado es una contradicción que acaba justificando el pecado mismo. Sin embargo, las personas que viven en una relación pecaminosa pueden ser acompañadas por la oración de la iglesia y también pueden ser bendecidas por el sacerdote en el nombre de Cristo, si piden la gracia de la conversión y del arrepentimiento y si emprenden seriamente el camino de la salvación siguiendo a Cristo. Tanto es así que en la Iglesia antigua la preparación de los catecúmenos al bautismo incluía estas oraciones de curación —exorcismo— y santificación, para fortalecer la determinación de vivir una vida según los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Cristo».

Usted sostiene que la bendición de una realidad que se opone a la creación no sólo no es posible, sino que es blasfema. Y que la enseñanza de Fiducia supplicans está en contradicción consigo misma. ¿Por qué?

«Todo lo que contradice la santa voluntad de Dios, Creador y Redentor, es un pecado grave que excluye del Reino de los Cielos o al menos un pecado venial que ofusca el amor de Dios. Bendecir el pecado en lugar del pecador es una blasfemia. En el documento Fiducia supplicans se hace una distinción entre la bendición de dos personas en unión ilícita y la unión ilegítima de estas personas. Bueno, alguien debe haber estudiado muy cuidadosamente el trabajo de Aristóteles Sobre las refutaciones sofísticas para hacer esta distinción en la teoría y en la práctica. Pero la enseñanza cristiana es inequívoca: “Todo pecado que el hombre comete, está fuera del cuerpo; pero el que se entrega a la impureza, peca contra el propio cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (1 Cor 6,18)».

¿Podrá un sacerdote apelar a la libertad de conciencia para no bendecir estas uniones?

«El sacerdote puede apelar a su conciencia para no bendecir las uniones ilegítimas porque corre el grave riesgo de que, de lo contrario, acabe acostumbrándose al pecado (Gaudium et spes, 16), haciendo vana la luz que Dios da a la conciencia humana para iluminarla, ayudándolo a discriminar entre el bien y el mal».

Por otra parte, se constata que Fiducia supplicans responde a la necesidad, en el cambio epocal en el que vivimos, de bendecir el «bien posible» presente en cada realidad y de «ir al encuentro» de las personas. ¿Qué opina?

«Las cosas buenas no necesitan ser bendecidas porque provienen de Dios e irradian su gloria. Debemos ser agradecidos y considerarnos afortunados porque tenemos la posibilidad de llegar a conocer a Dios y cumplir con nuestras acciones Su voluntad, siendo capaces de hacer el bien, por amor de Dios, con miras a la salvación de todos. Pero no podemos bendecir el mal irracionalmente sólo porque puede asociarse con efectos positivos. Por ejemplo, el hecho de que el bombardeo atómico de Hiroshima pusiera fin a la guerra no lo convierte en bueno; la construcción de la bomba atómica fue un progreso técnico, pero ciertamente no fue una ganancia moral para la humanidad. Así, la propaganda LGBT no tiene nada que ver con el bienestar psicológico y la salvación eterna de quienes se sienten justificados por ella, sino que busca la destrucción del matrimonio y de la familia y, en el espíritu del movimiento antinatalista, socava la natalidad incluso con la excusa de que hay que preservar al mundo de la catástrofe climática de la que es culpable. Por lo tanto. todo progreso tecnológico debe medirse según el criterio del crecimiento de la humanidad y de una mayor apertura a Dios».

En razón del progresismo sin límite, el listón se sigue subiendo en relación con la modernización de la Iglesia: ¿no existe el riesgo que se le mundanice? ¿Cómo puede la Iglesia mantenerse al paso con los tiempos permaneciendo en la verdad y protegiendo la fe de los «pequeños»?

«Para estar al paso con los tiempos, la Iglesia debe tener clara conciencia de que Cristo no es ni conservador ni progresista, según los criterios de las ideologías dualistas posteriores a la Revolución Francesa, sino que es simplemente el Redentor y Perfeccionador de la humanidad, en la verdad y en el amor. Enseñar esto hace que la Iglesia sea capaz de proteger y conservar la fe de los pequeños».

Parece que en la Iglesia ha venido a menos el debate sobre el ataque al hombre, desde la concepción hasta las distintas fases de su vida, que vemos desarrollarse. De ciertos temas se habla tangencialmente. ¿Cuál es la razón de este silencio y qué implica?

«Este silencio es impactante y es señal de un amor que se ha enfriado. Sólo porque no podemos, en términos de poder comunicativo, competir con los medios de comunicación y los ideólogos políticos dominantes, no debemos dejar de ser la voz de los no nacidos, los enfermos, los pobres, los despreciados y los que están en dificultad. Nuestro Señor murió en la cruz, burlado y abandonado y no se hizo aclamar “héroe del nuevo orden mundial” según la Agenda 2030, en un hotel cinco estrellas de Davos, por los poderosos de este mundo. En los tiempos del post y del transhumanismo, no podemos dejar de recordar la verdad más grande de la fe cristiana: el hijo de Dios descendió del cielo, tomó nuestra carne, murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para darnos la vida eterna».

[…]

secretunmeummihi.

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