El hombre y la Creación

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Los dos capítulos iniciales del Génesis revelan la importancia del matrimonio en relación con el  hombre y la familia. Los datos que nos aportan los textos bíblicos apuntan a la primacía de la conyugalidad. La persona como tal se entiende en el intercambio personal de la relación. La individualidad es significativa porque encuentra a la otra persona que le hace reconocer su verdadera identidad. La soledad no es buena porque es contraria a la acción creadora de DIOS. La soledad del asceta o del místico es sólo aparente, pues la relación queda establecida en los planos espirituales que ofrecen para el místico un mundo de realidades perfectamente  experimentables. Pero no es este tipo de realidades las que nos muestran los primeros capítulos del Génesis. Ahora se trata de establecer el modo de vida o la condición del hombre y la mujer en una creación dispuesta por DIOS para desenvolver todas las cualidades en el orden espacio temporal. La experiencia mística supone una cierta suspensión de las dimensiones espacio temporales, y esto no está al alcance de nosotros, sino que requiere una intervención especial de DIOS. Es necesario abordar la cuestión con estos matices, dado que se mezclan en muchas ocasiones los niveles de la soledad y el silencio con las necesarias relaciones personales de carácter familiar y social, dando primacía a las primeras en detrimento de las segundas. La soledad en sí misma es mala, produce daños en todos los niveles constitutivos del individuo. Cuanto mayor es el aislamiento en el espacio y en el tiempo, mayor es el deterioro personal. Las personas secuestradas agradecen después de un tiempo la presencia y compañía de sus secuestradores. Parece que es preferible una cierta relación con aquellos que han inflingido un daño notable que la ausencia total de relación. La soledad conduce a desconectar con la realidad, que es tanto como decir, que se entra en el terreno de la locura. Un paso más en la personalización lo damos cuando consideramos la necesidad del lenguaje como factor intercomunicativo para la trasmisión personal de contenidos. En los primeros capítulos del Génesis, DIOS habla al hombre y es su Palabra la que dispone la capacidad para el lenguaje intercomunicativo. El silencio sólo es bueno cuando sirve de reposo espiritual para recuperar la paz interior y ofrecer una palabra cargada de verdad y sentido. El hombre en relación dice quién es verdaderamente. Algo está funcionando muy mal cuando se pretende extender la creencia de que el hombre es el principal enemigo de la naturaleza y de la Creación en general.

 

Dos relatos

El autor bíblico determina hablar del hombre atendiendo a dos relatos que considera perfectamente válido en cuanto revelación, y necesarios para dar cuanta cumplida de lo que es el hombre según el Designio de DIOS. En el primer relato de la Creación, el hombre aparece  como la última manifestación de la Creación de DIOS en el día sexto. Aquí la obra de DIOS llega a su cumbre, y el texto lo expresa así: “hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y domine en las aves del cielo, los peces del mar, las bestias de la tierra, todas las alimañas de la tierra, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó DIOS al hombre a imagen suya, a imagen de DIOS lo creó, varón y hembra los creó. Bendíjolos DIOS, y díjoles DIOS: sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla, mandad en los peces del mar y las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra” (Cf. Gen 1,26-29). En el plural, “hagamos al hombre”, se ha querido ver un precedente  implícito de la TRINIDAD, que por supuesto el autor bíblico de aquel momento está lejos de concebir, pero esa incapacidad no impide para que las expresiones sean guiadas hacia la revelación que tendrá lugar con la Encarnación del VERBO. El hombre es imagen y semejanza de DIOS, y esto lo hace del todo singular. Se insiste en este relato sobre la potestad otorgada al hombre que debe ejercer sobre el resto de las criaturas. DIOS delega la regencia de la Creación en una criatura hecha a su imagen y semejanza. Los atributos de bondad, verdad y belleza debían estar grabados en el ser humano en un grado considerable. El hombre del que nos habla el texto, no es sólo varón ni sólo mujer, sino que es el varón y la mujer los que completan en su mutua relación la condición de imagen y semejanza de DIOS. Esta condición del varón y la mujer en armonía hace concluir al autor sagrado, que vio DIOS lo realizado y lo encontró “muy bueno” (Cf. Gen 1,31). El encargo y las características del hombre nacido en el primer relato de la Creación se extiende a todo hombre de la generación que sea por el mandato de la procreación: “creced, multiplicaos llenad la tierra y sometedla”. Queda muy claro que la condición de varón y mujer dadas al hombre en el principio no hace referencia a ninguna figura de carácter andrógino, sino a un varón y una mujer con capacidad de unirse para procrear. Los hijos nacidos del hombre y de la mujer mantienen las prerrogativas dadas por DIOS al hombre primordial, por eso el texto bíblico nos remite de forma esclarecedora a la pregunta por la identidad del hombre. En cualquier época es necesario reconocer esta antropología, pero en nuestros tiempos con algo más de urgencia. Los capítulos uno y dos del Génesis presentan el ADN primigenio del hombre, que se verá afectado cuando el autor bíblico incorpore las consecuencias del pecado en los capítulos tres y cuatro. Pero es oportuno volver la mirada a los orígenes cuando JESÚS en el evangelio de este domingo apela a la condición del hombre y la mujer en los comienzos para sentar de nuevo las bases del matrimonio. El hombre no es un andrógino, que reduce la complementariedad personal a una constitución personal como si fuese una mónada incomunicables y autosuficiente. El hombre es un ser personal marcado por la relación que encuentra un ámbito privilegiado en la relación conyugal. El varón no es simplemente un macho que busca el apareamiento con una hembra, o al revés. El varón necesita de la comunicación con la mujer en los distintos planos de su constitución psíquica y biológica, pues están conformados para la conyugalidad, según dispone la Revelación. Varón y mujer conforman una unidad en el matrimonio monógamo que aporta la descendencia de los hijos. A partir de este hecho fundante de la familia se puede contemplar la organización de las familias en grupos de convivencia amplios constituyendo agrupaciones sociales con características de clan familiar, tribu o ciudad. Así el libro del Génesis nos va relatando los orígenes de la humanidad que se abre paso a partir de la presencia del varón y la mujer sobre la creación realizada por DIOS.

 

El segundo relato de la Creación

Con otra perspectiva, el segundo relato de la Creación se interesa prácticamente por el hombre en exclusiva. El ámbito físico y todos los elementos que componen el paisaje original del capítulo segundo del Génesis están en función de la presencia del hombre. Si mantenemos el  orden superior de los seres creados por la secuencia seguida en su aparición, nos encontramos que en este relato la mujer cierra el orden de la creación. El texto señala una  región geográfica entre los ríos Tigris y Éufrates, y menciona otros dos, Pisón y Guijón, que resultan desconocidos. Los cuatro ríos nacen de una fuente común (v.10). Esta fuente está situada en el centro del jardín del Edén junto con el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. A lo largo del tiempo estas imágenes iniciales se irán cargando de significado, pues la vida del hombre crecerá en el discernimiento del bien y del mal, y para ello la presencia del agua viva del ESPÍRITU SANTO resultará de vital importancia. La estructura de conocimiento espiritual encerrada en estos breves versículos no serán agotados, y de forma progresiva y continua nos vamos asomando a la revelación contenida en estas líneas. “El hombre quedó en el jardín para que lo cuidase y lo labrase” (v.16), el trabajo, por tanto, no es una maldición, sino algo connatural a la condición del hombre, que se verá afectado por el pecado y cambiará en parte su signo positivo, aunque mantendrá su vertiente de realización personal.

 

Superioridad del hombre en  el conjunto de la Creación (Gen 2,18-24)

El hombre posee un hálito de vida especial por el que es constituido por DIOS como ser viviente en su condición corpórea y anímica. Ningún otro ser viviente es capaz de poner nombre a otras criaturas excepto el hombre, porque este es consciente de sí mismo y de la realidad circundante. También de la tierra DIOS hace surgir a todo el conjunto de animales que pueblan la faz del planeta y los puso delante del hombre para que este los nombrase (v.19-20). Al poner el nombre se define a la criatura en cuestión y en el nombre vienen condensadas las características de esta criatura. La designación de un nombre significa aproximarse a la esencia de la cosa, por lo que el hombre en esa actividad está en una gran sintonía con la acción misma de DIOS. Poner el nombre a las cosas es igual a la posesión de un alto dominio sobre las mismas, y es una forma de cumplir el mandato expresado en el relato anterior de la Creación: “dominad la tierra, sobre las fieras del campo, las aves del cielo y los peces del mar” (Cf. Gen 1,26.28). Esta capacidad de estructurar un pensamiento y darlo a conocer mediante  un sistema de palabras, a su vez, convenientemente formado es propio del espíritu humano y no pertenece a ninguna otra especie, aunque otros animales sean capaces de aprender palabras sueltas, que después no poseen interés alguno de transmitir a sus descendientes. Sin embargo el hombre deja tras de sí una tradición, porque transmite vestigios de su condición racional, y acelera el crecimiento humano al reconocer testimonios escritos, que previamente fueron transmisiones orales. Pero todo esto no hace al hombre situado en el Edén sentirse verdaderamente en el Paraíso, pues no se estaba produciendo el encuentro personal que completase la apertura propia del individuo. El hombre es un dinamismo viviente que se va formando en el encuentro con DIOS y sus semejantes, pero de forma especial en un tipo de relación y encuentro en el que se complementan los sexos masculino y femenino.

 

La compañía adecuada

Estos versículos afirman de forma rotunda, que el hombre y la mujer poseen la misma dignidad fruto de la cual el encuentro entre el hombre y la mujer es posible. Fuera del encuentro  amoroso entre el hombre y la mujer existen otros encuentros de menor rango que se desvanecen o pierden en el vacío si el amor no mueve la vida del hombre y la mujer. De los distintos ámbitos de encuentro, en los que el hombre se puede mover aparece en el capítulo tres el que ordena todos los demás: DIOS después de formar al hombre como un ser dotado de espíritu mantiene con él una relación de intimidad, pues a diario bajaba al jardín del Edén para  dialogar con el hombre que había creado (Cf. Gen 3,8) Los distintos niveles de diálogo y encuentro son esenciales para el hombre en el proceso de perfeccionamiento y personalización; pero entre las relaciones establecidas con las criaturas de este mundo, el  hombre encuentra en la relación conyugal la fuerza interior más grande que le hace posible afrontar todos los demás retos de su camino personal. “Cuando Adán vio a Eva, dijo: esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (v.23)

 

Un profundo sueño

El material, por así decir, con el que es formada la mujer es de un orden superior al de todas  las demás criaturas incluido el varón. Dice el texto, que DIOS infunde en el hombre un profundo sueño, y en ese estado le arranca una costilla con la que forma a Eva (v.21). La cirugía aplicada DIOS la disimuló rellenando con carne el lugar de la costilla extraída. Como podemos observar el relato se atreve con lo simbólico para expresar verdades religiosas de máximo calado, pues afectan a la condición humana. Como en otras ocasiones, DIOS actúa en la noche que es el tiempo para el misterio. En el primer relato de la Creación, la mitad del tiempo dedicado por DIOS para crear transcurre en la noche: “paso una noche, pasó una mañana, día…” (Cf. Gen 1,4ss). Como bien sabemos para DIOS no existe la noche, pero gran parte de sus obras permanecen para nosotros en la penumbra, y sólo percibimos destellos de las mismas. Esto mismo sucede con nuestra propia identidad: el conocimiento propio es muy escaso. Después de siglos de reflexión y de investigación científica, muchas personas se mantiene distantes de un pronunciamiento creyente o de la seguridad de saberse dotados de un alma inmortal. Para un buen número de personas los misterios de la religión se perciben  como arcanos para elucubrar, más que proposiciones seguras de las realidades últimas. Pero los enigmas también abren sus puertas a realidades más cercanas, y la propia realidad material admitida por estos espíritus escépticos presenta grandes franjas de oscuridad y desconocimiento.

 

DIOS presenta la mujer al hombre

En este contexto poético DIOS lleva al hombre a la mujer que había formado de la costilla extraída. La mujer es un don de DIOS para el hombre, y el hombre un don de DIOS para la mujer. En este encuentro propiciado por DIOS se da la revelación mutua de la idoneidad entre ellos. La mujer es para el hombre, y el hombre para la mujer en relación de gratuidad. Ninguno de los dos está por encima del otro, pues los dos han salido de la benevolencia creadora con una igual condición y naturaleza. A diferencia del Tentador, DIOS no siente envidia del hombre, sino todo lo contrario, y los bendijo DIOS diciendo: “creced y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla” (Cf. Gen 1,28). Estas palabras que vienen del relato anterior describen perfectamente el sentido total del encuentro entre Adán y Eva, que se reconocen “sin vergüenza o rubor alguno en su desnudez” (v.25).

 

El poder transformador del Amor

“Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (v.24). Esta manifestación del primer hombre subyace en cada hombre normal y en cada mujer; y es tomada por JESÚS en el Evangelio para dar carta de naturaleza al matrimonio  excluyendo el divorcio practicado por los judíos a lo largo de los siglos. La fuerza atractiva del enamoramiento da al hombre y a la mujer la capacidad de salir de las respectivas casas paternas para dar origen a una realidad familiar nueva. A pesar de todos los inconvenientes sociales, que se presentan para la institución matrimonial, sin embargo todavía existen hombres y mujeres, que entienden con claridad la importancia de un nuevo proyecto de vida con un cónyuge para el que se disponen todas las energías presentes con el fin de llevar adelante un proyecto de familia en común. Se acepta el mutuo don de DIOS, que se reconoce con entusiasmo en una relación de encuentro personal, que va creciendo en significado y autenticidad. El tiempo de noviazgo no es un tiempo perdido en fantasías sentimentales, sino que se convierte en un tiempo de forja de un proyecto de vida con horizontes, objetivos e ideales. La fuerza de la juventud y del enamoramiento sostenidos por una bendición también creciente, pueden hacer posible el establecimiento de unas bases sólidas para establecer el futuro de una familia, que no puede ser calco de las propias familias de origen, sino que tiene la obligación de reelaborar un núcleo familiar nuevo y distinto de los respectivos de procedencia: “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre”, sin negarlos ni rechazarlos, sino agradeciendo el don recibido de ellos, que los capacita para iniciar una nueva familia sobre principios y valores similares. Cuando llega el momento del matrimonio no está todo hecho, sino que da comienzo la construcción de lo proyectado. La fuerza de la bendición encontrada en el Sacramento del Matrimonio es una fuente de Gracia para afrontar los retos más insospechados, pues ninguna previsión agota la novedad de los años por venir. Se habrán imaginado algunas cosas que nunca sucederán pero pueden venir otras mejores; y también situaciones imprevistas que señalan con la Cruz la vida de un matrimonio, que no deja de ser feliz, por lo que ha aparecido sin estar en el “contrato matrimonial”.

 

Una sola carne (v.24)

Muchas cosas podríamos añadir al punto anterior como premisa necesaria a esta segunda parte de la proposición: “serán los dos una sola carne”. Poco a poco, a lo largo del tiempo, los cónyuges unidos por un Amor bendecido por DIOS van fraguando la unidad y en algún momento de su trayecto podrán decir: “somos una sola carne”. De forma polisémica se utiliza el concepto de carne; es decir, le vamos dando al término distintos significados. El concepto de “carne” en este caso está incluyendo toda la realidad humana que trae consigo cada cónyuge. La unidad realizada no está en la unión sexual de la noche de bodas o cuando hay acontecido. Esa unión íntima tiene un valor excepcional, pero no es todo lo que trae cada cónyuge y debe aportar a la unión mutua. Cada mundo personal debe quedar reciclado en una unidad conjunta de los cónyuges, que aportan no solo las realidades internas y externas, sino la volunta decidida de construir un proyecto de unidad. Es necesario proponerse la construcción de un patrimonio espiritual conjunto. DIOS tiene que convivir con los cónyuges y la familia en su conjunto. Como en el Paraíso, a la hora de la tarde, DIOS tiene que encontrar a la familia en condiciones de hablar con ÉL. La Santa Misa, la Palabra de DIOS o el rezo del Rosario tienen que encontrar un espacio en el ámbito familiar. La bendición de DIOS cada día debe percibirse porque una nueva paz aflora en los corazones cansados por el quehacer diario. La carne se va espiritualizando, porque el ESPÍRITU SANTO toma parte en las fibras de la materialidad que nos sirve de medio a nuestro perfeccionamiento personal.

 

JESÚS en Judea

San Marcos va a seguir los últimos pasos dados por JESÚS que se va acercando a Jerusalén: “Levantándose de allí va a la región de Judea, al otro lado del Jordán. Vino la gente donde ÉL y como acostumbraba les enseñaba” (Cf. Mc 10,1). JESÚS llevaba un tiempo prolongado como evangelizador itinerante y su Nombre era reconocido en toda la región, no sólo en la Galilea. Además al ser acompañado de los discípulos atraía la atención por donde pasaba. Era fácil reconocer al MAESTRO de Galilea. De nuevo JESÚS vuelve al lugar en el que Juan el Bautista lo bautizó y dio testimonio de ÉL, y de nuevo las multitudes acuden para verlo. San Marcos no da razón de la enseñanza de JESÚS hasta que aparecen unos escribas y fariseos a preguntarle por la cuestión del divorcio. Pareciera, en este caso, que san Marcos da por hecho que JESÚS tenía una enseñanza básica que transmitía a la gente sencilla que aceptaba de buen grado sus palabras en contraste con aquellos otros aparentemente más doctos que en realidad buscaban la polémica sin el más mínimo intento de profundizar en nada importante para su conversión y salvación. Pero JESÚS no rehuye el contraste de planteamientos, pues en la controversia aparece una doctrina purificada cuando la esgrima dialéctica es correcta. JESÚS se va a revelar una vez más como un consumado exégeta que es capaz de extraer de la Escritura fundamento para su doctrina presente ante aquellos que lo desafían. En los evangelios no encontramos ocasión alguna, en la que JESÚS evite la discusión de fondo sobre alguna cuestión importante.

 

El divorcio

Como en otras ocasiones, san Marcos es un modelo de concisión: sus palabras están medidas de forma escrupulosa y las matizaciones tenemos que ir a buscarlas a otros textos de la Escritura. El divorcio estaba contemplado en la Ley Mosaica, y en determinados casos el divorcio era una obligación legal. La negativa de JESÚS al divorcio choca a todos incluidos los propios discípulos, que volverán a retomar la cuestión cuando lleguen a la casa donde se alojan. Los fariseos no pierden ocasión e intentan tender a JESÚS argumentos que son trampas capciosas para atrapar al MAESTRO en sus propias palabras. En distintas ocasiones estos expertos de la hipocresía se acercaron a JESÚS con tono lisonjero, pero no obtuvieron los resultados esperados. La cuestión era y sigue siendo muy popular: el divorcio. “Se acercaron unos fariseos, que para ponerlo a prueba le preguntaban: ¿puede el marido repudiar a la mujer? JESÚS les respondió: ¿qué os prescribió Moisés? Ellos le dijeron: Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla. JESÚS les dijo: teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto, pero desde el comienzo de la Creación los hizo varón y hembra, por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne; de manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que DIOS ha unido que no lo separe el hombre” (v.2-9). Este texto pone de relieve que la dureza de corazón es un condicionante que DIOS acepta para establecer una gradualidad en la aplicación de un principio moral o una ley espiritual. JESÚS, de la misma Escritura del Antiguo Testamento, extrae una palabra con más autoridad que la del propio Moisés. La Ley de Moisés como el conjunto de normas de conducta para mantenerse fieles a la Alianza estaba superado por una norma de un nivel superior al comienzo de la Revelación: “dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”; y JESÚS revela algo que estaba en el Génesis: la unión verificada estaba bendecida por DIOS y marcaba un vínculo de indisolubilidad; por tanto no se podía acudir al divorcio por un motivo cualquiera. Esto último no lo plantea san Marcos, pero lo recoge san Mateo: ¿se puede escribir acta de divorcio por cualquier motivo? (Cf. Mt 19,3). Según las escuelas rabínicas, los motivos para escribir un acta de divorcio podían justificarse por motivo insospechados: un defecto físico en la mujer no advertido con anterioridad o una negligencia cualquiera en la atención doméstica. La posición de la mujer en aquellas circunstancias era de una debilidad extrema. En la sociedad judía, el varón decidía el divorcio contra la mujer, y no ocurría así bajo la legislación romana, y lo recogerá de forma implícita san Marcos en la aclaración que JESÚS va a realizar en privado para los discípulos.

 

Aclaración

“En la casa los discípulos le volvieron a preguntar por la cuestión del divorcio. JESÚS les contestó: quien repudie a su mujer y se case con otra comete adulterio contra aquella. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio” (v.11-12). San Marcos mantiene las palabras de JESÚS sin glosa alguna, que expresan lo mismo dirigidas a la gente en general o a los discípulos en particular. Queda muy claro lo que los discípulos tienen que enseñar y transmitir con toda decisión. En este texto, JESÚS añade la posibilidad de la mujer a proceder  con el repudio al marido, pero de igual modo JESÚS niega su validez.

 

Excepciones

San Pablo que conocía la doctrina de la indisolubilidad como manifiesta en el capítulo siete, de la primera carta a los corintios, accede a la disolución del vínculo matrimonial cuando una de las partes pone en peligro la Fe del cónyuge creyente (Cf. 1Cor 7,15). La contundencia del Apóstol no deja lugar a dudas: “ pero si la parte no creyente quiere separarse,  que se separe; en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llama el SEÑOR”    Algo más imprecisa es la excepción señalada por san Mateo al recoger la indisolubilidad y negar el divorcio salvo que se haya producido “porneia” –adulterio-.  La discusión entre los exegetas y los teólogos se prolongará  y puede que no se resuelva satisfactoriamente .

 

Práctica eclesial actual

La Iglesia Católica reconoce la existencia de causas de nulidad matrimonial; es decir, motivos causales que invalidan el consentimiento matrimonial dado públicamente en la celebración sacramental. La Iglesia Ortodoxa tanto la griega como la rusa concede hasta tres divorcios con otras tres nuevas uniones matrimoniales. De forma implícita se considera que la condición de adúlteros por parte de los cónyuges de un matrimonio fracasado no dura toda la vida; y después de un tiempo los que estuvieron casados pueden contraer nuevas nupcias. Este planteamiento pretende conectar con la tradición de las comunidades donde se escribió el evangelio de san Mateo. Pero volvamos a la Iglesia Católica, y veamos cuáles son las consideraciones que nos propone. Los tribunales que llevan causas de nulidad matrimonial examinan si las condiciones en las que se ha dado el consentimiento mutuo para el matrimonio ha sido válido o estuvo viciado desde un principio. Cuando el fracaso matrimonial se produce  y saca a la superficie los vicios del consentimiento, entonces el vínculo se declara inexistente y por tanto el matrimonio se dice que ha sido nulo: nunca ha existido. Daría la impresión que al hablar de nulidad la indagación judicial o el veredicto viniera a borrar o anular algo existente con anterioridad, pero la cosa no es así. La declaración de nulidad sobre un matrimonio  públicamente contraído, declara que el consentimiento no se ha producido en las condiciones que prevé la Iglesia según el Derecho Canónico. Los tribunales extreman las garantías para el examen de las causas, de tal forma que todo transcurra dentro de la más estricta legalidad.

 

Los niños

“Le presentaron unos niños para que los tocara” (v.13).  Es una constante en los evangelios la intención de las gentes de aproximarse a la persona de JESÚS. De manera especial los enfermos y los familiares quieren tocar, aunque sea, la orla del manto de JESÚS, pues notan que transmite una fuerza sanadora que los beneficia. En otras ocasiones, JESÚS mismo es quien se aproxima y toca al enfermo como encontramos en san Marcos repetidas veces. Tocar a JESÚS o ser tocado por JESÚS se convierte en un principio dentro de la evangelización. La necesidad del contacto con el MAESTRO no ha cesado, pues sigue vigente la dimensión encarnatoria de la acción de DIOS: la Gracia tiene que tocar nuestra humanidad para que nuestras vidas queden transformadas y se vayan ajustando al Designio eterno de DIOS. La sacramentalidad en la Iglesia, la oración o la liturgia, cumplen el objetivo de servir de puentes entre este mundo y la acción que viene del Cielo como rezamos en el Padrenuestro: la Voluntad del PADRE debe cumplirse tanto en la tierra como en el Cielo estableciendo una comunión entre ambos planos de existencia. En cada Santa Misa el Cielo se vuelve a unir con la tierra para darnos el PAN que baja del Cielo y da la vida al mundo (Cf. Jn 6,51). Del versículo anterior se deduce que había padres que deseaban la bendición o imposición de manos sobre sus hijos por parte de JESÚS. Intuían estos padres que aquella bendición podía tener efectos para el futuro, pues la presencia de JESÚS cambiaba las vidas y las orientaba hacia DIOS. La fuente de Vida que manaba de la presencia de JESÚS era percibida y recibida de forma especial por los niños, que también, si cabe, eran los más necesitados. Las vidas que aquellos niños comenzaban debían orientarse hacia DIOS cumpliendo el Plan Divino sobre el Reino. Esta nueva escena de los niños a renglón seguido de la doctrina sobre el matrimonio adquiere unos rasgos propios.

 

Los discípulos muestran reparos

Los padres quieren que el MAESTRO bendiga a sus hijos, pero los discípulos no están por la labor. Como en otras ocasiones, JESÚS interviene para corregir algunas actitudes: “dejad que los niños se acerquen a MÍ, no se lo impidáis, pues de los que son como estos es el Reino de DIOS” (v.14). Los discípulos participaban de la consideración social de aquel entonces sobre los niños, que permanecían en la irrelevancia o suponían directamente una carga. Para muchas personas de aquel tiempo no valían las palabras del Salmo: “la herencia que da el SEÑOR son los hijos, su salario el fruto del vientre. Son saetas en manos de un guerrero los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba” (Cf. Slm 127,3-5). O el otro Salmo que reza: “tu mujer como parra fecunda en tu casa; y tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa” (Cf. Slm 128,3). En estos versículos de san Marcos, los niños son tomados en consideración por lo que aportan en sí mismos: la familia y la comunidad cristiana tiene futuro si va incorporando a los niños en la vida de la Gracia. Este texto junto con otros aviva el debate sobre el bautismo temprano de los niños, que deben nacer a la Gracia de DIOS dispensada a través de la iglesia. Es probable que en los tiempos presentes sea necesario despertar en los padres el interés para que sus niños sean tocados por JESÚS, y dejen de ver el Sacramento del Bautismo como un ritualismo vacío de contenido.

 

Para recibir el Reino de DIOS

“YO os aseguro, quien no recibe el Reino de DIOS como un niño no entrará en él” (v.15) El Reino de DIOS está cerca, presente en medio de nosotros, y debe ser recibido con entusiasmo y agradecimiento, pues su proximidad, llegada y entrega no pertenecen al capítulo de los méritos humanos. El Don de DIOS es manifestado y dado gratuitamente a los hombres. En sí mismo el niño es testigo a imitar para recibir y entrar en el Reino. El adulto se hace como niño a partir del reconocimiento de su precariedad o insignificancia. El niño puede vivir su desvalimiento con paz y alegría dentro del ambiente adecuado, y el adulto deberá descubrir y reconocer la realidad de los hechos ante los cuales la reacción debe ser como la de un niño  ante DIOS.

 

Carta a los Hebreos 2,9-11

La doctrina central de la carta a los Hebreos trata de JESÚS, el Siervo de YAHVEH, Sumo y Eterno Sacerdote, JESÚS es Sumo Sacerdote y al mismo tiempo es Víctima que  se ofrece por todos los hombres. El autor de esta carta extrae algunas de las trascendentales consecuencias del sacrificio de JESÚS en la Cruz. Los evangelios, como hemos visto en las semanas anteriores, ponen en evidencia la resistencia de los discípulos inmediatos de JESÚS a considerar la vía del sufrimiento como alternativa de expiación por los pecados de los hombres. Tuvo que venir en nuestra ayuda la Efusión del ESPÍRITU SANTO para valorar en su justa medida el “vía crucis” de JESÚS y la repercusión en todos nosotros. No fue posible de otra forma la Redención, más que llevando a efecto el ofrecimiento en sacrificio de JESÚS: los hombres lo hemos decidido y el PADRE lo aceptó en su infinita Misericordia, sin que se pudiera abrigar la más mínima duda de su Amor incondicional  Desde entonces un nuevo prisma de  interpretación se abre para comprender a DIOS. Sin ahondar en lo que ocurrió con la muerte y Resurrección de JESÚS perdemos de vista la identidad propia de JESUCRISTO y del mismo DIOS.

 

Un poco inferior a los  Ángeles en su humanidad

Los propios Ángeles van a contemplar una vertiente insospechada de su SEÑOR: el VERBO  omnipotente con el PADRE se dispone a vivir en la pequeñez humana. La condición humana de JESÚS aún excluida del pecado tenía las limitaciones propias de alguien sometido a las leyes naturales. La cualidad espiritual de JESÚS estaba en la misma sintonía de perfección  que el VERBO, y los propios Ángeles estaban a su servicio cumpliendo la voluntad del PADRE.

La adoración lleva consigo el servicio sin condiciones.

 

Hijos para la Gloria

“Convenía, que AQUEL por quien es todo, y para quien es todo, llevara un gran número de  hijos a la Gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la Salvación” (v.10) Como a los Apóstoles nos puede resultar difícil de entender que alguien sea perfeccionado mediante los sufrimientos y de forma especial AQUEL que no hizo nada para merecerlos. Sin embargo la realidad que experimentamos en nosotros y a nuestro alrededor desmiente una y otra vez el deseo de evitar el sufrimiento a toda costa. Tal cosa es imposible y no queda otra salida que aceptar los hechos. A lo largo de esta carta el autor sagrado recogerá está verdad que marcó una huella indeleble en los testigos de la primera generación cristiana. No había más remedio que aceptar los hechos: nos salvó la Misericordia de DIOS en el límite de nuestras decisiones de exclusión y rechazo, originando el más alto sufrimiento al REDENTOR, pero eso no impidió el triunfo de la Misericordia Divina. Se estableció una ley: la perseverancia en medio de los sufrimientos conduce a la perfección.

 

Punto de encuentro

“El SANTIFICADOR y los santificados tienen todos el mismo origen, por eso no se avergüenza de llamarlos a todos hermanos” (v.11). No es igual el origen del HIJO Único del PADRE, que el nuestro; pero tanto el HIJO como nosotros sus hijos adoptivos tenemos un punto de encuentro  que es la Cruz. En la Cruz JESÚS nos abraza a todos y particularmente a cada uno. Mirando a la Cruz intuimos algo de lo que JESÚS ha hecho por nosotros y podemos agradecérselo. Contemplando la Cruz comprendemos algo de la paciencia de DIOS para todos en general y cada uno en particular. JESÚS nos convoca de todos los pueblos, razas y lenguas alrededor de su Cruz para forjar la fraternidad universal. Junto a la Cruz aprendemos la verdadera oración porque no queda lugar para las exigencias y puede surgir la adoración.

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