El diario italiano Il Foglio recoge la carta que un grupo de laicos dirige al Papa, rogándole que detenga la guerra ideológica en el seno de la Iglesia.
“Santo Padre,
El último libro de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio y voz reconocida del progresismo católico, se titula ‘Arde la Iglesia: crisis y futuro del cristianismo”.
Nosotros no hemos escrito libro alguno, no hemos realizado ningún análisis pormenorizado, pero vemos cada día el fuego que lentamente devora y destruye a la Iglesia católica en Italia y en el mundo.
La renuncia de Benedicto XVI, ocho años atrás, trajo a muchos la desolación y a otros la esperanza. Durante algún tiempo se habló del ‘efecto Bergoglio’, en referencia a un resurgir que sin embargo nunca llegó. ¡Al contrario! La “Iglesia en salida” sigue siendo una consigna sin reflejo en la realidad. Más bien, la ciudad santa de la cristiandad, en tiempo de covid, cerró a cal y canto de primeras sus iglesias, dando al mundo una señal de deserción total.
Hemos asistido a caminos sinodales que parecen auténticas guerras civiles, con conspiradores empeñados en garantizar una democracia de estilo soviético, y que han sacado a la luz documentos controvertidos y virtualmente del todo inútiles. Las iglesias, los confesionarios e incluso las arcas del Vaticano están cada vez más vacías, indicio de que el pueblo de Dios no reconoce la voz de los pastores.
Los católicos chinos, guiados por el cardenal Zen, soportan con dolor los acuerdos del Vaticano con la dictadura comunista china. Cardenales que llevan años en la brecha, a su lado, como Becciu, han caído envueltos en escándalos económicos que no se conocían desde Marcinkus. Otros, como Caffarra, Burke, Sarah, Müller o Pell han sido humillados, silenciados e ignorados. Otros, en fin, muy próximos a Su Santidad, han impedido a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos llegar al fondo en la cuestión de la pedofilia…
Como si esto no bastara, han sido comisariadas enteras órdenes religiosas de tendencia conservadora y han tenido que sufrir una persecución inimaginable ni en los tiempos de la Santa Inquisición. Incluso figuras de signo contrario, como Enzo Bianchi, han sido “miseriocordiadas” de un día para otro con una dureza inaudita. Lo mismo obispos, sacerdotes, religiosos… en todo el país.
La Iglesia es hoy un verdadero “hospital de campaña” abarrotado de heridos que tienen urgente necesidad, no de discursos sobre la misericordia, sino de misericordia real, concreta. De paz.
Su última decisión contra la llamada misa en latín ha sembrado aún más caos y división, sin motivo alguno. ¿Por qué negar lo que su predecesor había concedido? ¿Por qué humillar a una diminuta grey de fieles, acusándoles de forma sumaria, sin apelación y, como se hace cada vez más evidente, sin fundamente?
Así, tras ocho años “arde la iglesia” como nunca, dividida y lacerada, en Italia, en China, en EE UU, en Alemania… Como en tiempos de Lutero.
También los laicos, más libres y no sometidos a la creciente arbitrarierdad del mundo clerical, sufrimos esta atmósfera que se ha vuelto pesada, casi irrespirable, esta eliminación ya total de toda sana pluralidad. La Iglesia cada vez más ha pasado de ser madre ha convertirse en madrastra, fulmina anatemas, excomuniones, comisariamientos, continuamente.
Le rogamos, por tanto, humildemente: ponga fin a esta guerra civil en la Iglesia, como un Padre que mira por el bien de todos sus hijos, y no como el jefe de una corriente clerical que parece querer servirse de su autoridad monárquica, hasta el fondo y a menudo más allá de los límites del derecho canónico, para avanzar una agenda ideológica personal”.
Luigi Abeti, Tina Abbate, Francesco Agnoli,
Sabrina Caporali, Teresa Di Chio, Claudio Forti,
Silvia Frassinito, Giacomo Luigi Mancini, Simone Ortolani,
Riccardo Rodelli, Manuela Zanzottera, Giovanni Zenone.
Por Carlos Esteban
Infovaticana.