Muchos hablan de la Tradición de la Iglesia sin comprender realmente lo que Tradición significa. Otros están confundidos sobre su verdadero significado y composición. Entonces: ¿Qué es la Tradición de la Iglesia? Comprender lo que la Tradición de la Iglesia es o no es, constituye un asunto de vital importancia.
Como parte de la Revelación todos sabemos que la Tradición es todo aquello que por vía oral y no por las Sagradas Escrituras, forma parte del Depósito de Fe. En este punto no existe complicación. Pero desde el punto de vista teológico definir «Tradición» resulta problemático y muy confuso para muchos.
La Tradición desde el punto de vista teológico
La Tradición de la Iglesia, desde el punto de vista teológico, es una combinación de elementos que se suman para crear un todo inseparable; esto es la esencia misma de la Iglesia fundada por Cristo. Estos elementos se pueden consideran en dos grupos: los inmutables que nunca cambian y siempre permanecen idénticos, y aquellos que si pueden cambiar o son modificables. Es importantísimo entender esta diferencia pues si no se entiende bien se puede caer en gravísimos errores: aquellos que quieren cambiar lo que no se puede cambiar de la Tradición caen en el gravísimo error del modernismo o progresismo, un error condenado por el magisterio en el Syllabus y en tantos otros documentos oficiales. Aquellos que no entienden que la Tradición igualmente se compone de elementos que pueden cambiar siguen una noción, errónea, limitada e incompleta de la Tradición.
Los elementos que no cambian y siempre permanecen idénticos en la Tradición son el dogma y la moral. El dogma y la moral de la Iglesia, lo que tenemos que creer y qué hacer o no hacer para salvarnos, son inmutables y permanecen idénticos por todos los siglos. Ese dogma y moral son un elemento de la Tradición, pero no son la totalidad de la Tradición. En un gran error están los que confunden el dogma y la moral inmutable, como sinónimos o totalidad de la Tradición. Esto no es así pues dogma y moral no son la totalidad de la Tradición sino solo elementos de esta. Así como Paris no es la totalidad de Francia sino solo parte de esta. Y si bien es cierto que Paris es parte esencial y principal de Francia, es también cierto que Francia es más grande que Paris. Hay otras áreas, ciudades y provincias en Francia además de Paris. Lo mismo pasa con la Tradición. Dogma y moral inmutables, son parte esencial y principal de la Tradición, pero no son la totalidad de la Tradición pues la Tradición abarca más que dogma y moral. La Tradición de la Iglesia contiene más elementos, es más grande que solo dogma y moral inmutables. Decir o creer que la Tradición se compone solo y únicamente de dogma y moral es un gran error y una visión limitada de esta.
Dogma, Moral, Liturgia, Disciplina y Acción Pastoral, elementos de la Tradición
La Tradición no solo se compone del dogma y moral, que no pueden cambiar y permanecen idénticos por todos los siglos, pero también se compone de liturgia, disciplina, y la acción pastoral del magisterio. La suma de todos estos elementos, dogma y moral inmutables, liturgia, disciplina, y acción pastoral forman lo que se conoce como Tradición de la Iglesia.
-Catecismo de la Iglesia Católica (78): «Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, «la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree» (DV 8). «Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora» (DV 8).
Así bien, si la Tradición Apostólica es la parte de la Revelación no contenida en la Biblia, en sentido teológico, la Tradición de la Iglesia como tal es una combinación de elementos: inmutables e incambiables algunos, cambiables otros. Los inmutables son el dogma y la moral, y los mutables que se adaptan a los tiempos y circunstancias son la liturgia, la disciplina, y la acción pastoral. Así define la Tradición desde la perspectiva teológica el Papa Benedicto XVI:
-Papa Benedicto XVI (26 de abril de 2006 ) «Esta permanente actualización de la presencia activa de nuestro Señor Jesucristo en su pueblo, obrada por el Espíritu Santo y expresada en la Iglesia a través del ministerio apostólico y la comunión fraterna, es lo que en sentido teológico se entiende con el término Tradición: no es la simple transmisión material de lo que fue donado al inicio a los Apóstoles, sino la presencia eficaz del Señor Jesús, crucificado y resucitado, que acompaña y guía mediante el Espíritu Santo a la comunidad reunida por él.
La Tradición es la comunión de los fieles en torno a los legítimos pastores a lo largo de la historia, una comunión que el Espíritu Santo alimenta asegurando el vínculo entre la experiencia de la fe apostólica, vivida en la comunidad originaria de los discípulos, y la experiencia actual de Cristo en su Iglesia… Así pues, concluyendo y resumiendo, podemos decir que la Tradición no es transmisión de cosas o de palabras, una colección de cosas muertas. La Tradición es el río vivo que se remonta a los orígenes, el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes.»
La Tradición es pues la suma total del dogma y moral inmutables, disciplina, liturgia y actividad pastoral. Y si bien es cierto que el dogma y la moral nunca jamás pueden cambiar y permanecen idénticos por siempre, los otros elementos que completan lo que es la Tradición si pueden cambiar. Así por ejemplo la liturgia puede cambiar de acuerdo con los tiempos y circunstancias como lo demuestra el Concilio de Trento. Este Concilio nos dice que es un derecho del Magisterio de la Iglesia el cambiar o modificar su liturgia cuando esta quiere por las razones que esta quiera.
Así nos lo confirma el Concilio de Trento:
-Concilio de Trento (Sesión 21): «En la Iglesia siempre ha existido este poder, que en la administración de los sacramentos…ella puede modificar o cambiar lo que ella considera mas apropiado para el beneficio de los que los reciben o con respecto hacia los mismos sacramentos, de acuerdo a circunstancias variables, tiempo o lugares«
Lo que el Concilio de Trento nos decreta respecto a la liturgia, la Enciclopedia Católica de 1907 (Nihil Obstat Imprimatur) nos lo vuelve a confirma.
– Enciclopedia Católica (Nihil Obstat Imprimatur 1907): «Estrechamente relacionados con los derechos papales respecto al oficio de enseñar están aquellos acerca del culto divino. Pues es la ley de la oración la que fija la ley de la fe. En este campo es mucho lo que está reservado exclusivamente para ser reglamentado por la Santa Sede. Sólo el papa puede determinar los ritos litúrgicos empleados en la Iglesia. De surgir alguna duda respecto al ceremonial de la liturgia, el obispo local no puede decidir con su sola autoridad; debe recurrir a Roma. De la misma manera, el Papa tiene total autoridad para interpretar, alterar y abrogar sus propias leyes y las que hayan sido establecidas por sus predecesores. Tiene la misma plenitud de poder que ellos, y tiene frente a las leyes que ellos establecieron la misma posición que tiene frente a las promulgadas por él mismo».
De la misma manera en que el Concilio de Trento y la Enciclopedia Católica nos dicen que la liturgia cambia de acuerdo a «circunstancias variables, tiempo y lugares», de esa misma forma la disciplina de la Iglesia cambia igualmente cuando la Iglesia quiere. El Catecismo de Baltimore de 1891 (Nihil Obstat, Imprimatur) nos recuerda el pleno poder la Iglesia para cambiar y modificar su disciplina lo mismo que la liturgia.
– Catecismo de Baltimore 126: Hay dos cosas que debemos entender claramente y en la que no cabe confusión, esto son los dos tipos de leyes en la Iglesia—esas que Cristo nos dio y esas que la Iglesia ha creado ella misma. Por ejemplo la Iglesia no puede abolir uno de los sacramentos dejando solo seis; tampoco puede añadir uno, haciendo ocho. Pero por ejemplo, cuando la Iglesia declara que en cierto día no se puede comer carne, esa es una ley que la Iglesia ha hecho y que puede cambiar cuando quiera. Nuestro Señor permitió que su Iglesia fuese libre de hacer ciertas leyes como fuesen necesarias. La Iglesia siempre ha ejercido este poder y ha hecho leyes que se ajusten a las circunstancias de lugar o época. Aun hoy día la Iglesia se deshace de algunas viejas leyes que ya no son necesarias y hace otras que son más necesarias. Pero las doctrinas, las verdades de Fe y Moral, las cosas que debemos creer y hacer para salvar nuestras almas, nunca podrán ser cambiadas: la Iglesia puede regular algunas cosas en la aplicación de las leyes divinas, pero las leyes en si mismas nunca podrán cambiarse en su substancia. (Catecismo de Baltimore, Rev. Padre Thomas L. Kinkead, Nihil Obstat: D. J. McMahon, Censor Librorum, Imprimatur: *Michael Augustine Arzobispo de Nueva York, septiembre, 1891)
Aquí pues claramente se ve que junto con los elementos que nunca jamás cambian en la Tradición, ósea el dogma y la moral, otros elementos de esa misma Tradición como la liturgia, disciplina y la acción pastoral si pueden cambiar y de hecho cambian de acuerdo a tiempo y circunstancias.
La Acción Pastoral y el Desarrollo del Dogma
Otro elemento clave en la Tradición desde el punto de vista teológico, es la acción pastoral, es decir la relación entre los pastores legítimos de la Iglesia y su rebaño. Esta acción pastoral es parte integra de la Tradición y se compone a la vez de varios elementos que suman esta relación pastor-rebaño, o lo que es lo mismo, magisterio de la Iglesia con sus fieles.
Un es un elemento importantísimo de la acción pastoral es la manera en que el pastor, ósea el magisterio, explica a los fieles la doctrina incambiable e inmutable. Esto es que el magisterio de la Iglesia decide o escoge la manera en que se explica un dogma; como se aplica una doctrina incambiable e inmutable a las circunstancias especificas de cada época y lugar. Porque una cosa es el dogma en si mismo, que es inmutable y permanece idéntico por siempre, y otra cosa diferente es la manera en que se explica este dogma. La manera en que un dogma incambiable o inmutable se explica o desarrolla es parte importante de esa acción Pastoral del Magisterio y esa manera particular de explicar el dogma inmutable es algo que igualmente se ajusta o adapta a circunstancias, tiempo y lugar.
Así nos explica San Gregorio Magno (Ezechielem lib. 2, horn. 4, 12):
«Con el correr del tiempo fue acrecentándose la ciencia de los patriarcas; pues Moisés recibió mayores ilustraciones que Abraham en la ciencia de Dios omnipotente, y los profetas las recibieron mayores que Moisés, y los apóstoles, a su vez, mayores que los profetas»
También el beato Papa Juan XXIII nos habla de la importantísima distinción entre el contenido o substancia del dogma y la manera de expresar este. La substancia y significado del dogma no cambia nunca jamás, pero la manera en que el magisterio explica o desarrolla ese dogma puede adaptarse a época y lugar. Una cosa es el dogma en si mismo y otra la manera de explicar o hacer entender ese dogma. Nos dice el beato que estas son dos cosas diferentes y que no deben confundirse entre si.
-Santo Padre beato Juan XXIII (11 octubre de 1962): «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz… ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico…el Concilio Ecuménico XXI quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres… Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I… espera que se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión…»
Lo que el beato Juan XXIII explica aquí, que una cosa es la substancia de la doctrina y otra cosa es la manera de formular o expresar esa doctrina. Esa manera de explicar la doctrina o desarrollarla es importantísimo elemento de la acción pastoral del Magisterio de la Iglesia. Según los tiempos y circunstancias la Iglesia adapta esa manera de expresar el inmutable dogma. Así el dogma permanece idéntico e incambiable por siempre, pero la manera de explicarlo cambia según la acción pastoral de la Iglesia que la explica esos dogmas de manera más eficaz según los tiempos y circunstancias.
Este desarrollo del dogma nunca jamás debe confundirse con la herejía del modernismo. La herejía del modernismo busca cambiar el significado y esencia del dogma y adaptar este a la corriente filosófica de moda. El desarrollo católico del dogma solo desenvuelve la manera de explicar el dogma dejando intacto el significado, esencia y substancia de este. Mientras la herejía del modernismo busca cambiar el sentido y esencia del dogma inmutable, el desarrollo católico del dogma solo hace explicitas verdades contenidas en el dogma de manera implícita.
El desarrollo del dogma de la acción pastoral nunca jamás cambia el significado del dogma, sino solo la manera de explicar este. Así se define en términos teológicos este desarrollo del dogma:
-Fundamento del Dogma Católico: La evolución del dogma en sentido católico. Respecto de la forma del dogma, es decir, del conocimiento y proposición por la Iglesia de las verdades reveladas, y consecuentemente de la pública fe de las mismas, sí que ha habido progreso (evolución accidental del dogma), y semejante progreso tiene lugar de las siguientes maneras: a) Verdades que hasta un momento determinado solamente se creían de forma implícita, se llegan a conocer explícitamente y son propuestas a los fieles para su creencia en ellas; cf. S.th. 2 11 1, 7: «en cuanto a la explicación, creció el número de artículos [de la fe], porque ciertas cosas que por los antiguos no habían sido conocidas explícitamente, vienen a ser conocidas de forma explícita por otros posteriores». b) Los dogmas materiales se convierten en dogmas formales. c) Para más clara inteligencia por parte de todos y para evitar malentendidos y falsas interpretaciones, las verdades antiguas, creídas desde siempre, se proponen por medio de nuevos y bien precisos conceptos. Así ocurrió, por ejemplo, con el concepto de unión hipostática, de transustanciación. d) Cuestiones debatidas hasta un momento determinado son después aclaradas y definidas, condenándose las proposiciones heréticas; cf. SAN AGUSTÍN, De civ. Dei xvi 2, 1: «ab adversario mota quaestio discendi existit occasio» (una cuestión promovida por un adversario se convierte en ocasión de adquirir nuevas enseñanzas).
La evolución del dogma en el sentido indicado va precedida de una labor científica teológica, y prácticamente enseñada por el magisterio ordinario de la Iglesia con asistencia del Espíritu Santo (Ioh 14, 26). Promueven esta formación, por un lado, el deseo natural que tiene el hombre de ahondar en el conocimiento de la verdad adquirida y, por otro, influencias externas, como son los ataques de los herejes o los infieles, las controversias teológicas, el progreso de las ideas filosóficas y las investigaciones históricas, la liturgia y la universal convicción de creencias que en ella se manifiesta. Los santos padres ya pusieron de relieve la necesidad de profundizar en el conocimiento de las verdades reveladas, de disipar las oscuridades y hacer progresar la doctrina de la revelación. (Dr. Ludwig Ott Nihil Obstat: Jeremiah J. O’ Sullivan. Imprimatur: + Cornelius, 7 octubre 1954)
También los santos nos dan testimonio de la necesidad de explicar o desarrollar los dogmas de manera mas actualizada a los tiempos a la misma vez que se mantiene en su completa integridad su contenido y substancia. El gran San Vicente de Lerins nos aclara este punto del desarrollo del dogma, punto esencial de la acción pastoral.
-San Vicente de Lerins: «Pero tal vez diga alguno: ¿Luego no habrá en la Iglesia de Cristo progreso alguno de la religión? Ciertamente existe ese progreso y muy gran progreso… Pero tiene que ser verdadero progreso en la fe, no alteración de la misma. Pues es propio del progreso que algo crezca en sí mismo, mientras lo propio de la alteración es transformar una cosa en otra» (Commonitorium 23; cf. Dz 1800.)
Aquí vemos que el desarrollo del dogma es posible en la manera en que la Iglesia los explica y profundiza de acuerdo a la época y circunstancias. La esencia y substancia del dogma se queda idéntico y es inmutable por todos los siglos pero la manera de explicarlo cambia y se adapta. Eso es parte importante del elemento pastoral de la Tradición.
Tal vez el mas genial de los teólogos y tomistas de Hispanoamérica, el doctor en lógica y teología, Rev. Padre Rafael Faria explica así el desarrollo católico del dogma en 1956:
-Curso Superior de Religión (1956): Indefectibilidad de la Iglesia consiste que ha conservado y conservara invariable el tesoro que recibió de Cristo, a saber: el Dogma, la Moral, los Sacramentos y a la organización interna. Sin duda que ha habido desenvolvimiento y perfección en el Dogma católico. Pero ese desenvolvimiento consiste, no en que se hallan enseñando verdades nuevas, no contenidas en la Sagrada Escritura o en la Tradición; sino que se han declarado y enseñado en forma perfectamente clara y explicita verdades que estaban allí contenidas en forma general, oscura o imprecisa. Por ejemplo, la Escritura enseña que en Dios hay Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Dogma se fue desenvolviendo hasta que encontró la formula precisa: en Dios hay tres personas en una sola Naturaleza. Y así ha pasado con otras verdades. La infabilidad de la Iglesia consiste en no podrá errar en asuntos pertinentes a la Fe y a la Moral. La infabilidad es necesaria a la Iglesia porque Dios obligo a todos los hombres bajo pena de condenación a que pertenecieran a ella. «Quien no creyere se condenara». (Marc.16,16). Pero si la Iglesia pudiera errar Dios obligaría a los hombres a aceptar el error, lo cual repugna a su sabiduría. (Rev. Padre Dr. Rafael Faria, Santa Fe de Bogotá, 1956, Libro I, Dogma, p.135 Nihil Obstat, Imprimatur.)Así vemos que la Tradición de la Iglesia se compone de elementos que no cambian nunca jamás como el dogma y la moral, y de elementos que si cambian con los tiempos, como la liturgia, la disciplina y la acción pastoral. Explicar de mejor manera o de manera mas desarrollada ese dogma inmutable e incambiable es parte importantísima de la acción pastoral.
El Magisterio de la Iglesia, Guardián Invencible de la Tradición
Según el plan de Cristo, los apóstoles y sus sucesores, ósea el magisterio de la Iglesia, han de ser hasta el fin de los tiempos los guardianes invencibles de la Tradición. Fue solo al magisterio a quien Cristo encargo la misión de guardar la Tradición, definirla y exponerla a los fieles. Solo el magisterio puede interpretar el deposito de Fe para decirnos lo que Tradición es o no es, y solo el magisterio tiene la divina promesa de Cristo que este no podrá nunca jamás ser infiel o alejarse de la Tradición.
Es pues importantísimo entender que para comprender lo que la Tradición es de época en época solo podemos escuchar al magisterio vivo de la Iglesia; esto es al Papa y a los Obispos en plena comunión con el. Solo este magisterio vivo puede decirnos, de época en época lo que la Tradición «es» según los tiempos y las circunstancias. Así nos explica el gran León XIII en su inmortal Satis Cognitum:
-Papa León XIII, Satis Cognitum (1896): Es, pues, incontestable, después de lo que acabamos de decir, que Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo, investido de su propia autoridad, revestido del espíritu de verdad, confirmado por milagros, y quiso, y muy severamente lo ordenó, que las enseñanzas doctrinales de ese magisterio fuesen recibidas como las suyas propias. Cuantas veces, por lo tanto, declare la palabra de ese magisterio que tal o cual verdad forma parte del conjunto de la doctrina divinamente revelada, cada cual debe creer con certidumbre que eso es verdad; pues si en cierto modo pudiera ser falso, se seguiría de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres. «Señor, si estamos en el error, vos mismo nos habéis engañado»Lo mismo que nos dice León XIII es lo que la doctrina de la Iglesia nos repite sin cesar: solo el magisterio de la Iglesia nos puede definir lo la Tradición de la Iglesia es de época en época y nadie mas: así lo repiten los santos padres, el Catecismo y los manuales de teología dogmática una y otra vez.
-Papa San Pío X (10 de mayo de 1909): «El primero y el más grande criterio de la fe, la regla suprema e inquebrantable de la ortodoxia es la obediencia al Magisterio siempre vivo e infalible de la Iglesia, establecida por Cristo «la columna y el sostén de la verdad».
-Papa Pablo VI (carta al arzobispo Lefebvre, octubre 1976): «Este es el asunto esencial…Cristo le ha dado la suprema autoridad de Su Iglesia a Pedro y al Colegio apostólico, esto es al Papa y al colegio de Obispos una cum Capite. Por su naturaleza «el encargo de enseñar y gobernar no puede ser ejercitado excepto en comunión jerárquica con la cabeza del Colegio y con sus miembros» (Constitución Lumen Gentium, 21; cf. también 25). A fortiori, un solo obispo sin misión canónica no tiene en actu expedito ad agendum, la facultad de decidir en general lo que es regla de fe o determinar lo que es Tradición.»
-Catecismo de la Iglesia Católica: 85 El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escritura, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo» (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
-La Religión Demostrada: «Nadie es libre para explicar a su manera la Sagrada Escritura y la Tradición; debemos someternos a la Iglesia docente, establecida para decirnos lo que debemos creer y lo que debemos obrar. … Por lo demás las razón demuestra la necesidad de una regla viva para dar a los fieles la noción de las verdades que hay que creer y de los deberes que hay que practicar…Era pues menester un juez vivo, un interprete autentico para fijar el sentido de la revelación divina y condenar los errores. Por ese motivo el Gobernador Supremo de la Iglesia y los obispos en comunión con el son los únicos interpretes legítimos e infalibles de las Escrituras y de la Tradición, la única regla de la fe y de la moral.» (La Religión Demostrada, Pág. 449, P.A Hillaire, edición Mons. Agustín Piaggo, 1944, Barcelona, Nihil Obstat, Imprimatur.)
-Diccionario de teología Dogmática: «Según la doctrina católica la Sagrada Escritura y la Tradición no son mas que la fuente y la regla remota de la fe, mientras la regla próxima es el magisterio vivo de la Iglesia, que reside en el Romano Pontífice y en los Obispos en cuanto están sujetos y unidos a el.» (Diccionario de teología dogmática, Pág. 206, Rev. Padre Pietro Parente, Nihil Obstat, Imprimatur, 1955)
Vemos así que solo el Papa y los Obispos en plena comunión con el pueden decirnos lo que la Tradición es o no es. Nadie que no sea este autentico magisterio vivo de la Iglesia, ósea el Papa y los obispos en plena comunión con el pueden decirnos lo que la Tradición es o no es en determinado momento histórico.
Todos sabemos los elementos que componen la Tradición de la Iglesia: dogma, moral, liturgia, disciplina, acción pastoral, pero su exacta definición en cada determinada época, solo la puede determinar y nos la puede trasmitir el magisterio autentico de la Iglesia y nadie más. Solo el Papa y los obispos en comunión con el nos pueden decir lo que Tradición es o no es en cada determinada época.
De esta misma forma podemos apreciar que ese magisterio no podrá nunca ser infiel al depósito de la Fe, ósea que el magisterio nunca podrá ser infiel a la Tradición. La promesa de Cristo de ayudar y proteger su Iglesia por «todos los días hasta el fin del mundo» nos da la garantía absoluta y rotunda que el magisterio de la Iglesia nunca será infiel a la Tradición. Así el magisterio nunca podrá cambiar lo incambiable de la Tradición, el dogma y la moral, ni dejar de ser fiel a esta. Así nos lo explica el cardenal Ratzinger, hoy día Papa Benedicto XVI:-Cardenal Ratzinger (carta al arzobispo Lefebvre, 28 julio 1987): «Divinamente instituida, la Iglesia tiene la promesa de asistencia de Cristo hasta el final de los tiempos. El romper su unidad con un acto de plena desobediencia de su parte causaría incalculable daño y destruiría el futuro mismo de su trabajo debido a que fuera de la unidad con Pedro no se puede tener futuro sino solo la ruina de todo lo que desea y aspira…De hecho es a Pedro quien el Señor le ha confiado el gobierno de Su Iglesia; por lo tanto es el Papa el principal artesano de su unidad. Asegurado en la promesa de Cristo, el Papa nunca será capaz de oponerse a la Santa Tradición ni al magisterio autentico.»Así podemos ver como dice el cardenal Ratzinger (hoy día Papa Benedicto XVI) que el Papa nunca será capaz de ser infiel a la Tradición. Esto se basa en la oración de Cristo que oro por la Fe de Pedro y sus sucesores. Así es dogma divinamente revelado que el Papa, Vicario de Cristo en la Tierra, nunca jamás será capaz de oponerse o ser infiel a la Tradición y los elementos inmutables que nunca jamás cambian en ella, ósea la doctrina y la moral. Cristo mismo nos asegura con su divina promesa que el Papa nunca jamás podrá ser infiel a la Santa Tradición. Así nos los asegura el Primer Concilio Vaticano:
-Primer Concilio Vaticano, Constitución dogmática Pastor Aeternus (18 de julio de 1870): Así el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, no de manera que ellos pudieran, por revelación suya, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe. Ciertamente su apostólica doctrina fue abrazada por todos los venerables padres y reverenciada y seguida por los santos y ortodoxos doctores, ya que ellos sabían muy bien que esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe de sus discípulos: «Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos». Este carisma de una verdadera y nunca deficiente fe fue por lo tanto divinamente conferida a Pedro y sus sucesores en esta cátedra, de manera que puedan desplegar su elevado oficio para la salvación de todos, y de manera que todo el rebaño de Cristo pueda ser alejado por ellos del venenoso alimento del error y pueda ser alimentado con el sustento de la doctrina celestial.
La Tradición de la Iglesia es también llamada Tradición «viva»
A la Santa Tradición de la Iglesia se le llama también Tradición viva porque como hemos visto esta Tradición, desde el punto de vista teológico se compone de elementos que no pueden cambiar nunca jamás y siempre permanecen idénticos, el dogma y la moral, pero igualmente de elementos que si cambian o se adaptan con los tiempos y las circunstancias. Debido precisamente a estos elementos que si cambian o se adaptan, óseas la liturgia, la acción pastoral y la disciplina, y que son parte integra de la Tradición, es que también se le llama «tradición viva» a la Tradición. Este nombre de Tradición viva se utiliza para denotar que existen elementos que cambian y son modificables en la Tradición (acción pastoral, liturgia, disciplina) junto a los elementos que nunca jamás cambian y son inmutables por todos los tiempos (dogma y moral).
Una hermosa y docta visión de la Tradición, su composición y definición la dio el Santo Padre Benedicto XVI en mayo del 2006. Aquí su santidad explica el verdadero significado de lo que es la Tradición de la Iglesia:
-Papa Benedicto XVI (3 mayo 2006): Queridos hermanos y hermanas: En esta catequesis queremos comprender un poco lo que es la Iglesia. La última vez meditamos sobre el tema de la Tradición apostólica. Vimos que no es una colección de cosas, de palabras, como una caja de cosas muertas. La Tradición es el río de la vida nueva, que viene desde los orígenes, desde Cristo, hasta nosotros, y nos inserta en la historia de Dios con la humanidad…La Iglesia transmite todo lo que es y lo que cree; lo transmite con el culto, con la vida y con la enseñanza. Así pues, la Tradición es el Evangelio vivo, anunciado por los Apóstoles en su integridad, según la plenitud de su experiencia única e irrepetible: por obra de ellos la fe se comunica a los demás, hasta nosotros, hasta el fin del mundo.
Por consiguiente, la Tradición es la historia del Espíritu que actúa en la historia de la Iglesia a través de la mediación de los Apóstoles y de sus sucesores, en fiel continuidad con la experiencia de los orígenes…Esta cadena del servicio prosigue hasta hoy, y proseguirá hasta el fin del mundo. En efecto, el mandato que dio Jesús a los Apóstoles fue transmitido por ellos a sus sucesores. ..Así, aunque de manera diversa a la de los Apóstoles, también nosotros tenemos una verdadera experiencia personal de la presencia del Señor resucitado. A través del ministerio apostólico Cristo mismo llega así a quienes son llamados a la fe. La distancia de los siglos se supera y el Resucitado se presenta vivo y operante para nosotros, en el hoy de la Iglesia y del mundo. Esta es nuestra gran alegría. En el río vivo de la Tradición Cristo no está distante dos mil años, sino que está realmente presente entre nosotros y nos da la Verdad, nos da la luz que nos permite vivir y encontrar el camino hacia el futuro.»La herejía del Modernismo: ataque a la Tradición
Uno de los más grandes y trágicos errores contra la Tradición de la Iglesia es el modernismo o progresismo. Si bien es cierto que el modernismo como escuela filosófica tiene muchas variaciones, desde el punto de vista teológico y en relación con la Tradición, el principal error del modernismo es querer cambiar lo incambiable de esta. Así la herejía del modernismo defiende el gravísimo error que lo incambiable e inmutable de la Tradición, ósea el dogma y la moral, puede cambiar con el tiempo, lugar o circunstancias. Este trágico error defiende que así como los elementos que si cambian en la Tradición, (disciplina, liturgia, acción pastoral) también se puedan cambiar de la misma forma los elementos incambiables e inmutables de esta (dogma y moral) e que estos se adapten según la corriente o moda de la época.
La herejía del modernismo busca romper con el pasado irrompible de la Tradición y cambiar lo que por ser verdad eterna no puede cambiarse. Al intentar cambiar lo incambiable de la Tradición, el dogma que hay que creer para salvarse y la moral que rige los actos igualmente para salvarse, el modernismo atenta contra la base fundamental de la Tradición.
El gravísimo error modernista es, a diferencia del católico desarrollo del dogma que siempre deja intacto y sin contradicción la esencia y substancia del dogma, el cambio contradictorio de una doctrina; la herejía modernista busca cambiar de significado y substancia la doctrina, queriendo hacer error lo que es verdad y verdad lo que es error y cambiar lo incambiable de la Tradición según el gusto o moda de una época. El error del modernismo ha sido condenado muchísimas veces por el magisterio de la Iglesia, especialmente en el Syllabus, por San Pio X, Pablo VI y por Juan Pablo II.
Así habla San Pio X de la herejía del modernismo en Pascendi:
-San Pio X (Pascendi, 8 de septiembre de 1907): «A su vez, el hombre, al creer, puede estar en condiciones que pueden ser muy diversas. Por lo tanto, las fórmulas que llamamos dogma se hallarán expuestas a las mismas vicisitudes, y, por consiguiente, sujetas a mutación. Así queda expedito el camino hacia la evolución íntima del dogma. ¡Cúmulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se resquebraja y se destruye toda la religión! No sólo puede desenvolverse y cambiar el dogma, sino que debe; tal es la tesis fundamental de los modernistas, que, por otra parte, fluye de sus principios».
También el Papa Pablo VI nos habla de la imposibilidad de aplicar la herejía modernista en la Iglesia y cambiar lo incambiable de la Tradición. Sin importar la presión y la corriente o moda de los tiempos la Iglesia nunca jamás, por promesa del mismo Cristo, podrá cambiar lo incambiable de la Tradición, ósea el dogma y la moral que componen el Deposito de Fe. Pablo VI nos explica el 19 de enero de 1972 que la Iglesia nunca jamás podrá cambiar o mutar el elemento inmutable de la Tradición. Así explica el Papa Pablo VI que la Iglesia nunca jamás podrá ser victima de la herejía del modernismo:
-Papa Pablo VI (19 de enero del 1972): «Así querido hijos, y al afirmar esto, nosotros repudiamos estos errores que estuvieron ya en el pasado en circulación, y que circulan rampantes otra vez en la vida espiritual de nuestro tiempo, y que pueden destruir nuestro entendimiento cristiano de la vida y de la historia. El modernismo fue la expresión característica de esas falsas doctrinas; que bajo otros nombres son influyentes hoy día.
Podemos entender hoy día porque la Iglesia Católica, ahora como en el pasado, le atribuye tanta importancia a la estricta preservación de la autentica revelación y considera a esta como un tesoro inviolable, y porque Ella tiene una noción estricta de su misión fundamental de defender la doctrina de la Fe y trasmitirla en una manera inequívoca. La ortodoxia es su mayor preocupación, y el oficio pastoral es su más importante y divina misión.
La enseñanza de los Apóstoles de hecho determina el canon de su proclamación. Las instrucciones del Apóstol Pablo «Preserva lo que se te ha enseñado» (1 Tim.6:20, 2 Tim.1:14) le presenta un deber que seria traición no observar. La Iglesia como Maestra no se inventa su doctrina; Ella da testimonio, preserva, media. Es un asunto de la Verdad del mensaje del Evangelio que la Iglesia puede caracterizarse como conservadora e implacable. A aquellos que quieren inducir a la Iglesia a simplificar su Fe y moldearla al gusto del espíritu cambiable de la época, esta les responde con el «non possimus» (no podemos) de los Apóstoles. (Hechos, 4:20)»
Así el modernismo, la herejía que quiere cambiar lo incambiable de la Tradición y modificar la esencia y substancia de los dogmas según la corriente o moda de las épocas, queda como uno de los mas graves errores contra la Tradición.
Juan Pablo II define los errores contra la Santa Tradición
El Papa beato Juan Pablo II definió en 1988 los gravísimos errores que atentan contra la Tradición. En una carta al entonces Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Cardenal José Ratzinger (hoy día Papa Benedicto XVI), el beato Juan Pablo II definió el gravísimo error del modernismo, ósea querer cambiar lo incambiable de la Tradición, y también el gravísimo error del integrismo, ósea no entender que la Tradición abarca mas que solo elementos incambiables pero también elementos que si cambian con el tiempo como la liturgia, la acción pastoral y la disciplina. Así nos explica magistralmente el beato Juan Pablo II:
-Beato Juan Pablo II (8 Abril 1988): «…las palabras con que Cristo prometió a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo tienen para nosotros especial relevancia: «Yo rogaré al Padre y El os dará otro Paráclito para que os acompañe por siempre, y el Espíritu de verdad … que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo lo que yo lo he dicho. «(Jn 14, 1617, 26.) En todos los tiempos y en todo momento, la Iglesia ha estado guiada por la fe en las palabras de su Maestro y Señor, en la certeza de que, con la ayuda y la asistencia del Espíritu Santo, la Iglesia siempre permanecerá en la verdad divina, manteniendo la sucesión apostólica con los Obispos en comunión con el sucesor de Pedro.
La Iglesia también ha expresado esta convicción de fe en el último Concilio que se reunió para confirmar y reforzar la enseñanza que la Iglesia heredó de la Tradición existente desde hace casi veinte siglos como una realidad viva que va avanzando en relación con problemas y necesidades de cada época, y profundiza nuestra comprensión de lo que ya esta contenido en la fe transmitida de una vez y por todas (cf. Judas 3).
Estamos profundamente convencidos de que «el Espíritu de verdad que le habla a la Iglesia» (cf. Ap. 2, 7, 11, 17, et. al.) habló – de una manera particularmente solemne y autoritativa – en el Segundo Concilio Vaticano, preparando a la Iglesia para entrar en el tercer milenio después de Cristo. Ya que el trabajo del Concilio en su conjunto es una confirmación de la misma verdad, vivida por la Iglesia desde el principio, es también una «renovación» de esa misma verdad (un «aggiornamento», como dice la famosa frase del Papa Juan XXIII), para acercar a la gran familia humana en el mundo contemporáneo tanto a la manera de enseñar la fe y la moral como las actividades apostólicas y pastorales de la Iglesia.
En el período post-conciliar hemos visto un gran esfuerzo de parte de la Iglesia de asegurarse que este novum constituido por el Vaticano II correctamente penetrara la mente y la conducta de las comunidades individuales del Pueblo de Dios. Sin embargo junto a este esfuerzo, han surgido tendencias que han creado cierta dificultad en poner el Concilio en práctica.
Una de esas tendencias se caracteriza por el deseo de cambios que no siempre están en armonía con las enseñanzas y el espíritu del Vaticano II, aunque se trate de apelar al Concilio. Estos cambios invocan y expresan un progreso, por lo que se designa a esta tendencia con el nombre de «progresismo». El progreso, en este caso es una orientación hacia un futuro que rompe con el pasado, sin contar con la función de la Tradición que es fundamental para la misión de la Iglesia, para que esta pueda continuar en la verdad que le fue transmitida a ella por Cristo el Señor y por los Apóstoles, y que es diligentemente guardada por el Magisterio.
La tendencia opuesta, sin embargo, definida como conservadorismo’ o ‘integrismo’, se detiene en el pasado mismo, sin tener en cuenta la justa aspiración hacia el futuro como se manifiesta propiamente en la obra del Vaticano II… Ve lo justo solamente en aquello que es «antiguo» reteniéndolo como sinónimo de la tradición.
Sin embargo, no es lo «antiguo» en cuanto tal, ni lo «nuevo» por sí mismo que corresponden al concepto justo de la tradición en la vida de la Iglesia. Tal concepto, en efecto, significa la fiel permanencia de la Iglesia en la verdad recibida de Dios, a través de las mutables vicisitudes de la historia. La Iglesia, como aquel patrón del Evangelio, extrae con sabiduría ‘de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas’, permaneciendo absolutamente obediente al Espíritu de verdad que Cristo ha dado a la Iglesia como guía divina. Y la Iglesia cumple esta delicada obra de discernimiento a través del magisterio auténtico»
El Integrismo error contra la Tradición lo mismo que el Modernismo
Así como la herejía del modernismo quiere cambiar los elementos incambiables de la Tradición (el deposito de Fe), otro gravísimo error contra la Tradición es el integrismo cismático. Este integrismo puede ocurrir de dos maneras, la primera cuando la persona entiende por Tradición el sinónimo de dogma y moral y no se da cuenta que la Tradición abarca otros elementos además de ese dogma y moral inmutable. La segunda manera en que ocurre el integrismo es cuando la persona si entiende que la Tradición se compone de otros elementos además de dogma y moral y por lo tanto reconoce que liturgia, disciplina y acción pastoral son parte integra de la Tradición, pero igualmente la persona no reconoce que esos otros elementos pueden cambiar o ser modificados según tiempo o circunstancia.
El integrismo es un error gravísimo que puede llevar a otros errores doctrinales como de facto negar la infabilidad e indefectibilidad prometida por Cristo a su Iglesia e incluso puede conducir a cismas contrarios a la Constitución Divina de la Iglesia según lo solemnemente decretado por Pastor Aeternus en el Primer Concilio Vaticano. El no entender que la Tradición contiene otros elementos además del dogma y la moral, o el no reconocer que esos otros elementos (acción pastoral, disciplina, liturgia) pueden cambiar con el tiempo es el error del integrismo, lo cual se constituye como un grave atentado contra la Santa Tradición.
El Santo Padre Pablo VI nos habla de como este integrismo cismático puede llevar, lo mismo que el modernismo, a gravísimos errores respecto al entendimiento de la Santa Tradición. Así nos habla el santo Padre Pablo VI sobre el gravísimo error del integrismo y como este lleva a un entendimiento falso y erróneo de la Santa Tradición:
–Papa Pablo VI (octubre 11 1976, carta al arzobispo Lefebvre) «Usted dice que es fiel a la Iglesia y a la Tradición por el simple hecho de obedecer ciertas normas del pasado que fueron decretadas por el predecesor de aquel a quien Dios le da hoy los poderes conferidos a Pedro. En este punto también el concepto de Tradición que usted invoca es erróneo. La Tradición no es un dato fijo o muerto, un hecho estático, que de cierta manera, bloquearía, en un momento determinado de la historia, la vida de este organismo activo que es la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo.
Corresponde al papa y a los concilios conducir un juicio para discernir en las tradiciones de la Iglesia, a lo que no es posible renunciar, sin infidelidad al Señor y al Espíritu Santo – el depósito de la fe – y lo que, por el contrario, puede y debe ser puesto al día, para facilitar la misión de la Iglesia a través de la variedad de los tiempos y de los lugares, para traducir el mensaje divino al lenguaje humano de hoy y comunicarlo mejor, sin compromiso de principios, indudablemente. Así la Tradición es inseparable del magisterio vivo de la Iglesia como es inseparable de las sagradas escrituras. Así actúan los papas y los concilios ecuménicos, con la asistencia especial del Espíritu Santo.
Fue eso, precisamente lo que hizo el Vaticano II. Nada de lo decretado en ese Concilio, como en las reformas que Nos hemos decidido llevar a cabo, se opone a lo que la Tradición Bi milenaria de la Iglesia considera fundamental e inmutable. De todo esto somos Nosotros garantes, en virtud, no de nuestra cualidades personales, sino por la tarea que el Señor nos ha confiado como sucesor legítimo de Pedro y de la asistencia especial que nos ha prometido, como a Pedro: «He rogado por ti con el fin de que tu fe no desfallezca» (Lc 22,32). Con Nosotros es garante de esto el episcopado universal. Nuevamente, usted no puede distinguir lo que es pastoral de lo que es dogmático para aceptar algunos textos del concilio y rechazar otros».
También el beato Juan Pablo II nos advierte del gravísimo error teológico del integrismo. No reconocer que la Santa Tradición tiene otros elementos además del dogma y la moral, y que estos elementos (liturgia, acción pastoral, disciplina) pueden y deben cambiar con los tiempos según lo decreta el Concilio de Trento, es el gravísimo error y mal entendimiento de la Tradición que llamamos integrismo. Este integrismo lleva a otros errores como el cisma, la negación de la indefectibilidad e infabilidad de la Iglesia y una nueva versión del error luterano de la libre interpretación en la que el cismático da su propia interpretación a la Tradición, independientemente y por separado del Papa y el autentico magisterio. Así nos dice el beato Juan Pablo II en 1988:
-Beato Juan Pablo II (Motu Propio Ecclesia Dei, 1988) La raíz de este acto cismático se puede individuar en una imperfecta y contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no tiene suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición, que … arranca orginariamente de los Apóstolos, «va progresando en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo; es decir, crece con la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian …cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad». Pero es sobre todo contradictoria una noción de Tradición que se oponga al Magisterio universal de la Iglesia, el cual corresponde al Obispo de Roma y al Colegio de los Obispos. Nadie pude permanecer fiel a la Tradición si rompe los lazos y vínculos con aquél a quien el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad en su Iglesia.»
La Santa Tradición Siempre presente en el Magisterio Autentico
Para mantenernos fieles a la Santa Tradición de la Iglesia solo queda la vía de seguir el magisterio autentico de la Iglesia. Solo el magisterio autentico puede llevarnos seguros por el camino de la Santa Tradición. Solo el magisterio tiene la promesa divina de Cristo de no desviarse nunca jamás del deposito de Fe y solo al magisterio autentico autorizo Cristo a predicar la verdad. La única manera de permanecer firmes en la Fe contra los errores del modernismo y el integrismo es la permanencia en adhesión completa al magisterio de la Iglesia.
Sobre la absoluta necesidad de estar unidos al Vicario de Cristo nos advierte el gran León XIII en su magistral Satis Cognitum de 1896:
– Papa León XIII (Satis Cognitum, 1896): «Por esto hay necesidad de hacer aquí una advertencia importante. Nada ha sido conferido a los apóstoles independientemente de Pedro; muchas cosas han sido conferidas a Pedro aislada e independientemente de los apóstoles…Por donde se ve claramente que los obispos perderían el derecho y el poder de gobernar si se separasen de Pedro o de sus sucesores. Por esta separación se arrancan ellos mismos del fundamento sobre que debe sustentarse todo el edificio y se colocan fuera del mismo edificio; por la misma razón quedan excluidos del rebaño que gobierna el Pastor supremo y desterrados del reino cuyas llaves ha dado Dios a Pedro solamente.
Estas consideraciones hacen que se comprenda el plan y el designio de Dios en la constitución de la sociedad cristiana. Este plan es el siguiente: el Autor divino de la Iglesia, al decretar dar a ésta la unidad de la fe, de gobierno y de comunión, ha escogido a Pedro y a sus sucesores para establecer en ellos el principio y como el centro de la unidad…De aquí también esta sentencia del mismo San Cipriano, según la que la herejía y el cisma se producen y nacen del hecho de negar al poder supremo la obediencia que le es debida: «La única fuente de donde han surgido las herejías y de donde han nacido los cismas es que no se obedece al Pontífice de Dios ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo Pontífice y un solo juez, que ocupa el lugar de Cristo». Nadie, pues, puede tener parte en la autoridad si no está unido a Pedro, pues sería absurdo pretender que un hombre excluido de la Iglesia tuviese autoridad en la Iglesia.»
Para ser fieles a la Santa Tradición, permanezcamos unidos con firmeza absoluta al Vicario de Cristo en humildad y obediencia. Tengamos en cuenta la promesa divina de Cristo de la indefectibilidad de la única Iglesia verdadera y tengamos en cuenta las palabras del Concilio de Trento sobre como elementos íntegros de la Tradición, como la liturgia, pueden y deben cambiarse según tiempo y circunstancias:
-Concilio de Trento (Sesión 21): En la Iglesia siempre ha existido este poder, que en la administración de los sacramentos…ella puede modificar o cambiar lo que ella considera mas apropiado para el beneficio de los que los reciben o con respecto hacia los mismos sacramentos, de acuerdo a circunstancias variables, tiempo o lugares«
Amén.
Por: Roni Aledo.
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