Así lo revela un informe de Human Rights Measurement Initiative, una ONG que estudia las naciones en base al nivel de peligrosidad. El reino wahabí solo es superado por México y la represión del activismo aumenta. Mohammed bin Salman centraliza el poder y refuerza el control sobre los derechos.
A pesar de las reformas “cosméticas”, que pretenden encaminar el reino hacia una era «post-Wahabí», Arabia Saudita sigue siendo una de las naciones más inseguras del mundo debido a la violencia y los abusos perpetrados por el Estado contra sus ciudadanos. Así lo revela el informe publicado días atrás por Human Rights Measurement Initiative (HRMI), una organización pro derechos humanos compuesta por activistas, investigadores y académicos, que estudia y clasifica a las naciones en base a su nivel de peligrosidad para la población.
El estudio se basa en parámetros muy precisos, como el nivel de seguridad del Estado, el grado de desarrollo, el respeto de los derechos y la calidad de vida. Arabia Saudita obtuvo una puntuación de 2,4 sobre 10 en referencia a la seguridad del Estado en términos generales. Cabe mencionar que es la segunda peor nación del mundo después de México, sobre un total de 36 países de los que se dispone de datos completos.
La situación en el reino saudí se ve agravada por el elevado uso de torturas, ejecuciones, homicidios extrajudiciales, desapariciones misteriosas, detenciones arbitrarias y la aplicación de la pena de muerte. Aunque se ha producido una mejora en este último tema -este dato ha pasado de 1 (2019) a 4,2, gracias a una serie de decretos reales que anulan la pena capital para los delitos relacionados con las drogas- la situación sigue siendo crítica. En los hechos, las disposiciones muchas veces no se aplican. Y el verdugo sigue sumando víctimas: recientemente, una persona fue ejecutada pese a que era menor de edad en el momento de cometer el delito que se le imputaba.
En términos de desarrollo y derechos, entre las naciones examinadas, Arabia Saudita es la peor del mundo. El gobierno saudí prohíbe las protestas, impone límites a la libertad de expresión, reprime el activismo civil y para los ciudadanos resulta imposible participar de la vida pública. A esto hay que añadir la total falta de libertad religiosa en una nación donde solo se permite profesar el Islam suní.
«Los datos recogidos [por HRMI] describen perfectamente el deterioro de la situación de los derechos humanos en Arabia Saudita», señala Julia Legner, experta de la ONG Al-Qst, con sede en Londres. «Desde que Mohamed bin Salman (MBS) se convirtió en príncipe heredero en 2017, ha centralizado el poder del Estado y ha reforzado su control sobre los derechos fundamentales, con la mayor represión de la libertad de expresión en la historia del país”, comenta. A esto se suma la «expulsión a gran escala de defensores de los derechos humanos». Entre las víctimas se encuentran el periodista Jamal Khashoggi, asesinado en 2018, las ejecuciones de Estado derivadas de «juicios injustos» y las torturas de un escuadrón «directamente afiliado a MBS».
Riad, Arabia Saudita.
AsiaNews/Agencias.