La palabra de Dios que escucharemos este domingo se nos presenta como un monumento al amor de Dios. Dios es amor (1 Jn 4, 8), dice la Biblia y el evangelio que escucharemos (Jn 15, 9-17) nos ofrece varias afirmaciones importantes que nos ayudan a profundizar y a comprender mejor este amor divino.
En primer lugar el amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo, nos recuerda el evangelista San Juan, procede del amor del Padre. “Como el Padre me ama así los amo yo”, dice Jesús. Por lo tanto la fuente suprema del amor que se nos ha revelado en Cristo, proviene de Dios Padre. Dios es el origen del amor.
En segundo lugar este amor de Dios no sólo se nos ha manifestado en Jesucristo sino que todo creyente que se vuelve discípulo de Cristo, tiene también la posibilidad de vivir en sintonía con este amor de Dios. La clave para permanecer en comunión con este amor divino es el cumplimiento de los mandamientos. Es esto lo que distingue a un discípulo de Jesús de cualquier otra persona.
La experiencia del amor de Dios produce en el creyente una vivencia positiva, se trata de la Alegría cristiana. Así nos lo revela el Señor en el evangelio que escucharemos este domingo. “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”. Esta alegría la experimentamos todos al vivir la experiencia de encuentro con Dios. Los evangelios dan numerosos testimonios sobre diferentes personas que al encontrarse con Dios han experimentado la alegría.
El amor de Dios nos impulsa a salir de nosotros mismos, se expresa en la entrega a los demás, por ello Jesús dice que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, así como lo ha manifestado Dios al darnos a su Hijo Jesucristo para nuestra salvación. El amor de Dios de suyo se expresa en la donación a los demás. Por lo tanto, el amor de Dios no es un amor autocomplaciente sino un amor que nos impulsa a salir de nuestro egoísmo para servir a los demás.
El amor de Dios crea amistad, intimidad y pertenencia con Dios. Cuando se experimenta el amor de Dios uno vive en una relación de amistad con él, esta relación de amistad impulsa al cumplimiento voluntario de los mandamientos de Dios. De esta manera, los preceptos de Dios dejan de ser una carga pesada y se convierten en una acción voluntaria, libre y natural.
Por último, el amor de Dios nos lleva a experimentar sin duda la gracia misericordiosa del Señor. Dios quiere que todos nos salvemos por eso su misericordia es infinita y nos busca continuamente. Toca a nosotros aceptar humildemente la elección libre de Dios. “No son ustedes los que me han elegido, dice Jesús, soy yo quien los ha elegido para que den fruto abundante”. Esto es lo que Dios desea de cada uno de sus discípulos. Que su amor se manifiesta en nuestras obras.
Que la experiencia del amor de Dios en nuestras vidas, nos lleve a una amistad permanente con Dios y a vivir continuamente la alegría de la salvación.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa