La rápida e inesperada muerte de nuestro amigo Arturo Segovia nos dejó congelados a todos hace unas semanas. Se perdió un líder, un amigo, un empresario… pero la fe nos lleva a seguir teniéndolo cerca, como era él: cercano, cariñoso, trabajador…
Ahora queremos hacer un Especial ENCUENTRO para recordarle y fijar bien claro su gran legado: Arturo persona, Arturo católico ferviente, Arturo activista político y provida… Un legado que sirve al momento presente de México, Hispanoamérica y de todo el orbe. El legado de un líder católico al más puro estilo cristero.
Desde que conocí a Arturo me di cuenta de que era alguien especial: tenía “olfato” para detectar lo que hay en el corazón de las personas. Para saber dónde estaban las batallas. Para alinearse con los mejores, seguirles la pista y no dejarles.
Con el tiempo me fui dando cuenta de lo que ahora adquiere unas dimensiones
gigantescas: su legado, su intensísima actividad, la pasión que ponía en las batallas emprendidas, su inmenso amor por las causas nobles: la defensa de la vida y de la familia natural.
He de confesar que al principio, hace bastantes años, no hice mucho caso a Arturo. No lo atendí. La distancia nos separaba y yo no sabía qué podía aportarle a él. Ni él a mi. Pero la mutua confianza nunca decayó gracias sobre todo a su carácter, su empatía, y a la especial conexión que establecimos…
Y resulta que un día me dijo: voy a España y quiero verte. Y organizamos un día, un alto en su gira, que al final fueron menos horas de las que hubiésemos querido. Fuimos juntos a una presentación de Vox, y estuvimos charlando y haciéndonos fotos. Fue ahí donde me habló de que iba a recibir la dirección de la ACN y de que me quería integrar de alguna forma en ella.
Yo, sinceramente, me “dejé querer”. Ya tenía muchas cosas entre manos. Pero él, como buen líder, insistió. Me llamó. Me explicó. Me involucró en su proyecto… Y yo lo involucré en el nuestro… Y así empezó nuestra colaboración internacional. Y nuestra amistad.
Arturo se hacía querer. Agarraba tiempo de donde no lo había y te llamaba. Te escuchaba… Todo lo que le proponía le parecía bien. Tenía la mirada en el horizonte. No se cansaba.
Recuerdo cuando a Marianita y a mi nos narró su conversión durante su secuestro. Fue un auténtico milagro. Algo digno de un libro entero, tal como le dije. Lo agarraron y lo secuestraron, como por desgracia a tantos otros mexicanos. Y con solo su palabra nos dijo que convenció a sus secuestradores de que lo soltaran. Como te digo. No sin antes haberse creído morir en varias ocasiones de esos días oscuros. Debió de ser terrible.
Justo solo unos días después de su liberación, lo llamaron para colaborar en un proyecto provida, y él lo vio providencial, que Dios lo llamaba a eso, le estaba hablando directamente. Nos contó que a partir de esa experiencia de muerte y resurrección, de nacer de nuevo a la vida después de su secuestro, prometió a Nuestro Señor vivir defendiendo la vida y que su trabajo sería para la causa.
Cómo te echaré de menos, Arturo. Ese contacto permanente que teníamos, esos sueños. Esas confidencias y bromas entre compañeros y amigos. Esa gira por México que querías que hiciéramos… Pero se que estás intercediendo desde el cielo por nuestros proyectos. Que nos has dejado a tu familia, una familia cristiana, a tu hijo Eduardo, un don de Dios. Y que nos has dejado tu legado.
Y eso es de lo que queremos hablar mañana jueves en un nuevo ENCUENTRO Familia.Vida.Libertad. De su ejemplo, tan necesario hoy tanto en México como en toda la iberosfera y el mundo entero. Pues de ese ejemplo, de esa vida, obtenemos el modelo de liderazgo y de activismo político pro-valores que estamos buscando.
Arturo me enseñó MÉXICO. Me enseñó a amar a México, que es lo mismo que decir amar su fe, su espíritu, su bravura… Me lo enseñó con su vida. Y cambió la mía.
Arturo, desde el cielo, por favor amigo, grita conmigo: ¡Que viva México, la Hispanidad, que viva la Virgen de Guadalupe! ¡Y que viva Cristo Rey!