El 2 de agosto se cumplió un siglo de la muerte del tenor napolitano Enrico Caruso (1873-1921), el primer gran divo de la era discográfica. Aprendió a cantar en la iglesia y en su lecho de muerte le atendió un médico y santo, Giuseppe (José) Moscati (1880-1927), quien propició su final cristiano. Lo recuerda el compositor, pianista y director de orquesta Massimo Scapin en La Nuova Bussola Quotidiana:
Un 2 de agosto de hace cien años el tenor por excelencia, Enrico Caruso, murió en Nápoles a los 48 años de edad. Nació en dicha ciudad el 27 de febrero de 1873 en el seno de una familia numerosa y, desde pequeño, lo que más le gustaba era el canto. Gracias al reverendo Giuseppe Bronzetti, párroco de la iglesia de Sant’Anna delle Paludi, tuvo sus primeras experiencias, primero como contraltino en el coro, luego como solista en la Misa de Saverio Mercadante (1795-1870) y en la farsa I briganti nel giardino di Don Raffaele de Alessandro Fasanaro.
Él mismo cuenta sus inicios en una carta del 10 de junio de 1906: «Empecé a cantar a los diez años […] en las iglesias. Yo era la delicia de todos los buenos fieles, al menos eso creo, porque nunca recibí ningún signo de desaprobación por su parte. Además, con los ingresos que obtenía de mi canto litúrgico daba de vivir a dos familias que me vendían de todo a cada paso» (Pietro Gargano y Gianni Cesarini, Caruso. Vita e arte di un grande cantante).
Tras su debut en noviembre de 1894 en el Teatro Nuovo de Nápoles, empezó a cantar en los teatros de las cercanas Caserta y Salerno. A partir de 1898 empezó a cantar en los principales teatros de Italia y de todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, donde fue, durante diecisiete años, la estrella del Metropolitan Opera House de Nueva York.
También actuó en muchas otras ciudades. Su repertorio era amplio: Donizetti, Bellini, Verdi, los veristas [Mascagni y Leoncavallo], Puccini, romances de cámara y canciones napolitanas. El 30 de diciembre de 1901 recibió duras críticas por su interpretación de L’elisir d’amore en el Teatro San Carlo de Nápoles: decepcionado, tomó la decisión de no volver a cantar en su ciudad natal. Tras ser operado en Milán, en el verano de 1909, de laringitis nodular, su voz se volvió aún más bruñida, con tonos casi de barítono.
Enrico Caruso fue el primer divo discográfico. Comenzó a grabar discos en Milán en abril y noviembre de 1902 y continuó hasta septiembre de 1920; en 1907, con el aria Vesti la giubba de la ópera Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, alcanzó el millón de copias de discos vendidas.
En noviembre de 1911 grabó Core ‘ngrato [Corazón ingrato], la canción inspirada en su intensa pero atormentada relación con la soprano florentina Ada Giachetti (1874-1946), que inmediatamente tuvo un gran éxito.
Su discografía contiene también dieciséis composiciones religiosas, grabadas en Nueva York con la Orquesta Victor Record entre el 7 de enero de 1912 y el 16 de septiembre de 1920: un patrimonio particular y poco conocido, que fascina y emociona cuando se escucha. Estas composiciones son: Crucifix de Jean-Baptiste Faure (1830-1914); Hosanna de Jules-Armand Granier (1852-1906); el Agnus Dei de Georges Bizet (1838-1875); el Ave Maria de Percy B. Kahn (1880-1966), escrito a propósito para Caruso; Cuius animam, del Stabat Mater de Gioachino Rossini (1772-1868); Les Rameaux de Jean-Baptiste Faure; Ingemisco, de la Misa de Requiem de Giuseppe Verdi (1813-1901); La Procesión de César Franck (1822-1890); O souverain, de la ópera El Cid de Jules Massenet (1842-1912); el Cantique de Noël de Adolphe-Charles Adam (1803-1856); Vois ma misère, hélas!, de la ópera Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns (1835-1921); Pietà, Signore atribuido a Alessandro Stradella (1639-1682), pero más probablemente de François-Joseph Fétis (1784-1871); Campane a sera de Vincenzo Billi (1869-1938), con texto del propio Caruso; Domine Deus y Crucifixus de la Petite Messe Solennelle de Rossini.
El 24 de diciembre de 1920, el tenor se despidió de los escenarios y, poco después, del mundo, cantando en la Metropolitan Opera La juive (La judía), una ópera en cinco actos de Fromental Halévy (1799-1862). Le habían diagnosticado erróneamente una pleuresía purulenta, que se agravó tras varias operaciones, empezando por la del pulmón izquierdo el 30 de diciembre. El 9 de junio de 1921, tras una lenta mejoría, regresó a Italia y se alojó en el Hotel Vittoria de Sorrento, donde el 28 de julio dos especialistas le aconsejaron que fuera a Roma para ser intervenido quirúrgicamente de inmediato.
El médico José Moscati fue canonizado por Juan Pablo II en 1987.
Pero el 1 de agosto tuvo que detenerse en Nápoles, en el Hotel Vesuvio, donde lo visitó el profesor Giuseppe Moscati, el único que diagnosticó con precisión la enfermedad que aquejaba al tenor desde hacía tiempo: «Una forma poco común de absceso subfrénico izquierdo». Desgraciadamente, debido a la sepsis generalizada, el paciente estaba desahuciado y ya no necesitaba el conocimiento científico y la profesionalidad del doctor Moscati; sí que necesitaba, en cambio, las virtudes religiosas y morales que «el santo doctor» poseía hasta un nivel excepcional.
A este respecto, el jesuita Giovanni Aromatisi relata: «Cuando el famoso tenor Enrico Caruso lo llamó a su cabecera, [Moscati] le recordó que había consultado a todos los médicos, pero que no había consultado a Jesucristo. Caruso respondió: ‘Doctor, haga usted lo que quiera’… Llamó al confesor y se le administraron los sacramentos» (Sacra Congregatio pro Causis Sanctorum, Neapolitana beatificationis et canonizations Servi Dei Iosephi Moscati viri laici. Positio super virtutibus, Roma 1972, p. 286).
Asistido hasta el último momento por el doctor Moscati, Enrico Caruso murió en la mañana del 2 de agosto de 1921 encomendándose a Dios.
Traducido por Elena Faccia Serrano.