El evangelio de este domingo nos presenta al Señor que va de camino y un ciego, llamado Bartimeo, oye que hablan de Jesús que pasa y se pone a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”. La multitud lo calla, pero él grita aún más fuerte y Jesús, que lo escucha, lo manda a llamar y le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Y él le responde: ¡Que vea! y el Sñor le responde: “Tu fe te ha salvado, vete” y empezó a ver.
Lo primero que deja en claro el evangelio es que este hombre es consciente de su realidad no ve exteriormente, pero sí ve internamente lo que la mayoría de las personas no les pasa, pues vemos físicamente, pero no interiormente, ignoramos quiénes somos realmente por dentro, ni tampoco tenemos la vista espiritual para tener la misma mirada de Dios.
Bartimeo, consciente de su condición, es un hombre ciego, miserable, que depende de la caridad de los demás para vivir, es un segregado por su condición, sin embargo, no reprocha a Jesús el porqué de su situación, de su miseria corporal, ni le exige que le cure, más bien súplica: ¡Señor, haz que vea!
Tu problema puede ser que seas ciego de tu propio interior, que no te conozcas realmente y te engañes a ti mismo y trates de engañar a los demás, pero hay algo aún peor, pensar que ves, que tu ceguera es luz porque entonces jamás tendrás la humildad, sino soberbia y la humildad es la primera cualidad que debes tener para acercarte a Jesús.
Bartimeo grita, súplica, implora porque se sabe ciego y miserable y porque tiene fe en que Jesús tiene el poder de curarlo, pero si tú crees que ves, entonces te sientes autosuficiente sin necesidad de la ayuda y la misericordia de Jesús porque te bastas a ti mismo, siendo así que eres miserable y estás ciego.
“Señor Jesús, yo también, como Bartimeo, estoy ciego, pero a diferencia de él, que se sabe ciego y miserable, yo soy soberbio y pienso que veo, por eso yo también, en el umbral de mi ceguera interior, de mi miseria espiritual, te grito: ¡Ten compasión de mí! Señor, haz que vea, hazme una persona humilde, dame tu luz para que vea mis pecados, arranca de mi la autosuficiencia, el orgullo de Satanás y hazme suplicar tu misericordia, sólo tú puedes curarme, sólo tú puedes darme la luz para ver mi vida tal cual es, para no engañarme a mí mismo, para no mentir a los demás. Señor Jesús, ten compasión de mí, haz que vea”.
Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!